Disney lanza de nuevo su artillería con las aventuras de un perro mimado, que no ha conocido el mundo exterior y que su vida siempre se ha basado en hacer lo que le han ordenado frente a las cámaras. Arropado por el carino de una niña y a mitad de un rodaje, Bolt emprenderá un sinfín de aventuras de Nueva York a Hollywood, con su cabeza metida en un compendio de realidad y ficción. Una gata y un hámster más confuso que él, serán sus compañeros en la ruta hacia su destino, ya sea en camioneta de mudanzas o en tren.

La imaginación de Disney en hacer frente a sus films se basa en la caracterización de los personajes animados. Y de allí, suma y sigue. Lo alimenticio del producto se basa (es una opinión personal) en la horrorosa canción de por medio que acaba de descompensar este largometraje de animación que merece algo mejor que esto.

Lo Mejor: el estandarte "Pixar" que se olfatea en poco más de hora y media
Lo Peor: un acabado demasiado infantil

Hollywood abraza a Bollywood. Danny Boyle y la directora india Loveleen Tandan unen sus fuerzas para occidentalizar aún más con esta historia de superación con poca coreografia pero sí mucho colorido.

Jamal Balik representa la situación de las clases más marginadas de Bombay. Con su hermano Salim y Talika, la chica de la que los dos están enamorados, emprenden una huida hacia el porvenir pero solo encuentran explotación, lucha entre religiones y violencia a su alrededor. Están obligados a robar o hacerse pasar por falsos guías turísticos con la durísima policia en los talones. Las autoridades perseguirán a Jamal incluso en su ascenso a la gloria a punto de hacerse millonario en el célebre programa con el mismo nombre, porque creen que está amañado. Ni los interrogatorios del showman como el del jefe de la comisaria detendrán a Jamal que quiere recuperar a Talika, secuestrada y obligada a prostituirse por unos tipejos, entre los que se incluye Salim. Jamal sorprende con sus respuestas que no són más que un anexo a las difíciles y duras condiciones en las que ha vivido. Tanto él como millones de indios.

Film hecho con gracia, optimismo y ganas de sacrificio. Memorable la escena en que el protagonista se baña literalmente en mierda para poder obtener un autógrafo del actor Amitabh Bachchan (que existe realmente y es real el hecho de que prefiere pasearse antes en helicóptero que en limusina).

Lo Mejor: que entretiene
Lo Peor: el presentador del concurso. Es insoportable

Casi estrenada conjuntamente con la intachable "El Intercambio" y pendientes de su "Human Factor" Clint Eastwood nos brinda con la agridulce noticia -o tal vez sea un rumor- de su retirada como actor. Cuando se visiona "Gran Torino" en algunas secuencias, el aficionado a sus películas siente un pequeño temblor de inquietud temiéndose lo peor.

El polifacético californiano se mete otra vez en la piel de un personaje crepuscular, Walt Kowalski. Le añade el perfil de un hombre solo, derrotado por las heridas de un pasado como veterano de la Guerra de Corea y que odia a un mundo que ya no le pertenece, atestado de inmigrantes y pandilleros pululando por su tranquilo barrio. Sentado en el porche de su casa, entre cerveza y cerveza va contempando ese marco de decadencia y el Gran Torino de 1972 que deja expuesto fuera del garaje, símbolo de su egoísmo materialista. Después de la muerte de su mujer Dorothy, única persona que lo valoraba sus defectos, su soledad se vuelve inquebrantable y, por tanto, el entorno le parece más hostil. Incluso con el cura que le visita a menudo y sus recién llegados sociables vecinos asiáticos. Walt establecerá una amistad especial con Thao, el hijo pequeño, después de confesarle el intento de robar su preciada relíquia de cuatro ruedas.

