Ayer me trasnoché viendo un clásico del cine, “Rebelde sin causa” con James Dean; una película que en mi opinión ha envejecido muy, muy mal, con situaciones dramáticas que hoy francamente dan risa, y que lo hacen a uno sentir que el protagonista es incluso más bien un “Tarado sin causa”.

Hoy en la mañana me levanto y me encuentro con un filósofo llamado Hans Gadamer quien postula algo que yo siempre le repetía a mis estudiantes en clases: la historia no nos pertenece a nosotros, sino que somos nosotros los que pertenecemos a la historia; es decir, somos nosotros los que somos un producto de nuestra historia y por lo tanto de las tradiciones, prejuicios y normas culturales de turno.

De esta forma decía Gadamer, filósofo de la hermenéutica (interpretación), que cuando yo veo esta película de los años 50, no solamente soy yo quien está viendo la película, sino también la película la que me está viendo a mí que estoy sentado en un sillón en Costa Rica en el año 2023.

Según su hermenéutica, uno comenzaría viendo la película a la luz de mis normas y mi entendimiento, que son propios de mi contexto, hasta llegar a escenas que me resultan extrañas (por no decir ridículas) para el entendimiento de las cuales, necesito profundizar (porque en el mundo de hoy no tienen sentido).

En esa profundización de esas escenas extrañas, mi interpretación de la película comienza a cambiar y ya de pronto empiezo a no verla tan tonta, y de esa manera al cambiar mi opinión del todo, cambia también mi opinión de las escenas en cuestión.

Esto es lo que Gadamer llamaba el círculo hermenéutico (lo específico y extraño cambia la noción del todo, y luego el todo vuelve a ir cambiando las escenas individuales). Sigo pensando que desde este punto particular de la historia, es una película bien estúpida. Pero esta no sería la consideración para quienes se emplazan en otros tiempos y realizan ese “diálogo con la historia” que nos brinda dialécticamente una comprensión más profunda de nuestros valores y normas actuales.

De esta forma, esta película forma parte de esos clásicos del cine en los cuales si uno no está dispuesto a dialogar con la historia; es mejor (en definitiva) no perder el tiempo.

Sencillamente la mejor película que se haya hecho en Costa Rica. Fui al cine, esperando ver un esfuerzo modesto, por apoyar el cine nacional y a ver una película de la cual no se oía mucho en los medios. Salí del cine boquiabierto. Verdaderamente se codea con las grandes, las actuaciones son muy buenas, una gran historia de ideales, amor y un poco de crítica sobre cómo funcionan las cosas actualmente acá. Un gran guión que cautiva, verdaderamente una historia digna de contarse, la de este impulsivo hombre de 58 años, finalmente reflexionando sobre su vida y una guerra inútil. Cuántos "Paco Jarquín" andarán por acá..?

Ni el que sea bonito tampoco lo hace verdadero.. En fin, entretiene, pero la fantasía no es lo mío, por algo no me había gustado "Big Fish".. Eso sí, debo decir que la película te hace dejar de creer en dios, y no comprendo como hay gente que dice lo contrario.. Me parece una película abiertamente atea más bien.. En fin, más allá de opiniones sobre este tema, he de decir que le he puesto un 7, porque tiene algo de fondo, una discusioncilla que es la que me motivó a hacer este comentario, y que va más allá de entreter, por lo que merece ser más que un 6, que esa es la nota que le doy a ese segundo tipo de películas, que sólo entretienen sin dejar mucho qué pensar.. Pero tampoco es nada para recordar, o dejar en una atesorada biblioteca de recuerdos filmográficos..

Hace un par de meses me encontré en Netflix una película noruega que se llama Troll, y que trata de una serie de golems que tras miles de años de cautiverio despiertan de entre las montañas (literalmente se desprenden de las montañas) para azotar Oslo.

La película es entretenida y pasa sin más por la vida de uno, como tantas otras fantasías infantiles llevadas a cabo por un estudio de filmación para un entretenimiento, que prácticamente no deja nada más que él mismo. Sin embargo la película quizás es distinta para un noruego.

No sólo por el imaginario mitológico de estos pueblos nórdicos a los cuales se les da un lugar en la película, sino que además el filósofo noruego más importante de todos los tiempos; Arne Naess se hizo famoso por la frase "Pensar como una montaña".

En la película, estos Trolls despiertan heridos, enojados y alienados en un mundo que no comprenden; y lloran, como si la fantasía, por medio de un mecanismo de proyección psicoanalítico; deseara el castigo que implicaría la existencia de estos seres gigantes y terroríficos. Una proyección quizás producto de la culpa ecológica que como civilización sentimos muchos.

Para Naess, pensar como una montaña implica el darnos cuenta que somos parte de la biosfera, no algo separado de ella, lo que implica darnos cuenta de nuestra responsabilidad hacia todas las otras cosas vivas. Esto nos llevaría a considerar los intereses a largo plazo del medio ambiente como un todo para evitar la gran catástrofe; no sólo nuestras necesidades y vidas propias como humanos, una filosofía ambiental que Naess llama *ecología profunda *.

Si me preguntan es en el calentamiento global y en activistas como Naess (quien fuese cabeza de Greenpeace en su momento), en quienes el humanismo, epistemológicamente comienza a ceder desde su auge europeo en el siglo XVI. Un cambio de valores que podemos observar hoy en día con movimientos y cambios hacia el respeto a los derechos animales, vegetarianismo, etc; los humanos vamos dejando de ser el centro de lo que existe, así como el punto de partida para la comprensión de lo que existe, y comenzamos paulatinamente a dar lugar a esa ecología profunda.