"Una casa en las afueras" tiene en común con la filmografía de Costa el narrar una historia de un crimen basado en un hecho real y buscar un retrato de cómo cualquier persona puede llegar a cometer la mayor atrocidad y estupidez (aquí es la historia de un hombre obsesionado tras ser abandonado por su novia, que encuentra a otra mujer, a la que lleva junto a su hija a una solitaria y siniestra casa a medio construir a fin de lograr un para él idílico estado de soledad y felicidad triangular, realmente un estado de psicopatía y nerurosis obsesiva y muchos celos...). Pero se distingue de las estimables obras anteriores de Costa en adscribirse con modestia pero con decisión al cine de género, al ser un thriller psicológico y claustrofóbico de progresiva tensión, dónde la casa juega un papel primordial primero como posible nido idealizado de amor y felicidad, finalmente como madriguera de irracionalidad y locura.
Magníficamente interpretada (otra lección de Echanove), con la importante revelación de la preciosa niña Tania Henche, y de buen guión y muy decisiva música de Alberto Iglesias y Txotxe Bengoechea, es un film superior al grueso de thrillers con que la churrería norteamericana nos bombardea semanalmente. Pero una vez más, la película no fue valorada ni por el público ni por la crítica. Allá ellos.