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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Marina
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
7
19 de abril de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una delicia, pero solo para un público selecto. Es una película silenciosa, intrigante, callada. No busca el impacto, no resuelve nada desde el principio. Solo transcurre, pero a medida que lo hace, va destejiendo una trama bien pensada. Las imágenes son reinas, y van conduciendo al espectador hacia un lugar incierto, donde la propia imaginación comienza a pujar.
¿Cuántos principios pueden haber conducido a un momento, a una imagen? Todos los que seamos capaces de imaginar, o de recordar...
A veces la mente simplemente olvida, borra por completo aquello que resulta demasiado doloroso. Otras, crea recuerdos falsos. Los recuerdos reales, los imaginarios, la realidad, el horror y la fantasía inocente de la niñez, todo se confunde para la protagonista de esta película. Una excelente actuación de Abbie Cornish y una admirable dirección de Ed Gass-Donnelly crean una película impregnada con un suspenso sutil, dulce, extraño.
Marina
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8
11 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el comienzo una luz grisácea invade el ambiente: las paredes, la habitación, el escritorio; se derrama hasta sobre un pequeño árbol de navidad. El sol que ingresa por los ventanales intenta abrirse paso en esta atmósfera extraña, pero no puede… Todo se impregna de una fría tonalidad gris. El ritmo de la película también. Lenta, cerrada, un tanto teatral, genera una sutil ansiedad. Ansiedad por el deseo de que algo suceda, se despliegue hacia el exterior. Pero no. Nada de eso ocurre ni va a ocurrir. Solo si se logra sostener la visión del filme más allá de este deseo expectante, se apreciará cómo a medida que los minutos transcurren, un lento despliegue tiene lugar, muy despacio, se desarrolla. Pero no hacia afuera, como uno esperaría, sino hacia adentro. Muy pocas escenas salen de aquel consultorio, y, como presas de un terror agorafóbico, el director nos lleva rápidamente de nuevo dentro de él. Porque todo está sucediendo dentro, muy dentro. Y es allí, justamente, donde todo se desplegará. Dentro de cada personaje, de sus vidas marcadas por el dolor. Y sobre todo, dentro del propio protagonista, Michael (Xavier Dolan). Un joven paciente de un hospital psiquiátrico extremadamente inteligente. Demasiado…
Xavier Dolan representa a Michael, su actuación, si bien, algo exacerbada por momentos, deja ver de forma admirable cómo en Michael se entremezclan el desvarío producto de su enfermedad mental con la más perfecta cordura. De hecho, si se mira la película superficialmente, sobre todo durante el principio, puede resultar difícil distinguir si Michael padece realmente una enfermedad mental o si es una persona en su más sano juicio.
Bruce Greenwood, lleva sin demasiado brillo un rol crucial: representar al médico psiquiatra que confronta al paciente, con la convicción de que éste le pueda aportar cierta información trascendente. El trabajo de Greenwood aparece un tanto vacío, cual si tuviese que guardar concordancia con el escaso ímpetu que se sostiene durante todo el film. Greenwood exhibe a un personaje inútil desde el principio. Tal vez podría haberlo exhibido mucho mejor.
Las aparentemente necesarias y extrañamente intermitentes apariciones en escena de una enfermera, Catherin Keener, Miss Peterson en el filme, comienzan a tomar sentido a medida que la película avanza. Miss Peterson duda, se preocupa, teme por el Dr. Green, y por Michael. Catherin Keener materializa a Miss Peterson de forma fina, justa, real. Su trabajo se destaca.
Michel inicia el juego del elefante. El pequeño árbol de navidad, se apaga, se enciende, se apaga, se vuelve a encender… Un exabrupto del médico marca el punto de inflexión a partir del cual Michel tomará de forma explícita el control. Un control que siempre tuvo. Cualquier espectador esperaría que entre ambos exista un diálogo pujante, que asfixie ; sin embargo todo continúa en la misma línea. La película se devana creando solo una tensión suave, no obstante, persistente. Con excelentes planos y un apreciable guión, The Elephant Song parece una película predecible, de idea bastante común, y con cierta curiosa monotonía. Sin embargo, encierra mucho más.
Michael, quien representa la afección humana en uno de sus máximos extremos, resulta ser alguien que sabe perfectamente quién es y que quiere. Alguien quien se atreve a observar y transmitir la profundidad de su vida y de la de los demás. Por eso la desprecia. No obstante, esa fuerza cruda, es la que provee el valor necesario a los otros para reconocer su propio amor. Extrañamente ese niño no querido terminará haciendo aceptar el afecto que hay dentro de todos. Todos llegarán a quererlo. Tal vez demasiado tarde, lo amarán profundamente, como quizás, en sus propias vidas, no se atrevieron a amar jamás.
Marina
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4
30 de abril de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El secreto Matusita es una película difícil de aceptar dentro del género de terror. Con una idea central nada novedosa, está plagada de escenas que se repiten una y otra vez, dejando al espectador con un sabor frustrado y confuso; y hasta con cierta ansiedad a la espera de que algo distinto ocurra.
Se destaca el esfuerzo de los actores que, aunque bastante mal encausado, convierte a cada personaje en una versión mejorada de sí mismo a medida que los hechos transcurren.
En esta película el miedo genera nerviosismo y este deviene en disputas. La tensión va en aumento, pero no la tensión por el potencial suceso de algo siniestro, sino la que deriva de las discrepancias entre los personajes, y que se ve aumentada por el temor y las dificultades a las que se enfrentan.
Objetos y escenarios típicos, señas de un país poco conocido en el ámbito, banda sonora final, se valoran.
El cine de terror peruano emerge y, aunque pareciera que aún no tiene mucho para contar, este solo hecho ya sorprende.
Marina
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3
22 de abril de 2019
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Difícil es analizar los aspectos positivos y negativos de esta película, simplemente porque los negativos son tan predominantes que terminan camuflando a los primeros. Siempre es posible crear algo admirable partiendo de ideas ya planteadas, pero este no es el caso de The final Wish, tal que por momentos llega a generar una sensación de confusión o dejá vu, en la que no es posible establecer en qué película uno está parado...
¿Por qué será que Lin Shaye interpreta en todas las películas el mismo personaje (o casi el mismo)? Considerando el presupuesto que insume un film de estas características esto resulta un misterio. Es posible observar en el joven protagonista Michael Welch un exagerado esfuerzo por realizar una buena actuación, pero su trabajo repetitivo, junto con el de Shaye y una deplorable dirección, hacen que su esmero sea inútil hasta casi caer, por momentos, en lo grotesco.
Definitivamente esta película abre una interesante expansión de complejidad para quien busque explorarla y describirla desde una óptica propia pues claramente no posee nada propio. Las escenas giran una sobre otra, y sobre las de otras películas también, reiterándose una y otra vez hasta enredarse en sí mismas. Realmente motivan el deseo de llegar al final, no por curiosidad sino por hartazgo.
The final Wish muestra luminosamente la complejidad de decir algo nuevo con lo ya dicho, de mostrar una cara desconocida en cada actuación, de no desvanecer, de no recaer, de no repetir, de poder crear algo diferente a partir de lo ya creado que, en sí, encierra el verdadero arte de crear.
Marina
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8
11 de junio de 2017
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Un film supremo para los amantes del trhiller psicológico, y aún más. Split se excede, explora, trasciende los límites convencionales del trhiller, e intenta indagar qué hay, qué puede haber más allá.

