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Cementerio General (2013)

Cementerio General
90 min.
3,2
147
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Trailer (ESPAÑOL)
Sinopsis
La historia sigue a Andrea (Airam Galliani), una adolescente, quien sufre la muerte de su padre. Con la ayuda de sus amigos de colegio, la animaran a contactarse con él usando la güija. Sin embargo, esto provoca una serie de eventos terroríficos. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Fantasmas Posesiones / Exorcismos
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Perú Perú
Título original:
Cementerio General
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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6
DE PICNIC AL CAMPOSANTO
Con sus altibajos, sus más y sus menos al largo de su historia, poco conocida en el ámbito de nuestro público general (especialmente significativa fue la crisis que sufrió durante la década de los 80 y principios de los 90 del s.XX, pareja a otras dificultades de índole económica, social y geopolítica), el cine peruano nos obsequia con un curioso producto, de la mano del entonces jovencísimo Dorian Fernández-Moris, con el que adentra su cine patrio de lleno en el cine de terror, directo a una cinta repleta de tópicos y clichés harto trabajados en lo más conocido del cine comercial: conjuros, ouijas, demonios, posesiones…, protagonizado por adolescentes, para un público adolescente, y, como no, dado este perfil de audiencia diana que se apercibe por el contenido, con toques finales de “slasher”, como se etiquetaría en la nomenclatura usada para referise a la liquidación en serie de púberes y jóvenes en algún pasaje de la trama propuesta.

El director, que entonces tenía horneando ya su obra de referencia “Desaparecer”, que no vería la luz hasta 2015 por un complejo proceso de edición y postproducción, se lanza a la lid de las salas con un largometraje destinado claramente en su final objetivo, de conseguir una buena recaudación.

Sin entrar a valorar hasta qué punto podríamos tener en cuenta la influencia que podía haber tenido el éxito de posibles referentes fílmicos como “The Blair Witch Project” (2003), o las franquicias de “REC” o “Paranormal Activity”, el realizador peruano apuesta por una narrativa similar, aunque no de forma integral; sólo la parte central usa el formato de la cámara doméstica, siendo el resto (presentación y resolución de la urdimbre) presentado desde el habitual marco expositivo al que estamos acostumbrados.

Con toques de imaginario local, en el que todos los de cultura hispánica nos podemos sentir identificados (cementerios, almas, posesiones, invocación de espíritus, brujería y maldiciones… ), abre juego entre el público andino, casi muriendo de éxito dentro de sus fronteras (por lo que se lee), pero con una recepción bastante fría y dispar a nivel internacional, excepto para coleccionistas o amantes de la temática, y hasta con un rechazo patente en varios andurriales de cultura anglosajona, que más bién poco familiarizados están con el almanaque de la cultura latina en materia escatológica.

El resultado es un todo sincrético que funde quimeras de nuestras tradiciones, con las de los paradigmas hollywoodienses. Aunque a mí jamás se me habría ocurrido echar kétchup o mostaza a un plato de pachamanca.

La fotografía de Miguel Ángel Valencia nos sitúa en la primera persona del personaje protagonista Pablo (Jürgen Gómez), quién contará la historia como principal en el tramo inicial, y después en el bloque del desenlace, siendo prácticamente un obervador desde el ojo de su filmadora. Construye el discurso de la cámara desde dos planos diegéticos superpuestos bien diferenciados: las escenas de Pablo como actor, con un enfoque centrado prácticamente en su figura; y las mareantes tomas con el aparato doméstico, las veces a la luz de los infrarrojos en los encuadres nocturnos, en toda la parte que representa el desenvolvimiento de los hilos que enredan el tejido del relato. En los que el chaval ejerce de registrador de todo lo que acontece; el testimonio de la “veracidad” de lo que mostrará a la madre de Andrea (Marisol Aguirre).

Dentro de lo convencionales, corrientes, hasta grises y frías que pueden parecer las tomas de este mirador extrínseco, el responsable de la base del lenguaje visual de la cinta, usa su arte (por ejemplo, el plano vespertino de la entrada del cementerio antes de que la cuadrilla de jóvenes en él se adentre) para causar buenos impactos emocionales, despertando con la mayor elegancia los sentimientos de terror, sin tener que recurrir prácticamente a artificios ni efectos especiales que harían incurrir en el ridículo.

Demostrando también su dominio del arte musical, del mismo Fernández-Moris es la partitura que, de manera eficaz, discreta y en los momentos adecuados realza los clímax del hilo argumental. Son mínimos, fugaces, pero cuidadosamente insertados en algunos de los precisos momentos en que se requiere poner en guardia al espectador.

