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Críticas de Naroa Lopetegi
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
7
19 de junio de 2023
74 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Diego y Elena, venezolano él, catalana ella, treintañeros ambos, emprenden viaje a Estados Unidos, donde van a instalarse para empezar una nueva vida. Viajan a Miami, pero su vuelo hace escala en Nueva York. Serán solo dos horas… a no ser que se les complique el control de inmigración en el aeropuerto…

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
El verano pasado viajé a Nueva York. En mi caso, iba como turista, no como migrante. Pero también a mí se me complicó el trámite de entrada, también a mí me trasladaron a una sala sin darme explicaciones. Cuando leí la sinopsis de esta película, me picó fuertemente la curiosidad. Ni el trailer ni las críticas me disuadieron de saciarla…

DESDE MI PUNTO DE VISTA
No se puede decir que la película defraudara mis expectativas básicas: buscaba ver un reflejo cinematográfico de mi experiencia en un aeropuerto neoyorkino, y la hora y cuarto de metraje se desarrolla en ese contexto. No me puedo quejar en ese aspecto…
Ni tampoco por el producto que consumí, ya que ‘Upon entry’ es una buena película, empezando por el guión, co-escrito por los co-directores. La pareja protagonista llega a Newark con gran optimismo: aunque la escala es breve, han previsto incluso salir de la zona de pasajeros para saludar al hermano de Diego. La realidad, tozuda, les va a parar los pies, cuando el aparentemente afable funcionario del puesto fronterizo les traslada a una sala para un ‘control secundario’, eufemismo de incómodas complicaciones. Desde ese momento, compartiremos con la pareja esa sensación de progresiva preocupación, esa bilis que les irá subiendo a la garganta ante la actitud de las autoridades, ese sudor frío que perlará sus frentes cuando la situación vaya adquiriendo cada vez peor cariz…
Me parece que hay una gran labor de producción, pese a que estamos, obviamente, ante una cinta de bajo presupuesto. La ambientación del aeropuerto y sus profundidades, incluidos los agentes aduaneros, está muy lograda, y lo digo con conocimiento de causa. También estimo el crescendo del guión, cómo administra sabiamente los inputs que nos hacen pasar del inicial fastidio al soponcio final, transitando por el camino por gamas de estupefacción, rebeldía, cabreo, hartazgo… De la pareja de autores, también he de destacar la dirección actoral, porque todo el elenco está perfecto, transmiten con notable eficacia lo que se espera de sus personajes. Creo, en definitiva, que la película cumple lo que promete, me sorprendería que alguien se haya encontrado algo distinto de lo que esperaba. La atención de la audiencia está garantizada durante la hora y cuarto, porque no hay elementos sucedáneos ni prescindibles. Rojas y Vasquez van al turrón, y su propuesta suscita interés en todo momento.