El director M. Night Shyamalan se regodea en su experiencia, la usa, y busca algo más. Controvertido, su trabajo puede caer bajo la admiración o el desprecio absolutos. Pero él tiene seguidores y apelará a ellos con pequeños regalos deliciosos una vez más. Un protagonista con veintitrés personalidades, Kevin, se eleva en este filme. ¿De dónde sale este número exuberante y algo artificioso de personalidades?. La respuesta la conserva Shyamalan en una caja de secretos.

James McAvoi encarna a Kevin y se desdobla. Se vuelve plástico, maleable, se entrega. ¿Podría pedirse más de cada personaje?. Sí. Pero el trabajo de McAvoi deslumbra a tal punto que no deja lugar para más exigencias. Es magnífico. Cada personalidad tiene sus rasgos, sus miradas, un brillo distinto en sus ojos. Bajo estrictos primeros planos McAvoi pasa de un personaje a otro, a veces lentamente otras con rapidez, en una misma escena, sin dejar que se diluya ningún detalle. Se transfigura. Casey (Anya Taylor-Joy) lo enfrenta, en un juego de altibajos, sutiles, bruscos, a veces breves; donde no puede saberse quién ganará, porque el cazador y la presa puede ser cualquiera de los dos, en cualquier momento. A medida que se desenvuelve la trama, ambos, Kevin y Casey, dejan entrever el sufrimiento de dos seres humanos, brutalmente quebrados, hasta acariciar el dramatismo. El trabajo protagónico reluce.

Pero este filme no permanece solo en la idea de un hombre con una enfermedad mental y una joven víctima de su maldad. No puede. Se amplía. ¿Hasta dónde puede llegar la capacidad de la mente humana? ¿Llegará hasta lo que denominamos sobrenatural? La ciencia, representada por Dra. Fletcher (Betty Buckley) se despega de su rol tradicional. Bajo esta premisa el personaje de Buckley que comienza dentro de la ambigüedad se va definiendo, y decae. El método científico se vuelve frágil hasta romperse. El lugar del paciente/víctima se tuerce. Aquí el débil es el héroe.

Con un guión excelente, acompasado y un trabajo de dirección magnífico esta película captura al espectador predispuesto desde el principio, y no lo suelta, lo somete a una hipnosis grandiosa. Dichoso del que se deje capturar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Marina
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