Excelente mosaico de actores situado en un Paris invernal y enblanquecido como metáfora de unas almas que sacan a relucir sus deseos y sus miedos. Así como un "connait la chanson" endormecido por la realidad misma donde la música es sustituida por la tristeza en boca de sus actores protagonistas. La cuidada elaboración en estos es una clara reafirmación de que el cine francés vive de si mismo gracias a la cuidadosa fórmula de tratar el argumento y la improvisación que los intérpretes sacan de provecho. Drama coral con apuntes de tragicomedia a lo que hay que añadir el verdadero protagonismo de su brillante repertorio. Cine hecho con madurez.

Con un interesantísimo prólogo en la Costa Azul de posguerra, la película nos adentra en la cara menos conocida de los Campos de Concentración Nazis; los talleres de falsificación de documentos, cheques e incluso dinero, que eran lo único que salía de allí a fin de desestabilizar la economía de los paises enemigos de Alemania. Buen trabajo de actores por una historia muy típica aunque no desalentadora.

No sólo violencia y mal rollo nos transmite esta opera prima del polifacético Kassovitz -desde los "Rios de color púrpura", sometido a los quehaceres del taquillerismo comercial, y secundado tras Besson o Pierre Jeunet- y nos retrata las veinticuatro horas en la vida de tres jóvenes de la periferia parisina en un ambiente generalizado por los disturbios contra la policía y secundado por la violencia cotidiana y condicionada por sus alteradas vidas en la calle dia y noche. Vivirán sus momentos más irrespirables y críticos a medida que avanza el dia y se pierden por la capital francesa, no tan bucólica como unos pueden imaginar con esa torre eiffel luminosa -aquí en blanco y negro y que apaga sus luces en la oscuridad- hacia una sombras que surgen del subconsciente de sus alteradas y hostiles mentes.

El cine francés es, por así decirlo, tan de sui generis en la comedia que algunos éxitos puntuales lo han encumbrado en las taquillas europeas y de medio mundo. Y cómo no hay que enriquecerlo con veteranas glorias de la gran pantalla como la inglesa Rampling y el francés Rochefort y perpretar un duelo y/o guerra de sexos que se va apagando minuto a minuto transcurrido. Empezando por el enredo y tejiendo una comedia coral -salvo la aislada secuencia de la cena con el empresario de cacahuetes- sobre el reencuentro y el paso de los años.

Un supuesto y rechazado proyecto de Stanley Kubrick supuso para Steven Spielberg implicarse en una retórica que ni mucho menos cumpliría los postulados del director neoyorkino fallecido en 1999. Aún así el film cumple los requisitos de la ciencia ficción más ética y filosófico. El niño-robot interpretado por Haley Joel Osment se pregunta a sí mismo por el sentido de su existencia en la figura de la madre a quien nunca podrá pertenecerle. Entre el existencialismo y el cuento infantil, el resultado seria més que redondo si Kubrick hubiera echado un vistazo en el borrador final. Spielberg manda pero va a la suya y cuando quiere sorprende.

Con este título descabechado en español, Clint Eastwood intentaba desmarcarse prematuramente del encasillado Harry Callahan que tanto habia gustado a su publico e invirtió en el terreno del espionaje para retratar a uno de los personajes que tanto nos tiene acostumbrados; un retirado mercenario e ilegal marchante de arte es reclamado por sus antiguos servicios secretos para hallar al asesino de un antiguo compañero. Desde el Grand Canyon, pasando por Zurich hasta los Alpes, el film es una demostración más de la fuerza que Eastwood posee para contar buenas historias sin caer en los tópicos muy propios del género; patinazo que ya sufriría en "Firefox" siete años más tarde.

Sin pretensión alguna, Kubrick empieza a elaborar su primer largometraje "serio" aplicando todo lo que sabe sobre fotografía, montaje y desarrollo de la narración. La elaboración minuciosa de un atraco es de semidocumental sin perder el hilo del argumento haciendo de la trama de lo más interesante que haya ofrecido el cine negro.

