¿Hay quién duda de que los duendes existen? Bueno duendes o cómo los queráis llamar. Al final es todo lo mismo, criaturas simpáticas y pequeñas pero con una mala leche que tira para atrás. Es curioso pero están presentes en el folclore de multitud de países. Naturalmente también en el mundo anglosajón. Unwelcome va un poco de esto aunque da la sensación de que es como una pequeña broma que su director Jon Wright nos hace. Entonces ahí está la cosa: dejarse engañar como un chino entrando en el juego y pasártelo en grande o, esto va por las personas de carácter más serio, renegar desde el minuto uno de una historia un poco infantil llena de fantasía y terror.

Maya y Jamie son una pareja que deciden trasladarse a un paradisíaco entorno rural escapando de la vorágine de la gran ciudad. Van a parar a una antigua casa heredada que es vecina de un bosque dónde habitan unos duendes algo cabroncetes.

Unwelcome es una cinta que engaña. Al principio parece una tomadura de pelo. Conforme va avanzando y te vas acostumbrando a su rocambolesca historia, se va tornando más interesante alcanzando el clímax en la parte final ya que no escatima escenas explosivas repletas de un excelente gore para nada digital. La realidad es que deseamos convertirnos en las criaturas del bosque y atizar y desmembrar a unos individuos que tienen la particularidad de que, a pesar de ser físicamente “normales”, nos provocan auténtico asco.

Parece fácil pero provocar que el público se lo pase bien es algo muy meritorio y todo eso sin tener que acudir a elevaciones de tres al cuarto, mensajes que solo entienden los creadores, a veces creo que ni eso, y un ritmo cansino. Wright no se anda por las ramas. Quiere contar una historia que roza la provocación y consigue un producto fresco, de fácil digestión, quizás demasiada, con un ritmo endiablado y con alguna que otra crítica social aunque estas estén algo escondidas.

Tenemos que felicitar al departamento de maquillaje, stun y efectos especiales y visuales. Primeramente por el diseño de los duendecillos de marras. Sin ser muy originales provocan lo que todos los especímenes parecidos tienen que provocar: empatía y terror, y lo consiguen plenamente. Segundo, por el ya comentado excelente gore que satisfará a todos los seguidores de este aditivo. Puede que igual convenza a los no seguidores, con lo que miel sobre hojuelas.

Las interpretaciones están repletas de buenas actuaciones. Cuesta un poco elegir al o a los protagonistas. Nosotros nos decantamos por la pareja que, hastiada de Londres, decide hacer el camino hacia la naturaleza y la felicidad. Me estoy refiriendo a Hannah John-Kamen (Black Mirror. Playtest y Fifteen Million Merits) como Maya y a Douglas Booth como Jamie. Vamos con los malos, que son muchos. Encabeza esta ristra el secundario visto en infinidad de films Colm Meaney. Le siguen Chris Walley (1917), Jamie-Lee O'Donnell y Kristian Nairn, el inefable Hodor de Juego de Tronos.

Estamos ante un film que cumple con creces su cometido: divertir. Aparte de esto esconde algunas cosas que tendréis que descubrir. Para ello, lo dicho, dejaos llevar por la fantasía. ¡Ah!, se me olvidaba, también por el terror.

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Que arte el de crear con pocos elementos tanto malestar como lo hacía Fabrice du Welz con este su debut en el mundo del largometraje. El director belga, que es hoy en día uno de los directores europeos más respetados dentro del género, arrancaba con una película sencilla en cuanto a su presupuesto y sus localizaciones, pero muy grande por las sensaciones que genera y la maestría que hay detrás de la cámara en muchas de sus escenas.

Marc Stevens es un cantante que actúa en pueblos pequeños que resultan bastante deprimentes. Se desplaza con su furgoneta y cuenta con fans de avanzada edad que ya no están para muchas cosas. En una de esas, regresando de su concierto, su furgoneta se estropea y se queda tirado en medio de la nada. Hasta que uno de los vecinos acude en su ayuda…

Lo primero que puedo destacar, es que el Calvario tarda un poco en llegar, pero cuando aparece es muy punzante. La película nos presenta una situación incómoda desde los primeros planos. El lugar donde actúa Marc es de los más decrépito, sus espectadores parecen muertos en vida, y encima las mujeres del lugar se le echan encima de la manera más anti sensual que uno se pueda imaginar. Por lo que, en unos minutos, Du Welz ya deja claro que el lugar es extraño, y sus gentes lo son aún más.

Pronto llega el giro al infierno que intuimos desde el principio, con esa furgoneta que deja de funcionar, y el rescate que le sigue. Ahí la fotografía de Benoît Debie sigue manteniendo esos colores entre rurales y hostiles, y parece que introduce otro tipo de colorido a medida que la penitencia se va acentuando. La escena del piano bar y la secuencia final son sobresalientes, desde las posiciones de cámara que se escogen, hasta la crudeza de la situación.

Un terror en la naturaleza sin mucha civilización y con unos personajes salvajes, capitaneados por Laurent Lucas, gran asiduo al cine de terror y presente en gran parte de la filmografía de Du Welz, y Jackie Berroyer como el salvador.

Por momentos recuerda a Misery, con esa mezcla de sórdido/absurdo, con la nieve y la naturaleza hostil. Pero es mucho más aterradora la naturaleza humana, capaz de proceder a vejaciones y humillaciones de lo más retorcidas.

En definitiva, un debut que dejaba claro el potencial que había detrás y que sigue siendo mejor que algunas de sus obras posteriores. Adentraos en este Calvario crudo y sucio, es un viaje de lo más interesante.

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En Nightsiren hay muchos elementos diferentes y tratados con mucha belleza, tanto en lo visual como en lo que nos cuenta, se puede definir como una película hermosa. Tenemos por un lado la brujería, vinculada a creencias de otros tiempos, que apuntan con el dedo a cualquier mujer que se salga de los moldes. Por otro lado, nos encontramos con eso, mujeres que no encajan en una aldea pequeña que las juzga y las violenta. Y por otro, la reconciliación con el pasado, los secretos que no dejan avanzar, y los rituales obsoletos que dominan las vidas. Todo con elegancia y con muy buen trabajo delante y detrás de las cámaras.

Charlotte regresa a la aldea en la que creció tras muchos años para reclamar una herencia que es suya. Sin embargo, su salida de ese lugar no fue fácil y pronto vuelven la sensación de asfixia en el pueblo diminuto, las mentalidades cerradas llenas de creencias primitivas y los malos recuerdos.

Empecemos por el cast. Natalia Germani y Eva Mores, ambas premiadas con una mención especial en el Festival de Sitges 2022, llenan la pantalla y consiguen crear una relación muy especial entre ellas para combatir la animadversión que generan a su alrededor. Ambas son fuertes, aunque de apariencia frágil. Y ambas son medio brujas y se enfrentan al mundo hostil que las rodea. Todo el resto del elenco está igual de impecable.

