De seguro sería mucho más benevolente con esta película de haber sido la primera de su director. Pero no puedo serlo teniendo en cuenta que Todd Solondz ya había dirigido antes trabajos tan interesantes como Bienvenidos a la casa de muñecas (Welcome to the Dollhouse) o Happiness. Con ello no quiero decir que Cosas que no se olvidan sea una mala película, pero sí muy inferior a los trabajos antes citados.

La cinta se divide en dos segmentos. El primero (una especie de larga introducción), titulado ficción, tiene como protagonista a una joven estudiante (Selma Blair) obsesionada por ser muy políticamente correcta. El segundo, titulado no ficción, al hijo (Mark Webber) de una familia cuya tristeza y desesperanza llama la atención de un director de documentales sin escrúpulos (Paul Giamatti).

Pero para desesperanza la que muestra Solondz. Desesperanza ácida, para ser más exactos. Y es que el director no duda en lanzarnos sin compasión sus dardos envenenados, mostrando cuán monstruoso puede ser el ser humano y riéndose de los dramas y las miserias de éstos. Lástima que dichos dardos acaben siendo menos certeros de lo esperado o que prime la sensación de que muchas cosas se han quedado en el tintero. Cosas importantes que a Solondz se le olvidó contarnos.

Gracias a Veneno (Poison), una película experimental compuesta por varias historias, Todd Haynes llamó mi atención y la de mucha otra gente. Por eso para sus siguientes proyectos ha podido contar con presupuestos algo más holgados e incluso con actores de cierto renombre. La cinta que nos ocupa, por ejemplo, tiene como protagonistas a Julianne Moore y Dennis Quaid, mientras que Steven Soderbergh y George Clooney ejercen de productores.

La acción de la misma tiene lugar durante los años cincuenta y está protagonizada por un matrimonio, el formado por Cathy (Julianne Moore) y Frank (Dennis Quaid), aparentemente modélico. Pero él trata de ocultar, sin demasiada fortuna, su homosexualidad y ella comienza a sentir una irrefrenable atracción hacia su jardinero negro (Dennis Haysbert).

De no ser por su tono melodramático, a lo Douglas Sirk (incluso el título parece homenajear a las cintas del genial realizador), diría que estamos ante una sátira que prácticamente parodia las comedias bienintencionadas que protagonizaron Rock Hudson y Doris Day (sic). Pero Lejos del cielo no pretende reírse de una época aparentemente dulce (casi naíf) en la que la homofobia y el racismo campaban a sus anchas. La película de Haynes está muy por encima de eso. Además, cuenta con un buen reparto y, sobre todo, con una fotografía cuya plasticidad ya la querrían para sí trabajos con más renombre y medios.

George Clooney no sólo puede presumir de ser uno de los actores (y directores) más interesantes del Hollywood actual, sino que además tiene un don muy especial: el del oportunismo. Me explico, hace no mucho, cuando empezaba a asomar la tan consabida crisis económica mundial, tuvo a bien protagonizar la notable Up in the Air, en la cual interpretaba a un tipo especializado en… despidos. Ahora, y cuando la popularidad de los políticos está bajo mínimos (por aquí, sin ir más lejos y según distintas encuestas, se les sitúa entre los cinco grandes problemas que preocupan a la población), dirige y protagoniza esta mezcla de sátira política y thriller.

Ryan Gosling interpreta a un joven idealista que trabaja para Mike Morris (George Clooney), uno de los candidatos a liderar el partido Demócrata. Pero su idealismo se irá difuminando progresivamente tras ciertos descubrimientos…

Más cercana al thriller que a la crítica política, sobre todo durante su último tramo, Los idus de marzo viene a confirmar varias cosas que ya sabíamos: que George Clooney es un actor y director interesantísimo o que Ryan Gosling no para de encadenar buenos trabajos y mejores interpretaciones (sorprende comprobar lo perfecto que está en películas tan distintas como Drive, Crazy, Stupid, Love o la que nos ocupa). Curiosamente, tanto Drive como ésta fueron dos de las grandes olvidadas por los académicos. Imperdonable.

Pago justo mezcla comedia y drama para narrarnos la pequeña revolución que varias trabajadoras de Ford, encabezadas por Rita O'Grady (Sally Hawkins), provocaron al iniciar una huelga exigiendo que se les pagase igual que a los hombres. La película está basada en hechos reales.