La historia de tres seres marginales y diferentes entre sí en busca del sueño americano sirvió a Herzog para desarrollar uno de sus films más sinceros y trágicos, destacando el personaje principal de Bruno Strozeck que reinsertado en una sociedad de la que cree no poder sobrevivir más tiempo, decide con una prostituta y un pensionista viajar hasta Estados Unidos, establecerse allí y empezar una nueva vida. Lo que ignoran es que les deparará un destino distinto al que ya por si sus recaladas mentes soñaban.
La segunda colaboración del carismástico (y paradigmático) Bruno S. con el director alemán es una poderosa demostración de buen cine y que no solo compatriotas como Wim Wenders bastan para forjar buen cine europeo desde el otro lado del Atlántico.

Joel Schumacher dirigió un entretenido film dirigido a la icona ochentera del cine palomitero moderado y si el resultado es más que aceptable se debe a sus méritos propios de añadir elementos del fantástico con el drama generacional. Atención a la banda sonora amenizada por versiones de "People are Strange" de The Doors y "Don´t let the Sun Go Down On Me" de Elton John, esta última canción interpretada por Roger Daltrey en los créditos finales.

A principios de los cincuenta, Stanley Kubrick realizó "Day of the Fight" un sugerente corto documental que narraba un día en la vida del boxeador Walter Carter a quien precisamente había promocionado en una sesión de fotos para la revista "Look". Al director le empiezan a salir sus frutos de cineasta obsesionado fotograma a fotograma pese a ser una película muy temprana. Es una prolongación mediometrajeada de su documental con Cartier añadiendo una trama de cine negro simple y algo escueto: boxeador a las últimas quiere vengarse de mafioso que atosiga a la vecina de su bloque de la que se ha prendado. Sin olvidar momentos como el de la lucha en el ring; violenta y dolorosa donde la cámara ejerce de ojo humano o el duelo final en el almacén, entre maniquíes amputados, situándonos ante una simple, pura y llanamente pieza fotográfica; un ensayo de arranque de su meticulosa obsesión por los detalles, tan plasmada en su trayectoria posterior.

Releyendo el original de Richard Matheson uno llega a la conclusión de que la principal idea de la obra y su conjunto se basaba en la caza del hombre por el hombre. El ambiente post-apocalíptico en el film es de primera y nos recuerda a la versión de Boris Sagal de 1971 donde Charlton Heston no cazaba ciervos sinó a los propios "mutantes" -en la novela són vampiros- que todavía zancaslideaban a la luz del dia.
El arranque inicial es prometedor y los saltos elípticos adecuan la narración al lugar que nos situa pero es en la segunda mitad de la película dónde Francis Lawrence se deja caer en el error fácil para sugerirnos un divertimento -después de la larga introducción excelentemente improvisada por Smith sin más compañía que un perro algo asustadizo- plagado de seres semidesnudos, calvos como bocetos mal diseñados de los que antaño fueran, probablemente, los androides de "I Robot" también protagonizada por Smith. Parece que al príncipe de Bel Air le va eso de hacer películas con seres inanimados -confiesa incluso su gusto por la película "Shrek"a uno de los supervivientes de la plaga- pero nos encontramos con el origen del mismo problema; "Soy Leyenda" es un vehículo de entretenimiento que respira el aire de la novela de Matheson pero desaprovecha, como asi ocurrió en la otra pero más simpática versión de 1971, un apasionante relato sobre la supervivencia humana.

Ridley Scott ha hilvanado en las fauces bastante transitadas del laberinto neoyorkino que en su dia recorrieron Lumet o Scorsese. No faltan referencias serpiconianas en el policia honrado interpretado por Crowe o el Henry Hill del maow-maow (Whasington) que a lo largo del film tenderán a ascender o remidirse en su condición de proscritos en lo que a entorno familiar se refiere y de un modo paradójico. Es un duelo practicamente sin cara a cara entre gigantes con un ascenso y caída en sus personajes que se desarrolla a lo largo de la película. Podría concretar que, más que un thriller,"American Gangster" es un documento social, policíaco e intachable, con lo cual una de las páginas oscuras de la historia de Estados Unidos reluce del olvido sin prescindir de su calidad de entretenimiento puro e inteligente.