Por un momento imaginaros que sois un niño/a de 8 años y estáis en España en 1936 en zona republicana, en plena guerra civil y tus padres para librarte de las bombas deciden mandarte en un barco a la antigua Unión Soviética con la idea de recuperarte cuando acabe el peligro.
Allí te acogen y te dan estudios, pero cuando acaba la guerra, Stalin no deja que vuelvas.
Vives huérfano, aunque tus padres vivan y en 1941 la guerra mundial llega hasta allí. Estás en Stalingrado pasando hambre, con 40 bajo cero y muertos por todas partes.
La primera ocasión que tienes de volver a tu país de origen es en el año 1957. Te entra la duda si quedarte o volver. Decides hacer el viaje de regreso, otros se quedan.
Llegas a la España de la dictadura y del nacional-catolicismo y no reconoces tu antigua patria, ni siquiera a tus padres.
Para colmo no te convalidan tus estudios universitarios y si eres mujer (con estudios y liberada) te sientes más marginada si cabe.
Como vienes de un país comunista y son tiempos de la guerra fría, la Cia americana aparece para acosarte e interrogarte para conseguir información (“operación niños”).
Aguantas buscando el cariño de tus padres, pero ya es tarde y tienes que decidir si te quedas o regresas a Rusia.
Esto es a grandes rasgos lo que les ocurrió a los “niños de la guerra” y esto es lo que la película documental de Lino Varela, con guion del periodista Rodrigo Pérez Barredo, nos relata de forma magistral.
Consigue transmitir todo el sentimiento de cariño hacia esos “niños”, pero debajo está el gran trabajo de investigación del guionista que unido a la buena dirección de Lino, mezclando imágenes de archivo con las entrevistas precisas, hacen que asistamos a un soberbio documental que te toca la fibra sensible.
Su estreno el 7 de Noviembre de 2018 en Burgos contó con la presencia de varios de los “niños” y de todo el equipo de la película. Ha sido tremendamente emotivo tenerles con nosotros y poder charlar con ellos. El mensaje concluyente de uno de ellos fue: “Que no haya más guerras”.

Me ha parecido una buena y valiente película. De hecho la jerarquía de la iglesia católica francesa intentó silenciar el film.
Narra sin concesiones un caso de pederastia (unos 60 niños sufrieron abusos por parte del sacerdote Bernard Preynat) del 2016 en Francia. Los hechos quedaron demostrados en el juicio y en la sentencia de 6 meses al cardenal que conociendo la realidad no hizo nada.
Tiene secuencias donde el dolor de las víctimas te llega a la boca del estómago.

Sin llegar a la gran altura de "La vida de los otros", a mí me ha gustado esta historia del pintor Gerhard Richter que pasa por 30 años de la historia de Alemania.
A la vez que vemos como el artista va descubriendo su forma de pintar, van saliendo a la luz macabros sucesos del pasado.

Pedro Almodóvar a través de Antonio Banderas nos muestra un retrato desnudo donde hace revivir sus recuerdos y nos transmite sus dolores y miedos internos de forma maravillosa.
Un gran guion y una buena dirección con unos actores en estado de gracia y un final de los que no se olvidan.
Atención especial al monólogo de Asier Etxeandia, auténtico climax de una gran película, momento altamente emotivo, pero no el único.
Se ha superado a sí mismo, sobre todo después de sus últimos films.
Todo ello además con la gran fotografía de José Luis Alcaine y la buena música de Alberto Iglesias hacen en suma que estemos ante una obra maestra .

De Rosales me gustó mucho "Hermosa juventud", pero con Petra no pude.
No me trasmite casi nada y lo que es peor ni me creo lo que estoy viendo.
Por mucho que me digan que es una tragedia griega, narrada con un "nuevo lenguaje cinematográfico".
Es muy difícil narrar algo con silencios y para mí Rosales no lo consigue aquí.
No me gusta sobre todo, como lo cuenta. Ciertos encuadres, planos excesivamente lentos…

Una película más de Clint Eastwood, que a mí no me aporta nada nuevo.
Con ritmo lento que por momentos te desengancha, para luego volverte a meter en la historia, que sin embargo suena a ya vista.
Para colmo, sigue con sus chistes racistas y homofóbicos.
Para hecha para seguidores fieles de Eastwood.

Buena ópera prima que quizás no es apta para todos los públicos.
Narra con sutileza las clases sociales en Paraguay, con una gran interpretación de Ana Brun.
La pega está en que el ritmo se te hace especialmente lento.

Para ser una ópera prima no está mal.
Buenas intenciones y una interpretación muy fresca de Blanca Parés que lleva el peso de la película, pero no me acaba de convencer.
Llega un momento que todo parece repetirse.

Cuando la sorpresa en el cine está bien contada tienes el éxito asegurado.
Y en este corto es lo que ocurre. Tanto el protagonista, como nosotros como espectadores nos encontramos con algo que no esperábamos y nos deja boquiabiertos.
Muy bien planificada y resuelta.