Incluso aunque le admitiera méritos cinematográficos, habría salido con gran frustración si ‘Upon entry’ hubiera desafinado respecto a la experiencia que tuve, personalmente, en las tripas del JFK Airoport en julio del año pasado. Por curiosidad, he repaso lo que escribí sobre aquel mal trago:
“Aterrizamos a eso de las 14:30, hora de la costa este, y me dirigí hacia el control de pasaportes. Pese a que la cola era inmensa, avanzaba con bastante rapidez, de tal modo que incluso llegé, imprudente de mí, a congratularme por la eficacia con que está organizado el asunto. Finalmente me tocó el turno, y aunque contesté con máximo candor a las preguntas que me hizo la oficial del U.S. Customs and Border Protection, y puse mi mejor sonrisa cuando me ubicaron ante la cámara que había de fotografiarme para comparar mi careto con el del pasaporte, la muy hija de puta de la officer debió albergar sospechas sobre mis intenciones, ya que en lugar de devolverme el pasaporte y permitirme seguir adelante, salió de su garito, cerró la puerta, y me invitó a acompañarla a una sala lateral, donde me dijo que me sentara en unos bancos, y le vi depositar mi documentación en un archivador ya repleto con los papeles de otr@s [email protected] es que a mi alrededor había otras 30 personas que, como yo, habían provocado la suspicacia del personal encargado de controlar el acceso. Vislumbré algún rostro tan blanco y caucásico como el mío, pero certifiqué lo que imaginaba: que eran amplia mayoría las pieles oscuras, en una amplia gama cromática con cabida también para tonalidades amarillas y rojizas. Calculo que pasé algo más de una hora allí, tiempo suficiente para: acordarme de todo el árbol genealógico de la empleada del puesto fronterizo que me había visto mala cara; certificar que mi natural animadversión hacia esos estadounidenses que nos miran a los demás por encima del hombro estaba plenamente justificada; martirizarme por haber decidido viajar a un país en el que la gente eligió presidente a Donald Trump, qué podía esperarse de semejante sociedad; comparar mi penosa situación con la de tantos y tantas migrantes que, a lo largo del ancho mundo, tratamos de buscar una vida mejor luchando contra burócratas y muros; preguntarme qué necesidad tengo de viajar a ningún lado, con lo bien que se está en casa; bostezar, cuando me aburría de tanto darle a la cabeza… Finalmente, un enorme negrazo pronunció mi nombre latino con su acento macarrónico, y después de preguntarme qué tal estaba, el muy cachondo, me hizo unas preguntas muy similares a las que me había hecho antes su motherfucker compañera. No creo que respondiera de manera muy diferente, pero el bicharraco quedó satisfecho, y me devolvió mi pasaporte. Archivé entonces mi solidaridad para con quienes cruzan el Mediteráneo en patera o forman parte de las caravanas que suben desde Centroamérica, y enfilé hacia el ‘Airtrain’. ¡¡¡New York City me esperaba!!!”

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/06/18/critica-de-cine-upon-entry/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naroa Lopetegi
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8
10 de diciembre de 2023
50 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Cuando Daniel regresa de un paseo por el monte con su perro, descubre a su padre muerto al pie de la ventana del desván en el que solía trabajar. ¿Se ha suicidado? ¿O "le ha suicidado" su mujer?

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
'Breve encuentro', 'Roma, ciudad abierta', 'El tercer hombre', 'La conversación', 'Taxi driver', 'Apocalypse now', 'Pulp fiction', 'Underground', 'El pianista', 'El viento que agita la cebada', 'La cinta blanca', 'El árbol de la vida', 'La vida de Adele', 'Dheepan', 'Yo, Daniel Blake', 'The Square', 'Un asunto de familia', 'Parásitos' y 'El triángulo de la tristeza'. Ésas habían sido, hasta ahora, las películas premiadas con la Palma de Oro que había visto. Hay en la lista bastantes más alegrías que disgustos, así que no parece mala idea ver, cada año, la cinta que premien en Cannes. Si no, difícilmente puedo defender que practico la cinefilia...

DESDE MI PUNTO DE VISTA
'Anatomía de una caída' fomenta mi convicción de que la ganadora de Cannes'2024 ha de ser un must en mi agenda del fin de semana en que se estrene.

Mi primer reconocimiento hacia la obra de Justine Triet, cuyas anteriores propuestas no había consumido, tiene que ver con la atmósfera que transmite. Cuántas veces he tropezado con cineastas que disponen de una trama potente, y se muestran incapaces de involucrarme... La realizadora francesa, sin embargo, me demuestra a los tres minutos de mi primera inmersión en su cine que sabe agarrarme por la solapa, y que durante las dos horas y media siguientes voy a estar a su merced. En la escena inaugural, mientras Sandra le hace guiños a la periodista y el marido entra en escena sin ser visto, pero sí oído, consigue enervarme e incomodarme exactamente como pretendía. Es toda una declaración de intenciones que no va a caer en saco roto a lo largo del metraje; son muchos los momentos en que consigue, literalmente, formarme un nudo en el estómago, me obliga a retorcerme en la butaca, me agrede sin contemplaciones. Algunos de esos pasajes no son en absoluto agradables, pero incluso mientras los sufro pondero la habilidad de la directora.