Pago justo peca de ser una cinta poco profunda, pero también es una de esas producciones bienintencionadas que consiguen que tras verla el mundo parezca un poco más bello. Algo parecido a lo que sucedía, por ejemplo, con Erin Brockovich o Criadas y señoras (The Help), por citar dos títulos bien reconocibles. Además, el trabajo de los actores y su acabado es de lo más correcto. No inventa nada, pero entretiene y es didáctica.

Campo de sueños (Field of Dreams), Los picarones (The Bad News Bears), Los búfalos de Durham (Bull Durham), Hardball o Entre el amor y el juego (For Love of the Game) son algunas de las muchas películas (curiosamente tres de las citadas están protagonizadas por Kevin Costner) sobre béisbol que se han rodado.

Lo que diferencia a la que nos ocupa es que normalmente éstas (en realidad casi todas las películas deportivas) se centran en el equipo y en el trabajo y esfuerzo de éstos. Sin embargo, el protagonista de esta cinta es uno de los gerentes del club (Brad Pitt), quien con la ayuda de un joven licenciado en económicas (Jonah Hill) idea un plan para que su equipo pueda competir con otros que gozan de más recursos, es decir, de mayores presupuestos.

Partiendo de lo poco que me atraen este tipo de propuestas, o que de béisbol apenas sé nada, decir que esta película se puede disfrutar aun no siendo fan de este tipo de cintas, gracias, sobre todo, al rígido pero notable guión de Aaron Sorkin y Steven Zaillian o a la eficaz labor de sus intérpretes. Que no sea la maravilla que me habían comentado no significa que no sea un trabajo interesante.

Mi semana con Marilyn no trata de explicar la compleja personalidad de la famosa actriz, tampoco indaga en su problemática vida personal o en su exitosa carrera. Si bien, todos estos temas tienen cabida en este trabajo, el cual se centra en lo complicado que fue el rodaje de El príncipe y la corista (The Prince and the Showgirl).

Michelle Williams brilla, y demuestra de paso que es una de las actrices más interesantes y versátiles de su generación (su mimetismo, tanto físico como psicológico, es asombroso), interpretando al mito erótico por antonomasia. Kenneth Branagh, por su parte, también está perfecto dando vida a Laurence Olivier, quien dirigió y protagonizó junto a Monroe la película antes mencionada. Eddie Redmayne es el tercero en discordia y el verdadero protagonista, ya que se encarga de dar vida a Colin Clark, cuyo libro de memorias sobre tan complicado rodaje es el que sirve de base para la cinta que nos ocupa.

Quien espere encontrarse con un biopic convencional se sentirá decepcionado, ya que lo que aquí se nos ofrece es más una anécdota que una biografía detallada. Pero no importa, la película es buena y gana muchos enteros gracias a las portentosas interpretaciones de su elenco.

Laurence Olivier rodó El príncipe y la corista buscando aumentar su popularidad entre el público. Marilyn Monroe, por su parte, lo que ansiaba era ser tomada en serio como actriz. Ninguno de los dos lograría sus objetivos con este trabajo, una comedia romántica de enredo en la que el primero da vida al padre del futuro rey de Carpatia y la segunda a la mujer que lo trae de cabeza.

La cinta acaba resultando entretenida, pero estamos ante un trabajo decididamente menor. Es entretenida porque Monroe, aun no siendo la mejor actriz del mundo, destila carisma y demuestra, por enésima vez, que domina el género y que nadie ha sabido dar vida de manera tan fidedigna como ella a la típica ingenua sexy. Lo de menor lo digo porque no estamos precisamente ante uno de los títulos más recordados o representativos de los realizados por su pareja protagonista o porque su historia no da mucho de sí. Pero, insisto, su falta de pretensiones no impide que sea de lo más entretenida.

Nueve reinas no sólo dio mucho de qué hablar en el momento de su estreno, sino que también funcionó como perfecto trampolín de lanzamiento (al menos de manera internacional) a Ricardo Darín, uno de los intérpretes argentinos más populares y respetados de los últimos años.