Basado en hechos reales, nos cuenta como dentro de la sociedad conservadora americana se llega al extremo de intentar aniquilar la inclinación sexual de un joven por salirse de la norma establecida, sobre todo por la imposición religiosa.
Con sus altibajos, poco a poco va remontando, ayudado por las buenas interpretaciones.
Parece increíble que por esa "terapia de conversión" hayan pasado unos 700.000 jóvenes en Estados Unidos, según se denuncia en los títulos finales del film.

Me ha parecido una gran película por varios motivos:
Lo primero la denuncia del racismo radical de los años 60.
Lo segundo por la perfecta narración de esa amistad que surge entre dos personas tan diferente como son el rudo italoamericano del Bronx Tony Lip (Viggo Mortensen) y el culto pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali) que le contrata como chofer.
Lo tercero resaltar las dos grandísimas interpretaciones de Viggo Mortensen y Mahershala Ali.
Y por último destacar el gran sentido del humor desarrollado en unos escenarios dentro de situaciones extremas, lo cual hace más llevadero la visión del film.

Con desigual acierto en alguno de los planteamientos, este documental consigue mostrar como unos entusiastas han conseguido reconstruir el cementerio que se creó en un pueblo de Burgos en 1966 para el final de la película de Sergio Leone, "El bueno, el feo y el malo".
Muy interesante los datos y anécdotas del rodaje. Por ejemplo, cómo, dentro de un presupuesto que superaba el millón de euros, pagaban unas 100 pesetas al día (equivalente a menos de 1 €) a cada soldado del ejército español (con el permiso de Franco) para hacer de todo: construir las tumbas, hacer de soldados del Norte o del Sur en la ficción de guerra americana …

Rachel Weisz, Emma Stone y Olivia Colman luchando y destruyéndose por la cuota de poder en el siglo XVIII. Algo que se sigue repitiendo, con algunos cambios, en los tiempos actuales.
Grandes interpretaciones, pero sin embargo a mí no me cautiva lo suficiente como valorarla tanto como la crítica he dicho de ella.

Esperaba que se acercase al universo de “Amanece que no es poco”, pero “Tiempos después” yo la veo a años luz de aquella.
En ninguna secuencia consigue implicarme lo suficiente como para transmitirme la complicidad de sus irreverencias, ni para arrancarme una sonrisa siquiera. Y eso que soy una persona que disfruta con el humor del absurdo, como por ejemplo el de los hermanos Marx, los Monty Python, Woody Allen o el mismísimo Luis Buñuel.
Más que una película con toques surrealista, me parece un absurdo total.
Una absoluta decepción, viniendo de un director como José Luis Cuerda, con obras tan destacables como El bosque animado, La lengua de las mariposas o Los girasoles ciegos.

Obra maestra, donde nos muestra un fresco de la sociedad mejicana de los años 70 de forma maravillosa. Todo a través de la vista de la mirada de Cloe, sirvienta en una casa de clase alta de la ciudad de México y basado en las propias vivencias del propio Alfonso Cuarón.
Ta muestra desde el amor y el desamor dentro de la familia hasta detalles intimistas, sin descartar los grandes acontecimientos como las revueltas sociales.

Tiene por un lado la magia del realismo mágico, que me recuerda el mundo de García Márquez y de Isabel Allende y por otro la lacra del mundo de la droga que no perdona ni a personas ni a culturas.
Esta historia real mezcla las tradiciones de la comunidad Wayú con la ambición por el dinero fácil conseguido del narcotráfico.
Muestra también la solidaridad entre los clanes y tiene fuerza el papel del comunicador de la palabra.

Me suele gustar el cine de David Trueba y sobre todo sus novelas. Pero esta película la veo fallida a todas luces.
No me creo la pareja protagonista, por muy buena intención que pone Lucía Jiménez, Fernando Ramallo no está a la altura. Y el ritmo está roto, con secuencias sin música plomizas.
Una pena, después de recordad los buenos momentos de "La buena vida" (1996).
Sólo se salvan algunos diálogos aislados.

Película necesaria, que nos cuenta con gran sentimiento las vivencias de todo un pueblo que tiene que huir del peligro, ante la llegada del ejercito alemán.
Vemos de cerca la muerte y las miserias que se les viene encima.
Y esta situación que sucede en la segunda guerra mundial, nos damos cuenta que es extensible a cualquier guerra, donde los civiles también pagan las consecuencias del enfrentamiento de los ejércitos.

Dos niños en un entorno de miseria, consiguen tocarte la fibra y plantearte preguntas como: ¿Se puede hablar de la pobreza sin plantearse las causas que la generan?.
Gran interpretación de actores no profesionales.
Creo que le sobra metraje, repite situaciones ya vistas.

Basada en hechos reales, me parece una película conseguida.
Me resulta entrañable, emotiva pero también la veo crítica.
Resalta las grandes diferencias entre esa España de los 60 y la Europa del Norte.
El personaje de Carlos Iglesias cuando está en Suiza, se va dando cuenta de que el tópico de “como en España no se está en ningún lado” no es tan real.
Buenas interpretaciones.