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Críticas de Santiago Romero
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de noviembre de 2015
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedo entender por qué a alguien no le puede gustar esta película. Puedo entender por qué alguien puede llegar a despreciarla. Pero, la verdad, no entiendo por qué algunas personas le profesan tanto odio. Historia, coherencia y significados aparte, creo que Shinya Tsukamoto es uno de los directores más creativos que hay, si no el que más. ¡Por el amor de Dios, trata de encontrar algo parecido! Te puede gustar o no, pero tienes que reconocer el mérito que tienen sus obras, piezas únicas, irrepetibles, que, cuando menos, te emocionan en sus momentos más esquizofrenicos o sus momentos más suaves y sensibles. Por ahí leí que es una de las influencias de Darren Aronofsky, y si comparas Pi (1998) con la obra deTsukamoto, el parecido se hace evidente. Todo esto para decir que las puntuaciones de 1 y 2 que le dan algunos usuarios me parecen fruto de un arrebato de mal humor más que de un análisis tranquilo de la película. Porque vamos, estoy seguro de que esto, al menos, es mejor que la película promedio.

¿Que la historia es incoherente? Por el contrario, es bastante simple, y si alguien se perdió fue porque se estaba quedando dormido o estaba dando rienda suelta a su odio contra el Sr. Tsukamoto. Creo que es innecesario que yo describa aquí cuál es ese desarrollo, porque cualquiera que vea la película con atención puede entenderlo. Lo que pasa es que la historia es algo que queda en segundo plano, es un mero marco donde Tsukamoto sitúa su juego. Donde la película se hace ambigua y no nos da explicaciones claras es en los pensamientos de los dos protagonistas, a saber: Goda y Chisato. Y creo que de eso se trata toda la película: de tratar de mostrarnos lo que pasa por sus cabezas, no de manera directa, sino valiéndose de imágenes, de la música. Poco a poco, nos vamos adentrando en la depresión de Goda, su odio a los demás y a sí mismo; el vacío de la vida de Chisato, y cómo intenta llenarlo con la emoción de la cercanía a la muerte; cómo, más tarde, ambos logran encontrar en el otro a alguien que los comprenda, que viva su mismo sufrimiento. Lo he puesto en palabras, pero eso se queda corto ante la experiencia real; la película logra transmitirte un estado de ánimo, te muestra cuán cruel y agobiante puede ser el mundo, te sume en la depresión.

Pero no todo es tristeza. Estamos cerca del final. Chisato le pide a Goda que le ayude a encontrar el asesino. Pero, más que una busqueda por el criminal, es una oportunidad para estar juntos. Un paseo junto al rio, un viaje en tren. Un momento intimo en una azotea. Lágrimas. Para sanarse de la soledad, del dolor; para olvidar. Solo dura unos minutos, pero es una escena tan hermosa, y a la vez tan dolorosa, que permanece en la memoria.

Otro rayo de esperanza, o un mensaje sobre cómo es necesario que nosotros luchemos para lograr sobreponernos al dolor, también se deja entrever en el final. [Comentario en el spoiler]

Ahora, hablemos del estilo visual de la película. Mirate el trailer y sabrás a qué te vas a enfrentar. Eso es todo. Alguien aquí lo describió como un estilo videoclipero, y estoy de acuerdo. Tsukamoto apuesta por los pequeños momentos, las pequeñas emociones, para ir conformando el cuadro. Las escenas pueden ser inconexas, pero cada una es una deliciosa pincelada. Un poquito de desesperación por aquí, un poquito de soledad por allá. Esto es cuestión de gustos, pero a mí me encantó. No faltan los momentos de locura y violencia visual tan característicos de él, pero lo que más me fascinó fueron los momentos en que el tiempo se detenía, como cuando veíamos al protagonista sentado en el baño, absorto en un rayo de luz que se filtraba por la ventana (si no se han dado cuenta, Tsukamoto hace el papel del protagonista, y a mi parecer hace un trabajo magnífico). Ya lo dije, es cuestión de gustos, pero seguramente hay gente que pueda disfrutar del estilo del que hace uso Bullet Ballet, tal como he hecho yo. Y vaya que sí.

Hay quienes dicen que el Sr. Tsukamoto es pretencioso. Honestamente, yo no lo creo. Me lo puedo imaginar divirtiéndose mientras hacía esta película (o cualquiera de las suyas). No se le puede atacar por usar un estilo diferente al usual, porque este estilo estrambótico es solamente suyo; es una de esas cosas que solo pueden salir desde el alma. La película es así porque es lo que a él le gusta.

También hay personas que tachan a Bullet Ballet de una película que no habla de nada, que es pura imágen estrambótica. Y bueno, es cierto que no pretende disecar las más profundas preocupaciones filosóficas ni enseñar nada. Y eso está bien. Hace perfectamente lo que se propone: transmitir una imágen.