Darín interpreta aquí a un pícaro de poca monta que se frota las manos ante un nuevo e interesantísimo negocio: vender unas estampillas falsas por las que pueden ofrecerle una impresionante cantidad de dinero. Para llevar a buen puerto dicho chanchullo cuenta con la inestimable ayuda de un joven (Gastón Pauls) al que prácticamente acaba de conocer…

Una historia aparentemente (y me gustaría remarcar lo de aparentemente) sencilla, unos actores francamente creíbles y varios giros de guión son algunas de las cosas que me gustaría destacar de esta excelente producción. Dicho esto, sólo me queda recomendarla a los que todavía no la hayan visto, aunque teniendo en cuenta que fue todo un éxito supongo que la mayoría ya lo habrán hecho.

El estreno de la notabilísima Drive puso en el mapa (por lo menos en el mío) a su director, por ello he recuperado este trabajo suyo, anterior al mencionado y con un actor en alza como protagonista: Tom Hardy, quien da vida a Michael Peterson, también conocido como Charles Bronson (sic), famoso por obtener el dudoso título de preso más peligroso del Reino Unido…

Hardy se desnuda por dentro y por fuera, ofreciendo una interpretación electrizante y un tanto desquiciada. A ello ayuda una dirección no menos electrizante y un guión en el que escasean los diálogos y predomina la violencia.

Bronson es un biopic extraño e hiperviolento, a ratos exasperante (casi tanto como lo era Domino, otro biopic diferente), pero ciertamente interesante. Además, aquí ya se vislumbraba el enorme talento de su realizador.

Hace unos cuantos años se pusieron de moda las películas de catástrofes protagonizadas por un buen ramillete de intérpretes de reconocido prestigio. Ahora Steven Soderbergh, uno de los realizadores más inquietos de su generación, cambia la catástrofe de turno por una epidemia mortal y se rodea de uno de los repartos más impresionantes vistos últimamente (Matt Damon, Kate Winslet, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Marion Cotillard, Laurence Fishburne…).

Contagio tiene a su favor el contar con un director de reconocido talento y con un reparto de los que quitan el hipo. Su atípica narración (realista y muy poco heroica) o su potentísimo trabajo de fotografía (atención a cómo se juega con los tonos y texturas dependiendo de dónde se sitúa la acción) son otras de sus virtudes, pero lo cierto es que también puede resultar una producción excesivamente fría, algo supuestamente intencionado que provoca que sus escasas licencias dramáticas pierdan efectividad.

El cine de terror fantástico, y más concretamente el de exorcismos, nunca pasará de moda. El exorcista (The Exorcist) abrió la veda y desde entonces no han parado de llegarnos cintas más o menos imaginativas sobre gente poseída o exorcistas de toda clase.

El rito, basada en una novela de que a su vez se inspira (supuestamente) en hechos reales, tiene como protagonista a un joven llamado Michael (Colin O'Donoghue). Joven que es animado a convertirse en exorcista cuando comienza a presentar dudas sobre si debe abandonar el seminario que le llevaría a ejercer de sacerdote. Anthony Hopkins da vida a un extravagante exorcista que se convertirá en algo así como un maestro para Michael.

Aburrida, monótona y, en demasiadas ocasiones, un tanto risible, El rito no funciona ni como drama (sus personajes son demasiado planos y algunas subtramas, como, por ejemplo, toda la que tiene que ver con la periodista a la que da vida Alice Braga, parecen metidas con calzador) ni como cinta de terror sobrenatural (los amantes de las películas sobre exorcismos encontrarán ésta terriblemente descafeinada). Tampoco sus actores presenta la suficiente entidad (O'Donoghue no puede estar más soso) como para servir de pilar a una película que se desmorona por momentos. Eso sí, su acabado es notable.

Remake de una pequeña película de culto de 1981, Furia de titanes es un péplum de aventuras plagado de efectos especiales. Un péplum en el conviven seres mitológicos, monstruos y ávidos guerreros dispuestos a luchar contra poderosísimas divinidades con tal de salvar la vida de todo un pueblo.