Eastwood toma el camino de la redención en sus personajes que antaño había presumido de duros de pelar, nulos de parpadeo con rostro de lápida y gruñido de mal genio. Nos demuestra una vez más que su elenco de anti-héroes que surgieron desde "El Fuera de Ley", "En la Cuerda Floja" o "Sin Perdón" siguen por un destino incierto a pesar de su característica arrogancia. Porque "Gran Torino" es un film de un arrogante maestro recuperador de la época dorada del cine con protagonista arrogante. La tozudez es obtusa e inevitable.

Lo Mejor: la variedad de ideas expuestas en el argumento
Lo Peor: algo previsible

Crónica coral en clave de tragicomedia sobre la vida de una família establecida en el Sur de Francia, en los astilleros de Sété y la ambición del padre, obrero en paro y sexagenario, por llevar a cabo el sueño de montar un restaurante en un barco destartalado y emprender una meta que hasta entonces no había alcanzado. Además de su família, con una ex-mujer e hijas con carácter, le ayudarán los vecinos de la zona así como una jóven hijastra empeñada en animarle con su iniciativa.

El choque de culturas es inevitable pero Abdel Kekiche (La Historia de un Amor) no se anda con tabúes sinó más bien consigue dejarnos una grata sensación de buen rollo y cine culinario para dar y tomar (puede recordarnos a la pícara "Big Night" de Stanley Tucci y Campbell Scott). El sacrificio y el empeño por obtener la recompensa en pos de los impedimentos (el inexpresivo e ingrávido padre luchador en busca del irresponsable hijo que se ha llevado el coche con la comida en el maletero) se aprecia en unas puestas en escenas entregadas al conflicto y al diálogo en los problemas domésticos de una familia cualquiera. Tampoco faltan reseñas al neorrealismo italiano, con "Ladrón de Bicicletas" como piedra filosofal, en cuyos fundamentos se levanta esta pequeña joya amarga pero exótica. Brindada por Claude Berri (La Escafandra y la Mariposa) en la producción.

El relevo generacional (y la media hora final da justicia de ello) de una comunidad como la Norte Africana, establecida años ha en el país galo, es uno de los puntos más destacables de este sencillo, sincero y extendidísimo film sobre cómo la unión hace la fuerza.

Lo Mejor: la danza del vientre
Lo Peor: le falta algo más de cundimento multicultural

En 1980 Stanley Kubrick revolucionaba tímidamente el género del terror con "El Resplandor" para aislarse de todo un fenómeno de sub-género, el horro-teen, que empezaba a andar desde la llamada de atención que supuso "Halloween" de John Carpenter dos años antes. Muchos directores noveles no se quedaron cortos ante ese nuevo porvenir del horror basado en un argumento casi de tira cómica; principio y fin con degoteo constante de víctimas. Esquema, por cierto, rebatido en las secuelas del film de Carpenter o el caso lamido "Pesadilla en Elm Street" hasta el punto que el asesino de la función pasa de ser maligno a simpático.

Con "Viernes 13" ocurrió igual. Tomada rigurosamente en serio, no así su friolera de nueve o diez secuelas, el devenir del arte de la sangre como efecto traumático impactó al público de su momento de tal manera que muchas de esas terroríficas escenas de antaño siguen siendo recordadas. El maestro de ceremonias que obligó a la MMPPAA a calificarla "R" (en nuestro país la categorizaron "S", suculento calificativo entonces derivado solamente al cine erótico de pantorrilla y hasta aquí podemos llegar) era Tom Savini, un veterano del Vietnam amante de la fotografía, que se especializó aquí en el arte de la corbata, el hachazo y el empalamiento después de su experiencia en retratar mutilados de guerra. Ya había debutado en el cine con "Zombi" de George A. Romero y su especialidad siguen siendo los muertos vivientes antes que cuatro descuartizados adolescentes de pacotilla. Pero aquí deja su sello y convence. Si psicópatas de entonces como Leatherface o Michael Myers disimulaban un poco el conjunto de su macabra obra, aquí el asesino muestra su labor con una escabrosidad superable incluso en los films de Herschell Gordon Lewis que por entonces se llevaban la palma en este ámbito.

