Hoy me acabo de enterar de que Jennifer Jones ha muerto con 90 años y se me han revuelto las tripas. Porque ya la había echado en el olvido y ni tan siquiera sabía que viviera. Pero nos ha dejado definitivamente, realmente ha desaparecido para siempre y ya tan solo nos queda su memorable recuerdo. Y quise homenajearla y homenajearme, porque yo siempre la quise, por muy mala actriz que fuera, que es lo que decían sus detractores. Y me puse a rebuscar y me topé con LA COLINA DEL ADIÓS (Love is a Many-Splendored Thing), Henry King (1955). Y que decir... Siempre guardé un grato recuerdo de este melodrama romántico, en el que brilla con luz propia la mas bella euroasiática de la historia del cine, arropada por la maravillosa partitura de Newman. Y si Holden tiene razón de ser, es porque se necesitaba su pieza para que encajara el puzle.
Ahora mismo la miro, la veo como se enamora cada vez mas, como irradia felicidad por todos sus poros, como dice: "que bueno es vivir". Como luce sus kimonos, como brilla de puro guapa, como baila con él.
Ha muerto Jennifer, la niña de Selznick, ha muerto una gran parte de lo poquito que nos quedaba del gran cine clásico americano. Y Alfred Newman sigue martilleando mi duelo con esa melodía arrebatada que lo inunda todo: el árbol, su sonrisa, su recuerdo, su espera, la brisa que mece la hierba de la colina.
Quiero concluir esta, mi primera crítica atípica, antes de que...