Puede que "Brave" comenzase con un exceso de presión. Las expectativas que estaba generando la alianza Disney-Pixar había dado resultados tan formidables que nadie estaba dispuesto a ir a las salas para algo que fuese inferior al sobresaliente. De hecho, se acusó a esta historia de acomodarse en los terrenos más clásicos de la franquicia, pese a una breve capa de pintura de feminismo.

De cualquier modo, nada hay de malo en muchas de las estructuras clásicas de los cuentos, a fin de cuentas han cautivado a generaciones, sobre todo si saben adaptarse a las modas y nuevas mentalidades. Este relato no descubre la pólvora, aunque muestra a una protagonista solvente y varios personajes maravillosos, incluyendo esa madre convertida en Oso con tintes de fábula griega.

Por el camino tenemos varias secuencias destacables, como el magnífico torneo con arco que recuerda a los mejores momentos de "Robin Hood" (sí, la de Disney, precisamente) o las burlas sobre la virilidad tóxica que exhiben los pretendientes de distintos reinos por la mano de la princesa, algo en lo que no hemos evolucionado tanto si atendemos a cualquier festejo navideño con cuñados varios.

Su atmósfera y encanto hacen a "Brave" algo que, sin ser una obra maestra, queda más que digno en cualquier videoteca de animación de este siglo.

Hubo un momento en que los grandes señores de la droga necesitaron otras rutas de acceso y pusieron sus miras sobre un territorio costero en la Península Ibérica al que no le era desconocido ni el contrabando ni la piratería. Familias gallegas, como a exhibido Nacho Carretero en su monumental "Fariña", se vieron aupadas de pequeños estraperlistas a hampas todopoderosas.

Ese subtexto está en "Quien a hierro mata", hablando de una nueva generación que no tiene el carácter esquivo y de no saber si suben o bajan la escalera. No está narrado con sal gruesa, Paco Plaza cuenta lo que debe y deja que imaginemos el resto. Tardamos poco en conocer a cada personaje de este drama, una historia mucho más terrorífica de lo que parece.

Sin filigranas, la obra muestra una violencia terrenal y que, quizás, por eso es más aterradora que otras. Nos creemos que Luis Tosar es un veterano enfermero con una mano formidable para tratar a los ancianos. Su apacible existencia se verá alterada con una oportunidad de oro para cerrar cuentas con el pasado. Xoán Cejudo le da una réplica formidable y compleja por tener que hacer las veces de un anciano que va perdiendo la movilidad, pero sigue teniendo en su cabeza más trucos de viejo demonio que cualquier de sus vástagos, cabezas huecas que sueñan con emular a los Soprano sin éxito.

"Una tarde para la ira", "Grupo 7" o "El hombre de las mil caras" flotan en el ambiente mientras la vemos. Hay una corriente que ha aprendido a hacer cine negro sin cutres emulaciones del poderoso vecino del Atlántico o con excesivo olor a garbanzo.

"Quien a hierro mata" funciona con una sencillez apabullante. Tendremos muchas cosas que explicarles a nuestros hijos.

Y hubo un momento, no sabemos bien cuándo, en que el grupo protagonista de "It" era mucho más sensato en la pre-adolescencia que al llegar a la edad adulta. Al menos, ese parece el objetivo de Andy Muschietti, quien dirige una secuela ganadora para arrasar en taquilla, pero que aportará poca gloria al trabajo inicial de Stephen King, quien, algo es algo, nos deja un glorioso cameo.

Una de las cosas más decepcionantes es desaprovechar un solvente casting que incluye luminarias como Jessica Chastain o James McAvoy. Los personajes, antaño tan plagados de vida, casi se convierten en un panfleto de eso que se ha dado en llamar "cuñadismo" y sus objetivos vitales parecen surgidos de la faceta menos positiva y comercial de los libros de auto-ayuda.

El terrible payaso también se ve contagiado de ella. Una escena en las profundidades de un pequeño estadio de beisbol al aire libre será un eco de glorias pasadas, cuando la abominable criatura daba miedo de verdad. Asimismo hay un momento inquietante en una visita de Beverly a su antigua casa. En el resto, olvidándose de una regla de oro del terror, nunca se nos obliga a imaginar, lo vemos todo y cae en tintes de lo ridículo.

