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Voto de Jose_Lopez_5:
5
5,5
3.330
Ciencia ficción
A bordo de la Enterprise, su capitán Jean Luc Picard recibe un mensaje de la flota. Al parecer, el androide Data, que se encontraba estudiando una sociedad primitiva, ha sufrido un ataque de locura y ha revelado la existencia del equipo de investigación a los habitantes del planeta Ba'Ku. Pronto descubrirá, sin embargo, que tras estos hechos hay mucho más de lo que se ve a simple vista... (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el mundo de la ciencia ficción cinematográfica, probablemente no exista otra franquicia tan potente y con tantos seguidores como la de "Star Trek", con el permiso de "La guerra de las galaxias", claro. Nacida como una serie de TV de bajo coste fracasada que solo duró tres temporadas en antena, la última por los pelos, experimentó un renacer gracias a sus reposiciones en otras cadenas de TV durante la década siguiente. Ese potente interés renovado durante los años 70 acabó cuajando en largometrajes protagonizados por la misma tripulación original, derivando así en una retahíla de trabajos de calidad variable.
En 1987, sin embargo, se optó por reclutar a una nueva dotación y lanzarla al espacio televisivo, la llamada nueva generación. Una apuesta arriesgada que, sin embargo, triunfó, y que duró nada menos que siete temporadas. Tantas, que llegó a coexistir con algunos largometrajes protagonizados por el reparto clásico.
Tras acabar su periplo catódico, se inició casi al instante el rodaje del primer largometraje, repitiendo así el patrón seguido con el elenco clásico, aunque ahora sin tener que esperar una década entre la pequeña y la gran pantalla. "Star Trek: La próxima generación" (1994) fue el primero, y supuso meter en la misma historia a los capitanes de las dos tripulaciones en uno de esos ejercicios malabares que tanto gustan a los guionistas. Fue la manera oficial de pasar el testigo generacional, que hasta ese momento seguía en tierra de nadie, pues los nuevos habían llegado sin que los anteriores se acabasen de ir.
Dos años después se rodó "Star Trek: Primer contacto" (1996), en donde se retomaba al más terrible de los enemigos, los Borgs, en la que fue, con diferencia, la más exitosa de las películas que llegaría a rodar esta nueva generación. Curiosamente su director fue Jonathan Frakes, ahora pluriempleado. A ella le siguió esta, "Star Trek: Insurrección" (1998), del mismo director. Si la anterior fue el mejor largometraje que se rodó, este otro tuvo el dudoso mérito de ser el más flojo de todos, incluida la posterior "Star Trek: Némesis" (2002).
Hay varios puntos que lastraron a esta película. Por un lado, la historia falla por el propio escenario en donde se desarrolla, bucólico y con un poblado de corchopan que resultaba artificial y para nada verosímil, notándose a la legua que lo habían levantado para rodar y, luego, desmontarlo. Y eso que Frakes intentó dar una imagen global del mismo nada más empezar (véase spoiler 1). Además, quienes lo habitan parecen estar medicados con Lexatín o Valium, tal es la pachorra que arrastran (véase spoiler 2). Cualquiera diría que es una comuna de hippies que hubiese abrazado el movimiento "slow", si no fuese ya redundante por sí mismo. Mal empezaba.
Por otro lado, no ayudó el exceso de comicidad que, si bien siempre había tenido su protagonismo, aquí pareciese pecar por exceso o, quizás, de un infantilismo algo molesto (véase spoiler 3). Además, el romance entre Diana Troi y Rike, por su parte, resultó tontorrón y ligero. Nada nuevo para cualquiera que haya seguido la serie, pero otro cabo que se lanzó y nadie ató (véase spoiler 4). Y tampoco es de recibo olvidar la falta de un enemigo contundente, elemento fundamental en todo relato épico. Algo que quedó empeorado por su caracterización, pues el caballero y sus secuaces lucieron unas máscaras de látex que, aunque simulaban piel, resultaban chirriantes por su cutrez. Sin alguien que sea rival para los protagonistas, la historia pierde fuerza, como una corriente con poca diferencia de potencial.