Marcus Nispel acaba de reinventar la saga en su "remake", pero la esencia traumática del "Viernes 13" original será difícil de superar. Aunque a los adolescentes de ahora les recuerde más a un capítulo prolongado de "Bob the Builder" (Bob el Manitas).

Javier Fesser deja de lado la comedia y se lleva su Caja de Pandora de efectos visuales y chocantes al drama duro y triste disseccionando la triste agonía de una chica de doce años nacida en el seno de una familia perteneciente a la desgarradora sombra tétrica y archimanipuladora del Opus Dei. Y sin dejarse llevar por la demagogia, pero sí con un lenguaje visual conciso, el director de "El Milagro de P. Tinto" deja que sea el espectador quien juzge por sus imágenes.

En lo restante referente a dicha secta de la Iglesia Católica ya en 1977 Jorge Grau escudriñó en sus vísceras en "La Trastienda" que ya sus escándalos tuvo y que ahora pocos se acuerdan. ¿Será por la leyenda infudada de que estos cuatro curas fanáticos y meapilas se las dan de perdonavidas con el resto del mundo? Pregúntense por qué los juramentos de ministro se hacen todavía con una cruz reinando la estancia. ¿Es que no diferencia tan "respetada" Constitución Española, Iglesia y Estado? Tal vez en las altas esferas se encuentren atisbos de conclusión de hacia dónde pueden llegar estos siniestros hombres de negro que funcionan como un estado paralelo y que en Italia hay una organización similar y la llaman Mafia. Conclusión: si pueden con el País, pueden con la Familia.

La exclusiva imaginación de Camino (alusión al libro que escribió el fundador del Opus) es reinterpretada en su entorno a sus anchas. Ya no hay vuelta atrás, pero mientras la Muerte se acerca, la imaginación de la niña se dispara sucumbiendo al dolor que sufre, mientras está siendo bendecida en un horrible camastro de hospital, presa de un exorcismo imposible y casi cubierta de electrodos en la cabeza a lo "Naranja Mecánica". No tratándose de una estampita, esta película es un estampazo directo (hostia suena igual de bien) a los que les va el dolor espiritual como mecanismo de redención. Para eso ya tenemos a Paul Schrader en sus mejores épocas.

Lo Mejor: la debutante, Nerea Camacho y sus secundarios padres
Lo Peor: que se olviden de hacer otra película con este tema

Arropado por Kathleen Kennedy y Frank Marshall, ambos mecenas de Steven Spielberg en su mejor época, el director que creó escuela con las atmósferas turbias y siniestras de "Seven", "The Game", "El Club de la Lucha" y la sobresaliente "Zodiac", adapta aquí un relato breve de F. Scott Fitzgerald que no viene a ser más un larguísimo paseo por la Norteamérica contemporánea de un ciudadano al estilo "Forrest Gump" sólo que su particularidad se destaca en su desarrollo de crecimiento físico a la inversa (nace con el cuerpo de un hombre de ochenta años y de allí para adelante, o para atrás, como se mire...).

Es destacable la labor del maquillaje; torturar la cara de Brad Pitt no es como para alegrar a sus fans, pero Fincher se las ha ingeniado con Eric Roth en el guión para que el protagonista de la función y su amada Daisy tengan sus momentos más íntimos a la mediana edad (y buena parte del film), por lo que sobran motivos de encandilamiento y emoción como si estuvieran repartidas en una enorme y pesada tarta de cumpleaños. Tampoco escasea en recursos aventureros (las evasiones y viajes de Benjamin y su amada, cada uno por su lado) enlaguidiciendo el metraje a casi tres horas y dejar de lado el suspiro para pasar al bostezo.

Lo Mejor: la fotografía
Lo Peor: ¿Por qué tan larga?

