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Argentina Argentina · Colastiné
Voto de Adela Hache:
8
Drama Carlos Gutiérrez, "Elvis", es un cantante separado que vive en un olvidado barrio de Buenos Aires y que tiene una pequeña hija llamada Lisa Marie, a la que no ve muy seguido. Siempre vivió su vida como si fuese la reencarnación de Elvis Presley, negándose a aceptar su realidad. Pero está a punto de cumplir los años que su ídolo tenía al morir y su futuro se muestra vacío. Una situación inesperada lo obliga a hacerse cargo de su hija. En ... [+]
14 de mayo de 2012
38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habitar la piel de otro es una experiencia común para los artistas y particularmente para los imitadores, aunque en este último caso están más atados a un personaje que a veces puede devorarlos y alejarlos de su propia realidad. Esta situación, llevada al extremo, es la que plantea la historia de Carlos Gutiérrez, quien de día trabaja como obrero en una ruidosa fábrica de electrodomésticos y de noche imita a Elvis Presley en fiestas familiares, bares y bingos del conurbano porteño.
Entrado en años y peso, es una versión de la figura decadente del ídolo en su última etapa, pero la voz y la entrega física de cada interpretación son conmocionantes.
En el plano familiar es un solitario, con la madre en un geriátrico, una ex mujer y una pequeña hija distantes. Salvo por su arte, este Carlos es un hombre ausente que vive fuera del tiempo y de sí mismo. Porque para él la musica es no un paliativo, sino la única forma posible de felicidad y realización. Creerse Elvis es una obsesión que lleva adelante con convicción: solamente escucha o mira conciertos del inmortal monarca roquero, su hija se llama Lisa Marie y a su ex mujer la llama Priscilla.

"El ultimo Elvis” es una película con muchos atractivos donde brilla cada detalle. Se advierte un estilo en la excelente fotografía, la iluminación y sus matices, el diseño de vestuario, el sonido, el clima logrado con decorados, atmósferas visuales y auditivas.
Es notable el registro de una ciudad que -como su personaje- parece atemporal. Salvo el protagonismo del celular podría decirse que la película sucede en torno a los años setenta.
En la primera parte, la historia se asoma al mundo de los que no son ellos sino por otros. Se introduce en el universo de los imitadores musicales y recorre con solapado humor ese mundo bizarro de imitadores donde rondan, como filtradas por un espejo deformante, imágenes de estrellas musicales.
El director recurre muy poco a los diálogos, prefiriendo la fuerza de sus imágenes. Privilegia la intensidad del relato antes que un montaje vertiginoso, buscando planos-secuencia como el de apertura, donde se presenta al personaje.
La madurez de la película es sorprendente para tratarse de una ópera prima: contada con maestría, despliega un infrecuente lujo narrativo como soporte de una historia al mismo tiempo sencilla y compleja, simple pero enorme, que transita entre lo excelente y lo patético hasta afirmarse en un terreno más humano que manipulador.
“El último Elvis” -como sólo se da en pocos casos- también permite involucrar a distintos tipos de público, frívolo o intelectual; puede verse en Buenos Aires o en cualquier parte del mundo sin perder interés. Nadie queda afuera de este viaje interno y externo de un hombre gris con un don excepcional: este último Elvis, olvidado y postergado que alcanza una dimensión heroica con su costado quijotesco que arremete contra la chatura del mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Adela Hache
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