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Voto de Vivoleyendo:
7
Romance. Drama Crónica despiadada de la degradación de una pareja. A partir de los avatares amorosos de Jean (Jean Yanne), un cineasta colérico y violento, y Catherine (Marlene Jobert), amante infantil y neurótica, Pialat traza el retrato implacable de una historia de amor que se resiste a su disolución. De manera fragmentaria y crispada, Pialat pone en escena los vaivenes emocionales de los protagonistas -grotescos e imprevisibles-, su fragilidad ... [+]
2 de abril de 2010
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos cuantos directores han abordado sin tapujos la escabrosa odisea de las relaciones sentimentales. En Francia, los hubo notables, en las décadas de los sesenta-setenta, cuando la revolución de la liberación sexual femenina modificaba esquemas que quedaban anquilosados. El maestro, Eric Rohmer, colocó cimientos sólidos en la cinematografía, y otros supieron mantenerse en la línea de ese cine cuasi-documental y minimalista, íntimo, con roles de personalidad compleja y el vaivén constante de los ciclos vitales.
Para mí, los que más brillantemente han deshojado un tema tan complicado, han sido el francés Rohmer y el sueco Bergman. Otros siguen su estela de lejos, pero alguna figura destacable hay, como la de Maurice Pialat. Si a uno le viene bien de cuando en cuando mirarse al espejo de los incomprensibles y cambiantes absurdos humanos, no está nada mal echar un vistazo a pequeñas curiosidades como esta película rodada en ese estilo técnicamente sencillo, sin alardes ni grandes pretensiones, pero con el punto álgido de un guión incisivo, desasosegante en todos sus recodos de identificación con el espectador medio.
Seguir los desafortunados y fatigados coletazos de una relación de amor-odio como la de Jean y Catherine, es asomarse a algo que se conoce mejor de lo que a uno le agradaría. La destrucción recíproca del afecto no es nada novedoso. La presencia de la violencia verbal y física, la desconfianza, los celos, el orgullo desmesurado, la incomunicación, la inmadurez afectiva, el egocentrismo, la pusilanimidad y la debilidad que impiden tomar una resolución drástica de acabar de una vez con tanta tortura…
Por alguna razón, la mayoría somos una panda de sádicos-masocas. Sádicos que tienen la manía de tratar como mercancías y posesiones a sus iguales, y la costumbre de empezar a repeler el amor cuando éste se tiene en las manos, de estropear y rechazar lo cosechado. Masocas que soportan mil vejaciones, discusiones y peleas humillantes, a saber si por amor o por pánico a quedarse solo. Y a empezar de nuevo, una y otra vez, a pasar por lo mismo, conscientes de que nadie cambia para mejor, de que cada vez será peor.
Un círculo vicioso y agobiante muy bien reflejado en esos actores que podrían ser los vecinos de enfrente. Esos vecinos que todo el mundo tiene, que se pelean y se reconcilian y se vuelven a pelear, y ahora él vuelve trayendo rosas o cartas de disculpa y ella vuelve a caer como una tonta. Metidos en una carrera de desgaste que una duda bastante de que merezca tanto derroche inútil de tiempo y energía, en esta única vida que tenemos.
Vivoleyendo
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