Nada en "Gattaca" es casual. Desde su título, pasando por una ejemplar banda sonora, suple un presupuesto que debería ser mayor para filmar una cinta de ciencia ficción con pulso. La cuestión tiene su miga, porque Andrew Niccol y su equipo ponen el dedo en la llaga de un tema de rabiosa actualidad: los avances en la genética y la capacidad de predecir las posibilidades de supervivencia para un bebé recién nacido.

El reparto es sólido hasta decir basta, Ethan Hawke dota de un cotidiano encanto a su protagonista, un rebelde en una sociedad perfectamente pragmática. Es imposible no conmoverse ante su falta de resignación, recordando, por momentos, a la atmósfera de 1984 de Orwell, aunque con personajes a los que es más fácil coger cariño. El resto del casting también brilla, sobresaliendo Uma Thurman, Jude Law o el estupendo Alan Arkin.

Incluso es lindo que aparezca una figura como Gore Vidal. Con todo eso, es fácil perdonarle muchos pecados a un guión que, a veces, peca de ingenuo. De hecho, nos pide un salto de fe muy similar al de Clark Kent/Superman. ¿Intencionado o debieron revisarse dos o tres veces más las páginas escritas?

La eficacia policial de este universo casi perfecto queda un tanto en tela de juicio ante su capacidad de dejarse engañar con trucos un tanto burdos. Funciona casi sin mácula en sus metáforas (por qué el padre le cambia el nombre al hijo, cómo es esa fría oficina, etc.), pero falla cuando la recordamos y buscamos ansiosos que todas las piezas encajen.

Es impecable en sus formas e intenciones, aunque precisaría de un argumento más sólido para enamorar del todo. Potencial le sobra.

Un documental justo y necesario. Hay películas que merecen un viaje al pasado cuando se cumplen sus aniversarios. "El día de la Bestia" fue un film que golpeó muy fuerte, una gamberrada heavy con tintes cervantinos, aderezada con un director personal. Diantres, si hasta la verdadera autoría del guión fue objeto de ardoroso debate. De lo que no cabe duda es de su éxito.

Aupó a la fama a nombres como Santiago Segura, quien estuvo a punto de no salir, puesto que su personaje iba a ser interpretado por Javier Bardem. De lo que nunca hubo dudas es de quien llevaría la voz cantante era Álex Ángulo, actor cuya trágica desaparición está presente en este documental sobrio, bien hecho y que nos permite conocer las voces de quienes estuvieron involucrados en el rodaje.

Diego López y David Pizarro saben de lo que hablan. Tal vez no descubran la pólvora, pero los amantes de conectar las Torres Kio con el Príncipe de las Tinieblas tienen aquí una cita ineludible. También aquellas personas que vayan a investigar o trabajar sobre las consecuencias de esta obra. Curiosamente, discreparía con una de las tesis manejadas, puesto que "El día de la Bestia" más que crear Escuela me parece un hito sobresaliente y aparte, una pieza única en su especie.

Revela entresijos del rodaje, un rico anecdotario y todo el proceso creativo alrededor de una parte indispensable de la filmografía española. Recomendable desde cualquier punto de vista para amantes del séptimo arte.

Sin querer quitar ni un ápice de gloria a un experimento que abrió las puertas a una franquicia exitosa, creo que hay cuestiones que contextualizar en "La noche de Halloween". Indudablemente, John Carpenter y su equipo lograron el sueño de cualquier productora: un rodaje de poco más de un par de semanas que se amortizó de maravilla y que pervive en el imaginario popular.

Precisamente en esa capacidad de adelantarse a su tiempo (en especial, a un género) encontramos las claves de su éxito. Un film que nos anticipa lo que la industria cinematográfica va a repetir hasta la saciedad en el terror: adolescentes, una máquina de matar imparable y de la que no sabemos mucho, además de la regla de oro de que quien tiene un affaire en las sábanas tiene más papeletas que los otros para no llegar al final de la aventura.

Tampoco se puede negar que tiene una heroína que incluso cuestiona que ya en una década de los 70 no hubiera personajes femeninos fuertes. Jamie Lee Curtis compone una resistente personalidad que se niega a caer ante la maldición y a la que debe mucho el asunto para la fama que ha alcanzado con innumerables secuelas.

Todo eso aderezado de una banda sonora emblemática, pegadiza hasta decir basta y que hace se perdonen algunas cuestiones que perjudican un poco a la cinta. Estamos ante un ejemplo de serie B bien hecha, recordando que, en ocasiones, cuando se hace así puede superar a la serie A sin pretensiones.

