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Don Lucio y el hermano Pío (1960)

Don Lucio y el hermano Pío
83 min.
6,2
255
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Sinopsis
El hermano Pío, limosnero de unas monjas que sostienen un orfanato, viaja a Madrid con una imagen del Niño Jesús. Lucio, un ladronzuelo de poca monta que acaba de salir de la cárcel, se la roba. (FILMAFFITY)
Género
Comedia Robos & Atracos
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Don Lucio y el hermano Pío
Duración
83 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
7
Entretenida, divertida y emotiva (esto último solo discutible por aguafiestas de oficio) con unos inmensos Pepe Isbert y Tony Leblanc.
El hermano Pio (Pepe Isbert) se dirige a Madrid en tren a hacer su ronda habitual de recaudaciones como limosnero para un orfanato regido por unas monjitas, al subirse a este coincide en un abigarrado compartimento con Lucio (Tony Leblanc) un pícaro ladino y dicharachero que tras salir de la cárcel también se dirige a la capital, su lugar habitual de residencia y fechorías.
Durante el trayecto, el hermano Pio cuenta a sus compañeros de viaje a que se dedica y ante el requerimiento de estos les muestra la imagen del Niño Jesús que lleva consigo en una hornacina cilíndrica y opaca tipo mochila, provocando entre casi todo el pasaje muestras de emoción y simpatía ante la imagen, digo casi porque a Lucio se le ve en la cara que algo se trae entre manos.
Una vez en Madrid con el hermano Pio triste y compungido al comprobar que le ha sido sustraída la imagen cuando al abrir la hornacina en el interior de la habitación de la pensión en la que se aloja habitualmente (Posada del León de Oro sita en Cava Baja 12) y con el autor de la misma que no es otro que Lucio (al ofrecerse amablemente a ayudarle a bajar la hornacina del tren la ha vaciado de su contenido), primero contactando con Pio para hacerse con la lista de donantes al mismo tiempo que le convence de que no denuncie puesto que va a ayudarle a encontrarla (le dice que seguro que aparecerá en “El Rastro” y le pone a vigilar ofreciéndole como tapadera la de vendedor de “globitos para el nene y la nena”) y después suplantando al limosnero en la ronda de recaudaciones, tenemos una muy divertida y entretenida película en base a las peripecias y situaciones que provocan las personalidades de ambos en su relación con un entorno hasta entonces desconocidos para ellos, el rufián Lucio mezclando devoción y pillerías durante sus visitas a los devotos donantes y el pio Pio alternando con los pillos del Rastro (2 ex compañeros de fechorías de Lucio revolotean alrededor suyo escamados ante lo que presumen algún tipo de magro negocio), a la vez que emotiva y amable en los cambios que se van produciendo en los 2 protagonistas y en el magnífico retrato costumbrista de los vecinos de la corrala en la que vive Lucio en compañía de su hermana y sobrina y en el bien mostrado y en absoluto maniqueo contexto político/religioso de la época aquí mostrado (aunque siempre habrá algún desinformado aguafiestas que ignore y/o malinterprete la muy personal trayectoria de José Antonio Nieves Conde que la tache de facha o beata).
Sigue en spoiler por falta de espacio:
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
¡El niño…, es de todos!
Aunque la película pueda pecar de complaciente y bienintencionada, para algunos incluso ridícula, la religión y la fe, están abordadas de forma amena y divertida, sin prestarle especial solemnidad pero sí respeto, especialmente dirigida a los católicos. Pues siempre fue difícil esquivar a la mezquina censura, y este simpático film que destila humanidad y picaresca lo consigue, pues tanto los buenos como los menos buenos son tratados con una cierta tolerancia y comprensión, demostrándonos que todos podemos cambiar, es el mensaje que nos deja este ejercicio de comedia pícara y castiza de la época de los sesenta en la gran urbe de Madrid. Una metrópolis deshumanizada y putrefacta de timos, chanchullos y comisiones en intereses espurios.

La inocencia y la candidez personificada en un Pepe Isbert colosal (Hermano Pío). Planta cara con su tenacidad al chulapo, sinvergüenza y rufián encarnado por un Tony Leblanc esplendido (Don Lucio). Nieves Conde como nos mostraba en “Surcos”, una vez más nos presenta, la bondad y el humanismo rural, contra la maldad y el desprecio por el prójimo en la gran urbe, la nobleza contra la villanía. Una ingenua fábula moral impregnada de ternura y compasión, una historia inverosímil de buenos sentimientos que denuncia la insolidaridad como siempre se plasmó en el cine social de Jose A. Nieves Conde .

Esta emocionante historia costumbrista esconde una soterrada crítica de la hipocresía en las clases pudientes y burguesas que aportan una pequeña cuantía económica, una limosna para calmar sus conciencias y lucir sus almas caritativas. En cambio, vemos a las gentes humildes aportar su ayuda modesta por devoción. De cómo la bondad puede redimir al falso “Hermano Anton”, cumpliendo las directrices morales del régimen político, pero dejando unos cuantos recaditos a las mentes biempensantes y cínicas.

Articulada a través de un anciano entrañable de voz singular y mirada limpia, de boina calada, ejerciendo de limosnero para un convento de huérfanos, perdido en la gran ciudad, en busca de su preciado tesoro, trovador de causas nobles y amor por los desfavorecidos, que es engañado por un ladino ex convicto de buena planta y generosa galantería, un caradura y timador de cretinos provincianos para su provecho. Conmovedora historia sin especiales pretensiones artísticas, humilde pero directa al alma humana y a la buena fe, que enaltece valores obsoletos que no cotizan al alza en estos tiempos de decadencia moral y abnegado materialismo, pero que guarda un mensaje esperanzador.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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