El protagonista de la historia es Perseo (Sam Worthington), quien jura vengarse de Hades (Ralph Fiennes) cuando éste mata a su familia adoptiva. Así inicia, junto a otros valerosos guerreros, un peregrinaje que le llevará a enfrentarse a todo tipo de adversarios al mismo tiempo que hallará inesperados aliados…

No, Furia de titanes no es una buena película, pero entretiene a pesar de (o gracias a) su falta de pretensiones. Además, Worthinton, aunque un tanto soso, vuelve a demostrar que es un héroe de acción a tener en cuenta. En fin, que la película contentará a los que busquen un simple divertimento con el que pasar el rato pero defraudará a todos los demás.

George Lucas nunca me ha parecido un director a tener en cuenta. Seguramente porque me parece más un tipo que sabe vender muy bien sus productos que otra cosa. Y esta película, o más bien esta nueva saga, lo único que hace es confirmar mi teoría. ¿Acaso no resulta demasiado obvio que lo que realmente le interesa a Lucas es vender más y más merchandising? ¿Necesitaban los fans de la trilogía original esta retahíla de precuelas?

Yo creo que no. Al menos no si tenemos en cuenta lo olvidable que resulta la que nos ocupa, la que se supone lo inicia todo, es decir, la que nos narra la infancia de Anakin Skywalker (Jake Lloyd) y la amistad que éste traba con la reina Amidala (Natalie Portman), a quien le gusta vestirse como una espantaja (me extraña que Lady Gaga todavía no le haya copiado alguno de sus modelitos), y con dos guerreros Jedi, Qui-Gon Jinn (Liam Neeson) y Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor). De fondo hay una batalla intergaláctica, la que mantiene la mencionada reina con los que intentan doblegar a su pueblo.

La amenaza fantasma hace gala de un infantilismo absurdo (¿pero no se supone que los fans de las anteriores películas tienen ya una edad considerable?) y cuenta con un buen puñado de personajes directamente aborrecibles (el diseño de personajes deja mucho que desear y la gran mayoría, con Jar Jar Binks a la cabeza, sólo provocan dolor de cabeza). También tiene algunos momentos destacables (la carrera de vainas, la batalla final…), pero la mayor parte del tiempo resulta un tanto tediosa y, sobre todo, tan infantil y ñoña que provoca vergüenza ajena. Y sí, los efectos especiales son impresionantes, pero eso no sorprenderá a nadie, ¿no?

El atronador éxito, tanto de crítica como de público, que obtuvo Peter Jackson con El señor de los anillos (The Lord of the Rings) le permitió cumplir un sueño: realizar una nueva versión de King Kong.

Y es que Jackson siempre había soñado, o por lo menos así lo comentó durante la promoción de esta película, con volver a llevar a la gran pantalla la historia de ese enorme gorila (a quien dota de alma, tal y como hiciera con el Gollum de la famosa trilogía antes mencionada, Andy Serkis) que se enamora de una dulce mujer (Naomi Watts) al mismo tiempo que provoca el caos a su paso.

Esta megalómana producción tiene tantas virtudes (unos efectos especiales impresionantes, varias escenas épicas, correctas actuaciones…) como defectos (su excesiva duración, cierta falta de ritmo, escenas que se alargan en demasía, la poca entidad que presentan algunos personajes…). Tan brillante como, sobre todo, excesiva, esta nueva versión del clásico de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack es una entretenida cinta de aventuras que se le acaba yendo de las manos a su director. ¿Alguien dijo, por mucho que se lo pueda permitir, exceso de ego?

"Aquí no existe la belleza, sólo muerte y decadencia". Tan irresistiblemente trágica frase se la espeta Paul (Tom Conway) a Betsy (Frances Dee) durante el trayecto que les lleva hacia la isla en la que el primero vive y a la que ella viaja para trabajar cuidando de Jessica (Christine Gordon), la mujer de éste. Mujer que sufre una terrible enfermedad que la ha convertido en una especie de persona sin alma que ni siente ni padece…

Eso sí, que nadie se deje engañar por su título, ya que no estamos ante un subproducto de terror sobre muertos vivientes que devoran todo lo que se encuentran a su paso. Enmarcarla dentro de dicho género resulta un tanto delicado e incluso incorrecto, por mucho que su inquietante atmósfera juegue al despiste. Una cosa está clara: este trabajo es interesantísimo y muy recomendable.

