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Voto de Vivoleyendo:
7
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Drama. Fantástico
Giulietta, que duda de la fidelidad y del amor de su marido, acude a reuniones espiritistas buscando consejo y esperando una señal que le muestre que su marido aún siente cariño por ella y que puede recuperarlo. Por casualidad, conoce a Susy, una perniciosa mujer que sólo vive para el amor y que está a punto de destrozar las ilusiones de Giulietta. (FILMAFFINITY)
23 de noviembre de 2008
32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Fellini hay que acercarse con la predisposición adecuada para ser capaz de dejarse arrastrar por su extravagante caleidoscopio de sensaciones, de flashes, de exuberancia, de alborotos, de recuerdos, de fobias, de deseos primitivos que pugnan por aflorar, y todo ello en su peculiar estilo onírico y surrealista, en constante cambio, como esos cristales de colores que vemos a través de un tubo de cartón con un espejo, y que adquieren formas geométricas siempre distintas.
Fellini prioriza los estímulos sensoriales, los delirantes y recargados fondos, la observación, la mareante sucesión de toda clase de excéntricos personajes, los diálogos en los que se mezcla lo esotérico, lo poético, lo metafísico, lo ultraterrenal, lo enigmático y lo erótico en clara lucha contra el decoro y la sensatez externa que encubre la inseguridad interna.
“Giulietta de los espíritus” nos narra el gran conflicto interior de Giulietta, una mujer acomodada en su ordenada vida matrimonial. El personaje de Masina enternece con la viveza de sus ojos observadores, es testigo casi siempre silencioso y sufriente de su propio derrumbamiento y de las cosas extrañas y perturbadoras que suceden a su alrededor y en su propia mente. Nos sentimos pequeños junto con ella. Sentimos sus heridas. Su confusión. Sus pasos vacilantes y tambaleantes mientras trata de mantener una heroica sonrisa que no hace más que poner en evidencia su tierna fragilidad.
Nuestros ojos se humedecen con los suyos.
Una mujer que convive con sus propios fantasmas, que la persiguen desde su niñez, y que ve cómo todo en lo que fundamenta sus cimientos se viene abajo. Su matrimonio es una farsa, la infidelidad de su marido pesa sobre ella como una losa funeraria; se siente muy sola en su bonita y decente casa mientras el hombre al que ama se aleja; nota sobre sí la mirada severa de su hermosa madre, hacia la que no experimenta ese calor ni esa confianza que debería haber entre madre e hija; eclipsada siempre por la belleza de su madre y de sus hermanas, aunque ella es demasiado sencilla para darle demasiada importancia; rodeada de tentaciones, de vecinos alegres y promiscuos, de mujeres explosivas que derraman una sensualidad despampanante, de amigos con ideas peculiares… Buscando respuestas, dejándose llevar hacia videntes que la inquietan más aún confirmándole sus insatisfacciones personales, solicitando ayuda profesional para espiar las andanzas de su marido…
Giulietta se encuentra sumergida en una marea que intenta alejarla de las orillas, en la que todos sus espíritus interiores le hablan y se confunden con su inquieta imaginación.
Fellini prioriza los estímulos sensoriales, los delirantes y recargados fondos, la observación, la mareante sucesión de toda clase de excéntricos personajes, los diálogos en los que se mezcla lo esotérico, lo poético, lo metafísico, lo ultraterrenal, lo enigmático y lo erótico en clara lucha contra el decoro y la sensatez externa que encubre la inseguridad interna.
“Giulietta de los espíritus” nos narra el gran conflicto interior de Giulietta, una mujer acomodada en su ordenada vida matrimonial. El personaje de Masina enternece con la viveza de sus ojos observadores, es testigo casi siempre silencioso y sufriente de su propio derrumbamiento y de las cosas extrañas y perturbadoras que suceden a su alrededor y en su propia mente. Nos sentimos pequeños junto con ella. Sentimos sus heridas. Su confusión. Sus pasos vacilantes y tambaleantes mientras trata de mantener una heroica sonrisa que no hace más que poner en evidencia su tierna fragilidad.
Nuestros ojos se humedecen con los suyos.
Una mujer que convive con sus propios fantasmas, que la persiguen desde su niñez, y que ve cómo todo en lo que fundamenta sus cimientos se viene abajo. Su matrimonio es una farsa, la infidelidad de su marido pesa sobre ella como una losa funeraria; se siente muy sola en su bonita y decente casa mientras el hombre al que ama se aleja; nota sobre sí la mirada severa de su hermosa madre, hacia la que no experimenta ese calor ni esa confianza que debería haber entre madre e hija; eclipsada siempre por la belleza de su madre y de sus hermanas, aunque ella es demasiado sencilla para darle demasiada importancia; rodeada de tentaciones, de vecinos alegres y promiscuos, de mujeres explosivas que derraman una sensualidad despampanante, de amigos con ideas peculiares… Buscando respuestas, dejándose llevar hacia videntes que la inquietan más aún confirmándole sus insatisfacciones personales, solicitando ayuda profesional para espiar las andanzas de su marido…
Giulietta se encuentra sumergida en una marea que intenta alejarla de las orillas, en la que todos sus espíritus interiores le hablan y se confunden con su inquieta imaginación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Su infancia aparece a retazos, marcada por esa religión impuesta a través del miedo y del oscurantismo, por la campechanía de un abuelo casquivano y cariñoso, por la altivez de su madre, por la superficialidad de sus hermanas, por el erotismo que flotaba en la atmósfera y que nada podía sofocar, y que la pequeña Giulietta ya percibía en las curvas voluptuosas de aquella guapísima bailarina de circo…
Con una fotografía saturada de cromatismos y de detalles muy imaginativos, que se centra en una Masina contenida pero que desborda expresividad en esos ojos encantadores; con las profusas partituras de Nino Rota; con esa narración que se detiene en lo subjetivo y que derrocha esa naturalidad propia de los diálogos de varias personas hablando a la vez, con intervenciones ágiles y vertiginosas, como tanto le gusta al director, y también introduciendo monólogos interiores… Y al final nos queda esa impresión de vendaval colorido y ruidoso que ha arrasado y se ha retirado, permitiendo hallar la paz interior perdida.
Con una fotografía saturada de cromatismos y de detalles muy imaginativos, que se centra en una Masina contenida pero que desborda expresividad en esos ojos encantadores; con las profusas partituras de Nino Rota; con esa narración que se detiene en lo subjetivo y que derrocha esa naturalidad propia de los diálogos de varias personas hablando a la vez, con intervenciones ágiles y vertiginosas, como tanto le gusta al director, y también introduciendo monólogos interiores… Y al final nos queda esa impresión de vendaval colorido y ruidoso que ha arrasado y se ha retirado, permitiendo hallar la paz interior perdida.