Ron Howard es de esos directores que provocan altibajos en su currículum. A la gran mayoría no les importará su nombre y apellidos pero sí sus "Ángeles y Demonios" próximo a estrenarse y que poca motivación, en mi caso, tengo en ir a verla. Dejándose llevar por el patriotismo a aventurero (Apolo XIII), la comedia (1, 2, 3... Splash!; Dulce Hogar,... ¡A veces!), o el western (Un Horizonte Muy Lejano), el también padre de la actriz Bryce Dallas Howard (La Joven del Agua; Manderlay) dispone de una filmografía muy variada que a veces funciona y a veces falla.

"El Desafío; Frost Contra Nixon" es, sin lugar a dudas, su mejor película. Meticulosamente elaborada gracias al provecho las decenas de jugosas anécdotas que se acontecieron en los hechos argumentados en esa histórica entrevista, desde su puesta en escena y el "tete a tete" interpretativo entre un postizo Michael Sheen (el Tony Blair de "La Reina" de Stephen Frears) y el mastodóntico y shakeasperiano Langella (actor relegado en papeles secundarios en "La Novena Puerta"y que sólo destacó como principal en "Drácula" de John Badham y la telefílmica adaptación de la novela de Frederick Forsythe "El Puño de Dios"). Pero es, por encima de todo, un desenfrenado duelo con ápices de documental, y que en éste último detalle los secundarios Hall, Platt, McFadden, Rockwell y Bacon emplean sus personajes en un presente posterior a las intensísimas citas financiadas por empresas pequeñas y el orgullo de Frost en persona.

Pero la palma, o el Óscar como se prefiera, se lo lleva Langella superando a su predecesor Hopkins que no menos meritorio estaba en el "Nixon" de Oliver Stone. No es fácil meterse en el traje del humilde, indeciso, pallaso, perdedor con suerte y ansias de poder pero demasiada buena persona que fue Richard Nixon. Éste, cansado, enfermo y retirado como presidente pero con el afán de galantearse como tal, se convierte en el talón de Aquiles y Hannibal Lecter del futuro profesional de un desterrado periodista británico presentador de "talks shows" en Australia. Pero su contricante, David, quiere acabar con Goliat. Los dos saben que no tienen nada que perder en lo moral debido a sus orígenes humildes pero habiéndose sentado en los pupitres de las mejores universidades del mundo. A ambos no les faltará apoyo en sus frentes; Frost se antrichera con algunos de sus colegas de profesión mientras que Nixon hace de lo mismo con su "troupe" de lameculos encabezados por un asesor de tendencias belicistas (brillante Kevin Bacon).

Lo Mejor: la conversación telefónica nocturna entre Frost y Nixon, con un devastador monológo por parte del ex- presidente
Lo Peor: los exagerados peinados kitsch" que lucen algunos intérpretes masculinos

Producida por los malogrados Anthony Minghella y Sydney Pollack este drama romántico con las consecuencias del nazismo de fondo y narrada en diferentes etapas (de finales de los años cincuenta a mediados de los noventa), narra la historia de Michael, un joven alemán seducido por una extraña mujer con la que vive un apasionante idilio de verano y en el que el chico pasa sus buenos ratos leyéndole a Homero y Chejkov. Hasta que un dia, misteriosamente, Hannah desaparece sin dejar rastro. Casi diez años después, Michael, convertido en un aventajado estudiante de derecho, asiste en calidad de observador a un juicio del que Hannah declara como imputada por el asesinato de trescientas mujeres judías. El regreso a los momentos felices de Michael se convertirán en un tormento, incapaz de asumir lo que la mayor parte de la agitada conciencia del pueblo alemán fue capaz de llevar adelante después de la II Guerra Mundial.

Con unos giros al pasado y al presente que no desmotivan el interés del espectador, el film esta llevado a cabo con la singularidad de que una historia de amor imposible es patente entre los dos amantes separados por razones de fuerza mayor. Hannah es analfabeta y ha sido inducida por unas convicciones que luego le pasarán factura por lo cual encuentra una solución abrazándose al cariño y afecto que le otorga el joven Michael, en plena edad del pavo e iniciación sexual. Un encuentro de dos generaciones distintas antes y después del más terrible y oscuro episodio de la Historia Contemporánea, relatado de modo testimonial e impactante.