La autora va al grano, y rápidamente nos plantea el kid de la cuestión, cuando arroja a su protagonista invisible por la ventana. De ahí en adelante, todo va a orbitar en torno a qué pasó, y por qué pasó. ¿Se tiró, o le tiraron? Si se tiró, ¿por qué lo hizo, qué le llevó a semejante extremo? Si le tiraron, ¿cómo pudo llegar la relación de pareja hasta tal grado de inflamación? Y emerge aquí otra característica de 'Anatomía de una caída': quienes estamos al otro lado de la pantalla no vamos a simpatizar con la protagonista, no nos vamos a subir en sus zapatos. En casi todas las películas, el público siente a través del personaje principal, sea éste un héroe o un villano. Su suerte es la nuestra, tanto si le mueven humanistas intenciones como si es presa de los más bajos instintos. Pero esta Sandra no nos convierte en miembros de su tribu, hay algo en ella que nos incomoda, llega a repelernos; pero no por ello nos resulta insufrible el camino acompañándola, sino que encontramos fascinación, queremos discernir cuál es la verdad, pero nos cuesta separar el grano de la paja. Paradójicamente, tan antipática protagonista pronuncia una frase que especialmente brillante, que guardo en mi lista de citas imperdibles procedentes de la literatura (la mayoría) o el cine: "Quizá el dinero no da la felicidad; pero cuánto mejor es llorar en tu coche que en el metro". Verdad verdadera.
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Naroa Lopetegi
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8
23 de agosto de 2020
65 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Cuando su padre, viudo reciente que aún no ha superado el golpe, decide meterse en su casa, la aparentemente inagotable paciencia de Rosa queda por fin desbordada. A punto de cumplir los 45, harta de desvivirse por todo el mundo, dice basta, y abandona Valencia para emprender una nueva vida en Benicassim. Para celebrarlo, decide invitar a su círculo más próximo a una íntima y peculiar ceremonia.

VALORACIÓN
Admito que, a los dos minutos de proyección, estaba tirándome de los pelos por no haber tomado precauciones. Y es que resulta que la historia arranca en Valencia, y en las primeras secuencias los personajes hablan en valenciano. Y claro, los exhibidores debieron pensar que no podían torturar al gran público obligándole a escuchar la versión original y leer los subtítulos (aunque en gran medida fueran a resultar superfluos, ya que el 80% de los diálogos se entenderían perfectamente con el contexto y la similitud entre castellano y valenciano).

Así, empezaron a dolerme agudamente los oídos con esas primeras conversaciones postizas, de copia-pega lamentable, descoordinadas con el movimiento de los labios de los personajes… Si Vox o el PP acudieran (juntos o revueltos) a las próximas elecciones con la promesa electoral de prohibir el doblaje cinematográfico… pues tampoco les votaría, la verdad. Pero vamos, que no puedo comprender cómo es legal estropear y vilipendiar de esa manera un trabajo tan concienzudo y artístico como el de hacer cine. Recorro cientos de kilómetros para ver las películas allá donde las proyectan como su cineasta las parió, sin pegotes sonoros, pero tratándose de una película española, no había creído necesario asegurarme de que no estaba doblada. Craso error… Afortunadamente, la mayoría del metraje transcurre en castellano, y aunque el sonido directo me parece lo más flojo de la cinta, al menos no viví un sufrimiento continuo que sin duda me habría impedido disfrutar la experiencia.

Más allá de ese contratiempo inesperado, me costó entrar en la historia. Durante sus primeras apariciones, no empaticé con Rosa, y me parecieron de trazo grueso los personajes de sus hermanos, con un toque cómico que ni me hacía gracia ni me ayudaba a ponerme en su piel. Transcurridos 20 ó 25 minutos, se me estaba desmoronando el pedestal en que tengo alzada a Iciar, sobre todo porque la trama no me parecía mala, y sin embargo la estaba sintiendo desaprovechada. El único personaje cuyas apariciones me encandilaron desde el primer momento fue el de la hija, fantásticamente interpretada por Paula Usero.