Si pasamos a un nivel más técnico, la película está muy bien realizada. Tanto la fotografía, las localizaciones, la ambientación, la luz. Todo apunta maneras y da la sensación de película muy bien llevada a cabo que nos llega de un país como Eslovaquia, donde no abunda esta industria. Lo más fallido puede ser la duración (es típico decir esto, pero muchas veces es verdad) que en definitiva es un problema de montaje. Hay un par de secuencias especialmente largas (hoguera y la que sigue) que, aunque bellas y necesarias, podrían durar bastante menos. Que bien le sienta a una peli meter la tijera cuando toca.

Pero la forma de narrar en general es de mucha calidad. Es contemplativa y puede que algunos la tachen de lenta, pero salvo en el par de ocasiones que he mencionado no es mi caso. Que peligrosas son las mentes retrógradas, ya nos advierte la directora al inicio de la cinta que en Eslovaquia, en muchos parajes, se sigue creyendo en todo esto. Nadie está a salvo de una quema de brujas y estas sirenas nocturnas no serán menos.

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El Jeepers Creepers es un icono del terror que siempre ha funcionado a medio gas desde su nacimiento en el año 2001, esto no es debido a la falta de aceptación entre los fans, sino a todas las sombras que rodean a su creador, Víctor Salva, debido a sus juicios y penas de cárcel por pederastia. Siendo fan del universo de esta criatura, incluso de la tercera película, no pude hacer menos que frotarme las manos antes el reboot de un director al que le presuponía cierto talento.

Le presuponía…

Laine y su novio Chase viajan al Horror Hound, un festival para los amantes del terror. Durante el viaje por carretera, Laine empieza a tener visiones en lo que algo oscuro y malvado revive. Lo que todo el mundo ignora es que han pasado los 23 años durante los que hiberna el Jepeers Creepers y empmieza una nueva temporada de caza. Durante 23 días, nadie estará a salvo.

Timo Vuorensola tiene a sus espaldas las dos entregas de Iron Sky, desvergonzado universo pulp en el que los nazis campan a sus anchas, por eso no parecía mala idea que se encargase de dirigir el reboot de un monstruo del terror que afirmaba adorar. Timo ha tomado el pelo a los fans del creeper ya que tras un arranque muy ad hoc con la saga original – en el que la ya clásica Dee Wallace tiene un encuentro con el Jeepers – empieza de verdad la película y uno tiene la sensación de que la historia no funciona, que detrás de la cámara hay alguien sin interés alguno, que las interpretaciones son terribles… Hasta que todo llega a su final y uno se da cuenta de que Jeepers Creepers: Reborn es un timo orquestado entre Timo Vuorensola, a quien contrataron para dirigirla y el guionista (por llamarle de alguna manera) Sean-Michael Argo.

Es cierto que los actos de Salva son execrables, pero hay que reconocerle cómo en tres películas inventó una mitología repleta de riqueza y creó un icono de terror incluyendo su astrosa furgoneta (aunque en la triste tercera entrega se convierta en el GadgetoCreeper). No estoy diciendo que sea fácil retomar o continuar la saga del Creepers, pero resulta imposible hacerlo tan mal como Sean-Michael Argo: no hay personajes, no hay tensión, todo da vergüenza ajena y la película arranca hasta en tres ocasiones; Argo (quédense con este apellido para evitarlo en futuras ocasiones) confunde Jeepers Creepers con Michael Myers y Victor Crowley porque roba a manos llenas de las sagas Halloween y Hatched.

Tal vez la fotografía de Simon Rowling sea lo único destacable, porque en ocasiones se acerca a los colores originales, pero los efectos especiales, la música y las ¿Interpretaciones?, son terribles.

Como decíamos antes, Victor Salva estuvo en la cárcel por sus crímenes, y ahora el director Timo Vuorensola y el guionista Sean-Michael Argo deberían ir al trullo por atentar de esta manera contra el Jeepers.

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Estamos ante una cinta de campamento de los ochenta al más puro estilo de las de entonces, sin pretensiones sobredimensionadas, con los tópicos y clichés habituales de esta clase de películas, incorpora eso sí, un pequeño elemento diferencial, que ya descubriréis por vosotros mismos más adelante en la review, en la parte final de la historia, que como poco es curioso. La obra nace a partir de un corto de 2017 con el mismo nombre y de los propios autores.

Es el último día de verano para el campamento Briarbrook, por lo que los monitores deciden montar una fiesta de despedida, en ella, explicarán una historia prohibida sobre una antigua leyenda relacionado con una bruja del bosque que se lleva niños, el miedo será generalizado cuando la leyenda se torne realidad.

Si no me falla la oreja y la memoria, recuerdo que lo mejor de la película con diferencia es el tema principal Kids in America de Kim Wilde temazo de principio de los ochenta que le va como anillo al dedo a las películas de campamentos, o quizás sólo me lo estoy inventando, en cualquier caso, es así como lo recuerdo.

Aunque la música motiva bastante, por no decir muchísimo, el arranque es más bien pausado, demasiados tópicos y en general una descripción de los personajes poco atractiva pues es más de lo mismo pero sin valor añadido, en realidad, el cast está más bien flojito, y eso que hay un puñado de nombres conocidos, o al menos reconocibles, pero no serán recordados por esta ocasión, los textos son flojos y aunque alguna broma se puede reír, en general no terminan de encajar.

Algo bastante positivo es que se podría decir que va de menos a más, algo siempre de agradecer, aunque cuando aparece la idea de convertir en zombies a los que entran en contacto con la bruja, que es una idea original que puede ser buena si se dinamiza la trama, le falta punch y maldad, además la explicación de la subtrama en ese momento es bastante demoledora. La obra es sincera y sin pretensiones lo que permite ser vista sin resoplar demasiado, pero tampoco será recordada como aquella obra postmoderna de campamento zombi.

Siendo sinceros, merece bastante más la pena rescatar alguna de las obras originales de campamentos de las que ya hablamos en una ocasión en el podcast de TerrorWeekend Radio Show, pero si te topas con ella tampoco va a ocurrir nada, se deja ver, y aunque solo sea una vez, pues ya habrás visto otra película más ambientada en los ochenta, de campamentos en este caso, una lista que parece que no va a terminar nunca de crecer.

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Adam Leader y Richard Oakesmin, vuelven a la carga y siguen en la línea del terror, pero de manera muy positiva mutan de su ópera prima Hosts donde trataban de aterrorizarnos con un film de “posesiones” al gore más visceral, humor negro y entretenimiento caníbal.

Jed Freeman es un joven que acaba de perder a su mujer, desesperado y totalmente deprimido entrará en contacto con un extraño y trastornado personaje llamado Lionel el cual le convencerá para quitarse la vida, pero de la peor manera imaginable.