Las innovaciones con respecto a la novela no revisten mayor interés que lo exótico, además de ayudar al proceso desmitificador que no impedirá a la apuesta arrasar en taquilla, sobre todo por acoplarse muy bien a la moda de series como "Stranger Things". Pero, a diferencia de la primera entrega, rascando más allá de esa nostalgia superficial ochentera, no hay alma que la respalde.

"Kidding" se mueve entre la comedia y la tragedia. Pese a su estética, parece apostar más por la segunda que la primera en su arranque. Dave Holstein y su equipo saben qué tienen entre manos para llevarnos a un recorrido muy singular con Míster Jeff Pickles, bastante más basado en hechos reales de lo que parece. Se trata de una estrella de la televisión infantil que sufrió una tragedia personal y quiere hacer evolucionar a su programa.

Jim Carrey vuelve a la palestra para brindar su mejor trabajo en años, sabiendo tocar la fibra y también crear inquietud. Como le advierten voces sensatas, se trata de un protagonista que no está sabiendo distinguir entre su personaje de ficción y su vida privada. Un imperial Frank Langella ejerce de productor y progenitor, dando sensatos consejos en ese aspecto, aunque él es asimismo también uno de los causantes a obligar a su hijo a no sacar los guiones del show de la zona de comodidad, prefiriendo seguir hablando de los colores antes que las reflexiones que quiere transmitir Míster Pickles a su precoz audiencia.

El reparto está escogido con sapiencia, sobresaliendo Catherine Keener, activa colaboradora y hermana de Jeff, aunque de talentos dispares. Capaz de dar vida a hermosas marionetas, no tiene el gancho del primero con el público y la expresividad, aparte de ser una madre que aplica soluciones muy diferentes a las que pregona el buen rollero producto televisivo en el que trabaja.

Con una duración precisa que es muy de agradecer en la era de saturación de las series, "Kidding" condensa con habilidad muchas subtramas, destacando las de Judy Greer, otro personaje muy rico. Se trata de la ex esposa del protagonista, quien le abandonó por la tragedia sufrida y, asimismo, por sentir como la gruñona señora Santa Claus en un mundo de fantasía.

Está por ver en qué deriva, pero es una de las comedias negras más inteligentes que han aparecido en mucho, mucho tiempo...

Quentin Tarantino siempre ha sido un cineasta muy bueno. Con todo, quizás en su juventud se esforzaba demasiado en demostrarlo. A estas alturas de su carrera, el enfant terrible goza de una merecida reputación que le llevan a estar más libre, tranquilo ante cada nueva entrega de su filmografía. "Érase una vez en... Hollywood" es una carta de amor al séptimo arte, a las cintas que a él le gustan y a muchas más cosas.

El famoso incidente de Mason llevó a un efecto alucinógeno. Ocurrió igual que con Jack El Destripador, la opinión pública abandonó pronto a las víctimas y se fascinó por el crimen sangriento. Uno esperaría que un tipo visceral como Tarantino tomase ese derrotero, pero aquí el maestro vuelve a sorprender. Si alguien escuchó a la madre de Sharon Tate es este tipo singular que sabe del celuloide lo que no está en los escritos.

Con una pareja formidable formada por Leonardo DiCaprio y Brad Pitt, la cinta no se hace nada pesada pese a su elevado metraje. Estamos ante la metaficción más absoluta, algo que refleja como pocas la deliciosa Margot Robbie cuando ve a su personaje en la gran pantalla. La ambientación y recreación de la época están a la altura en todo momento.

Hay secuencias memorables como el duelo de miradas y gestos de Margaret Qualley y Brad Pitt en la escena de auto-stop, además del mejor western de serie B en todo lo que rueda Rick Dalton. Sigue con su obsesión por los diálogos kilométricos, igual que Berlanga-Azcona, pero... es que le salen tan bien.