Completado de manera en mi opinión decepcionante el planteamiento, me había resignado a pasar una velada de lo más olvidable, pero contra todo pronóstico (porque una vez que mi ánimo decae, es muy difícil que remonte), la película se empieza a rehacer poco a poco, suscita mi interés, me va seduciendo, y termina recuperándome plenamente para la causa. Hay momentos en que incluso me río abiertamente, algo que rarísima vez me pasa en el cine, entre otras cosas porque huyo despavoridamente de las comedias. El tercer cuarto de ‘La boda de Rosa’ me parece sensacional, divertidísimo, con todos los elementos (guion, interpretaciones, ritmo) conjurándose para elevar lo que creía que iba a ser un medio truño a la categoría de peliculón. Finalmente, no le otorgo esa valoración, porque el desenlace, si bien no me chirría, se queda lejos de llenarme. Pero, en todo caso, Bollain salva el tipo una vez más, y se mantiene en mi nómina de directoras must.

Como siempre que veo películas suyas, considero que su principal habilidad radica en su sublime dirección de actores. En este caso, además, tenía bajo su batuta a talentos del nivel de Sergi López o Nathalie Poza. Y aunque hay algo en Candela Peña que, no sé por qué, no termina de enamorarme, siempre que asisto a uno de sus trabajos admito que es una actriz magnífica. También esta vez.
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Naroa Lopetegi
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9
28 de diciembre de 2023
49 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Ansa y Holappa compiten por ver quién de los dos lleva una existencia más gris y deprimente, en la periferia (geográfica y social) de Helsinki. Y ambos le ponen el listón muy alto al adversario…

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Aki Kaurismaki solo me había dado alegrías hasta ahora, así que no podía perderme su nueva propuesta. Incluso aunque no hubiera llegado con la aureola del Premio del Jurado de Cannes, y un montón de nominaciones a los galardones más prestigiosos.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
No se me ocurre manera más gráfica de plasmar mi postración ante la película de Kaurismaki que la siguiente: estoy pasando unos días de relax en Barcelona, después de unas semanas de máxima exigencia laboral; entre otras cosas, voy a ir mucho al cine, aprovechando la magnífica oferta VO que brindan las salas grandes y pequeñas de aquí; de hecho, ‘Fallen leaves’ fue la tercera película que vi, y la primera de la que salí con tantas endorfinas en el cuerpo que no podía dejar de escribir sobre ella; si tenemos en cuenta que las dos cintas anteriores las firmaban Luchino Visconti y Yasujiro Ozu, creo que está todo dicho….

Kaurismaki, además, no hace sino confirmar que solo me causa placer. No le conocí hasta 2012, cuando topé con él casi de improviso, viendo ‘El Havre’. En 2017 me tocó la fibra con ‘El otro lado de la esperanza’, y por eso fue uno de los directores en cuya filmografía abundé durante mis tiempos de cinefilia casera por confinamiento, rescatando sus ‘Nubes pasajeras’. Tres precedentes, tres triunfos. Entraba al cine con las expectativas desatadas.

Y, para mi pasmo, ese cine al que entraba estaba lleno hasta la bandera, no quedaba un asiento libre. Vale que no era una sala enorme, sino recogida como lo es toda cooperativa cinéfila. Vale, también, que era el Día del Espectador. Pero que una película en versión original en finés llene un cine no entraba en mis esquemas. Y lo más sorprendente es que la experiencia no me resultó cargante… Nadie masticaba, ni encendía a hurtadillas la pantalla del móvil, ni cuchicheaba. En pleno diciembre, ni siquiera escuché una sola tos en toda la proyección. Cuando se dice que lo de ir al cine tiene el punto de compartir una experiencia, me suele sonar a tópico. Pero esta vez ha sido real. Y me ha resultado estimulante.

