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Convertido últimamente, por sus indudables simpatía e inteligencia, en la cabeza visible más respetada del controvertido mundo del cine español, De la Iglesia se ha embarcado en su proyecto más personal y radical. "Balada..." recupera la propuesta fílmica de la genial "El día de la bestia": rellenar el molde de las películas de acción americanas con ese material netamente español, entre negro y costumbrista, del que está fabricado el mejor cine patrio. Los resultados, sin embargo, distan de los de su obra maestra. Las causas no hay que buscarlas en los excesos visuales (que De la Iglesia maneja con garbo y soltura) o en su exacerbada violencia (que, con su textura de novela gráfica, antes engolosina la mirada del espectador que obliga a apartarla de la pantalla), sino más bien en su guión (que en esta ocasión no firma también Guerricaechevarría) y en la traducción del mismo a imágenes. Por un lado, la relación de la trama principal con la historia de España, espectacularmente anunciada por los títulos de créditos, es tan endeble argumentalmente como superficial para el desarrollo de la misma. En parte quizá por ello, los personajes y sus relaciones carecen, excepto en momentos puntuales del comienzo, de credibilidad, y por tanto de capacidad de conmover al espectador (y ello pese al buen hacer de Areces y De la Torre cuando el maquillaje y el guión les dejan). Tampoco facilita la digestión de las imágenes el abrupto montaje, que rotura los posibles matices del relato y afea enormemente las transiciones entre secuencias, especialmente sus finales. Pero quizá la causa fundamental de que el experimento resulte descorazonador sea la ausencia de verdadero humor. Antes esperpento que comedia, hay bastantes chistes y gracietas en esta obra (y entre ellos, una genialidad: "Y vosotros... ¿de qué circo sois?"), pero no lugar para esa comicidad soterrada y socarrona que lleva al espectador a sentir compasión y ternura por los desgraciados que pueblan las películas de Azcona, Berlanga o Buñuel. Hasta el exceso requiere mesura. Si no, se queda en mero espectáculo. |
NEG
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