El experimento ecléctico le vuelve a funcionar, decía Álex de la Iglesia (un hermano de espíritu) que había hecho algo redondo, poniendo voz a todo eso que le rondaba la cabeza. Algo de eso hay.

Tarantino se nos ha hecho mayor, pero su talento no.

En alguna ocasión, he pensado que Paolo Sorrentino es lo más cercano que vamos a poder estar a ver trabajar a un artista del Renacimiento en HD. "La gran belleza", "Juventud" o "El joven papa" se agolpan en nuestra retina, imágenes de hermosura casi indescriptible y una sensibilidad única para mostrarla. Por ello, su listón está altísimo. Más si va a trabajar sobre la figura de Silvio Berlusconi, quien fuera el señor del AC Milán y, posteriormente, un moderno Tiberio en la presidencia de Italia.

"Silvio (y los otros)" no falla por ser la versión adaptada y recortada del producto televisivo transalpino original. Tampoco por códigos internos que se pierdan al no ser italiano/a. La cosa falla por un metraje abusón, que nos algunas pinceladas de tremenda clase pero no se desmarca en ningún momento. Excelentes intérpretes como Toni Servilio o Elena Sofia Ricci pueden engañarnos un tiempo, hacernos creer que estamos ante esa obra maestra que pudo ser.

Pero saldremos del recorrido sin saber más de Berlusconi y sus corrupciones, o de esa pareja de pícaros que viaja a Roma queriendo engañar a Nerón, solamente para descubrir que en el Palatino todos son tan embusteros como ellos y con más liras. Y, lo que es más importante, tampoco deja la sensación de que se nos brinde qué piensa Sorrentino del dirigente.

Deja la percepción de un telefilm con ribetes púrpura. Pero producto de sobremesa a fin de cuentas que no ahonda ni deja huella, más allá de esos chispazos de genio.

Justin Copeland y su equipo firman un trabajo digno con "Hush", adaptación a la animación de la saga comiquera del mismo título, orquestada por el guionista Jeph Loeb y el espectacular dibujante Jim Lee. El material original es una aventura detectivesca a gran escala donde distintos adversarios del Murciélago son sospechosos de haber orquestado un ingenioso y malicioso plan de resucitar un episodio de su pasado.

Bastante de esa atmósfera de "La carta robada" de Edgar Allan Poe es hurtada en esta entretenida cinta a la que le falta algo del punch de las viñetas originales. Sobre todo los artísticos flashbacks en blanco y negro donde se revelan detalles de la amistad infantil de Bruce Wayne y Tommy Elliot.

Al carecer de ellos, no entendemos la fortaleza real de ese vínculo y se pierde una fuerza importante de la trama. Si están muy bien llevadas algunas coreografías como la de unos desesperados Batman-Catwoman frente a un poseído Superman, o el divertido añadido de Damian, quien no estaba en la trama original, convertido aquí en un viejoven que reprende a su progenitor por su discutible proceso de selección de parejas amorosas.

En resumen, una parte dentro de la filmografía de Batman que no va a estorbar pero tampoco resultará memorable, sin aportar excesivo lustre al original en el que se basa.

Impresionante remake el llevado a cabo por Juan José Campanella, uno de los mejores directores de la actualidad. Con un núcleo de Tercios Viejos en su reparto de máxima fiabilidad (Graciela Borges, Oscar Martínez, Marcos Mundstock, etc.), "El cuento de las comadrejas" es una cinta que recuerda a "El crepúsculo de los dioses" salpicado con "El golpe". Una historia muy bien contada y mejor interpretada.

Un terrible humor negro impregna todo un relato que se agiliza por unos diálogos tremendos. Actualmente no hay nada en la cartelera que sea equiparable a este producto argentino. La rapidez y el ingenio brillan sin pedantería en un libreto que se nota muy revisado y que funciona cual engranaje de relojería.

Tenemos una fábula tremenda que, además, no duda en caer en lo sombrío cuando es necesario, sin dejar tampoco de ser tierna con sus protagonistas. Una alquimia que solamente el realizador de "El hijo de la novia" es capaz de lograr. Partir en ese compás una lanza por Clara Lago, quien ha firmado, a mi modesto juicio, el mejor trabajo de su trayectoria con una creación de muchas artistas.