Damas y caballeros del jurado, no les pido que consideren a Bullet Ballet una obra maestra, que seguro no lo es. Tampoco es mi intención calificarla como una película recomendable. A lo mejor la mayoría no la aguanta. Pero espero sinceramente que al final de mi alegato piensen en ella como una película a la que se puede dar una oportunidad, una que se puede disfrutar y llegar a amar. Espero que comprendan las injusticias de las que ha sido objeto Bullet Ballet y el señor Tsukamoto.

No tengo nada más que añadir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Santiago Romero
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10
15 de diciembre de 2015
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sátántangó es difícil de calificar. Es una película que hace sufrir al espectador con sus secuencias interminables y sus escenas redundantes; que pone a prueba su concentración al tratar de matarlo de abirrimiento. Sin embargo, mientras la veía, me dije a mí mismo: "Esto es la vida". Sátántangó es el tedio de todos los días, los momentos sin importancia que a nadie le importan pero que siguen estando ahí. Es los silencios, las miradas perdidas, los pequeños movimientos, el ruido del viento, los pasos, el roce de la ropa, las conversaciones insulsas... Es el retrato de un mundo perdido caído en la más profunda desgracia, perpetuamente gris y azotado por la lluvia; un mundo donde no pasa nada y la vida humana es un sinsentido que da vueltas alrededor de sí mismo.

Eso es lo que sentí al ver Sátántangó y lo que creo que pensaba Béla Tarr cuando la filmaba: No es la historia, sino la sensación que transmite. La película misma es ese sabor desagradable y deprimente que te cala hasta los huesos en el transcurso de su interminable metraje, que te hace querer salir corriendo a ver una película de Tarantino porque, Dios mío, quieres ver que pase algo, que alguien sienta algo diferente a desdicha. Y en ese sentido la película funciona maravillosamente: triunfa al hacernos sufrir. Una victoria perversa.

El que una película tan detestable como ésta sea mucho más que un amasijo de aburrimiento y miseria, se debe a que es visualmente hermosa. Sátántangó no es precisamente un logro visual, pero cada plano está tan perfectamente construido, y algunas escenas están cargadas de tanta tensión visual, que es imposible no recordarla, sea para fruncir el ceño o para admirarse de tanta belleza. Esta perfección técnica es la ironía en la que la obra se alza como una genialidad.

He dicho que la historia y los personajes no son el corazón de la obra, pero contribuyen fabulosamente a reforzar la imagen general. Tenemos a un Irimiás mesiánico, un hombre místico que teje un plan enigmático -seguido de sus no menos misteriosos secuaces-, que podría llevar, hasta donde sabemos, al mismísimo fin del mundo. Luego tenemos a los habitantes de la granja, una sarta de desgraciados, de escoria humana, que -como bien dice Irimiás- son la causa de su propia miseria. Y me gustaría hacer un lugar aparte para la niña, Estike, la única inocente, porque su capítulo fue el más desgarrador.

Dejo para el final una mención a la potente -pero casi inexistente- banda sonora, y al fantástico y retorcido final, que se llevó mis aplausos.

Damas y caballeros: ¿cuánto merece esta basura? Yo le doy un 10 redondo, no porque me guste (que no), sino porque triunfa allá en la categoría que ella misma creó. Porque es la cúspide de un género que nace aquí mismo, con Sátántangó.

¿Qué más puedo decir? Ahora puedo presumir de haber visto un plano secuencia de cinco minutos (¿o más?) de unas vacas que no hacían una puta mierda. Estoy devastado, jodido. Quiero ver algo de color y movimiento o tendré pesadillas en la noche.

Habrá de pasar mucho tiempo antes de que quiera volver a Sátántangó, el infierno en la tierra.
Santiago Romero
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9
17 de enero de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me ha impactado mucho. MUCHO. Me llevó por una montaña rusa de emociones, me hizo pasar por escenas crueles, completamente desoladoras, que, paradójicamente, emanaban un aire mágico y seductor. Me tomó y me destrozó por completo. AMO esta película, y espero hacerle justicia.