Al igual que hicieran con su primera obra, la pareja de directores vuelven a escribir el guion de manera conjunta, en este caso de manera mucho más sólida, también hay que tener en cuenta que en el marco del humor permitimos algunas situaciones poco creíbles como válidas en pos de la comedia, en cualquier caso, ya no encontramos aquellos errores que hacían tanto daño a Hosts especialmente en el texto de los personajes y el desarrollo de los mismos. Ahora encontramos una pareja protagonista que es la que soporta la mayor parte de los diálogos y de las situaciones y lo hacen de manera mucho más solvente, divertida e ingeniosa, y como digo, razonablemente normal y creíble dentro de la absoluta locura absurda que supone el tema principal. O no tan absurda, confieso que a medida que se iba desgranando las intenciones de la película me vino a la cabeza el Caníbal de Rotemburgo, una vez más la verdad supera a la ficción o por lo menos la iguala.

Este binomio de personajes está protagonizado por Christopher Mulvin, quien tiene que sacar de la chistera un buen repertorio de caras para transmitir el dolor al espectador, y justo en frente y completando la dupla protagonista el actor Neal Ward que da vida al personaje de Lionel, que es un caramelito para representar, y no lo desaprovecha, le otorga toda la locura que el papel requiere, siendo sin duda el reclamo principal de la obra, creando sombra a todo lo que le rodea. Está también bastante interesante la trama cuando se le añade a la historia Hannah Al Rashid que dará vida a Alex y que mantendrá unas situaciones muy divertidas con Lionel.

Destacar por último el atrezo y la decoración del escenario principal que tanto ayuda a describir el personaje de Lionel y que aporta tan mal rollo a la historia.

Sin mayor pretensión que la de divertir, y contando con pocos escenarios y pocos actores, esta película va al grano y consigue su objetivo que no es otro que el de entretener, tener buenos momentos de gore y arrancarnos una sonrisa de vez en cuando. Para pasarlo bien, esta es una buena opción.

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Estoy seguro que Bones and All, cuyo título en español es Hasta los Huesos, os sorprenderá desde el minuto uno. Su electrizante inicio hará que entréis de lleno en una forma muy original de rodar. No os dejéis engañar por su aspecto de cine clásico, de entrada por su trama, espesa y angustiante y después por el formato, una road movie, en esta ocasión plenamente justificada. Como decía Jack Kerouack en su obra maestra On the Road: No sabía a dónde ir excepto a todas partes.

A los niveles de plenitud cinematográfica alcanzados por este film influyen decisivamente el trío de protagonistas. Efectivamente, es una historia de amor, en esta ocasión protagonizada por Timothée Chalamet y Taylor Russell pero hay un tercero en discordia, actoralmente hablando. Se trata de Mark Rylance que se basta y se sobra para dar sentido a una historia que ni en el más oscuro de tus sueños imaginarias.

Maren es una joven con algún que otro problema existencial. Al quedarse sola, no tiene más remedio que intentar sobrevivir en una sociedad que rechaza y sufre al mismo tiempo su modus vivendi.

Después de Suspiria (2018) Luca Guadagnino deja de lado los remakes para centrarse en una película repleta de guiños al cine estadounidense. Pero no lo hace recreando unos personajes típicos sino que crea de la nada unos seres atormentados unidos por un nexo que aunque no sea para nada corriente, eso esperamos, los hace tiernos y cercanos. El guion es de altura, la autoría del cual recae en David Kajganich, estando basado en la novela del mismo nombre obra de la norteamericana Camille DeAngelis.

Tampoco creáis que es una historia de amor corriente. Está teñida de sangre. El abundante gore está muy logrado consiguiendo crear repulsión y angustia en el espectador. Lo hace sin muchos alardes, como el que se come una hamburguesa saboreándola de principio a fin. Al mismo tiempo la cinta tiene cierto aire de tristeza, cosa que le sienta muy bien. Nos habla de perdedores, de seres que habitan el mundo no queriendo formar parte de él. A pesar de sus extrañas aficiones no se vanaglorian de ello. Intentan analizar la razón por la que hacen sufrir a sus semejantes. Incluso se avergüenzan cuando hacen daño intencionadamente.

Vamos a hablar un poco más de los actores. Encabeza el reparto Timothée Chalamet (Dune) en una performance electrizante. Le secunda a la perfección la actriz Taylor Russell (Escape Room) que borda su interpretación de una mujer en busca de su identidad. Como tercero en discordia tenemos a un inquietante Sully interpretado de manera magistral por Mark Rylance. Su aparición es algo más escasa que la de sus compañeros pero ya sabemos por experiencia que cantidad no sinónimo de calidad.

Deciros, para finalizar, que tenéis que estar atentos a su visionado. Es una película que sin duda estará entre las imprescindibles de este movidito, cinematográficamente hablando, 2022. Siendo un poco osado, la recomendaría a todo aquel que quiera disfrutar de buen cine, sin etiquetas. Eso sí, la única premisa es la de dejarse sorprender.

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EL cinéfilo John Swab vuelve a la carga, y es que el prolifero guionista y director sigue con un ritmo altísimo de crear contenido de calidad, tras Ida Red y Broody Brookers regresa con una road movie en que no veremos ni un kilómetro de carretera pero si a todos los individuos que la frecuentan. John nos trae la ruta 66 desde un punto crucial de la mítica vía, un área de servicio concurrido por la gente que viene y que va, pero también por los que viven allí, estamos ante una obra costumbrista que huele a setentas.

Remy es una chica profundamente devota que es expulsada de su culto religioso, sin ningún lugar en el que caerse muerta ni experiencia en la vida, será acogida por un grupo de trabajadoras sexuales que le darán la oportunidad de hacerse un camino en ese difícil y peligroso mundo.

El artífice de todo esto, John Swab tira del freno de mano para situarnos en aquel lugar de paso donde uno nunca se plantearía quedarse ni un día de más, si en alguna ocasión os habéis preguntado por estos sitios sed bienvenido al crudo y real retrato que nos propone la mente de este creador, con planos de gran bagaje cinematográfico, personajes tarantinescos y situaciones de lo más dispares, situaciones perfectamente factibles teniendo en cuenta el marco en el que nos encontramos, pero y además hay lugar de manera ligera para las sectas y bastante más extensa para la prostitución, y el mundo en que se mueve.

Gran parte del éxito del film, al igual que ya ocurrió con su obra anterior, reside en la habilidad del director para dirigir actores, también en la elección de casting, varios de ellos de confianza en varias de sus obras anteriores, y de esta manera poder convertirlos en aquellos personajes que él creo en su mente y plasmó sobre el guion. El elenco está encabezado por las actrices Sam Quartin, Olivia Luccardi, Eden Brolin y Virginia Rand que realizan un trabajo soberbio a la vez que profundamente convincente, pero también el de Owen Campbell y ojo con la participación de William Baldwin, Brad Carter y Mark Ward limitada en tiempo pero destacable dentro del film. Unos roles bien definidos y mejor interpretados que junto al texto, indaga en las interioridades de cada uno de ellos, hace de este grupo de protagonistas una familia y de esta manera lo puede sentir el público, que poco a poco irá interiorizando muchas decisiones a priori reprochables pero con perspectiva como poco debatibles.