Al igual que ocurría en "Mi obra maestra", este cuento a lo Chejov con toques de salvaje genialidad tarantiniana incluye asimismo una eficaz reflexión sobre la amistad y el proceso de envejecer. Agatha Christie habría aplaudido con ese último acto.

Estamos ante uno de los mejores filmes de este 2019.

"El crisol" tiene muchos puntos de interés. El legendario Arthur Miller, autor de obras maestras como "Muerte de un viajante", adaptó su propia pieza "Las brujas de Salem" al guión cinematográfica. El producto original era un sutil alegato contra las cacerías de brujas de cualquier época, algo que él sabía muy bien por haber sido tachado durante la Guerra Fría de ser un quinta columnista pro-comunista.

Además, el film contaba con dos actores excepcionales. Uno era Daniel Day-Lewis que siempre se mete en la piel de sus personajes al máximo para conseguir una empatía total. La otra figura a destacar es Winona Ryder, verdadera reina Midas de Hollywood en aquellos momentos. No solamente escogía perfectamente sus papeles, también hacía esfuerzos de productora para sacar adelante piezas como el "Drácula" de Coppola.

Ambos rinden a la perfección en sus respectivos roles, siendo muy bien acompañados por el resto del reparto. Sin embargo, la dirección de Nicholas Hytner es tan sobria como fría. La narración tiene tan pocos fallos como falta de aciertos, sin asumir ningún riesgo, adoptando algunos tics de telefilm que perjudican el resultado global.

Una pena porque había materia prima para hacer algo realmente meritorio. "El crisol" termina adoptando un conformismo que no le perjudica como film, si bien la aleja de las cotas que verdaderamente se pudieron alcanzar con esos recursos.

Hay aciertos innegables en "Capitana Marvel". En primer lugar, de casting. Brie Larson tiene la fuerza y el liderazgo que podemos esperar en la personificación en la gran pantalla de Carol Danvers. También hay que agradecer que el equipo artístico de Anna Boden y Ryan Fleck no cae en el tópico de cinta de origen. No tenemos ninguna trama romántica metida con calzador y se intenta hacer una obra superheroica que no caiga en demasiados terrenos comunes.

No obstante, ¿qué falta? Por más que nos guste la estética de la década donde transcurre y ver a Samuel L. Jackson eternamente joven con CGI o sin él, el metraje avance sin que nos aburra ni tampoco entusiasme. Hay cierta frialdad en algunos compases, o tal vez sea el simple efecto de estar en una fase de entretiempo que quiere correr mucho para que Carol llegue a la frutilla del postre del plan: Endgame.

Muy buenos actores como Jude Law intentan dar todo su oficio y presencia a unos secundarios algo deslabazados. Tampoco han ayudado los problemas de derechos de algunos personajes con la competencia y que mantienen alejados a los mutantes de esta saga. Como revancha, aquí se mete a alguna raza extraterrestre que obligó a cambiar algunas cosas del libreto de "Fénix Oscura".

Se puede esperar mucho de Brie Larson como la Capitana, pero este ejercicio está tan obsesionado con abolir los fallos que no explora sus aciertos.

Una montaña rusa sin ninguna clase de freno. "Comando" es una película de acción de los ochenta con Schwarzenegger que está muy orgullosa de serlo, teniendo el encanto de no mostrar ningún complejo ante los tópicos y explosiones que se van sucediendo. Si sabemos qué podemos encontrar en esta cinta es muy posible pasar un rato magnífico.

Eso sí, cualquier intento de darle coherencia sería sumergirnos en el horror más absoluto. Aquí tenemos el ejército de un solo hombre que deja en el más absoluto ridículo a sus ex compañeros militares. Menos mal que se retiró porque si hubiera estado en forma toda la trama se resuelve en dos escenas.

