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Voto de Especialista Mike:
7
6,8
1.763
Thriller
Cuando el viejo actor Byron Orlock comprueba que la vida real supera con creces la violencia de sus películas de terror, decide abandonar el cine. Sin embargo, el joven y ambicioso director Sammy Michaels lo convence para interpretar un último papel, muy distinto a los habituales. Mientras tanto, un veterano del Vietnam, que había sido siempre un hombre amable y cordial, empieza a sentir una enfermiza fascinación por las armas. En un ... [+]
29 de junio de 2010
32 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que más me ha sorprendido de esta película es su pasmosa conciencia histórica. Cuando se estrenó en 1968 también se estrenaba “La noche de los muertos vivientes” de Romero, uno de cuyos méritos es el de renovar precisamente los monstruos del cine. No está lejos “Psicosis” de Hitchcock (y su monstruo Norman Bates) y a la vuelta de la esquina estaban por llegar “El exorcista”, “La matanza de Texas”, “Tiburón” y “Halloween”. Aún más cerca estaba la realidad. Justo cuatro meses después del estreno de “El héroe anda suelto”, Zodiac (el asesino real que inspiró al francotirador Scorpio de “Harry, el sucio”) cometió su primer asesinato constatado. “Taxi Driver” (inspirado, entre otras cosas, en un francotirador -Charles Whitman- que asesinaba al azar, según Paul Schrader) también transpira la misma obsesión por las armas. Todos esos monstruos vigentes aún hoy día nacieron en ese entonces. Y eso que Columbine (y sus subsecuentes películas) todavía estaba por llegar.
“El héroe anda suelto” se sitúa concientemente en esa coyuntura y se pregunta si todavía hay un lugar para los viejos monstruos (Drácula y Frankenstein, entre otros). Cuestiona toda una tendencia tradicional del género que abarcaba a los clásicos de la Universal, a la británica Hammer, el terror italiano y español de los 60. Abarca (y cuestiona) también el terror gótico de Roger Corman, cuya película “El terror” se hace pasar aquí como la última del protagonista Orlok (Boris Karloff). Efectivamente, su antagonista Bobby Thompson (Tim O’Kelly) es más terrorífico y real que cualquiera de esas películas. No es de extrañar, por otro lado. Si el público cambia, el cine también. Y no es sólo porque la realidad dicta. Se debe recordar que los 60 supusieron un cambio generacional que también afectaría al difunto star-system de Hollywood. El cine también debe saber estar.
A todo este respecto, siempre se recuerda el tópico de que “la realidad supera a la ficción”. No hace falta explicarlo. Pero el tópico deja de ser cierto cuando la fantasía se ubica con lucidez en medio de la situación histórica en la que nace. Y eso es lo que hace Bogdanovich con esta película. Porque el sentido epitafio que coloca sobre el viejo cine de terror se compensa brillantemente con ese final (ver spoiler) que hace pasar por real lo que es tan sólo ficticio. En otras palabras, invierte el tópico y hace que la ficción supere a la realidad.
“El héroe anda suelto” se sitúa concientemente en esa coyuntura y se pregunta si todavía hay un lugar para los viejos monstruos (Drácula y Frankenstein, entre otros). Cuestiona toda una tendencia tradicional del género que abarcaba a los clásicos de la Universal, a la británica Hammer, el terror italiano y español de los 60. Abarca (y cuestiona) también el terror gótico de Roger Corman, cuya película “El terror” se hace pasar aquí como la última del protagonista Orlok (Boris Karloff). Efectivamente, su antagonista Bobby Thompson (Tim O’Kelly) es más terrorífico y real que cualquiera de esas películas. No es de extrañar, por otro lado. Si el público cambia, el cine también. Y no es sólo porque la realidad dicta. Se debe recordar que los 60 supusieron un cambio generacional que también afectaría al difunto star-system de Hollywood. El cine también debe saber estar.
A todo este respecto, siempre se recuerda el tópico de que “la realidad supera a la ficción”. No hace falta explicarlo. Pero el tópico deja de ser cierto cuando la fantasía se ubica con lucidez en medio de la situación histórica en la que nace. Y eso es lo que hace Bogdanovich con esta película. Porque el sentido epitafio que coloca sobre el viejo cine de terror se compensa brillantemente con ese final (ver spoiler) que hace pasar por real lo que es tan sólo ficticio. En otras palabras, invierte el tópico y hace que la ficción supere a la realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Conmovedor es el hermoso final que prepara Bogdanovich. El lugar: un cine drive-in. También el drive-in estaba en 1968 en una situación próxima a la del cine de terror clásico. Su apogeo en los 50 y 60 terminaba para verse degradado la siguiente década por las películas pornográficas y de exploitation. Como el propio Orlok, el drive-in está a punto de ser una reliquia del pasado, a pasar a ser su mansión gótica.
