Me dejó a medias. Después de haber disfrutado con los dos anteriores filmes de Mamet & Mantegna, me esperaba más.

Un buen comienzo: la historia promete, y el oscurísimo mundo que recrea es atractivo. Detectives investigan un homicidio, inmerso en racismo. Escenarios bien fotografiados y un protagonista en crisis. El policía y Mamet se identifican, y al relato no le faltan toques de intimidad. El director dijo: “Soy hebreo y me educaron como hebreo, pero no sé qué religión tengo, si es que tengo alguna”. Fíjense en el Detective, porque por ahí van los tiros. Lástima que se dispare tanto en esa dirección.

Un Mantegna en gran forma interpretativa, pero que no consigue suplir la falta de interés por la que atraviesa parte de la trama: se abandona el tono negro y vital, optando por cerrar filas en torno a los tempestuosos cambios mentales de su protagonista.

Aunque merece la pena por su fuerza -drama y discurso-, destierren desde el primer minuto la idea de estar ante un thriller policíaco: la disfrutarán más.