¿Puede una película deprimirte y gustarte?
¿Quién necesita acción cuando sólo se tiene oscuridad?
¿Cada metáfora forma parte de un sueño?
¿Es un huevo el único regalo que puede tener una niña?
¿Existen las lágrimas en el Apocalipsis?
¿Es nuestra existencia sin apenas palabras, una condena hacia nuestro final?
¿Cuántas cosas no habremos entendido a lo largo de nuestras vidas y seguirán ahí marcándonos hasta la eternidad? ¿Cuantas?
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¿Por qué el cielo es tan rojo ahora?
¿Por qué no hay noche ni día?
¿Es la música en el cine tan importante como la imagen?
¿Es vital experimentar como lo hizo Oshii para conseguir más obras como esta, o serían actos inútiles a los que nadie haría caso?
¿Por qué no se hace más este tipo de cine de animación?
¿Por qué?

Aquí tenemos uno de esos escasísimos ejemplos en los que un artista con los pañales todavía puestos, es capaz de distanciarse de los demás con una obra realmente menor y casi sin dinero, y definir su sello propio que lo acompañará durante toda su carrera creativa. Al igual que lo hicieron, por ejemplo, Tim Burton en "Vincent" o Luis Buñuel en "Un perro andaluz", Lynch, en una obra muy desconocida para muchos, deja a un lado sus cortos de adolescente (muy buenos alguno de ellos) y se mete de lleno en la creación de un cine personal de más metraje, cuyas señas de identidad aun permanecen en él hoy en día. Esta es, sin duda, una película de una mente abierta para mentes abiertas como diría Jodorowsky.

Tras dedicarse a la pintura de jóven, despues de sus viajes a Europa, Lynch decidió ver que sucedía si sus cuadros empezaban a moverse. Y así fue como este hombre empezó a desarrollar su inquietud por el cine, no solo en ésta, sino en la mayoría de sus obras. Aun, hoy en día es su "técnica" para empezar una película. En "The Grandmother" observamos a un Lynch perturbado y desatado. No tanto como en "Cabeza Borradora", aunque siempre me quedará la duda de no ser capaz de imaginar lo que hubiese conseguido este hombre en los 70, si le hubiesen dado más dinero para hacer sus obras.

En esta ocasión, Lynch decidió dar un paso adelante importante. Tuvo que poner su casa patas arriba, transformándola en un taller artesanal de cine, expuesto a extravagantes sensaciones oníricas y pictóricas. Más allá de su repercusión, que fue casi nula, yo siempre animaré a la gente, no ya a los que lo admiren como un servidor, sino a los que simplemente les gusten las películas de este director, que presten atención sobre como un creador de películas tan joven y con tan poca pasta y tan buenas ideas, es capaz de prolongar su estilo propio en el tiempo hasta hacerlo infinito, convirtiéndose gracias a él, en uno de los más grandes directores de la segunda mitad del Siglo XX.

Y también quiero hacer un último apunte en esta crítica. Yo entiendo perfectamente a los que rechazan a Lynch o lo detestan. Entiendo que muchos os sintais "estafados" cuando veis una película de Lynch. Por suerte, no todo el mundo piensa igual que yo, porque sino esto sería muy aburrido. Pero yo ante esto, siempre digo lo mismo: ellos se lo pierden.

Cosas que imaginar y escribir en 1974 con 140.000 dólares de presupuesto.
Autostop setentero de jovenzuelos.
Desequilibrio mental a la vista.
Se pone chunga la cosa y hueles la sangre, ¿verdad?
Pero, ¿quién podía meter tanta sangre en 1974? ¿Quién podía hacerlo si aun no se había bautizado el Slasher?
¿Leatherface?
Ese que como villano "desnudo" ya de por sí podría presentarse como algo brutal, pero que con la potencia de su arma a la hora de sesgar, hace completamente que se multiplique por 40 el horror.
Sí, amigos. Un horror nunca antes visto con esa herramienta de jardinería en la historia del cine.
LA FAMILIA.
El uso estruendoso de la música. ¿Alguna vez se había utilizado una música tan oscura para condimentar algo tan sumamente loco?
La persecución de la cámara dentro de la acción. Se podía ser atrevidos y crear escuela, ¿verdad Hooper?
Entre la noche y el día, no habrá nunca discusión posible sobre que necesita una imagen para tener más potencia.
Pero aquí la fuerza de esa imagen cinematográfica al atardecer, con sus tonos pardos y anaranjados, traspasa fronteras nunca antes vistas en el cine de terror anterior a esto.
¿Para que filmar ese tramo clave de noche, cuando de día se ve mucho mejor EL TERROR?
Si vas a obtener los 83 minutos más terroríficos que se han rodado jamás. Si lo vas a hacer...
Por este tipo de cosas, una película podría ser perfectamente de culto.

Todos los niños tienen mucha fantasía dentro de sus cabezas. Aunque, cuando llegas a la vida adulta, te das cuenta de que las cosas no son tan distintas dentro de tu cabeza a cuando eres niño. Eso es lo que ha demostrado (una vez más y ya van unas cuantas) la compañía Pixar en su nuevo y aclamado largometraje.