Kate Winslet, con el Óscar rozándole en las manos, es capaz de transmitir credibilidad en su personaje ya sea por sus dotes de seducción en pantalla o limpiándose los sobacos aislada del mundo. No así de los libros y las grabaciones que recibe del lector Michael. El proceso de envejecimiento del que fue sometida la actriz británica (por tanto, horas y horas de maquillaje) está sincronizado a la perfección con su caracterización.

Lo Mejor: el lujoso apartamento de una de las víctimas, por lo cual nos da una doble lectura de lo que se llegó a ser en el pasado y lo que (que bien se vive) se es en el presente
Lo Peor: que se le vean tópicos al margen de una historia de amor

El precio que hay que pagar por ser una buena persona, con buen corazón y las consecuencias que pueden repercutir en su paso a la redención absoluta. Will Smith cambia de identidad con la finalidad de suplantar un terrible error del pasado. Durante su recorrido a la salvación se enamora de una chica aquejada de problemas coronarios (Rosario Dawson) y corrige su hostil actitud hacia un vendedor ciego y aficonado a tocar el piano (Woody Harrelson) que se cuentan entre las siete personas a las que decide ayudar. El actor de "Soy Leyenda" y "Hanckock" muestra su lado más depresivo con una faceta dramática más que reconocida. Pero el resultado se deshincha en un argumento desfragmentado y largo.

Lo Mejor: ver a Will Smith encolerizado
Lo Peor: no transmite suficientes emociones por el derroche de su metraje

En la crónica negra española siempre se han dado casos puntuales de sucesos ocurridos en diferentes puntos de su geografía, con distintos móviles, la mayoría económicos y sociales. Ya en su día se disfrutaba de la prensa de "El Caso" que, por desgracia, ahora nos invaden cada tarde en directo y en el lugar de los hechos. Tanta casquería se puede dejar a un lado si se toma en serio un análisis profundo del reportaje sin caer en el morbo del directo, siempre aupado por un modo de hacer periodismo tan agresivo como infumable. Con la basura elevada al cubo y con una pérdida de interés ante el tema porque no se le da el rigor informativo necesario, son unos pocos que parecen motivados en recrear, y una pequeña gran mayoría visionar, documentales que por ser algo plastas, nos ayudan a mantener un cierto y mínimo interés sobre la crónica de sucesos que sin censuras pero bien limpia y refinada puede ayudarnos a procesar bien el cerebro y masticar bien sucesos del pasado como también del presente. Y así es como debería ser.

Balagué nos cuenta la historia de un asesino en série que llego a ser olvidado por la durísima justicia franquista ya bastante preocupada en encarcelar a sindicalistas ilegales, políticos y estudiantes cantando a la libertad guitarra en mano con la tristemente célebre Ley de Vagos y Maleantes. ¿Hasta qué punto se medían los índices de criminalidad en la psique de un trotamundos que llegó a vivir en las islas baleares, cometiendo uno de sus más atroces actos consiguiendo no solo salirse airado después de huir del lugar de los hechos sinó obligando a que "le cayera el muerto" a otro? Manuel Delgado Villegas "El Arropiero", alusión atribuida en su primer trabajo como vendedor de arropes (higos macerados con azucar del que se extrae un oscuro licor) se le muestra como lo que llegó a ser; un enfermo que pasó por sus momentos de gloria matando por placer hasta su internamiento en un sanatorio mental, aislado del mundo.