En la parte técnica destacar el trabajo de Will Stone al cargo de la fotografía, hace que podamos sentir el polvo en el ambiente y el olor a gasolina de fondo.

Por buscar una pega por así decirlo, en la parte final de la obra, la conclusión, sorprende, pero por otra parte da la sensación de que es precipitada y algo torpe en el sentido de que no sabe estar a la altura de toda la parte anterior del film, está resuelta con demasiadas decisiones sencillas en comparación con lo que se había visto hasta entonces, claro que quizás de otra manera, estaríamos hablando de un trabajo bastante más extenso por encima de sus poco más de noventa minutos de duración.

Sinceramente, considero a John Swab uno de los nombres a tener en cuenta, me interesa su cine, el mundo que crea en sus historias, así como sus personajes. Os recomiendo estar atentos para los proyectos futuros.

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Durante el ocaso de la segunda contienda mundial, un veterano de guerra que vive alejado de todo en la Laponia finlandesa, encuentra una considerable cantidad de oro en bruto. De camino a la civilización es descubierto por una escuadra de soldados alemanes, que harán todo lo posible por arrebatarle la vida y el preciado hallazgo.

Inmortal es el significado de la bonita palabra finlandesa Sisu. En un alarde de maestría y buen hacer cinematográfico, el finlandés Jalmari Helander nos seduce con esta propuesta repleta de acción y adrenalina, sin dejar de lado una notable evidencia de calidad en su producción. Conocido por varias producciones de recorrido internacional como Rare Exports (2010) o Big Game (2014), el realizador propone ahora una brillante producción bélica con cierto aire de western y grandes dosis de crudeza, para hacer las delicias de los aficionados al cine de la segunda guerra mundial.

Ganadora de varios premios importantes en eventos de renombre como el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges 2022, donde se hizo con el galardón a la mejor película, mejor actor principal, mejor fotografía y mejor banda sonora original. Sin lugar a dudas, todos ellos merecidos ya que la producción evidencia una gran calidad en la mayor parte de sus segmentos, al hacer gala de una indiscutible labor técnica, un excelente guion y una fotografía realmente evocadora.

Por lo que respecta al apartado actoral, el realizador vuelve a contar con Jorma Tommila que hace un papel enérgico y contundente al dar vida al protagonista Aatami Korpi, un imparable veterano de guerra, con tintes de superhéroe, que no se detendrá ante nada ni nadie con tal de lograr su objetivo. Para el personaje de villano, podemos ver al conocido actor noruego Aksel Hennie, Con una trayectoria encomiable, destacan sus trabajos en películas como The Trip (2021) o The Martian (2015).

En definitiva, una propuesta de altos vuelos donde nada queda al azar y ciertamente destacable por su generación de ambientes, los planos y la sugestiva banda sonora, pensados para hacer pasar una inolvidable experiencia al espectador. Cine bélico de calidad no apto para estómagos sensibles, bañado de una trama frenética y brutal, para formar un conjunto casi perfecto.

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Resulta interesante esta nueva generación de directores y directoras que buscan cambiar el paradigma, que han decidido no mirar hacia el cine más allá de nuestras fronteras para copiar sus esquemas y, en cambio, dirigen su mirada hacia el interior de nuestras propias mitologías e historias. Al nombre de Paul Urkijo podemos añadir el de Ángeles Huerta con Cuerpo Abierto.

Galicia 1909. Miguel, un profesor, llega al lejano pueblo de Lobosandaus, en la frontera con Portugal. Aunque en este lugar busca algo que no encuentra, si es capaz de ir descubriendo las historias que allí acontecen: el amor posesivo de Turelo por su mujer Dorinda, el magnetismo del portugués Mauro, el encierro de la joven Obdulia debido a un “mal de cabeza”. Tras una muerte violenta, con la incógnita de quien fue el asesino, algo sobrenatural se va adueñando del pueblo.

Xosé Luis Méndez Ferrín es un interesante escritor poco conocido mas allá de las fronteras gallegas aunque estuvo cerca de conseguir un premio nobel. El relato de género fantástico Lobosandaus forma parte del libro de historias cortas Rayanos. La propia directora, junto con el guionista Daniel D. Garcia, decidieron ampliar este universo e ir más allá del final del relato. Como se decía en la entradilla, Huerta reivindica la identidad propia en su narración, y por ello hay mucho clasicismo en la forma de contar: elipsis, sin estridencias narrativas y secuencias que parecen no tener solución de continuidad y, sin embargo, son piezas de un puzle que respira romanticismo trágico y grandes dramas. Al tono gótico marcado desde el principio, cuando el carruaje que lleva al protagonista surge de la niebla, la directora añade gotas de costumbrismo y western con las referencias a cruzar la “Raya”, la frontera con Portugal, y que es como un sueño inalcanzable para muchos de los personajes.

Cuerpo Abierto está muy cuidada a nivel formal, con la música de Mercedes Peón y la hermosa fotografía de Gina Ferrer que transita entre lo siniestro, lo romántico y lo sobrenatural. Interpretativamente la película es más que correcta, y aunque el protagonista Tamar Novas acertó con su retrato de Miguel el maestro, es María Vázquez como Obdulia quien se lleva la palma con un personaje que sufre una transformación física y espiritual debido a las fuerzas sobrenaturales. Atención a la química que surge en la única secuencia que comparten Victoria Guerra como Dorinda y José Fidalgo interpretando a Mauro el portugués.

El espectador impaciente chocará de frente con Cuerpo Abierto, ya que la historia puede resultarle lenta, sin interés, ya que lo sobrenatural va surgiendo lentamente hasta devorar la historia, resultará perfecta para aquellos que busquen películas que apuestan por lo clásico, hagan reflexionar y no den todo mascado.

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Blumhouse nos trae una nueva película de terror basada en una historia de supremacismo donde los mecanismos de pánico llegan a través del agobio y la asfixia de un clímax insoportable que va de menos a más sin detenerse ni un solo instante, si eres de los que se saturan con poco, no hace falta que sigas adelante, porque este metraje cumple con el cometido que se ha propuesto, hacernos tragar saliva.

Un grupo de nuevas amigas se reúnen para hablar de un tema muy particular que tienen en común. Motivadas y bastante exaltadas por la reunión deciden ir a tomar vino a casa de una de ellas. Pero todo tomará un rumbo totalmente diferente cuando coincidan en una tienda con una vieja conocida.

