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Después de la tormenta (2016)

Después de la tormenta
117 min.
6,6
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Sinopsis
A pesar de haber empezado una prometedora carrera de escritor, Ryota va de desilusión en desilusión. Se ha divorciado de Kyoko y gasta todo el dinero que gana como detective privado apostando en las carreras, por lo que finalmente no puede pagar la pensión alimentaria de su hijo de 11 años, Shingo. Ahora Ryota intenta ganarse nuevamente la confianza de sus seres queridos y formar parte de la vida de su hijo. La situación no parece fácil, pero un día un tifón obliga a toda la familia a pasar una noche juntos… (FILMAFFINITY)
Género
Drama Familia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Umi yori mo mada fukaku
Duración
117 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2016: Festival de Cannes: Sección "Un Certain Regard"
7
De padre a hijo
Una vez más, esta película de Hirokazu Kore-eda me recuerda el cine familiar y cotidiano de su compatriota Yasujiro Ozu. Los episodios de la cinta van configurando un tapiz lleno de colorido y tonalidades que nos habla del ser humano y sus circunstancias, de sus flaquezas y tropiezos, de sus ambiciones y desengaños, de sus sueños y errores, de sus vaporosos éxitos y de sus empecinados fracasos. Al final, la suma de todo ello es mucho más que cada una de las secuencias tomadas de forma aislada, ya que ilustran el devenir ordinario, sin necesidad de subrayados ni énfasis pomposos, dejando que los personajes se muestren poco a poco y que el espectador vaya atando cabos y completando la trama con sus suposiciones, dejando volar la imaginación.

La familia y sus vínculos – no siempre limpios o sanos – es el anclaje sobre el que gravita también esta obra. En este caso presta especial atención a la relación entre padres e hijos, tanto el difícil trato que mantenía el protagonista con su padre (figura ya para siempre ausente que ha muerto poco antes de que dé comienzo el metraje), como el deficiente nexo que mantiene con su único hijo, fruto de un matrimonio fallido. Y como argamasa reparadora la figura de la madre anciana, acogedora, resignada, paciente y comprensiva. Además aparecen otros individuos colaterales (una hermana, la exmujer, un prestamista, unos compañeros de trabajo…) que nos van desvelando los meandros de una existencia corriente que se asemeja a la nuestra y. por eso mismo, nos reconocemos en su espejo sin dificultad.

La serenidad contemplativa con que se desenvuelve la mínima acción va creando un entramado sutil repleto de matices y honduras que envuelve y seduce por el poso de verdad que deja a su paso. El drama surge de las contradicciones, carencias y querencias de los personajes, que con sus actos no siempre nobles ni afortunados van tejiendo un destino que se diluye y desvanece como gotas de lluvia sobre el mar. La ludopatía como ventana para la ensoñación; la casa de empeños como única fuente de ingresos cuando se es incapaz de soportar una realidad que nos va despojando, día a día, de certezas y seguridades; una comida familiar como encrucijada donde se dan la mano el hábito y la huida, el calor de lo conocido y el miedo a lo extraño…

Primorosa pieza llena de fineza y poder de observación. Va creciendo conforme avanza y deja todo abierto para que cada cual saque sus propias conclusiones. Ofrece un sedimento rico en sugerencias para quien las quiera descubrir.
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38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El detective y la muerte
Qué mal acostumbrado estoy a la dieta única, a ese cine que es todo igual, norteamericanoespañol mayormente, y que considera al espectador como a un zombi medio alelado (de ahí el morrocotudo éxito de películas que tienen a esos seres como protagonistas, la identificación del espectador es rápida y directa en esos casos, salta a la vista, no tiene que hacer el más mínimo esfuerzo para ponerse en la piel de ellos) al que hay que mandar descargas eléctricas, terapia de electroshock y mucho choque, para ver si así resucita/reacciona y a ser posible abre de una puta vez los ojos y algo por lo menos se emociona, tantos días viendo esas películas llenas de empujones, sustos y descalabros (me han hecho un gran daño, estoy ahíto, mi mente es un solar, tengo el cerebro completamente destruido/derruido, el espíritu calcinado), que para una vez que me voy a un japonés, ya casi no entiendo nada, un desconcierto y un desconsuelo constantes me atoran, ese malestar o gran inquietud, a la espera eterna del golpe bajo melodramático que nunca llega, lo que fuera o sea, una enfermedad terminal, un atraco a mano armada, un cambio de sexo repentino, una invasión de alienígenas ultracuerpos, y nada, aquello que discurre con una calma chicha acojonante. Ya llegará, seguro, me digo para darme ánimos o tranquilizarme un tanto, al final caerán ellos también, qué se habrán creído estos puñeteros orientales, hasta que se puede contar una historia sin recurrir a trucos de tahúr ni trapacerías varias, sí, ya, jaja, y voy yo y me lo creo, todo. Pues sí, amigos, es una de esas películas que muchos dirán, seguro que con toda la buena intención del mundo, que es lenta y que no pasa nada. Y yo les contestaría que todo lo contrario justamente, que pasa todo, la vida entera delante de tus/sus adormilados/domesticados ojos, así, a las bravas. Pasa lo que no se suele contar, los entresijos, los intríngulis, las zonas en sombra, esas conversaciones o tiempos muertos, esas noches sin sueños, en el trabajo, en la cena, oyendo la radio, hablando del tiempo, recordando, penando, paseando, despierto soñando, trampeando, amando y odiando. Y sin alzar la voz ni montar el número, sin echar a correr o salvar el mundo, sin superación ni perdición. Solo pasando.
Y con un héroe que es un antihéroe peo no romántico, más bien vulgar, creíble y gracioso, un pobre desgraciado, un golfante, un caradura, un buen hombre y un pequeño miserable, hijo de un padre parecido. Los hombres de esa familia son débiles, tramposos e irresponsables. Ellas son lo opuesto. Fuertes, sabias y decididas. Ellos viven entre la nostalgia inútil del pasado y la engañosa ilusión del futuro. Ellas en el presente. Ellos sienten la vida como una complicación doliente. Ellas la desentrañan en su compleja sencillez.
Es un cincuentón de buen ver pero de capa caída, derrotado, que quería ser escritor y es ya solo un cutre investigador que anda entre sobornos y trapicheos. Su mujer le ha dejado y su madre y su hermana le quieren pero, con cariño, más la madre, le recuerdan constantemente en lo que se ha convertido, nada bueno.
Asombra la maestría con la que se desgranan los diálogos y las situaciones, con una gran sutileza e inteligencia. Y es muy hermoso el modo en que se atiende a los pequeños detalles, a esos encuentros, confesiones e intimidades en los que se reconoce lo que la vida hace con las personas, lo triste y bello que es todo según se mire o sienta, depende del grado de dolor o el estoicismo de cada uno.
Se habla del fracaso, de la resistencia, del cariño, de la pérdida, de la madurez como desilusión y la paternidad como gran responsabilidad. Todo ello contado con humor, delicadeza y gran precisión.
Es una gran película. Un oasis acogedor, caluroso y especial. Un regalo de sencillez y hondura que en sus casi dos horas, no todo es perfecto, también decae en escasas ocasiones y sobra alguna escena de relleno, nos reconcilia con el cine y también, aunque sea solo un poquito, con el mundo.
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34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
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