La música se muestra a la altura de lo esperado y podemos ver al bueno de Arnold con su registro de expresiones característico que, con todo, a este protagonista le van ni que pintadas. Todo lo que se hace por el amor de una hija es poco y más con helicópteros.

Cuando se quiera hablar de este género en esa década, esta obra de Mark L. Lester brinda el prototipo perfecto, la estampa de todos los ingredientes que debían darse.

Verdadero ejercicio de estudio. Incluso un director tan personal como Ritchie se muestra encorsetado y tibio ante la adaptación de una verdadera joya de la animación de los 90. Aunque Mena Massoud y Naomi Scott son lo más parecido que podemos encontrar en imagen real para Aladín y Jasmine, muchas cosas faltan en una adaptación ligera y pensada con mimo para funcionar en taquilla, aunque sin dejar magia a su paso.

Varias escenas están calcadas a la animación, si bien lo que funciona muy bien en dibujo no tiene por qué hacerlo en este formato. Eso ocurre varias veces, por más que la llegada de Will Smith al final del primer acto haga reflotar un poco el asunto con su natural simpatía.

Irónicamente, uno de los grandes alicientes de su predecesora, el carismático villano Jafar, queda aquí opacado y se convierte en un malvado de manual sin que interesen en exceso sus asuntos. Los números musicales resultan adecuados, pero sin chispa, como si fuera un denominador común de producto bien envasado pero al que le falta un punto de personalidad propia.

Va a gustar a las nuevas generaciones, si bien cuando tiren de videoteca y se encuentren la anterior serán capaces de discernir porque la primera sí cumplía aquella máxima de "no hay un genio tan genial".

Tras deslumbrar con esa joya titulada "Amazing Fantasy 15", Stan Lee y Steve Ditko crearon un héroe original, atípico y con un punto trágico: Spiderman. Con el paso de los años, llevaron la andadura de Peter Parker a nuevas cotas en el género. Por discrepancias artísticas, Ditko abandonó el barco, llegando en su lugar el dibujante John Romita. En una decisión valiente, Lee decidió que el protagonista iba a crecer, yendo a la universidad y dando al género superheroico un toque de comedia romántica. El éxito fue rotundo.

Sin duda, Jon Watts algo sabe de eso cuando sumerge al cabeza de red en una gira turística por Europa donde los lances amorosos y las nuevas amenazas se dan la mano. Tras la magistral "Endgame" era precisa una pausa, otro Apocalipsis habría sido cansino. "Far From Home" tiene sabor a verano, no se toma en serio a sí misma y es adorable en varias secuencias.

La frescura del asunto hace que resulte ligera de ver y fácil de recordar por algunas escenas espectaculares. Hay mucho humor y una relación interesante en cómo se plantea el primer encuentro entre Spidey y Mysterio (un Jake Gyllenhaal muy solvente).

Lo demás está todo en su sitio, incluyendo el oportuno recordatorio al añorado Tony Stark/Robert Downey Junior. Repiten secundarios muy queridos como Favreau o Marisa Tomei, mientras Zendaya va creciendo en protagonismo.

Ahora mismo, la franquicia tiene todos los ingredientes (incluyendo la juventud de los protagonistas) para dar ese salto adelante que auspiciaron Lee y Romita.

Claudia Gerini apenas sale en "John Wick: Pacto de sangre", la segunda parte de una franquicia que había sorprendido a la taquilla de todo el globo. Sin embargo, la dignidad senatorial de esta reina romana del crimen pervive en la mente del espectador/a, a través de su magnífica puesta en escena y su diálogo con el protagonista, puro noire.

Tal vez es el secreto de este producto de dignísima serie B envuelto en formato HD. Es la típica cinta de acción, pero coreografiada con mimo, escrita con la suficiente dosis de violencia y humor negro para mantener al auditorio complacido. Se vuelven a repetir escenarios como esa idea estupenda de hoteles criminales donde los sicarios/as del globo encuentran, como en la Edad Media, un lugar donde acogerse a sagrado.

El casting es impresionante, incluso en conversaciones que serían de cartón-piedra hay carisma. Lejos de dar más de lo mismo, aquí tendremos a un John Wick igual de eficaz pero más vulnerable, traicionado y acorralado por el propio gremio al que perteneció.