"Del revés" es una de esas películas en las que sabes a lo que te enfrentas. Y puede parecer un tópico, aunque odies a los niños. Aunque la sala de cine estuviese llena de niños. Aunque, aun amando el séptimo arte en casi todas sus vertientes, no te atraigan demasiado las películas infantiles o sobre los dichosos niños. Aunque tú hayas sido niño y te creas que ya no lo eres. Sabes y confías de antemano casi a ciegas en que esas personas -los magos de Pixar- te pueden hacer reir y sacarte lágrimas de los ojos con una facilidad pasmosa y abrumadora. Sabes que en "Toy Story 3" te sucedió y al terminar su visionado te preguntabas una y otra vez, como habían sido capaces de conseguirlo. Y en ese sentido, "Del Revés" no es en absoluto demasiado distinta.
A su favor, y a título personal además, me alegra comprobar que no se note demasiado la mano de Disney en ella, o que al menos haya habido una especie de "recule" con respecto a 'Brave', quizá la cinta más "Disneyera" de Pixar, y también la peor criticada casi casi de toda la historia de la compañía. La manera de hacer las cosas en Pixar siempre ha sido muy personal e imaginativa, y si, es cierto que la paleta de colores de Disney no ha absorbido todavía ni un 20% de la creatividad a la que nos tenían acostumbrados los maestros de Pixar antes de que las compañías se fusionaran en busca de nuevas películas. No se sabe como serán éstas en el futuro, pero el presente es mucho más "Pixerino" que "Disneyero", y eso me alegra cada vez que pago por ver una película de este estudio.

Su discurrir es una montaña loca de sensaciones, y también de recuerdos. De aquellas cosas que habitaban dentro de ti cuando apenas eras un niño y te ibas a la cama. De cuando creciste y comprobaste como la vida no era ni mucho menos tan sencilla. Bajo una factura técnica intachable y una banda sonora que da siempre en el centro de la diana en cada situación, "Del Revés" nos mete en un mundo donde es imposible conseguir escapar de lo emocional. Huir de la niñez y de tu amor por el cine. De recordar ese "Érase una vez el cuerpo humano" con otros ojos y ver hasta donde pueden dar de sí las ideas cuando, sobre todo y ante todo, están bien escritas. El desborde imaginativo a través del guión prácticamente no decae en toda la obra. La premisa de una niña y los monigotes que controlan su cabeza puede parecer simple, pero la aventura es increíblemente más compleja de lo que tus ojos pueden ver y tus oídos escuchar. Ahí es donde radica, bajo mi punto de vista, la grandeza de "Del Revés". Como siempre sucede en todas las películas de este estudio, los pequeños detalles son extremadamente importantes.
Pequeños detalles de algo infantil y simple, que lo transforman siempre en complejo y casi casi adulto.
La evolución de los sentimientos como vía a la madurez personal. Los entresijos de la psicología humana. Los obstáculos de la vida que emergen como villanos en nuestro camino. Los grandes momentos que nos marcan para siempre. La lucha constante entre la alegría y la tristeza, y la delgada línea que las separa. Es por todo eso, y por mucho más, por lo que "Del Revés" es puro cine familiar. Para niños y adultos.
Una experiencia cinematográfica auténtica y difícil de olvidar. Algo como ese bonito recuerdo de cuando eres niño, y que se irá contigo a la tumba pase lo que pase y suceda lo que suceda.

La gente por aquella época no sabía muy bien lo que hacer. Existían tipos locos, sí, pero nadie les hacía mucho caso. Un día me encontré con Salvador Dalí y le lleve a la casa de mi difunta abuela. Él estaba planeando algo grande. Me dijo que le ayudara con un proyecto plus ultra de éxtasis total. Dalí me decía que traficaba con hormigas. Y el cabrón se reía. Le encantaban los insectos y a mi me tomó como tal en un acto de magia negra que no olvidaré jamás. Era una noche luminosa llena de pianos y hormigas. Dalí se sentó sobre la mesa, cerró sus ojos y empezó a representar un ritual invocador de la persona-bici. Al cabo de 5 minutos sonó el ruido de una dinamo en una de las ventanas de arriba de la casa de mi abuela. Dalí y yo subimos arriba correteando por las escaleras y abrimos la ventana. En la calle había un hombre, el cual estaba siendo apedreado. Un galán con sombrero le lanzó una piedra de 20 kilos y aquel hombre la remató de cabeza. Eureka! Al instante, perdió el conocimiento mientras le seguían apedreando. Yo estaba confuso. Dalí también, pero se le veía una sonrisa pícara bajo su bigote e incluso déspota. De repente, la muchedumbre se alejo del hombre apedreado, cuando éste levantó su brazo y señaló al cielo. Todos como tontos miraron a la luna y no encontraron nada. No sabían el significado de su gesto, pero el seguía ahí señalando, y los otros mirando. Yo tampoco sabía de que iba la historia pero creo que Dalí estaba muy seguro de lo que estaba pasando, pues ese hombre que estaba en el suelo, era su gran amigo Buñuel.