Un lugar para soñar (Serie de TV) (2019)

Me asombra las pocas críticas en España, positivas o negativas que tiene esta serie, teniendo en cuenta que ha estado varios días en el primer puesto del top 10 de Netflix en el estreno de su segunda temporada y dos semanas en el top 5. Ha competido con Gambito de Dama y La Valla y se han ido intercambiando puesto días tras día. Pero de esta serie encuentro muy poco escrito.

Es una serie que, cuando llevas visionado un par de capítulos piensas, “quizás debería haber empezado esto cuando hubiera visto otras historias más innovadoras, disruptoras u originales desde el punto de vista cinematográfico”. Pero, ¿a quién no le cansa, de vez de cuando, un contenido audaz y elitista? A todos. Después de largas jornadas de trabajo, estrés por nuestra vida occidental, a veces nos apetece reposar la mente. Muchos atribuyen el éxito de la tele basura a esta afirmación. Para mí “Un lugar para soñar” me parece “un lugar para descansar”. Me parece en general un entorno feliz. No, mejor que feliz, esperanzador. La historia es tranquila, tanto como la vida en Virgin River (aparentemente); por cierto, no dudo ni un segundo en que el título "Virgin River" hubiera triunfado mucho más que “un lugar para soñar”, ¿alguien no está acostumbrado a estas alturas a los títulos anglosajones?. Virgin River trata sobre segundas oportunidades. El dolor bloquea a las personas y algunas se pasan la vida sin remontar. Las tramas son sencillas, los dramas no muy dramas y las alegrías tan reconfortantes como una tarde apacible de manta, peli y chocolate caliente. Las interpretaciones me parecen buenas, la última vez que vi a la actriz que interpreta a Hope fue como Martha Kent, la madre de Tom Welling en Smallville. Su personaje es quizás el punto más cómico de la serie, aunque también puede resultar un tanto irritante e infantil. Jack es demasiado perfecto para un pueblo de 600 habitantes; encima a Mel le toca la lotería cuando es la primera persona con la que mantiene una conversación (después de Vernon y Hope) pese a que el chico está siempre en todos sitios menos en la barra del bar, el resto de la serie. Además, ¡sorpresa! Está dispuesto a enamorarse por primera vez. Así que sí, el número gordo de la lotería, la solución a su pena. Las idas y venidas de ambos son lo más natural del mundo, quien dude de que algo así pasa en la vida real, no ha vivido en una relación humana el tiempo suficiente.

Una serie sencilla, sin aires de grandeza, que nos pone los pies en el suelo al recalcar las cosas verdaderamente importantes: ni el gimnasio de Los Ángeles es imprescindible en nuestra vida ni llegar a un bar y beberse un cosmopolitan. Destaca como tema colateral constante el tráfico ilegal de marihuana (los conflictos siempre enganchan) pero el gran protagonista, sin duda, para cursis o no (absténganse snobs) es EL AMOR. En este caso el amor adulto, imperfecto, lleno de remordimientos o dudas, según de qué pareja “virgin” hablemos.

Porque vamos, el lugar es precioso, no cabe duda. Pero no hay ni un solo habitante en ese pueblo que no tenga un marrón encima que flipas...

La serie es pastelosa hasta decir basta. Todos son unos angelicos a los que solo les faltan las alas. Menos los malos claro. Porque siempre tiene que haber un malo en todas las pelis. Eso seguro. Pero es que los buenos son tan buenos que al final ya es que te dan ganas de darles dos bofetones a ver si espabilan. Como por ejemplo Jack.

Pobre Jack. Es que no levanta cabeza en toda la serie. Y él siempre ahí, impasible. Sin mostrar un ápice de sufrimiento. Siempre con esa cara de poker, como si estuviera en pause la mitad de las veces. Tragando carros y carretas... y siempre disponible 24/7. Aunque le puteen hasta el infinito y más allá.. Él nunca se enfada por nada.