Sorprendente ópera prima de la directora y guionista Beth de Araújo, admirable especialmente ya que la obra está rodada en un coordinado plano secuencia que cumple con su objetivo, el de no dejar ni un segundo de respiro al espectador e introducirlo desde el primer minuto dentro de una historia que perfectamente puede ser real.

Además de la destreza de la directora, así como del equipo técnico que la acompaña para hacer factible el rodaje, esto no sería posible, como suele ocurrir con esta manera de rodar, sin el estado de gracia de los actores que aparecen en pantalla, desde los que cuentan con más minutos hasta los que aparecen una sola vez en la obra, Stefanie Estes, Olivia Luccardi o Eleanore Pienta entre otras que destacan por soportar gran parte de los poco más de noventa minutos de la obra o Melissa Paulo sin la que el conjunto total no hubiera funcionado.

Está claro hacia donde va la sociedad y más viendo el rumbo que está tomando la política actual a nivel global, hacerse cargo de lo irracionales que nos estamos volviendo y de lo malos que podemos llegar a ser, no resta ni un ápice de intensidad y malrollismo a una situación que a menos que seas un psicópata te va a generar mucha angustia.

Estamos ante un trabajo brillante de la directora que va directa al grano y no se anda con rodeos, utiliza a la perfección las banderas rojas para marcar el devenir de la historia, son muy directas pero tan bien encajadas en el conjunto de la trama que entran como puñaladas al espectador sin que éste no las vea ni venir, para cuando llegue el final ya estaremos tan metidos en la trama que nos lo comeremos todo sin preguntar, atónitos y en cierta manera rotos por un ejercicio de asfixia que merece el aplauso colectivo por aquello de lograr transmitir emociones en pantalla grande.

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Filipinas cuenta con una historia del cine bastante curiosa, hay figuras como las del actor Rudy Fernández que merece la pena descubrir, y el terror no es una excepción, podemos encontrar en el cine más underground a figuras como las de los directores Eddie Romero o John Ashley. En los últimos años empieza a tener de nuevo protagonismo el cien de terror y se pueden encontrar al menos un centenar de estas obras dirigidas por jóvenes directores que en algunos casos como el de Roderick Cabrido cuenta con hasta tres títulos de género en los últimos años, entre la que os recomendaría su ópera prima Purgatoryo de 2016. Hoy hablamos de la primera obra Joey De Guzman (Day Zero) es la obra más actual de esta nueva ornada y aunque no está muy acertada se puede llegar a palpar de manera sutil el cine filipino del que os hablo.

A raíz de un brote violento la gente empieza a convertirse en una especie de zombies ciegos, Emon es un exsoldado que se encuentra en prisión, pero debido a la situación no dudará en salir de esta para ir a buscar a su mujer y su hija.

Parte del problema de la obra es el actor principal, el ex-luchador de la UFC Brandon Vera, básicamente porque se le junta el no saber interpretar con el que automáticamente al verle en pantalla esperemos una acción que si no se consuma resulta decepcionante, o al menos contradictoria, porque cuesta entender su papal en la película si no es para repartir mamporros.

En este aspecto se podría decir que hay poca salsa en general, en la cárcel por ejemplo, con la propia presentación del personaje como militar de operaciones especiales y no se cuantas cosas más y resulta que solo es un tipo que se quiere comportar bien y estar tranquilo pero además de verdad, porque ni cuando tiene que repartir cachetadas lo hace con mucho entusiasmo.

Es ese poco carisma del protagonista y el no sacarse partido a si mismo, acompañado de una cosa curiosa que es la acción sin acción, da la sensación de que a pesar de todos los peligros no pasa nada, se vuelve la película incluso monótona, pareciendo que pasan todo el rato por el mismo pasillo o que sucede todo el tiempo lo mismo en el mismo lugar.

Si a esto añadimos que no hay banda sonora como tal, y que al ser sordomuda la hija del protagonista a la que tiene que salvar, hay momentos absolutamente surrealistas de total silencio en la película, raro de verdad.

Las cosas como son, es una ópera prima, no cuenta con el mayor presupuesto del mundo, sin ser tampoco una low cost propiamente, y se le pueden perdonar muchas cosas, pero el conjunto global de la obra no es del todo bueno, la puedes ver por curiosidad, no deja de ser una película de zombies filipina, pero poco más a partir de ahí.

Pensándolo detenidamente, la idea es buena, es decir, se podría haber hecho una primera parte de la película en prisión, donde las cosas se complicarán debido a la situación y la fuga fuera lo realmente interesante y por otra parte, un desenlace en el exterior de prisión, pero con la debida intensidad con la que se debería vivir un caótico momento como este. Han fallado las formas no la idea.

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Todos los que hemos leído la obra del escritor Phillip K. Dick sabemos que cuando una droga aparece en la historia, el protagonista terminará por probarla y cuando la realidad se haga pedazos será imposible encontrar el camino de vuelta a casa.

Algo asó ocurre con los protagonistas de All Jacked Up And Full Of Worms.

Los gusanos aparecen en cualquier momento y lugar. Cuando distintas personas las prueban, sus percepciones se ven alteradas e inician un camino descendente hacia la locura y la muerte. Mientras los gusanos reptan, a su alrededor hay explosiones de sangre, semen y cadáveres.

All Jacked Up And Full Of Worms, escrita y dirigida por Alex Phillips tiene un arranque en el que ponen las cartas boca arriba, y del espectador depende si entra en una historia malsana y alucinógena o si, por el contrario, prefiera quedarse en la barrera para no mancharse. Mi consejo es dejarse llevar porque All Jacked Up And Full Of Worms es tan bizarra como diferente, tan desagradable como fascinante. Si uno reflexiona sobre ella encuentra elementos que la emparentan con otras películas de vicios como Miedo y asco en las Vegas gracias a que la frontera entre la realidad y el viaje chungo está muy diluida, y ecos de la nueva carne de David Cronenberg por esos viscosos gusanos penetrando por todos los orificios que encuentran los yonkis, pero es imposible negar que parte de su clímax remite directamente al Reanimator de Stuart Gordon – salvando las distancias, claro – y que algunos personajes como el de Benny Boom recuerdan al Kevin Smith de su (primera) Trilogía de New Jersey, pero enfrentados a espejos deformantes y con drogas muy fuertes.

Es innegable la capacidad de Phillips para provocar fascinación en un momento y asco en el siguiente, convertir un viaje de buen rollo como el colorido momento de la moto en una pesadilla sin retorno al aparecer un personaje tan peligroso como Biff el rey payaso. A lo largo del metraje, Phillips rompe la narración una y otra vez, planteando distintos escenarios a los espectadores, que al final de All Jacked Up And Full Of Worms deben buscar sus propias respuestas entre las explosiones de tripas y extraños líquidos viscosos que podrían ser amnióticos o… Uff, mejor no pensar demasiado en esto.

