La dinastía del petróleo (1957)

Antes de iniciarse como director el británico Ralph Thomas había trabajado como montador o segundo director de figuras como David Lean y Carol Reed, aunque su verdadera escuela fue cuando trabajó como encargado de realizar los trailers promocionales para la Rank Corporation lo que le dio una soltura y una capacidad rítmica que se aprecia en muchas de sus películas. Ninguna es una obra maestra –al menos las que yo he podido ver- pero muchas de ellas reúnen méritos suficientes para repasar una filmografía que atesora títulos de interés.

Tal es el caso de esta extraña mezcla de western contemporáneo y película de aventuras sazonado con toques de melodrama y cine de catástrofes, sorprendentemente situado en Canadá.

Dirk Bogarde está perfecto en su papel de héroe romántico, enfermo y débil, de mirada cansada pero fuerte de espíritu y no lo está menos Stanley Baker en su papel de malo malísimo. La película se ocupa del enfrentamiento entre ambos: por un lado, los intereses de una presa y por otro el absurdo deseo del heredero de unas tierras, el reino de Campbell, de ahí el título, por extraer petróleo.

Economía de medios, ritmo impecable, lenguaje trasparente, realización competente y un buen uso de exteriores –aunque rodado en su mayoría en los estudios Pinewood de Londres- conjugan sus virtudes para darnos un excéntrico producto de muy atractivo resultado. Buena película.

Producción de la muy británica productora Pinewood, que tantas buenas películas creó.
Aquí hay grandes medios, como gran número de extras, duros pero preciosos y helados paisajes canadienses, un gran elenco interpretativo británico.
El guión, a cargo de Robin Estridge, que adapta sabiamente la novela de Hammond Innes, es consistente, ofreciendo entretenimiento e interés durante todo el metraje.
Es, además de una cinta plenamente de aventuras, un western moderno, con el clásico enfrentamiento entre el bueno y el malo, cada uno con sus hombres y medios para ganar al otro.
Buena fotografía de Ernest Steward y una forma de hacer cine, elegante y clásico a cargo de ese buen realizador que fue Ralph Thomas, autor de un buen puñados de muy amenas cintas, como esta.
Deja un buen sabor de boca.
¡Ah! Y una pregunta que me hago: ¿qué pinta el gran Finlay Currie en un papel tan minúsculo?

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