Tampoco hay mejor escenario para mezclar fantasía y realidad que un drive-in. Otro usuario (Fernando Polanco) ha comentado antes que el terror ataca real y literalmente desde la pantalla de cine. En el drive-in, los planos de la caza y la huida del asesino se alternan con los de una película (la de Corman) que corre por sí misma (el proyeccionista ha muerto) y sin público (que huye despavorido). La enorme distancia entre el público y el cine de terror se hace sangrientamente real.
Sin embargo, y pienso que este es el momento mágico de “El héroe anda suelto”, con el proyeccionista muerto, la cinta sigue corriendo y Bogdanovich parece querer decir con esa imagen que la película tiene vida propia. Así, desde la oscuridad, también cobra vida el ficticio personaje de Orlok, ante los incrédulos ojos de Bobby Thompson. Con su apariencia cuasi-fantasmal Orlok reduce a Bobby. “¿Era eso a lo que temía?”, se pregunta incrédulo Orlok cuando se da cuenta de que su impostura ha neutralizado al asesino.
El tono estupefacto de la pregunta de Orlok parece confirmar implícitamente de que el terror que sus viejos monstruos representaban se revela a todas luces insustancial. Ello conlleva a que caiga en la cuenta de que el cine clásico de terror ha llegado a su fin. Por tanto, la pregunta es en realidad la sentencia de un epitafio. Por ello, contra lo esperado, Orlok no es alzado como héroe ni su estatus compensado con un nuevo estrellato. El casi inverosímil final (Orlok reduce al francotirador con un par de bofetadas) no ha conducido al triunfo y la fama lógicamente esperables. De hecho Orlok se retira, casi parece huir.
La pregunta de Orlok reafirma ese fantástico carácter de fábula en que consiste “El héroe anda suelto”. ¿Por qué me conmueve? Porque por un brevísimo instante, Bogdanovich nos ha hecho pasar por muy real un monstruo clásico de terror, ante la propia perplejidad de Orlok y ante nuestras narices casi sin darnos cuenta. Un momento verdaderamente memorable, como la materialización de un milagro. Eso es la esencia misma del cine. Aquí, la ficción ha superado a la realidad.
Tampoco hay mejor escenario para mezclar fantasía y realidad que un drive-in. Otro usuario (Fernando Polanco) ha comentado antes que el terror ataca real y literalmente desde la pantalla de cine. En el drive-in, los planos de la caza y la huida del asesino se alternan con los de una película (la de Corman) que corre por sí misma (el proyeccionista ha muerto) y sin público (que huye despavorido). La enorme distancia entre el público y el cine de terror se hace sangrientamente real.
Sin embargo, y pienso que este es el momento mágico de “El héroe anda suelto”, con el proyeccionista muerto, la cinta sigue corriendo y Bogdanovich parece querer decir con esa imagen que la película tiene vida propia. Así, desde la oscuridad, también cobra vida el ficticio personaje de Orlok, ante los incrédulos ojos de Bobby Thompson. Con su apariencia cuasi-fantasmal Orlok reduce a Bobby. “¿Era eso a lo que temía?”, se pregunta incrédulo Orlok cuando se da cuenta de que su impostura ha neutralizado al asesino.
El tono estupefacto de la pregunta de Orlok parece confirmar implícitamente de que el terror que sus viejos monstruos representaban se revela a todas luces insustancial. Ello conlleva a que caiga en la cuenta de que el cine clásico de terror ha llegado a su fin. Por tanto, la pregunta es en realidad la sentencia de un epitafio. Por ello, contra lo esperado, Orlok no es alzado como héroe ni su estatus compensado con un nuevo estrellato. El casi inverosímil final (Orlok reduce al francotirador con un par de bofetadas) no ha conducido al triunfo y la fama lógicamente esperables. De hecho Orlok se retira, casi parece huir.
La pregunta de Orlok reafirma ese fantástico carácter de fábula en que consiste “El héroe anda suelto”. ¿Por qué me conmueve? Porque por un brevísimo instante, Bogdanovich nos ha hecho pasar por muy real un monstruo clásico de terror, ante la propia perplejidad de Orlok y ante nuestras narices casi sin darnos cuenta. Un momento verdaderamente memorable, como la materialización de un milagro. Eso es la esencia misma del cine. Aquí, la ficción ha superado a la realidad.