Como sucedía en la primera, se acaba sin que apenas nos hallamos dado cuenta. Esta saga se produce como rosquillas industriales... pero están sabrosísimas y a nadie le amarga un dulce.

Increíble sorpresa de la cartelera de hace unos años. Sobre el papel, "John Wick" era más de lo mismo, la sucesión de tiros sin fallo de un pistolero que mataba mucho. No obstante, la cinta se mostró como un ejercicio de género carismático y eficaz, capaz de tenernos pegados a la pantalla, a pesar de que esta trama nos la han contado mil novecientas veces.

Keanu Reeves fue un acierto de casting exquisito para encarnar a un antiguo sicario de élite que se haya felizmente retirado. Una serie de incidentes forzarán a que deba volver a ponerse en la línea de fuego, incluso contra un antiguo jefe de la mafia rusa que intenta a toda costa evitar la confrontación.

David Leitch y Chad Stahelski ruedan con mano fina las secuencias violentas sin tomar por estúpida a la audiencia. Sabemos a lo que venimos pero eso no quiere decir que nos conformemos con todo. Nos hallamos ante un restaurante de comida rápida, si bien el servicio es rápido, atento y la hamburguesa está bien sabrosa con extra de patatas.

Su metraje nunca se hace pesado en este cómic pasado a la gran pantalla. "John Wick" no se toma en serio a sí misma, pero sí lo hace con su público.

Era el cierre perfecto. A nivel artístico, "Toy Story 3" era la mejor carta de despedida que Pixar podía dar al público de esta maravillosa fábula de juguetes parlantes y con emociones. No obstante, poderoso caballero es don dinero y no se iba a renunciar a una gallina de los huevos de oro que todavía está lejos de haber aburrido a auditorio. Aquí tenemos una nueva secuela y no existen motivos para pensar, salvo sorpresa mayúscula en taquilla, que no haya una quinta entrega.

Josh Coolegy dirige a un equipo eficaz, talentoso y que deja un producto impecable, una animación a la altura de lo esperado. Máxime en España que seguimos contando con dobladores como José Luis Gil, nos hallamos ante un ejercicio nostálgico que nos embelesa en su puesta en escena. No obstante, el sentimiento de prescindible es evidente a medida que avanza el metraje.

El argumento es sólido, bien contado y trata con inteligencia a la audiencia. No es ninguna obra desganada o falta de oficio. Simplemente, falta algo de la antigua magia porque el gran conjuro fue su tercera parte. "Toy Story 4" no desluce ninguna videoteca pero aporta poco a la mitología de la franquicia, casi da más vueltas a lo mismo.

Lo mejor es la recuperación Bo Peep, una salida de las reglas de la lealtad de estos juguetes y que plantea escenarios algo distintos.

Nuevamente, uno de los asesinos más letales de la ficción se encuentra en apuros. Keanu Reeves se encuentra rejuvenecido y cómodo con este personaje de manual, pero perfectamente concebido para revitalizar a todo un género. Apenas han transcurrido unos minutos desde el emocionante final de la anterior entrega y se inicia una carrera donde uno de los enemigos es el propio reloj.

Un antihéroe excomulgado de su propio santuario y golpeado hasta decir basta. Ni siquiera una biblioteca con la obra de Dante será un lugar seguro para un protagonista hasta este momento invulnerable y al que ahora veremos sangrar. Necesitará alianzas y aquí destaca la presencia siempre estupenda de Halle Berry, fichaje de lujo para este particular universo.

Repite el aporte Ian McShane, sobrio, eficaz y discreto. Ideal para el tipo de "hombre de negocios" que hace, aquí incluso más importante que en tiempos anteriores. Lo que eleva a esta franquicia es la calidad de su casting, donde desfilan Anjelica Huston o Laurence Fishburne sin ninguna complicación.

Una tremenda gamberrada envuelta como en el más sofisticado gran almacén. John Wick ha venido para quedarse y el público de las cintas de acción está más que satisfecho.