Este documental nos muestra de un modo indirectamente cronológico tan devastadora trayectoria. Des de su primera época en Puerto Santa María sucumbiendo a la vagancia, de mendigo a violador y asesino,... Durante su detención no se negó a confesar nunca sus crímenes con los policias que le escortaron en un macabro pelegrinaje a los lugares donde reconstruía sus crímenes... Los testimonios que le conocieron, policías y psiquiatras reconstruyen con una fidelidad sincera el perfil de un hombre temerario pero a la vez enterrado por el egoísmo de unas instituciones que miraban hacia otro lado.

Thriller de embrollo y enredo muy propio de su director pero realizado con menos sentido del humor del habitual. Ni el enfrentamiento entre un veterano como Liotta contra un irreconocible Statham (se disputan el control de una todopoderosa casa de juego) consigue llevar el film a buen puerto, que aquí se ha estrenado con retraso aprovechando la masiva afluencia y buena aceptación que ha tenido la muy superior "Rock N´Rolla".

Aunque no se le pueden quitar méritos. Giros argumentales en la trama con alguna que otra laguna y el escenario apropiado, un laberíntico y claustrofóbico Casino de las Vegas, no acaban de dar el empuje apropiado en este olvidado (y como se vea, prescindible) largometraje.

El argumento es simple pero no carente de interés; Will y Lee son dos niños de diferente condición social. El primero es arropado por su familia en la religión de una comunidad conocida como el Movimiento (algo así como unos Amish a la inglesa) limitándole, por tanto, a según que acciones que pueden poner en peligro sus convicciones morales, lógicamente impuestas. El segundo es un niño mimado, rico y gamberro con su madre siempre ausente en sus viajes por España y con un hermano prepotente y cruel. Lee se cuela en un cine para ver "First Blood; Acorralado" y anima a Will a verla y emprender una aventura, cámara de vídeo en mano, para realizar una peliculita casera sobre un supuesto hijo del célebre antihéroe guerrillero y que tednrá como villanos de la función a un inocente perro ovejero y un espantapájaros de madera con cabeza de hojalata. Lee será infuyente en su amigo (sólo su modo de hablar ya es digno de un personaje de acción). Los problemas empezarán a surgir en la "post-producción" cuando se unen a ellos un estudiante francés de intercambio y su pandilla venida a menos, con lo que pondrá en peligro la amistad entre los dos muchachos.

Película hecha con gracia sobre la iniciación en el cine. A modo de advertencia; si sois niños o adultos con pocas ganas de madurar, evitad imitar las tomas de acción de sus sufridos protagonistas. Por favor, no lo intentéis ni en vuestras casas. Ni con el teléfono cerca con el 112 memorizado. Para ver niños jugándose la vida ya tenemos a la Disney. Es la única flaqueza residual que le he encontrado a esta película. Al margen de éste último comentario "El Hijo de Rambow" demuestra que la ambición y la amistad unidas puden hacer más que un proyecto cinematográfico en formato de vídeo.

Estamos en la primera mitad de los años sesenta; el magnicidio de Dallas está todavía en sus brasas y desde el otro lado del país, en un frío y navideño reducto religioso del Bronx, una tranquila escuela parroquial se ve sacudida por el enfrentamiento entre el progresista padre Brendan, la ultraconservadora hermana Aloysius y la recién llegada hermana James que, como tercera persona, acaba siendo testigo de un asunto turbio del párroco con uno de sus monaguillos, Donald Miller, el único estudiante de raza negra que corretea por las aulas del colegio.

Pero lejos de prejuicios raciales y al margen de los cambios políticos y sociales, el director de la olvidable "Joe contra el Volcán" se saca de la manga su propio premio pulitzer, adaptado también al teatro con gran éxito, y lo lleva al cine consguiendo un duelo actoral entre una veterana Meryl Streep y un todo terreno Hoffman, encasillado desgraciadamente en papeles de personaje mal reputado, y aún más después de su recordado papel de desequilibrado sexual en "Happiness" o de su siniestro y sobrersaliente hermano perturbado en "Antes que el Diablo sepa que has Muerto".