Siento que ha envejecido algo esta calabaza y se le ven sin fisuras, o acaso el público de ahora sea un poco menos impresionable. Como fuere, sigue poseyendo un valor histórico que nunca le podremos negar; asimismo, aquel tipo de máscara y cuchillo abrió una caja de Pandora que inundaría las salas de gritos de gozoso terror.

"El escritor" arranca con un oficio impresionante. Roman Polanski nos mete de lleno en la atmósfera de tensión política que requiere el film. Se logra sin apenas esfuerzo, nos montamos en el avión con el personaje de Ewan McGregor para trabajar como "negros" en la azarosa biografía de quien fuera primer ministro británico. Con eventos muy recientes de intervencionismo británico en las guerras estadounidenses, algunas referencias son obvias.

Con talento para el encargo, el protagonista irá descubriendo cosas que escapan a su control y hacen dudar de cómo terminó su predecesor en el trabajo editorial. Van sucediéndose una serie de obstáculos, al principio casi amables, que irán complicando la tela de araña.

El reparto es muy poderoso, destacando nombres como Kim Cattrall o Tom Wilkinson, con muchas tablas a sus espaldas y capaces de dar relieve a sus personajes incluso en apenas un par de escenas. Sorprende la poca presencia que se otorga a Pierce Brosnan, quien debería ser mucho más relevante en el relato que se quiere componer.

A medida que avanza, podemos llegar a tener la incómoda sensación de desconectar un poco del asunto. Salimos con la percepción de un trabajo sobrio y eficaz, un ejercicio de género irreprochable. Pero le falta una última revisión al guión para ser memorable.

Fue un ambicioso proyecto. Desde que se metió al bueno de Tony Stark en una cueva, la idea de los estudios Marvel era hacer una planificación minuciosa que iría llevando a los principales héroes y heroínas de la Casa de las Ideas a la gran pantalla. Naturalmente, eso ha dado películas de calidad heterogénea, desde productos muy buenos a otros más mediocres.

De cualquier modo, la fórmula ha funcionado y no ha agotado todavía a un público que sigue ansioso de más apariciones y un género superheroico que evoca a los mejores días de Stan Lee, Jack Kirby o Steve Ditko, entre otras geniales personalidades. Pues bien, los Russo brindan aquí el final de todo un camino, el punto donde querían llegar: Endgame.

El film es una carta de amor a los cómics, una hipérbole tras otra, no exenta de decisiones arriesgadas en su inicio. Con un precedente poderoso, esta secuela se arriesga y busca indagar en las secuelas del chasquido de dedos por parte de Thanos. Sin ser arte y ensayo, tampoco lo pretenden sus directores, hay diálogos potentes y una reflexión sobre el día después de la gran batalla.

Hay un rosario de referencias admirables, aunque uno de los puntales clave es "Siempre Vengadores", elaborado con maestría por el guionista Kurt Busiek y con el dibujo del español Carlos Pacheco. En un difícil equilibrio, el elevado metraje da momentos de lucimiento a todo el mundo, creando una sensación de continuidad interna que agradará a las legiones de fans.

Además, no renuncia a su humor. Álex de la Iglesia lo definía con instinto cuando afirmaba que no era casual que en una época tan cínica y de crisis, termine arrasando en cartelera un relato heroico a la antigua usanza donde, incluso en el marco apocalíptico, se mantiene la fe.

Lo mejor de "Enredados" es que Disney deja de experimentos y vuelve a su fórmula más clásica, con sus ventajas e inconvenientes. Eso sí, permite los adelantos para usarlo en su beneficio. El 3D deja jugar mucho con los cabellos de la princesa Rapunzel y eso se logra de una forma admirable, la técnica al servicio de la historia. Volvemos al universo de las princesas, nada de malo hay en ello si se hace bien.

Afortunadamente, los avances en igualdad han hecho que viejos tópicos vayan cayendo, sobre todo con los personajes femeninos. Paulatinamente, más lento de que nos gustaría como sociedad. Todo eso es positivo y, aquí otro punto importante, no debería hacernos ir a quemar "Cenicienta", "Blancanieves" o "Pinocho". Esos magníficos textos pervivieron durante años y años por tocar una fibra especial. Estaban escritos con los defectos de su época, pero poseían una magia que debe llegar también a las próximas generaciones.