Interpretativamente, All Jacked Up And Full Of Worms es un catálogo de gente desquiciada y desquiciante, pero Phillip Andre Botello como Roscoe da mucho asco y pena, sobre todo por su mirada extraviada en conjunto con el trabajo de maquillaje que muestra la degeneración de su rostro según consume más y más gusanos; al otro lado encontramos el carisma tierno de Trevor Dawkins como el atolondrado Benny que busca la felicidad a base de entrar y salir de pabellones psiquiátricos y cuyos diálogos no tienen desperdicio.

Imposible terminar sin comentar que ha ganado, merecidamente, los premios Weirdest Boner Award en el Sick ‘N’ Wrong Film Festival y el Wovie Fucking Kazowie Award en el Shock Stock, lo que da idea del tipo de película que es.

¿Es recomendable All Jacked Up And Full Of Worms? Depende de la predisposición al entrar en ella. Si a los tres minutos no has conectado, haz otra cosa porque solo va a más y a peor.

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Una reportera primeriza y su operador de cámara, acompañan a los bomberos por un aviso de emergencia en un edificio de Barcelona. Al poco de llegar, se declara la zona en cuarentena y quedan atrapados dentro del inmueble. Con horror descubrirán los sinestros motivos del encierro forzado y lo único importante será salir de allí con vida.

La obra de Jaume Balagueró y Paco Plaza, ha pasado a la historia como la demostración de lo mucho que se puede lograr con una buena idea y un ajustado presupuesto. Con imaginación y ganas todo es posible y los realizadores, lo demuestran de forma precisa y buen hacer cinematográfico. A modo de falso documental y manejando con habilidad el recurso del metraje encontrado, la sensación de realismo es óptima en todo momento y transmite al espectador, grandes dosis de estrés y adrenalina.

Desde su estreno en noviembre de 2007, la cinta alcanzó un rotundo éxito de taquilla al superar ampliamente la inversión inicial. Por méritos propios, se ha erigido como precursora de varias secuelas y del remake estadounidense Quarantine (2008). En aquel momento, los directores ya atesoraban una innegable experiencia dentro del cine de género. Jaume Balagueró con Los sin nombre (1999), Darkness (2002) o Frágiles (2005) y Paco Plaza con Romasanta: La caza de la bestia (2004). Ambos se unieron para realizar un proyecto ilusionante y el resto, es historia del cine de terror.

Rodeados de un elenco implicado y dinámico, la buena elección del casting le otorga más realismo a la película, al mostrar perfiles poco conocidos que han hecho más creíble la propuesta, al añadir desenvoltura y motivación. En uno de sus primeros papeles importantes, Manuela Velasco destaca por sus ganas y naturalidad, al interpretar a Ángela, la martirizada protagonista. También es destacable la intervención de Vicente Gil, Carlos Vicente y por supuesto, Javier Botet como la Niña de Medeiros. Realmente uno de los personajes más escalofriantes que se han llegado a plasmar en la gran pantalla.

Violenta, acelerada y con una vigorosa historia claramente enfocada a no dar un respiro a la concurrencia, que no apartará la mirada de la pantalla durante todo el metraje. Una de las obras cumbre del terror español por su frescura, su enérgico argumento y su sobresaliente puesta en escena, que no deja a nadie indiferente.

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Resulta especialmente alarmante cuando el terror vive en los hombres, en sus convenciones, en su manera de ver y entender la vida, en años y generaciones de creencias ancestrales hacia aquello que pudiendo o no existir marca el devenir del día a día de cada una de las personas que creyendo o sin hacerlo, conviven con quien si lo hace y de esta manera quedando automáticamente implicados en todas las consecuencias que estas suposiciones den por hecho.

Un escéptico militar encargado de la seguridad de la zona donde conviven montañas y mitos, verá como los extraños sucesos en un remoto pueblo ganadero y un chamán especializado en exorcismos pone a prueba sus convicciones.

Máxima sorpresa para la ópera prima como director del guionista iraní Arsalan Amiri, tremenda demostración de cine clásico de terror de exorcistas y maldiciones en un entorno rural. El director del que debéis recordar el nombre, logra crear una atmósfera enrarecida sin más trucos que la magnífica dirección de actores, llegando a tratar al espectador como si fuera un observador más dentro de la historia, además de un solido guion coescrito junto a Tahmineh Bahramalian e Ida Panahandeh que sabe aprovechar todos los recursos de la narrativa sin necesidad de pantomimas exageradas ni excentricidades o efectos digitales para resolver una historia que en esta ocasión si sabe cerrar la historia a la altura de toda la incógnita generada. No deja preguntas sin resolver pero si que pone en valor el nivel de escepticismo o credulidad del público, lo cual tiene mucho mérito, pues nos hace participe de manera activa, de algo que es un poco más que una película.

Posesiones, exorcismos, supersticiones, pero sobretodo mucho miedo, esa es la premisa que mueve y en cierta manera recala en el mensaje que se pretende dar como bien reza una de las frases de la película “Los supersticiosos no son sólo peligrosos para sí mismos, son peligrosos para todo el mundo”, siendo además de una obra totalmente entretenida un mensaje e incluso la visión del director, como en aquella época del cine en que lo que quería decir el director tenía importancia.

Terror clásico desde la sutilidad del escepticismo donde cualquier ráfaga de viento puede pararte el corazón, cine de ambientación a través de una historia bien contada y de unos peculiares personajes interpretados con absoluta naturalidad, en lo que se podría denominar cine de terror costumbrista. Es curioso, sobretodo para el mundo occidental, encontrar en pantalla a estos curiosos personajes, aparentemente, habitantes habituales de los pueblos de Irán, o quizás no, quien puede saberlo, resulta tan convincente que no es difícil imaginar a este chamán presentándose en un pueblo cualquiera con su traje de oficinista de hace cinco o seis décadas, para capturar un posible demonio.

En nuestro país, en el momento en que escribo estas líneas tenéis la oportunidad de verla en FILMIN, no dejéis escapar la oportunidad para descubrir una obra llegada desde el Kurdistán. Por mi parte ardo en ganas de descubrir la próxima obra de este director.

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El cine de terror español está más en forma que nunca, y Viejos es prueba de ello. Un film que bebe de películas como Malasaña 32, La Abuela o Verónica. Aunque bien es cierto que la nueva cinta de los “Ferezo” coge todas estas ideas y las lleva más allá convirtiéndose en una película con entidad propia.

Después de la muerte de su esposa, Manuel debe mudarse a casa de su hijo Mario. Su familia lo acoge con los brazos abiertos, pero pronto, Manuel empezará a notar que algo fuera de lo normal está sucediendo. Aquí empieza un descenso hacia la locura… o tal vez sea otra cosa lo que está ocurriéndole a anciano.

