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Voto de Antonio Morales:
6
Drama Jean Harlow es una hermosa rubia platino con un gran talento artístico. En los años 30 conoce a Arthur Landau, un hombre que confía en ella y se convierte en su representante. Durante mucho tiempo, el trabajo escasea, pero Arthur sigue apoyándola, y Jean acaba llegando a lo más alto y convirtiéndose en una actriz inolvidable. Sin embargo, fuera de la pantalla no tiene tanta suerte, su vida personal es un desastre. (FILMAFFINITY)
26 de febrero de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Precisamente hoy, con motivo de la ceremonia de entrega de los Oscars de Hollywood, me ha parecido oportuno comentar esta película que habla del cine dentro del cine, de la fabrica de sueños que a veces se convertía en pesadilla para los que lo vivían, en aquel lejano sistema de Estudios que era como una maquinaria engrasada que no se detenía un instante, hoy irremediablemente desaparecido. Se trata de un entretenido film poco conocido y comentado en esta web, un biopic nada complaciente, aunque su discurso es menos agresivo de lo que parece, sobre el mundo del Hollywood dorado de los años 30. Las servidumbres y anhelos para alcanzar la cima se ven reflejadas en la corta carrera de la personalísima y explosiva Jean Harlow.

Este fastuoso film que goza de un diseño artístico inmejorable, narra la vida azarosa de la desdichada actriz, tomándose algunas licencias sin duda con el fin de evitar que el producto perdiera su calculada comercialidad. Un melodrama muy humano pero que peca de excesivos estereotipos, tantas veces recurrentes en este tipo de biografías, pese a que el guión sea del reputado guionista hitchcockiano John Michael Hayes. El film, en un esplendoroso Technicolor y Panavisión gracias al veterano operador Ruttemberg, recrea con eficiencia aquellos años del charleston, se inicia con una secuencia majestuosa por el talento de Gordon Douglas, un artesano infravalorado que conocía bien su oficio.

Un movimiento de la cámara en grúa en la entrada de un Estudio de cine, muestra la llegada de los trabajadores y a eso le siguen unas panorámicas a través de diversos departamentos donde se preparan rodajes. La combinación de esos movimientos deja clara que el Estudio era una fábrica que funcionaba como cualquier otra, con obreros, artesanos, extras, aspirantes a actores y actrices que se presentaban a castings, y algunos miserables individuos que se aprovechaban de su posición privilegiada. De esta forma, asistimos a los rodajes y apreciamos cómo era el día a día, mientras que seguimos la ascensión de la estrella encarnada por una estupenda Carroll Baker, el primer agente que vio en ella posibilidades (Red Buttons), sus primeras apariciones en escenas cómicas hasta que empezaron a descubrir su físico espectacular de bomba sexual para la época.

La difícil convivencia con unos padres parásitos: Ralf Valone crea un histriónico gigoló latino que ama la ópera y las partidas de poker con sus amigotes, que hace de padrastro casado con una sumisa madre (Angela Lansbury) a los caprichos del holgazán y vividor italiano. Sus triunfos artísticos sus fracasos personales, casada con un marido poco viril (Peter Lawford), sus difíciles relaciones con los mganates (Martin Balsan) de los Estudios, empeñados en manejar vidas ajenas para la buena marcha del negocio. El cineasta se apoya en las elipsis y sobreentendidos para hacer avanzar vertiginosamente durante 2 horas la multitud de acontecimientos que se van sucediendo, romances, desengaños, humillaciones y traiciones, todo ello lleno de frases lapidarias y filmado desde el sentido del espectáculo cinematográfico que exigía esta costosa producción.
Antonio Morales
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