Mi confianza en Kaurismaki era tal que ni había leído la sinopsis, así que entraba virgen, sin saber qué me esperaba. Pronto descubrí que me había citado con Ansa y Holappa, dos almas dolientes que navegan por una sociedad deshumanizada y fría. Ella es reponedora en un supermercado, y él operario metalúrgico de baja estofa. Ella vive en un cuchitril… que para sí quisiera él, que duerme en una litera de mala muerte junto a sus compañeros de trabajo. Ninguno de los dos siente motivación por su trabajo, y sus expresiones abúlicas fuera de horario laboral evidencian que tampoco el tiempo libre colma sus espíritus. Cuando se encuentran por primera vez, apenas reparan el uno en el otro, porque son meras carabinas del fallido flirteo entre la amiga de ella y el colega de él. Tendrán una segunda oportunidad, y arrancará entonces una gynkana llena de obstáculos que habrán de superar para que su relación tire hacia adelante.

Por si no fuera suficiente el arranque de esta valoración, en el que me permito el sacrilegio de minusvalorar a Visconti y Ozu (aclararé que me gustaron tanto ‘Rocco y sus hermanos’ como ‘Historia de un vecindario’, pero no me encendieron la chispa para ponerme a filosofar sobre ellas), puedo exponer otra evidencia que da fe de lo mucho que valoro ‘Fallen leaves’: y es que solo de una obra mayúscula se puede salir con el buen cuerpo que yo saqué, pese a haber tenido el alma encogida durante la mayor parte del metraje, en empática solidaridad con los protagonistas. Creo que el autor, aunque riega su film de esporádicas perlas humorísticas, tiene toda la intención de sumirnos en el desamparo, de contagiarnos la tristeza vital que acompaña a Holappa y Ansa. Y conmigo, desde luego, lo consiguió. Pero, incluso durante esos pasajes de vacío existencial, mi sensibilidad cinéfila daba palmas, disfrutaba y se vanagloriaba ante una película notable. El caso es que, en el tramo final, mitad porque algunos aspectos argumentales mejoran, mitad porque al alma humana no le gusta sufrir y aprovecha cualquier resquicio para escapar, terminé superando mi bajón, y cuando abandonaba la sala (al igual que todos mis congéneres tras degustar incluso los títulos de crédito) lo hice sin restos de pesar, incluso con más ligereza de la que tenía al entrar. Solo un talento especial como el de Kaurismaki puede obrar semejante conjuro.
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Naroa Lopetegi
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9
15 de enero de 2024
26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Hirayama limpia baños públicos en Tokio. Vive en una minúscula vivienda, repite diariamente rutinas similares, y alimenta su vida con placeres sencillos como recorrer la ciudad en bici, escuchar música en cassettes, hacer fotografías arbóreas o leer hasta caer dormido. Nada de todo esto suena muy cinematrográfico… pero su historia merecía ser filmada.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
He de empezar estas líneas haciendo un acto de contrición para con Wim Wenders, un director por el que ahora siento un respeto reverencial, y que sin embargo había ignorado, incluso despreciado, durante mucho tiempo. Mi problema con él data de 2015, cuando elegí Berlín para mi viaje vacacional, y no tuve mejor idea que ponerme a ver ‘El cielo sobre Berlín’ en el tren que me llevaba hacia Barcelona, donde iba a tomar el vuelo hacia la capital alemana. Esa película requiere motivación y un paladar entrenado; pero, desde luego, para poder entrar en ella es imprescindible verla en unas determinadas condiciones que te permitan sumergirte. Y, obviamente, un tren no cumple tales preceptos… Total, que a los 20 minutos la abandoné, y además con cajas destempladas. "Este director es un patán", tuve la desfachatez de pensar. Y con esa percepción me quedé hasta que en 2022 un cine de mi ciudad, no sé muy bien a santo de qué, programó ‘Alicia en las ciudades’. Decidí verla, tras leer loas y loas sobre ella, y aunque al principio me costó cogerle el aire, terminé abriendo mis piernas, y salí de la sala habiendo indultado al cineasta alemán, y con un arrepentimiento culpable por haberle tenido durante años en mi lista negra. Por eso, este estreno me motivaba, y fui a verlo con la ambición de convertirme, definitivamente, en fan de Wenders.