Disney se da cuenta aquí y actualiza de forma conveniente a su princesa. Rapunzel no es un objeto pasivo que espere a ser rescatado. De hecho, resulta curioso que su gran atadura sea el chantaje emocional que ejerce su falsa madre sobre ella, incluyendo un magnífico número musical. Ingeniosa y capaz de adaptarse al nuevo mundo cuando sale de su torre de marfil, esta protagonista logra mantener la ternura y encanto de otras princesas de la franquicia, incorporando más registros que en el pasado no se contemplaban.

Esto nos trae una buena historia donde se encontrará con la ayuda de un pícaro ladrón (y aquí el 3D vuelve a ayudar, especialmente con los espectaculares robos de los tejados), formando un dueto que funciona de maravilla, aunque se caen en algunos clichés un tanto empalagosos.

"Enredados" es el Disney de toda la vida, un corte de cabello clásico y sin obsesionarse con imitar éxitos ajenos. Funciona, se ve con facilidad y tiene ternura. No descubre la pólvora, aunque nos mantiene cómodos en la butaca.

Fueron dioses en blanco y negro. Decía Álex de la Iglesia que las personas capaces de lograr el don de la risa ajena estaban bendecidos. Pues pocas personas nadaron en esas aguas prohibidas con más gracia que Stan y Ollie. Un dueto que se basaba en la más simple premisa para lograr la codiciada carcajada, esa sonrisa que arrancaron a generaciones de espectadores/as.

Jon S. Baird trae un biopic que eleva el espíritu, todo está contando con la ternura de quien se ha dejado un poquito de su alma en un proyecto. John C. Reilly y Steve Coogan se meten en la piel de dos leyendas que viven en decadencia, que deambulan por los teatros y apeas reciben dinero por la riqueza generada con su estampa.

Son una pareja de artistas que lleva demasiado tiempo junta. Hay cicatrices, esas pequeñas miserias de quién cobró más o por qué no se lanzaron a tal aventura independiente. Pero hay asimismo lealtad, amistad y el conocerse hasta en las debilidades más humanas.

Creo que a los genios originales les habría gustado este respetuoso viaje al pasado. Se sale del cine con excelente humor y escuchando una música hermosa. El Gordo y el Flaco tenían música. La melodía que ofrece esta cinta es un digno broche de oro.

Logró pasar por la movida y vivió para contarlo. Más allá de las estridencias y las modas pasajeras, había talento verdadero, esa alquimia que permite que un cine sea disfrutado por generaciones. En pleno 2019 nos encontramos con un Pedro Almodóvar más próximo al veterano Carlito Brigante que al visceral Tony Montana. "Dolor y gloria" es una falsa biografía repleta de pistas verdaderas, un juego que hubieran firmado Woody Allen o Federico Fellini.

Desmotándose a sí mismo, el cineasta lanza una aguda reflexión que no resulta pomposo ni excesivamente dramática. Como en un cuento de Chejov, nos lleva por e sendero, mostrando breves pasajes donde los personajes (que tienen un pasado que él bien conoce) muestran bastante de su alma, aunque falten piezas de puzzle.

Antonio Banderas, uno de sus intérpretes fetiche, también se pone en un modo de trabajo más tranquilo del habitual. Es una película sosegada que deja algunos de los más hermosos diálogos de este autor. Hay un reencuentro de amantes, una sonata de invierno entre Argentina y España que está contada de una forma tan deliciosa que apela a cualquier sensibilidad digna de tal nombre.

Un ejercicio de metaficción inteligente y emotivo, una obra que las personas que estudien su cine guardarán como oro en paño.

La historia de un talento natural que florece en la adversidad siempre gusta. Si, además, la historia tiene un punto de tragedia y autodestrucción, el público quedará enganchado. Lo malo es que la chica detrás del nombre fue un personaje real, uno que deslumbró durante un breve tiempo y terminó como un juguete roto. Amy Whitehouse iba a reinar en su género, pero ella misma fue su peor enemigo.

Asif Kapadia coloca la cámara, se documenta, tiene inteligencia y nunca la juzga. Estamos ante un documental ágil, por momentos desagradable y en otros, verdaderamente entrañable. Agradará a los fans del mito, mientras que huye del sensacionalismo o el panegírico fácil.

No sorprenden las críticas positivas hacia este experimento. Todo funciona cual reloj suiza, conocemos el desenlace pero llegamos a soñar con que no se produzca. La muerte siempre es una tragedia. El fallecimiento de alguien joven va todavía más allá.