Los protagonistas, pese a su inexperiencia consiguen trasladar un aire de naturalidad a sus respectivas interpretaciones. A ninguno de ellos se le ha visto un recorrido estelar en el mundo del cine desde los ocho años que hace que se rodó “Cementerio General”, y sólo a Nikko Ponce le vemos aparecer de vez en cuando en shows y chismorreos de la prensa amarilla (aka, el mundillo del famoseo), como amarillos los calzoncillos que exhibe en algunas de las fotos en las que se supone que vive de posar su cuerpo, y la estrella que tiene tatuada, justo debajo de la cadera, en el lado de su jamón izquierdo.

Este grupo de adolescentes están moldeados, cada uno, en su respectivo cliché, como si el script se quisiera asegurar de hacerlos inconfundibles en los procesos de identificación que pudiera hacer un potencial público diana (gente de su edad). Está Andrea (Airam Galliani), la chica alrededor de la cual gira el embrollo: su necesidad de “contactar” con su padre, al que no llegó a conocer…; Gabriel (Niko Ponce), el ligón, el que va de valiente y osado. Pero que también sabe mostrar su más profundo sentimiento de miedo y dolor ante lo que sucede, y esto lo hace más humano y creíble (no tanto su novia, con mera función de florero); la hermana pequeña de Andrea, pesadita que no para hasta que se la llevan con ellos a hacer las invocaciones al cementerio… total, una pandilla prototípica que nos recuerda a los de “Verano Azul”, y en la que no puede faltar Julito, el que más se parece al “Piraña” de la famosa serie de principios de los 80, y cuyo cometido es el de dar la sal del “donaire”, con sus inocentes y cómicas salidas. Jürgen Gómez (Pablo), nuestro principal, aún parecer algo paleto, es el más realista.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Terror adolescente y desenfadado.
Estamos un poco empachados de los filmes rodados cámara en mano. Hay que reconocer que tienen su gracia, pero su reiteración hace que perdamos el interés. Cementerio General, del joven realizador peruano Dorian Fernández-Moris, consigue que, aunque sin aportar nada nuevo, la miremos con simpatía, sobre todo por la sinceridad y buenas intenciones con que está rodada. Muchos pensaréis que esto no es suficiente, pero en mi opinión son unos argumentos que tenemos que valorar. A veces nos tenemos que tragar cintas grandilocuentes y pretenciosas, que a la hora de la verdad no aportan nada nuevo.

A la naturalidad que destila esta película contribuyen las interpretaciones de unos jóvenes actores que, casi sin hacer ningún esfuerzo, dan un aire desenfadado, con ciertos toques de humor, que hacen muy entretenido su visionado. Por otra parte tampoco es un film rodado en su totalidad de manera subjetiva, mezcla de manera un tanto aleatoria y para nada clara el cine tradicional con esa modalidad tan de moda. ¿El resultado? bueno, un poco irregular y, porque no decirlo, sorprendente.

Con unos personajes y una trama en cierto modo muy locales, meritoriamente consigue deshacerse de esa imagen contribuyendo a extender un cine, el sudamericano, el cual es, para nosotros, muy cercano y al mismo tiempo muy lejano.

Aparte del aire de falso documental comentado anteriormente, la sinopsis se mueve en el filo también de cosas muy vistas, tales como ouija, apariciones, venganzas del más allá, etc, pero la introducción de ciertos elementos peculiares hará que nos parezca más novedosa de lo que en realidad es. Esto es, sin duda, un mérito a añadir al producto final.

Andrea no se ha podido despedir como ella quería de su padre recientemente fallecido. Para remediar eso, y con ayuda de sus amigos, acude a métodos para nada tradicionales. Desgraciadamente ese esfuerzo solo le servirá para descubrir una oscura historia, en la cual se introducirá para acabar siendo involuntaria protagonista.

Interesante película del totalmente desconocido cine peruano, que además de lo comentado anteriormente, tiene más cosas positivas. Entre ellas destacaría el guión de Javier Velásquez y Dorian Fernández-Moris, que sin llegar a ser una obra maestra, cumple su función de mantener el interés durante todo su metraje, en su contra está un final un tanto confuso y que tiene el efecto contrario al buscado. La fotografía de Miguel Angel Valencia introduce una pequeña novedad, el descarado y, hasta a veces, molesto desenfoque de la cámara, no obstante, eso tiene la función de aumentar la tensión, lo cual consigue ampliamente. No me extenderé en las comentadas interpretaciones, sumamente realistas y naturales, sin poder destacar a nadie.

En fin, ya está todo dicho. No asustéis por el género que toca ni la manera que está rodada, solamente mirarla como una pieza de entretenimiento, pero, atención, con algún que otro susto en el momento justo.

http://www.terrorweekend.com/2013/08/cementerio-general-review.html
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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