En general, y esto es algo en lo que han coincidido varios críticos, sus atributos pareciesen conspirar para parecer un episodio de la serie estirado artificialmente, con más medios y una historia a mayor escala, pero con el mismo alma televisiva y unos diálogos insulsos (véase spoiler 5). Algo que no hubiese sido un problema en su momento, pero inaceptable en un largometraje. Es como si Frakes hubiese aprendido demasiado bien cómo se rodaban los episodios de la serie y arrastrase una visión sesgada de la que ahora no pudo librarse.
A título personal debo reconocer mi sorpresa al verla hace poco, pues lo hice, como ya es norma en casi cualquier hogar, en un televisor digital HD. La infografía que hace veinte años me pareció bastante potable, ahora me resultó cantosa. Y no lo digo solo por haberme habituado a trabajos brillantes en las últimas décadas, sino a su mera integración con la fotografía real. Me extraña que en el 98 se cometieran errores de ese tipo. Máxime cuando en esta película ya se muestra, aunque de manera muy somera, la creación de criaturas digitales razonablemente bien hechas en aspecto y movimiento. Es lo que tienen los nuevos televisores, que le sacan las vergüenzas a todo aquello que los de rayos catódicos disimulaban.
En resumen, Picard se pone palote y casi que le falta poco para organizar una sentada en defensa de una tribu aislada. No es para suspenderla, pero el título le viene grande para lo poco que ocurre. Al menos nuestro calvo favorito, entre tanto pijama de capitán y tanto ir y venir, le podrá dar algún gusto al cuerpo.
En 1987, sin embargo, se optó por reclutar a una nueva dotación y lanzarla al espacio televisivo, la llamada nueva generación. Una apuesta arriesgada que, sin embargo, triunfó, y que duró nada menos que siete temporadas. Tantas, que llegó a coexistir con algunos largometrajes protagonizados por el reparto clásico.
Tras acabar su periplo catódico, se inició casi al instante el rodaje del primer largometraje, repitiendo así el patrón seguido con el elenco clásico, aunque ahora sin tener que esperar una década entre la pequeña y la gran pantalla. "Star Trek: La próxima generación" (1994) fue el primero, y supuso meter en la misma historia a los capitanes de las dos tripulaciones en uno de esos ejercicios malabares que tanto gustan a los guionistas. Fue la manera oficial de pasar el testigo generacional, que hasta ese momento seguía en tierra de nadie, pues los nuevos habían llegado sin que los anteriores se acabasen de ir.
Dos años después se rodó "Star Trek: Primer contacto" (1996), en donde se retomaba al más terrible de los enemigos, los Borgs, en la que fue, con diferencia, la más exitosa de las películas que llegaría a rodar esta nueva generación. Curiosamente su director fue Jonathan Frakes, ahora pluriempleado. A ella le siguió esta, "Star Trek: Insurrección" (1998), del mismo director. Si la anterior fue el mejor largometraje que se rodó, este otro tuvo el dudoso mérito de ser el más flojo de todos, incluida la posterior "Star Trek: Némesis" (2002).
Hay varios puntos que lastraron a esta película. Por un lado, la historia falla por el propio escenario en donde se desarrolla, bucólico y con un poblado de corchopan que resultaba artificial y para nada verosímil, notándose a la legua que lo habían levantado para rodar y, luego, desmontarlo. Y eso que Frakes intentó dar una imagen global del mismo nada más empezar (véase spoiler 1). Además, quienes lo habitan parecen estar medicados con Lexatín o Valium, tal es la pachorra que arrastran (véase spoiler 2). Cualquiera diría que es una comuna de hippies que hubiese abrazado el movimiento "slow", si no fuese ya redundante por sí mismo. Mal empezaba.
Por otro lado, no ayudó el exceso de comicidad que, si bien siempre había tenido su protagonismo, aquí pareciese pecar por exceso o, quizás, de un infantilismo algo molesto (véase spoiler 3). Además, el romance entre Diana Troi y Rike, por su parte, resultó tontorrón y ligero. Nada nuevo para cualquiera que haya seguido la serie, pero otro cabo que se lanzó y nadie ató (véase spoiler 4). Y tampoco es de recibo olvidar la falta de un enemigo contundente, elemento fundamental en todo relato épico. Algo que quedó empeorado por su caracterización, pues el caballero y sus secuaces lucieron unas máscaras de látex que, aunque simulaban piel, resultaban chirriantes por su cutrez. Sin alguien que sea rival para los protagonistas, la historia pierde fuerza, como una corriente con poca diferencia de potencial.
