Ay... le pongo un 6 porque algunos gags son muy divertidos, pero que a estas alturas la crítica profesional considere un producto así la quintaesencia de la ternura y la diversión me deja atónito. Un cliché tras otro hasta el final, la misma secuencia emocional que las n películas iguales que la preceden. Calco de manual, atropellado como siempre, monótono en planteamiento y desarrollo, agobiante en las inverosímiles y desquiciadas escenas de acción. ¿Cuándo habrá un cambio en este tipo de producciones?

Esperaba algo irreverente y... en fin.

Apenas sigo series. Creo que son el comecocos de nuestro tiempo. Pretenciosas y huecas a veces, una perfecta estafa otras. No puedo hablar por todas, es evidente. Sé que las que he comenzado me han llevado a esta valoración injusta una tras otra, lo cual resulta desolador.

¿Qué me ocurre, entonces, con Whedon?

Le conocí en Firefly. Supe que para mí era un clásico tras el primer capítulo. Temía que fuese a menos, pero no ocurrió. A pesar de ser cancelada me dejó un poso tan profundo que la adoro y vuelvo a ver de vez en cuando.

Vi algo de Buffy y me pareció pueril y torpe en su arranque, de forma que no quise más.

Aquí, en The Nevers, encuentro dualidades cautivadoras explotadas con una seguridad apabullante. Me hierve la mente con cada estocada en el desarrollo de los personajes. Todo es rico, repleto de un sentido que permea cada detalle. No se toma en serio a sí misma, pero habla muy seriamente del mundo, de sus problemas, de las personas que se mantienen a flote a duras penas. Un ejercicio sumamente conmovedor. Su desarrollo tiene mucho de la gran música; una sinfonía repleta de estridencias y un intento precipitado de bajar a la calma, la esperanza.

Los detalles que me mueven a la risa no van precedidos de pompa. Es tan interesante mezclar esa sutileza con el garrotazo habitual en cada episodio. Los diálogos lo son prácticamente todo, aunque la acción está resuelta con una economía de ritmo soberbia y de agradecer, vistos los excesos de otras obras.

Ojalá esta manera de contar fuese habitual, ojalá sintiese el pulso creador en otras historias. Lo cierto es que no es así. Sigo adorando el cine y detestando esa tendencia de las series al "vamos a dosificar con cuidado el capítulo para alargar el pastel todo lo posible". Entre medias, me queda Whedon y su cariño sincero por unos personajes que te hacen recuperar la ilusión.

¿Por qué, oh infortunio, una película que podría haber aspirado a ser un clásico rotundo se queda, para mí, en una cierta mediocridad?

Desde la primera imagen sospechamos que Kubo puede conmovernos. No me puedo creer la inmensa cantidad de detalles que marcan la "actuación" de esos muñecos. Sublime. Tampoco atino a asumir que, tras las escenas de Kubo con su madre, quizá pueda encontrarme frente a una de las mejores películas de animación que haya visto nunca.

Los capítulos se suceden con naturalidad y van inflando la historia. Desencadenado el espanto, ya me siento entre la euforia y una emoción genuina que no parece beber de nada concreto, sino del conjunto de la obra.

Pero, de pronto, comienzan las bromitas estúpidas y carentes de sentido, esas que se demarcan de los personajes y podría haber hecho un astronauta, un pirata, un viajante de comercio o un locutor poco inspirado. La magia se desinfla y estamos ante... otra propuesta más de muñecos que se mueven, se enfrentan torpemente, caminan en pos del final de la historia.

El resto de la película sigue disfrutando de excelentes momentos, pero ya siento la cojera en el tono que me saca y obliga a regresar cada dos por tres.

El conflicto final me resulta blando, aunque la resolución sea conmovedora y amable, casi necesaria en su sencillez.

Una lástima la deriva intermedia. Podría haber sido una de esas películas que recuerdas sonriente y revisitas a menudo, pero no lo es. Clamo por el día en que los artífices del cine de animación se den cuenta de que esas primeras escenas de Kubo, resueltas con maestría y un cariño infinito, dan perfectamente para una película que guste por igual a niños y adultos, que no es necesario humor chabacano para convencer a nadie; basta con el que surge de forma natural de cada personaje, si la propuesta es, como en este caso, excelente.

Juntar Kubo con un poquito de valor y naturalidad daría para para tener esa combinación mágica que perduraría en la memoria y daría una historia de culto al Cine.

La próxima vez será. Espero.