Lo Mejor: el duelo actoral
Lo Peor; su temática religiosa se excede

Empieza la película con un primer plano del rostro del maestro de ceremonias de tan sugestivo drama realista, un joven profesor, tomandose un café en una cafetería cercana a tan frío y encerrado microcosmos de una agitada escuela del extraradio parisino. Ya no vamos a ver más escenas de calle porque la película ya dispone de un título que lo dice todo en el original; "Entre les Murs". Y no estamos ante un drama carcelario aunque profesores como alumnos viven reclusos; los primeros enseñando y los segundos vacilando como tienen que hacer los primeros su trabajo. Pero sin decirlo en voz alta, sinó más bien al principio mostrando su punto de rebeldía basado en el bochorno, el vapuleo, la pasividad y los "novillos". La crudez en la improvisación (sobretodo en lo que se refiere a los alumnos) es digno de un estudio de actores lo que hace que el realismo plasmado en este film sea digno de un palmarés colectivo. De hecho muchos de los actores que intervienen no son profesionales. Incluso François, el profesor de lengua francesa, es lo que es en la vida real; un maestro de bachiller que escribió un libro relatando su difícil experiencia con los estudiantes que había tenido y Cantet no tuvo ningún problema de poner en escena tan duras y comprometedoras situaciones que había vivido François como docente valiéndose de un repertorio de aficionados enfrentados a la cámara y a la improvisación.

El director de "Recursos Humanos" y "El Empleo del Tiempo" expone con crudez y realismo una confrontación entre alumnado y profesorado en un marco sociológico alimentado por la dialéctica verbal y la legítima defensa entre los dos grupos enfrentados. François intenta sobrevivir a su trabajo mientras los chicos (que podrían parecer pequeños diablillos) se desahogan ante unas instituciones que tampoco les obligan a quedarse sentados en un pupitre y aprender. Van a a la escuela para reunirse como todos los días; pero a jugar a futbol, a hablar, a pelearse... La falta de comunicación será la gota que derramará el vaso. Más que exponer una visión crítica de las escuelas de su país, Laurent Cantet nos presenta un experimento social tan real como la vida cotidiana en el difícil mundo de los institutos poblados por profesores dispuestos a cumplir con su obligación profesional y de estudiantes hambrientos de aprendizaje pero incapaces participar o tomar decisiones, ya sea por orgullo o rebeldía.

El tándem Winslet-Di Caprio vuelve a unirse. Y funcionan en otro relato de hundimiento. Pero la diferencia es abismal. No nadan en las aguas frías de un oceano sinó en los acogedores años del nuevo estilo americano que tan encandilaron los años cincuenta, en plena era McCarthy. Mendes, con su notable sentido teatral, pone en escena a una pareja aburrida por el ambiente en que se han acojido (bonito barrio residencial con césped y sociables vecinos) y dar el salto a una libertad que uno sin el otro podrán hacer posible. Incluso los hijos que tienen forman parte del asfixiante decorado moral en que se han acomodado.

El director de "American Beauty" revisa Douglas Sirk y el melodrama profundo con sus consecuencias irreversibles por lo que da toda lan energía interpretativa a los dos actores de "Titanic". Con sus "flash-backs" que puden confundir (debido a sus elipses) asistimos a los mejores y peores años de un joven matrimonio en apuros (no económicos sinó morales) hasta su el tyalón de aquiles del porqué sus vidas han ido a formar parte de un acomodamiento basado en el chismorreo de los vecinos y las rutinarias idas y vueltas del trabajo.