La película hace uso de la música (tranquila y suave) y la imagen (de colores saturados, muchas veces grabada con cámara en mano, agitada y viva) para hacernos ver con los ojos del protagonista y transmitirnos sus emociones, y lo logra de forma maravillosa. No llega a ser una dirección innovadora, pero está cargada de una sensibilidad abrumadora. Toma las cosas más simples y lo convierte en algo enorme, algo de una importancia desmedida, como si el secreto del universo se escondiera en algún lugar de lo que estamos viendo, entre las nubes, la hierba, las miradas, el maltrato, el sufrimiento, la desesperación, la música. Pero esto no es así. Por más trágico que sea, sigue siendo la vida de un adolescente frágil que terminó relacionado con las personas equivocadas, tan simple como eso. Sin embargo, la película logra sumergirnos en cada escena de forma tan intensa que el mundo intimo de Yūichi nos rodea y se convierte en algo tan próximo para nosotros como lo es para él. ¿Recuerdas cuando Yūichi llora mientras violan a una chica? Yo lloré con él. Cuando él contemplaba una pantalla gigante en mitad de la noche, en uno de los puntos más tensos de la película, yo rogaba porque durara para siempre. La música de ensueño de Lily que le ha dado la fuerza para vivir, las imágenes extrañas que llenan la pantalla, y en medio, solo e insignificante, completamente absorto, Yūichi. El chico que ha sido abandonado, que no tuvo la fuerza para luchar contra lo que le rodea. Era tan hermoso que verlo regresar a la triste realidad era demasiado doloroso. Ese es el poder de la película: te hace sentir. Es algo diferente a tristeza o melancolía. Duele porque sabes por qué duele. Son todas las dudas, la impotencia, el vacío, la rabia, el amor, la desesperación de la adolescencia que todos conocemos. Todos sabemos qué tan duro es ser rechazado. Todos hemos sufrido por hacer algo que pudimos haber evitado. El mérito no es retratar la adolescencia, sino el mostrar la relación de un chico con los problemas más elementales de la vida. Aunque estos problemas se presenten bajo la forma de un mundo cruel, siguen siendo, en el fondo, la desesperación del día a día, sólo que magnificada..

Uno de los elementos más importantes en la película, y en la vida de Yūichi, es la música de Lily Chou-Chou, la cual, según se dice, está conectada con el "Éter". De principio a fin, la película está llena de mensajes publicados por fans de Lily en una página de internet administrada por Yūichi, bajo el seudónimo de "Philia". Aparecen en letras blancas sobre un fondo negro, llenando la pantalla; lo hacen letra por letra, junto al sonido de un tecleo, dando la sensación de ser escritas en tiempo real. Un método simple que se contrapone con el contenido de los mensajes, que son de una cierta naturaleza poética y filosófica. Todos estos fans, al igual que Yūichi, han encontrado en esta música la respuesta a sus ansiedades y un lugar al que pueden pertenecer. El problema de explicar la forma de esta respuesta y este lugar es que varía de una persona a otra. Cada uno le otorga un significado diferente y lo explica con metáforas de naturaleza muy distinta:

"La sombra que ELLA proyecta en el Éter sublima sus longitudes de onda, trasciende al espectro, llega mas allá del transparente. Una imagen penetrante de dolor llena los espacios de serotonina".

"Las cosas que aprecias, amigos, familia, amores, son las que más daño te hacen. Vives con eso. Por eso tenemos el Éter. Un lugar de paz eterna. Eso es el Éter."

"El Éter del que habla Lily es un catalizador para la emoción".

El significado es claro: la música de Lily significa para ti lo que tú quieres que signifique. Cuando una persona pierde el rumbo y su vida carece de algo que le de sentido busca la salvación en cualquier lugar. En este caso ha sido la música de una mujer la que le ha dado a miles de jóvenes algo a lo que aferrarse, y el impacto en sus vidas ha sido tal, que su conexión con la música y su fe en el Éter se ha convertido en algo cercano al fanatismo. Pero esto es algo bueno: les ha dado fuerza, esperanza; lo único que necesitan es creer. También podría considerarse una solución falsa. Al fin y al cabo, la música no evitó que Yūichi sufriera. Pero puede verse desde otra perspectiva, la que trata de transmitir el film: el amor a la música. La bellísima idea de que si algo te llega lo suficiente al alma, si algo puede agitar tu corazón, entonces está bien.

Escena: Una bicicleta junto a una carretera aislada. Al fondo, un pastizal de un verde intenso bajo un cielo ceniciento. Musica de piano. En el centro del plano, un poster de un álbum de Lily. Aparte de la música, todo está en silencio. Yūichi entra en nuestro campo de visión. Se acerca y se detiene frente al poster, a cierta distancia. Está de espaldas a nosotros. Luego de algunos segundos, cambia de lugar. Se toma su tiempo. Observa el poster detenidamente, de arriba abajo. El viento agita ligeramente su camiseta. Vuelve a moverse, con lentitud. Esta vez se acuclilla sobre el asfalto, muy cerca del poster, pero no de frente. Bebe un trago de agua, sin dejar de mirar. Pasa el tiempo. Por fin, la escena se corta. Ha durado algunos segundos, pero se ha sentido como una eternidad. Es una pausa para meditar, para mostrarnos a un chico que ama cierta música más que nada en el mundo.

"All About Lily Chou Chou" es una película que la odias o la amas. Tiene estos colores, este ritmo, estas emociones con las que puedes conectar o no, pero si lo haces vivirás una experiencia que te tocará en lo más hondo. Es una película donde los personajes tienen la necesidad de gritar, y cada grito te duele. Maravillosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Santiago Romero
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