Viejos es la nueva y terrorífica película de la dupla de directores, Raúl Cerezo y Fernando González Gómez. Es increíble que en tan solo un año y una película juntos, estos dos directores hayan sabido compenetrarse tan bien y su evolución en todos los aspectos técnicos y artísticos es más que evidente.

Sobre esta evolución detrás de las cámaras de esta dupla lo podemos ver en la dirección de actores por ejemplo, se nota que hay una madurez respecto a su anterior film, La Pasajera. O cómo consiguen transmitir al espectador esa sensación de agobio debido a la ola de calor que están pasando los protagonistas por las calles de Madrid.

Cabe destacar no solo la dirección como hemos dicho, sino ese estupendo e ingenioso guion, escrito a tres cabezas por el propio Raúl Cerezo, junto a Rubén Sánchez Trigos y Javier Trigales.

Me gustaría pararme para hablar de las actuaciones, y es aquí donde hay un nombre propio que brilla por encima del resto. Y es que Zorion Eguileor simplemente está enorme y si bien es verdad que sus compañeros de reparto no están para nada mal, Zorion se nota que está a otro nivel. Destacar también a Paula Gallego, que vuelve a repetir después de co-protagonizar la anterior cinta de Raul y Fer, La Pasajera.

En resumidas cuentas, estamos ante una película que sabe jugar muy bien con el terror, y algo más difícil todavía se atreven con un terror a plena luz del día, como años atrás el maestro Chicho Ibáñez Serrador nos brindó con esa obra de culto ¿Quién puede matar a un niño?

Si aún no habéis visto Viejos es una cinta que recomiendo encarecidamente pues estamos ante uno de los grandes títulos de este 2022.

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Estamos ante la película que logró el interés de multitud de generosos cinéfilos que lograron el hito de recaudar más de tres millones de euros con el sistema de colaboración crowdfunding y que verán su estreno en cines a finales de noviembre en cinco países incluido el nuestro. Por lo tanto esperada película para muchos que por fin van a poder ver la versión más salvaje de Heidi.

Suiza sufre bajo los pies de una dictadura encabezada con mano de hierro por parte del President Meili, pero todo dará un repentino giro cuando una joven de la montaña llamada Heidi caiga en manos del sistema totalitario, con su lucha y resistencia iniciará una revolución para cambiarlo todo.

Los responsables del largometraje son Johannes Hartmann y Sandro Klopfstein que dirigen de manera compartida su ópera prima, además de encargarse junto a Gregory D. Widmer del guion.

La idea principal es buena, y por ello, además sin duda del gran trabajo de marketing que han realizado y del espectacular falso teaser, han logrado enganchar a la gente para que quieran participar en el proyecto, un “swissploitation”, como lo llaman ellos, en clave de Heimatfilms moderno rodado en suiza y con aires de película de Tarantino, por lo que podemos preveer una versión totalmente salvaje de Heidi.

El espectador ante esta premisa sabe lo que quiere, y a mitad de metraje se va a dar cuenta de que falta algo, no está aquello o al menos no en las cantidades que el falso tráiler nos mostraba y es debido a que esta clase de películas piden mucho más ritmo, excesos y desmadre de lo que Mad Heidi nos da, en definitiva echamos en falta todo aquello que no se suele poder ver en el cine más convencional.

Es por ello que el guion encuentra sus momentos más flojos donde trata de encontrar una historia más profunda, realmente, poco nos importa la revolución de Heidi, lo que queremos es verla en acción sin mayores pretensiones que la de laminar en trocitos pequeños a los malvados tiranos del queso con aires nazi.

El tono humorístico del film funciona muy bien en la primera parte de la película pues el universo que han creado es nuevo a ojos del espectador, la línea a seguir del queso es original y graciosa, pero a medida que se van terminando los chistes sobre el tema, vamos notando que el nivel burlesco desciende para dar paso al dramatismo, realmente no se el por qué, ya que aquí habíamos venido a ver explosiones y sangre.

En el terreno artístico nos encontramos un nivel de lo más variado, siendo el más destacado de todos Max Rüdlinger en el papel de malo malísimo Kommandant Knorr, pero también nombrar al actor holandés Casper Van Dien quien da vida al dictador President Meili, le recordaréis por lograr la fama con el papel protagonista en Starship Troopers de Paul Verhoeven. Quizás en algún caso como el de Leon Herbert por su calidad interpretativa o Kel Matsena por el diseño de su personaje, se les echa en falta más minutos en pantalla.

Lo mejor de la obra es la estética, está lograda y resulta atractiva para la historia, encaja muy bien con el personaje de Heidi e invita al humor satírico.

Mad Heidi, es una obra hecha para ser disfrutada y aunque no tiene la intensidad que se le esperaba, se puede disfrutar sin complejos, goza de buenos momentos, alguna escena gore y de bromas que entran bastante bien. Ojalá podamos ver en el futuro muchos más swissploitation.

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Decía el director Diego Hallivis que cuando presentó el guion a varias productoras, todas se lo echaban atrás con la nota de “es demasiado exagerado”, pero luego Donald Trump, Vladimir Putin, Boris Johnson y demás se consolidaron en el poder y lo que era exagerado de pronto se convirtió en peligrosamente realista.

Y el problema de American Carnage es que aunque su planteamiento es de fantástico y terror, es incapaz de superar una realidad cada día más esperpéntica.

Una nueva ley recorre el estado: todos los trabajadores ilegales y sus familias deben ser internados. A los jóvenes se les da la opción de conmutar su pena y conseguir papeles a cambio de cuidar ancianos. Para Camila, PJ, Big Mac, Chris y Cynthia es la solución a todos sus males. Pero tal vez en la residencia de ancianos tengan otros planes para los jóvenes.

American Carnage arranca con una fuerza espectacular, utilizando imágenes de archivo que tratan las problemáticas de los trabajadores ilegales en el suelo norteamericano. Los personajes se presentan con rapidez y en menos de un suspiro la historia ha arrancado con una facilidad y simplicidad sorprendentes. La estancia en el centro de detención está rodada de forma ágil y directa. Todo bien aunque el protagonista resulte demasiado “guay”.

El problema empieza cuando los protagonistas llegan a la residencia y arranca la película en sí: entra el resto de los personajes y se comportan como si estuvieran en un campamento de verano, les enseñan el lugar, van de un lado a otro sin que el espectador les vea sudar la camiseta y el guion de los hermanos Diego y Julio Hallivis empieza a cojear porque se acumulan los sucesos extraños con gente que desaparece, ancianos que mueren, trabajadores corriendo de un lado a otro mientras nuestros protagonistas miran. ¿Para qué les han llevado allí si el trabajo lo hacen los americanos de pro? El diseño de los protagonistas y su vestimenta – obra de Nerea Torrijos, ganadora de un Goya por Akelarre – recuerda demasiado a la serie Misfits, igual que en la actuación de los protagonistas: tenemos el guay, la mona, la rebelde, el charlatán y el miedoso. De entre todo el grupo podría destacar a Jenna Ortega porque es la más resultona y porque se está labrando una carrera en el cine de terror con películas como Scream 2022 o X.