Lo Mejor: todos los actores
Lo Peor: algo lenta

Estimable, y exitosa, muestra de comedia francesa que se rinde al gusto de los que conocen tan de cerca las situaciones y enredos locales que se producen en ciertas zonas del país. Para desmitificar tópicos, hecho que justifica su rotundo éxito en el país galo, el argumento se centra en la odisea que le toca vivir a un funcionario del sur cuando recibe órdenes de trasladarse al frío y norteno Paso de Calais, en las regiones mineras cercanas a Lille, fronterizas con Bélgica. El peso de vivir rodeado de frías pero calenturientas gentes borrachas y en paro suponen para nuestro protagonista una dura pesadilla de dos años. Incluso la polícia que le detiene a mitad de camino (por ir demasiado lento) siente compasión hacia él. Suerte que su nuievo subordinado (brillante Daniel Boon, originario por cierto del lugar) le mostrará cuán paradisíaco puede ser su nuevo hogar. No faltarán claro sus "problemas" de adaptación en territorio tan hostil. Divertida.

El cine de vampiros ha hecho un salto radical en los últimos treinta años que haría poner los pelos de punta a los recién llegados fans de este subgénero que ha alimentado la mitomanía hacia Dracula del escritor irlandés Bram Stoker para dispersar todo tipo de hipótesis sobre como viven o se alimentan estos no-muertos de la noche. Stephen King acuñó en "El Misterio de Salem´s Lot" una intrigante historia de pandemia propiciada por estas criatura chupasangre en un pequeño pueblo de provincias. La autora alemana Angela Sommer-Bodenburg publicaba en 1979 el inicio de una serie de libros para los más pequeños titulada "El Pequeño Vampiro". la mitología de malos empezaba a desaparecer. Luego le tocó el turno a Stephenie Meyer y su saga Crepúsculo.

Vamos a decir lo mismo en el cine. Los Vampiros han experimentado su cambio de malos malísimos a progres. Des de "Jovenes Ocultos" de Joel Schumacher o la série "Buffy" esa imagen de blancuchos y poco sociables seres con sus colegas de instituto ha ido decayendo a lo risible y mediocre, emparentándolos como púbers en la edad del pavo dispuestos a todo para no seguir creciendo.

"Crepúsculo" es más que eso. Como historia de amor adolescente es convincente (solo la cara de circunstancias de su actriz protagonista ya superó todos los castings). Ejemplo: la chica está en su habitación y suspirando hasta la llegada de ese Peter Pan de mirada de anuncio de colonia y piel de yogur griego dispuesta a llevarla volando hasta su morada. Pero el film cae en su exceso de fantasia bobalicona para soñadoras (y soñadores) púbers de pupitre rallado. En ese aspecto "Crepúsculo" se habría perfeccionado de otro modo sin tener que recurrir a los mismos métodos actorales que utilizan los jóvenes actores que se ponen en la piel de estos íncubos.

Lo Mejor: el "feeling" de la pareja protagonista
Lo Peor: otra de vampiritos buenos con sus reglas; más sobao que un sobao pasiego

Farrel y Gleeson podrían pasar como padre e hijo pero son colegas a la fuerza en este híbrido de comedia negra y thriller. Ambos interpretan a dos asesinos a sueldo que, establecidos en silencio en dicha ciudad belga, esperan nuevas instrucciones de su jefe, interpretado por Ralph Fiennes.

Aunque la puesta en escena se haya tomado a conciencia para recalcar la ignorancia que se tiene respeto a la población belga, sirve de excusa para que nuestros amigotes se escondan y amñen un enredo que no se llega a producir. El desarrollo tiende a un dramatismo que nos recuerda al "polar", subgénero extraído del film noir.

El Madrid yé-yé de principios de los setenta pasó a un plano más aterrador (si tenemos en cuenta las consecuencias que reprcutirían el fin del franquismo) con la absurda pesadilla en la que se ve inmerso un hombre encerrado dentro de una cabina telefónica. Alegoría contra un sistema asfixiante en tiempos de cambios (se hace evidente el "paseillo" del que es testigo José Luis López Vázquez por toda la ciudad de Madrid hasta su destino en algun lugar de la sierra) cuaqndo la cabina es llevada supuestamente a "reparar" y poder sacar así a su encerrado usuario.

Hoy en día puede verse también como una crítica al gigantesco monopolio que representa Telefónica en esta nueva era de la comunicación.