Por supuesto, tras ‘Perfect days’ ya milito entre los Wim believers. Prometo que recuperaré, por lo menos, ‘París Texas’. Y, desde luego, me apuntaré a sus siguientes propuestas.

Antes de proseguir, considero de recibo advertir de que vi la película con cierto doping emocional. Mi domingo fue muy bueno, y llegué a la sala en un estado anímico de satisfacción y relax que casaban perfectamente con el espíritu de esta película. Tengo muy claro que las cuitas personales de quien ve una obra cinematográfica afectan decisivamente a su valoración, y en este caso Wenders contaba con viento a favor, casi diría que con un huracán. Jamás pretendo que la objetividad forme parte de mis críticas, y en este caso tampoco.

Otro elemento que, sin duda, condiciona favorablemente mi juicio sobre ‘Perfect days’ es su banda sonora. El maridaje entre cine y música me parece una de las grandes maravillas de este arte, y un factor diferencial que justifica por qué hay que ver las películas en pantalla grande y sala oscura. Sin ir más lejos, la víspera de ver esta obra participé en una conversación sobre la escena de las escaleras de ‘Joker’; y quienes la habían visto en su televisión eran incapaces de comprenderme cuando les aseguraba que me hizo mucha ilusión acercarme hasta el Bronx durante mi viaje a Nueva York para subir, bajar y saborear esa localización. Entiendo que habita en mí un alma friki con la que puede costar empatizar, pero las caras de escepticismo de mi audiencia solo reflejan cómo esa escena, vista desde el sofá, no tiene ni la mitad de potencial que si la consumes en una sala de cine.

Tras esta digresión, es más sencillo entender hasta qué punto me elevaron de la butaca las maravillosas canciones con que Wenders sonoriza su película. Por supuesto, estoy escuchándolas mientras escribo, y evidentemente ya he convertido el soundtrack en una playlist. La última escena, con el rostro de Koji Yakusho en primer plano mientras suena ‘Feeling good’, es un orgasmo de temblorosa magnitud. Incluso aunque la película no me hubiera gustado, esos minutos me habrían sacado del cine con el alma reconfortada.

A estas alturas de crítica, creo que ya queda claro que la trama de la película no es, ni mucho menos, el leitmotiv que me ha motivado a escribir. Ojo, no quiero despreciar el guion; de hecho, entre tanto elemento cautivador pero despistante, bulle una historia con mucha enjundia, en la que el pobre limpia-retretes cuyas andanzas estamos siguiendo lo es, en realidad, por elección personal, para pasmo de su hermana con chófer. No puedo sino simpatizar con ese personaje que rompe con todo, que “vive en otro mundo”, y que apuesta por los placeres más básicos pudiendo disponer de otros más sofisticados. Con esto no me posiciono en contra de los gustos refinados, pero sí en favor de discernir qué te llena y qué te sobra, y apostar por lo primero, aunque sea contra viento y marea.

No puedo esconder que mi conexión con Hirayama queda sellada en los primeros minutos de metraje, cuando le vemos despertarse por primera vez, recoger su futón, lavarse los dientes, regar las plantas, coger por orden los bártulos de la encimera y salir con buena cara a la mañana para tomarse un café de máquina expendedora y ponerse buena música de camino al trabajo. Es imposible para cualquiera no ver en su comportamiento un componente TOC, y es imposible para mí no sentir identificación con todo eso, y cariño con ese personaje. El protagonista me tiene a su merced a los dos minutos, y nunca me bajo de su barco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naroa Lopetegi
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