A nivel dirección, Diego Hallivis se maneja bien, pero no hay ritmo ni tensión, el terror brilla por su ausencia y están las típicas secuencias en las que los malos se ríen mucho mientras se cuentan el plan para que lo sepan los espectadores (Y encima en un restaurante repleto de gente). Cuando termina American Carnage uno se da cuenta de que todo podría haber sido mucho más barato y sencillo para los malos (WASP, por supuesto) con un par de agujas hipotérmicas y kilos de somníferos. La fotografía de Unax Mendia es correcta mientras la música de Nima Fakhara va un poco por libre y abusa del rollo “cool” cuando debería ser mas ambiental.

American Carnage tiene un buen arranque y fondo social, pero le falta la mordida de John Carpenter y la diversión de James DeMonaco con la saga The Purge. Y por cierto, nota mental: esto lo hicieron en un especial casa árbol del terror de Los Simpson y era mucho más efectivo y creíble.

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Una familia de clase media, encuentra una gran casa para pasar el verano a un precio inigualable. Lo que al principio parecían unas vacaciones idílicas, no tardarán en transformarse en una pesadilla de fatales consecuencias para los inquilinos.

El proyecto de Dan Curtis destaca por su buena puesta en escena y su buen hacer cinematográfico. Sin duda, reúne todos los ingredientes de una satisfactoria película sobre casas encantadas, al manejar con maestría todos los recursos del género. Dejando de lado los grandes efectos especiales, las vísceras y la casquería, la mejor cualidad de la propuesta es crear una atmósfera asfixiante, para lograr hacer pasar un rato angustioso al espectador. Rodada en 1976, tres años antes de la famosísima The Amityville Horror, y precursora del resto de producciones de este tipo, puede decirse que abrió la veda para todo lo que vino después y aunque no fue la primera, sentó las bases en uno de los subgéneros más relevantes del horror.

El propio realizador, en colaboración con William F. Nolan, también se encarga del guion y realiza una adaptación lógica y muy coherente de la novela de Robert Marasco, centrándose en los aspectos más psicológicos de la historia, al envolver la trama en un velo de misterio. Todo se sugiere, no hay nada explícito y se mueve con soltura al crear un argumento plagado de entresijos. Es destacable la solidez en todas las facetas del guion. No hay lagunas ni sucesos por explicar y todo queda bien atado.

Curtis se rodeó para el elenco con un grupo de excelentes actores, que proporcionan un incremento de calidad al proyecto. Oliver Reed encarna al sufridor padre de familia y Karen Black a la preocupada esposa. No podemos olvidarnos de Burgess Meredith el genial actor que dio vida a Mickey, entrenador de Rocky Balboa o también al Pingüino, el villano de Batman en la serie y la película de los sesenta. Además, cuenta con la presencia de una grande como Bette Davis, que aporta su amplia experiencia y otorga mayor relevancia, si cabe. Ambos realizan papeles secundarios, pero de enorme relevancia en el devenir de los acontecimientos.

En definitiva, una clásica y bastante desconocida propuesta sobre Haunted Houses, donde el terror psicológico, el buen hacer cinematográfico y su excelente elenco son los principales puntos fuertes. Decididamente recomendable para todos los seguidores del género que no deben declinar su visionado.

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Aunque Art the Clow lleva años dando vueltas por el mundo, no llamó la atención hasta que Terrifier 2 empezó a causar desmayos en las salas de cine y multitud de fans elevaron esta segunda parte al altar de los elegidos.

¿Pero hay algo de publicidad tras todo este movimiento?

Ha pasado un año desde que Art the Clown asesinó a 9 personas. Su imagen se ha convertido en recurrente y este Halloween muchos se vestirán del payaso asesino. Pero lo que pocos saben es que el verdadero Art se esconde entre las sombras, dispuesto a terminar con la vida de más gente. Esta vez en su punto de mira se encuentran dos adolescentes, Sienna y su hermano Jonathan. El contador de muertes se vuelve a poner en marcha y nadie está a salvo.

J. K. Rowling publicó Harry Potter y El cáliz de fuego en el año 2000. Para muchos es el libro definitivo de Potter: tiene aventura, misterio, una pizca de terror, revelaciones… Tuvo tanto éxito que en el 2003 se publicó Harry Potter y la orden del fénix. J. K. Rowling estaba muy endiosada y no se impuso autocritica – o nadie se atrevió a decirle algo al respecto – y el libro es un ladrillo de 800 páginas donde todo lo que funcionaba en los libros anteriores se repite hasta la saciedad.

Esto viene a que algo parecido ocurre con Terrifier 2, ya que pasamos de los 85 minutos de la primera parte a las dos horas y veinte de la segunda. Todo lo que funcionó en la película del 2016 está aquí sobredimensionado, para lo bueno y lo malo ya que la dirección de actores continúa siendo el punto flaco de estas películas. Aun así, es innegable que Damien Leone es un tipo al que seguir la pista porque está creando una extraña mitología que empezó a cimentarse con el muy sorprendente giro final de Terrifier, en el que el espectador descubría por un lado que Art the Clown tenía un componente sobrenatural y que lo que parecía el prólogo era “realmente” el epílogo de la primera película y el prólogo de Terrifier 2.

Los primeros diez minutos de la película son brillantes al meternos en la mente de Art the Clown en una secuencia que tiene algo de cómico y mucho de terrorífico. A partir de este arranque Damien Leone llena su película de ideas y personajes, pero suelta todo sin filtro y el espectador no sabe muy bien por dónde van los tiros: ¿Qué tienen que ver Sienna y su hermano, la muerte de su padre y los dibujos?, ¿quién es esa niña pálida que tan solo ve Art?, ¿qué le ocurrió a la superviviente de la primera parte que se ha vuelto loca?, ¿y esa espada? Esta falta de concreción hace que la película navegue sin rumbo y solo los brutales asesinatos mantienen el interés. En este sentido comentar que en esta película se encuentra la muerte más asquerosa, brutal y dolorosa que he visto en muchos años, o en toda mi vida; aunque el resto funcione con un alto nivel de masoquismo, no llega a este nivel. Ahí lo dejo.

Los referentes de Leone son muy claros: Michael Myers y Freddy Krueger, y ambos los maneja muy bien sobre todo el mundo de Pesadilla en Elm Street con el segmento del high school y la ruptura entre lo real y lo onírico. Pero allá donde Terrifier consigue entidad como película independiente, esta segunda parte se siente como una historia intermedia y depende excesivamente de la primera; el espectador que se acerque sin haber visto Terrifier se quedará con un montón de dudas.

Art the Clow volverá, esperemos que venga con respuestas y concreción.

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