Pasen, vean y escuchen. Así sí se puede contar la vida de una persona.

Jordan Peele es un tipo muy listo. Basta ver "Déjame salir" para entender que estamos ante un tupo perspicaz, capaz de poner el dedo en la llaga de una sociedad con arte y metáforas visuales. "Nosotros" comienza con fuerza, utilizando ese lugar tragicómico que es la feria. La cosa promete, una música inquietante nos acompaña. Estamos deseando quedar engatusados.

Pero el nudo, la parte que debería prendarnos, parece deshilado. Avanza el metraje y hay pocas respuestas para tanta pregunta. Eso no tiene por qué ser malo. Pero "Nosotros" tiene demasiado humor para ser terror y sus momentos de miedo vienen precedidos de clichés.

Un reparto que incluye a luminarias como Elisabeth Moss queda desaprovechado. Hay demasiadas convenciones. Intuyo que Peele tenía un final poderoso y una metáfora de su país muy inteligente en la cabeza. Pero por llegar a ese epílogo sacrifica todo por el camino, quedamos agotados de esa cadena humana antes de poder disfrutar de las vistas.

Publio Ventidio no es un personaje muy conocido de la Roma clásica. Sin embargo, fue un magnífico colaborador de Julio César y Marco Antonio, llegando a ser un general tardío pero muy victorioso con el segundo. Su estilo de hacer las cosas era de la Vieja Escuela. Algo de eso hay en el personaje que encarna un Clint Eastwood en estado de gracia pese a su avanzada edad.

"Mula" tiene un arranque provocador y juega con nosotros a través de su humor negro, justo cuando pensábamos que "Breaking Bad" impedía que existiera nada nuevo bajo el Sol en la narcoliteratura y las series de televisión. Pero siempre hay giros y este encantador e irreverente octogenario pronto nos mete en el bolsillo.

Con un peculiar estilo de viajar y hacer las cosas, el anciano se convertirá en un heterodoxo pero eficaz repartidor de "mercancías" para poderosos señores de la droga. Claro que con estas cosas siempre se corre el riesgo de no saber cuándo parar.

Tras su poderoso arranque, queda la sensación de que faltan escenas, que se han presentado personajes que iban a interactuar más. Hay alguna tijera de por medio. La apuesta entre melodrama y la comedia se van separando sin que queramos perder a ninguna de las dos.

Hay un reparto espléndido (Bardley Cooper, Laurence Fishburne, Michael Peña, Andy García, etc.). Se ve con sumo interés, aunque ha faltado un último ingrediente para observarla con el cariño potencial que atesora esta trama.

Interesante película de uno de los grandes comediantes del pasado siglo XX: el inigualable Cantinflas. Estamos todavía en su etapa de "pelatido", es decir, un pícaro vividor que todavía no se había convertido en padrecito, maestro y ministro para hacerse apto a todas las audiencias por su popularidad global. Nuevamente, bajo la dirección está su inseparable Miguel M. Delgado.

"Entrega inmediata" comienza bien, el protagonista desprende simpatía y los ágiles diálogos de Jaime Salvador acompañan en todo momento. La vecindad donde comienza todo es un anticipo de lo que va a ser "El chavo del 8". El blanco y negro resulta encantador, viéndose con una sonrisa cómplice las situaciones planteadas.

No obstante, el film se pone varias zancadillas a sí mismo. No alarga el malentendido que habría permitido escenas más delirantes, además de añadir, mal que asimismo le ocurría a otros genios como los hermanos Marx, números musicales que nos alejan de la figura de Cantinflas y no aportan nada al asunto.

En su etapa más brillante, no es de sus piezas más recordadas, si bien nos mantiene enganchados y pasando un rato muy agradable. Que no es poco.

Interesantísima película de Mizoguchi que puede emparentarse de forma fácil con "La calle de la vergüenza", puesto que son primas-hermanas en objetivos de historia a tratar. "La mujer crucificada" es un film rodado de una manera íntima, con un respeto inusitado a la figura de las geishas, dándoles la voz y voto que nunca tuvieron en aquel Japón derrotado en la II Guerra Mundial.

Es una obra que se resume en tres personajes: madre, hija y un pretendiente doctor. El clásico triángulo amoroso, aunque tratado aquí con la sutileza de aparente sencillez de los grandes maestros. Hay un pasado muy trabajado en cada una de estas creaciones, aunque apenas se nos ofrecen pinceladas; las suficientes, eso sí, para que sepamos cómo se desenvuelven ante el conflicto.