En general, y esto es algo en lo que han coincidido varios críticos, sus atributos pareciesen conspirar para parecer un episodio de la serie estirado artificialmente, con más medios y una historia a mayor escala, pero con el mismo alma televisiva y unos diálogos insulsos (véase spoiler 5). Algo que no hubiese sido un problema en su momento, pero inaceptable en un largometraje. Es como si Frakes hubiese aprendido demasiado bien cómo se rodaban los episodios de la serie y arrastrase una visión sesgada de la que ahora no pudo librarse.
A título personal debo reconocer mi sorpresa al verla hace poco, pues lo hice, como ya es norma en casi cualquier hogar, en un televisor digital HD. La infografía que hace veinte años me pareció bastante potable, ahora me resultó cantosa. Y no lo digo solo por haberme habituado a trabajos brillantes en las últimas décadas, sino a su mera integración con la fotografía real. Me extraña que en el 98 se cometieran errores de ese tipo. Máxime cuando en esta película ya se muestra, aunque de manera muy somera, la creación de criaturas digitales razonablemente bien hechas en aspecto y movimiento. Es lo que tienen los nuevos televisores, que le sacan las vergüenzas a todo aquello que los de rayos catódicos disimulaban.
En resumen, Picard se pone palote y casi que le falta poco para organizar una sentada en defensa de una tribu aislada. No es para suspenderla, pero el título le viene grande para lo poco que ocurre. Al menos nuestro calvo favorito, entre tanto pijama de capitán y tanto ir y venir, le podrá dar algún gusto al cuerpo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
1. O quizás fue peor, porque el espectador tomaba conciencia del esfuerzo que habían hecho por ampliarlo y hacerlo aparentar una aldea con todos sus detalles. Sin embargo, nadie se creía que ahí viviesen 600 personas, pues se comprobaba con facilidad dónde empezaba y terminaba todo.
2. Nada más empezar la película, se ofrece una imagen tan perfectamente distribuida de todos los habitante trabajando, caminando y jugando, que casi es posible imaginar a Frakes gritando: "¡Cuando diga <<acción>>, quiero a todo el mundo moviéndose en su zona de interpretación y haciendo sus tareas!".
3. Jean Luc luciendo un crochet sobre la calva, marcándose unos golpes de cintura a ritmo de mambo, o Frakes comportándose como un adolescente juguetón no ayudaron. Como tampoco lo hizo el acné de Wolf.
4. Es un arco que no merece ser tildado ni de anécdota, porque no sirve para nada. En serio. No aporta absolutamente nada. Es solo para recordarle a los espectadores que esos dos están liados y que viene de lejos.
5. La escena en la que Picard y Wolf caen en picado con la lanzadera mientras intentan detener a Data contiene algunos de los peores diálogos vistos. Toda una retahíla de tecnicismos y personajes verbalizando las acciones que es innecesaria. Y lo del HMS Pinafore... ¿en serio? ¿De verdad? ¿Era necesario que los espectadores recordasen al actor secundario Bob de los Simpsons cantándolo en aquel episodio del 93? Misterios de la cultura anglosajona, en donde esa ópera es un referente.
2. Nada más empezar la película, se ofrece una imagen tan perfectamente distribuida de todos los habitante trabajando, caminando y jugando, que casi es posible imaginar a Frakes gritando: "¡Cuando diga <<acción>>, quiero a todo el mundo moviéndose en su zona de interpretación y haciendo sus tareas!".
3. Jean Luc luciendo un crochet sobre la calva, marcándose unos golpes de cintura a ritmo de mambo, o Frakes comportándose como un adolescente juguetón no ayudaron. Como tampoco lo hizo el acné de Wolf.
4. Es un arco que no merece ser tildado ni de anécdota, porque no sirve para nada. En serio. No aporta absolutamente nada. Es solo para recordarle a los espectadores que esos dos están liados y que viene de lejos.
5. La escena en la que Picard y Wolf caen en picado con la lanzadera mientras intentan detener a Data contiene algunos de los peores diálogos vistos. Toda una retahíla de tecnicismos y personajes verbalizando las acciones que es innecesaria. Y lo del HMS Pinafore... ¿en serio? ¿De verdad? ¿Era necesario que los espectadores recordasen al actor secundario Bob de los Simpsons cantándolo en aquel episodio del 93? Misterios de la cultura anglosajona, en donde esa ópera es un referente.