Por los anuncios prometía ser una cosa. La presencia de Julián López y la estética de parodia histórica prometían un entretenimiento ligero, la sucesión de gags con más o menos sentido. Sin embargo, hay cabezas rectoras en este proyecto (como el guionista Borja Cobeaga que lleva años planteando cosas interesantes) que han buscado algo más persona y heterodoxo con "Justo antes de Cristo".

Estamos ante una serie que, como hacían Goscinny y Uderzo en sus cómics, comprenden muy bien la época romana para deformarla posteriormente a su antojo y con fina ironía. Los diálogos hacen referencias que, en no pocas ocasiones, apuntan alto y a la nota a pie de página en el documento de los dominios de Clío.

Hay personajes magníficos, una reflexión del papel de las mujeres patricias en Roma (Cecilia Freite tocada por la varita), la disección del entramado de las legiones con presencias tan inolvidables como la de Manolo Solo. La duración de los capítulos es perfecta para no perder fuelle y tiene un toque agridulce que le sienta a las mil maravillas.

Estamos ante algo diferente y que, como bien decía Woody Allen, cuando copia intenta aspirar a robarle ideas a los mejores. No queremos irnos de Tracia tras esta primera entrega. Apetece volver a saber de las andanzas de este mundo con esclavos mucho más inteligentes que sus amos, reflexiones a la política antigua y actual (¿acaso no son lo mismo?), etc.

No provoca la carcajada aparatosa. Pero nos mantiene siempre una sonrisa cómplice.

Rara vez la ciencia ficción ha estado más recogida que en "Aniquilación". Indudablemente, estamos ante una pieza que genera polémica, abierta a interpretaciones y que ha tenido el suficiente interés para la crítica como para justificar que no haya funcionado en el mercado. ¿Ha faltado algo o estamos ante un futuro film de culto? No es una cuestión fácil de dilucidar.

La dirección de Alex Garland es sólida y maneja bien el escenario para adentrarnos en una idea que es omnipresente en el tablero: la auto-destrucción. Natalie Portman firma una actuación notable, ejerciendo de la líder de un grupo de científicas que tienen su propia dosis de dolor en el pasado.

A destacar siempre en el casting a Tessa Thompson, una presencia que va cogiendo más y más fuerza con eso tan etéreo que se llama carisma y que, casi fuera de cuestión, esta actriz posee. En cierto sentido, aunque tal vez menos redonda, "Aniquilación" va emparentada con "La llamada". Son muestras de cómo revitalizar un género que nunca llega a estar adormecido porque hay mucho donde explorar.

Salimos de la experiencia visual, igual que los protagonistas, bastante tocados. Sin ser conscientes de si nos gusta o no. Pero nos interesa. Y mucho.

No saldrán decepcionados. "78/52: La escena que cambió el cine" promete lo que da. Un repaso inteligente, eficaz y con rico anecdotario de un momento mítico que convirtió "Psicosis" en algo más que cine: de hecho, inventó una nueva forma de entender el séptimo arte. Por eso apetece tanto ver a nombres como Danny Elfman reflexionando sobre la importancia que tuvo una banda sonora mítica.

Incluso la familia de Janet Leigh brinda sus recuerdos para llevarnos a una operación de altísimo riesgo con la que una verdadera estrella de Hollywood se jugó la reputación. Asimismo, Alexandre O. Philippe indaga en el mundo de las dobles, las figuras entre bambalinas y esos nombres y apellidos que pasan desapercibidos pero que fueron imprescindibles para que la película se hiciera inmortal.

Hay voces tan autorizadas como la de Peter Bogdanovich, aparte de gran director, un verdadero enamorado de la Historia del cine. Se indaga bien en la mercadotecnia que tuvo el estreno en salas de esta joya del suspense que tuvo un marketing que hoy envidiarían grandes estrenos.

Se trata de un repaso de duración precisa y que nunca se hace pesado, al ir variando las opiniones (Guillermo del Toro, Oz Perkins, Jamie Lee Curtis, etc.), siempre hay algún nuevo enfoque que ver.