Los planos alrededor de esa casa de citas y el sake en que esos empresarios que hacen huelgas a la nipona se ahogan para olvidar penurias ofrecen una fuerte melancolía. Ante todo, estamos ante un alegato de sororidad, la necesidad que tienen esas mujeres de protegerse entre sí, quienes pueden esperar poca (o nula) ayuda del otro sexo. Si bien hemos de tener cuidado, puesto que hay también escenas muy duras cuando alguna de esas chicas cae enferma y deja de ser útil para la recaudación.

Pecados de madre e hija. Una obra redonda y angustiosa.

Muy buena película de Narciso Ibáñez Serrador, uno de los pilares para entender el paso adelante de la televisión española, destacando sus famosas "Historias para no dormir". Precisamente "La residencia" podría entrar en dicho programa sin problemas como un capítulo especial y alargado. Tiene todos los ingredientes de una trama de miedo clásica.

Pese a que precisaría de mayor presupuesto, logra meternos en la atmósfera sin dificultades, sin que en cada escena no dejemos de notar la impronta de uno de los grandes referentes del director: sir Alfred. Se maneja bien el suspense y la residencia de señoritas se va convirtiendo en una verdadera cárcel asfixiante.

Es asimismo una obra sutilmente erótica, capaz de calentar la temperatura sin caer en lo chabacano, en un ejercicio de sortear la moralidad censora de su tiempo con inteligencia. Es una cinta que nos obliga mucho a imaginar qué sucede, lo cual puede ser más terrorífico que verlo.

Tramposa en algunos de sus giros de guión, nos dejamos engatusar encantados en este film a revindicar.

Ingmar Bergman siempre ha sido un director de talento, alguien capaz de hacer filmes que han influenciado a maestros como Woody Allen. Sin embargo, en ocasiones es también frío, alguien que se mueve cómodo en la intelectualidad y parece alejado de lo terrenal. Algunas de sus obras se miran con gran interés en las escuelas y no lograrían llenar butacas si se estrenasen hoy.

En cambio, "De la vida de las marionetas" logra aunar sus virtudes y anular ese posible defecto. Estamos ante una obra que habría fascinado a Freud y que, además, está hecha con un montaje atractivo, la reconstrucción de un misterioso y macabro asesinato. Su forma de ahondar en la psique de su protagonista es digna del más sesudo estudio.

La influencia de "Psicosis" es notable en este relayo que, de igual manera, nos hace incidir en un problema de la sofisticada y avanzada sociedad de los países nórdicas: el aburrimiento, el hastío, la falta de objetivos, etc. Sus personajes son tremendamente inteligentes y también, probablemente por eso, dados a la tristeza y la melancolía.

Prácticamente nada sobra en este viaje hecho con los trazos de un artista genial.

El buen doctor Frankenstein es descongelado (nunca mejor dicho) para una nueva entrega de la franquicia Hammer, encantada de contar con un actor del calibre de Peter Cushing para dar vida al célebre médico al que Mary Shelley hizo jugar a ser un moderno Prometeo. No obstante, en esta ocasión nos hallamos ante una historia coral donde el personaje es una pieza destacada pero no monopoliza el relato.

Terence Fisher amortiza de buena forma los fantásticos decorados (que vemos deliciosamente falsos y nos recuerdan al aspecto que deberían tener las casas en la Lavteria del universo Marvel) y dirige con su sobriedad habitual una historia de atmósfera donde nos acordamos de ese relato maravilloso y oscuro llamado "El pacto".

Preguntas sobre el alma y lo deseos de venganza que se reflejan de maravilla a través del personaje de una Susan Denberg que, probablemente, debió sacar más partido de las transformaciones de su protagonista, un eje vertebrador del metraje.

Aunque lo que preside todo es esa cruel guillotina que ajusticia e iguala a todos en su injusticia sanguinaria. El gran Peter Cushing, al igual que la audiencia, asistimos entre interesados y perplejos ante la crueldad y estupidez que rodea a este perdido pueblo europeo.

Es una película pensada para contentar a la mayor parte de público posible. Por momentos, recuerda a la fórmula ganadora que fue "Cadena perpetua". La química de sus dos sobresaliente intérpretes, Viggo Mortensen y Mahershala Ali funciona a la perfección desde el minuto uno. Logran hacer creíbles diálogos que sonarían ñoños o prefabricados, dando ternura a sus creaciones.

