"Todas las tías son unas putas."
"Ésa estaba provocando."
"Una tía que baila borracha en un bar pide a gritos que se la folle cualquiera."
"Las que van por ahí con ropa sexy son unas calientapollas."
Me imagino las miles de frases por el estilo, todas cortadas por el mismo patrón, que desfilan por el ¿cerebro? de los clásicos machos de cualquier denominación de origen, de ésos que parece mentira que hayan sido paridos por mujeres y que éstas hayan malgastado años en criarlos para generar especímenes con fobia y aversión al género femenino en su totalidad. Como Hitlers a pequeña escala que, en lugar de querer exterminar judíos, desearían erradicar todo lo que tenga pinta de ser mujer, no sin antes haber disfrutado malsanamente torturando a alguna que pillen por delante. Se creen con derecho a castigarlas y eliminarlas por ser las promotoras del Pecado Original, como si el flagrante delito de Eva no prescribiese nunca y todas sus descendientes tuviésemos que seguir pagando por toda la eternidad.
El problemilla es que ellos no han descubierto todavía el modo de reproducirse entre machos, y claro, si no queda ninguna hembra, el mundo se extingue y así ellos no pueden perpetuar su grandiosa obra de castigadores perpetuos de la indigna hembra.
Para ellos, parece que las mujeres están aquí sólo para someterse a su voluntad, a su arbitrio y brutalidad, y además deben sentirse agradecidas por eso. Son objetos de usar y tirar.
Por ello, una chica que baila sola, embriagada y enseñando bastante carne sin hacer daño a nadie, se merece que le den estopa. Es lo que está pidiendo. Está recordando a sus dueños masculinos (qué rápidamente se proclaman dueños) que ellos tienen el deber de rebajar y humillar a semejante fulana. Y la mejor manera de hacerlo es someterla sexualmente, porque la forma de humillar en máximo grado a una fulana, y el modo en que ellos disfrutan más del sexo, es mediante la tortura, la violencia y la superioridad física. Tienen que dejar muy claro que no pueden permitir que el mundo se pueble de fulanas.
Y se dan palmadas de triunfo en las espaldas mientras se felicitan por su gesta y se dirigen hacia la siguiente perra que los provoque.
Pero, por suerte, todavía quedan personas que tienen arrestos para pararles los pies a los reyes del mambo. Cierto, no pueden recomponer un cuerpo roto ni un alma hecha añicos. Pero pueden pelear para echar por tierra el elevado ego de los Hitlers de pacotilla y tratar de evitar que vuelvan a poner la mano encima de una mujer. Es tan difícil e improbable como querer alcanzar el sol, porque muchos siguen creyendo que "ella se lo merecía", porque muchos les dan la razón a los Hitlers, porque una justicia tan fría como el hielo los deja sueltos por buena conducta para que vuelvan a acometer su labor de violadores en bien de la Humanidad.