Maigret (Serie de TV) (1992)

El entusiasta de novelas policíacas conocerá bien al comisario Maigret, imperecedero personaje de Georges Simenon. Novelas que se leen del tirón con profusión de diálogos, escuetas pero acertadas descripciones de escenarios y sentimientos ocultos que el comisario, con su sagaz intuición, descubre cuando uno menos se lo espera sin explicar cómo.
En esta serie ese ambiente novelesco se presenta con fidelidad, se husmea entre el lujo y los rincones tristes de París, igual que en el fondo oscuro de las personas allá donde se escondan. La mujer de Maigret está presente, acompañante invariable que desconecta como pausas en la trama, más sus fieles colaboradores de la comisaría y demás funcionarios que siempre aportan su presencia en las novelas: el fiscal, el director, el forense, etc, y profusión de personajes ocasionales tan recurrentes como porteras de fincas, fulanas y resto de vecindad.
El ritmo de la serie lo marca el comisario que actúa como Simenon lo describiera, grande, paciente, serio, estricto, tierno también y mucho con aquellas personas que sufren, y amante de las cervezas a todas horas. Creo que Michael Gambon consigue dar el aire al personaje, al menos físicamente, aunque tal vez por buscar alguna pega, diría que le falta un punto enérgico en su presencia, un punto de chulería que sí creo que tiene el personaje.
Evidentemente, los casos de asesinatos se basan en sus innumerables relatos y no olvidan los amores secretos que el comisario los huele desde lejos, y la codicia más desmesurada que alberga el alma de los infelices.
Una buena serie que cuida los guiones y la calidad con escenarios bien creados y elementos propios de aquellos tiempos en los que la postguerra se alejaba, como un mal recuerdo que hay que olvidar.