Su título tampoco está dejado al azar. "Green Book" tiene una connotación de los problemas de segregación que existían en un país donde la plantilla de los Boston Celtics era aplaudida en los pabellones de la NBA pero cuyas máximas estrellas no podían alojarse en los hoteles de los blancos.

Bienintencionada al máximo, no es un film que nos vaya a cambiar la vida, tampoco lo pretende. Peter Farrelly se olvida de su pasado gamberro para hacer un examen de alumno aplicado, que quizás no improvisa, pero se ha aprendido muy bien la lección de Hollywood acerca de qué funciona en taquilla. Y lo logra de una forma que le hubiera aplaudido el mismísimo Sir Alfred.

Hay amor por la música y reflexiones acerca de eso tan etéreo pero básico que es la amistad. Un viaje en carretera que nos hace sentarnos en la butaca y olvidarnos de todo por un par de horas. No es ninguna obra maestra, pero en entretenimiento y buena factura tiene muy poco que envidiarle a cualquier cosa que ofrezca la cartelera en 2019.

Peter Cushing tenía presencia para llevar con soltura a personajes tan icónicos como Sherlock Holmes o el profesor Van Helsing, además de dar la réplica a Darth Vader. Aquí le hallamos comodísimo como el doctor Frankenstein, quien en esta secuela de la Hammer es mucho más malvado que en otras versiones, incluyendo algunos de sus episodios más inhumanos de la franquicia.

Pese a los límites de presupuesto, Terence Fisher dirige muy bien una cinta entretenida al máximo donde se respira el ambiente de un relato de Poe. Sobresale en el reparto una Veronica Carlson cuya presencia y belleza da un aroma victoriano a este asunto donde vuelven a desafiarse los límites del ser humano.

La talentosa Mary Shelley hizo su célebre novela para reflexionar sobre los riesgos de jugar a ser dios. La lección no ha sido aprendida por el buen doctor, empeñado en llevar a cabo sus propósitos e investigaciones sin una frontera moral.

Más que digna continuación de las aventuras del mito bajo el sello de la Hammer. Compensa con encanto sus carencias presupuestarias.

Quizás no tenga la aureola que presentan películas como "El club de los poetas muertos", pero "La versión Browning" es una cinta que no tiene nada que envidiar a otros momentos del celuloide más famosos a la hora de llevar la realidad de las aulas. Anthony Asquith rueda con la difícil sencillez de los clásicos en base del texto de Rattigan, en una pieza que no esconde su origen teatral.

La historia se centra en los últimos días de ejercicio de un severo profesor de griego, quien es magistralmente interpretado por Michael Redgrave. Durante cursos académicos ha sido el hueso del colegio, alguien temido y criticado por su alumnado. Esos sentimientos también parece albergarlos su esposa (Jean Kent), quien no disimula un rencor nada disimulado a su cónyuge.

Pero el profesor Crocker, nuestro protagonista, tiene más artistas de las que pudiera parecer a simple vista. Con un libreto inteligente y excelentes actuaciones, vamos a ver que hay más de lo que parece en las antiguas traducciones sobre Agamenón y cía.

"La versión Browning" se ve con una sonrisa tranquila y propicia la reflexión sosegada. La propia de un film inteligente y con alma. Estupenda en todos los sentidos.

Nunca podemos dar la espalda a los mitos. El pasado es aquello que no nos preocupa hasta que surge de la nada para darnos una buena patada donde más duele. Yorgos Lanthimos lo sabe y no tiene rubor en presentar una cinta tan heterodoxa como "El sacrificio de un ciervo sagrado", un trabajo hecho con estilo personal y sin temor a ser poco comercial, pese a su estelar reparto.

Colin Farrell y Nicole Kidman personifican a un matrimonio bien, gente de éxito, especialmente porque el primero es un cirujano realmente reputado. Pero debió ocurrir algo extraño en una ocasión porque dicho médico tiene una extraña relación con un huérfano de padre (un inquietante Barry Keoghan).

Cuenta la leyenda que Agamenón, león de Micenas y rey de reyes en la expedición de los aqueos contra las murallas de Troya, incurrió en una grave ofensa a los dioses por atreverse a cazar en un bosque sagrado que le estaba vetado a los mortales. Tuvo que pagar para ello el precio de saciar la crueldad del Olimpo con aquello que más amaba.

Lanthimos nos plantea si los protagonistas de esta familia habrán de hacer lo propio o no. Se explican pocas cosas, toma sus atajos de argumento, pero es innegable que es una obra con atmósfera y que nos mantiene enganchados.