La muerte de una mujer que estaba muy enferma (Annette Carell) provoca miedo y desolación en sus siete hijos, quienes deciden fingir que ésta está de viaje para evitar que los internen en un orfanato. Pero las rencillas entre ellos, las "charlas" que mantiene una de las niñas, Diana (Pamela Franklin), con su difunta madre, o la llegada de quien dice ser el padre de ellos (Dirk Bogarde), complicará, y mucho, tan delicada situación…

A las nueve cada noche es una película extraña. Y lo digo porque no es un drama al uso, tal y como podría parecer a simple vista. Tampoco una intriga o una cinta de terror, aunque cuenta con varios momentos francamente perturbadores. Una cosa está clara, Jack Clayton, el director de este curioso trabajo, imprime una atmósfera claustrofóbica muy sugerente a esta cinta que se inicia de manera un tanto errática pero gana en interés e intensidad conforme avanza.

Doctor Zhivago es, como dirían los anglosajones, un drama romántico "más grande que la vida", un clásico, una de esas películas que hay que ver sí o sí. La historia, adaptación de una novela de Boris Pasternak, tiene a la revolución bochevique cómo telón de fondo. Sin embargo, la trama se centra en cierto triángulo amoroso, el que se forma entre Yuri (Omar Sharif), Lara (Julie Christie) y Tonya (Geraldine Chaplin), los tres grandes protagonistas de la cinta.

Doctor Zhivago es una epopeya de las que hacen historia, un melodrama bien rodado e interpretado, una superproducción (véase el magnífico trabajo de fotografía, su cuidado vestuario o sus decorados) que cuenta con una de las bandas sonoras más bonitas y reconocibles del séptimo arte. Es, en definitiva, una película que todo buen aficionado debería ver.

Más poética que costumbrista, El sur es un melodrama cuya trama nos introduce en la infancia de una niña (Sonsoles Aranguren) que vive junto a sus padres, Agustín (Omero Antonutti) y Julia (Lola Cardona), en una finca situada en el norte de España.

Víctor Erice, director y guionista (adaptando una novela de Adelaida García Morales) de la película, nos sumerge poco a poco, y siempre con mucha sutileza y sensibilidad (que no sensiblería), en el día a día de dicha familia, haciendo especial hincapié en cierta obsesión que carcome al padre de nuestra protagonista y que ésta descubre casi por casualidad…

El sur es una producción diferente y especial. Diferente por cómo aborda lo que podría haber sido un melodrama familiar más. Especial por su tono intimista y por su ya mencionada sensibilidad. Por cierto, Icíar Bollaín, futura directora de éxito, fue la encargada de dar vida a la joven protagonista durante el último tramo de la cinta, pero es Rafaela Aparicio quien da vida al personaje más entrañable de la función.

Esta película me ha sorprendido muy gratamente. Será porque me esperaba una especie de alegato socio-político, o algo parecido, y me he encontrado con una cinta sobre personas. Sobre personas contradictorias que tratan de paliar sus problemas a base de mentiras o medias verdades.

Los protagonistas de la historia son Nader (Peyman Maadi) y Simin (Leila Hatami), un matrimonio en proceso de separación, y la trama arranca cuando ella decide abandonar el hogar familiar, lo que provoca que su marido tenga que buscar a alguien que se haga cargo de su padre (Ali-Asghar Shahbazi), quien se haya postrado en una cama…

Pero la película acaba yendo mucho más allá, ya que el guión guarda distintas sorpresas en forma de giros imprevistos, provocando que el interés no decaiga nunca. También me gustaría alabar el trabajo de sus actores. Y es que todos los premios y nominaciones que ha recibido esta cinta no son, ni remotamente, fruto de la casualidad.

Intrigante, enigmático, desesperanzador y muy interesante, este drama romántico dirigido por James Gray, un especialista en el género del thriller (algo que se nota sobremanera), narra el triángulo amoroso que se establece entre un joven introvertido, Leonard (Joaquin Phoenix), que no ha superado una ruptura amorosa, su vecina Michelle (Gwyneth Paltrow), quien se haya inmersa en una complicada relación con su jefe (Elias Koteas), y la dulce Sandra (Vinessa Shaw), cuya familia ultima un importante negocio con la de nuestro protagonista.

Es una pena que este drama adulto no haya tenido la repercusión que se merece, ya que son tantísimas sus virtudes (desde el trabajo de Gray hasta el de sus actores, nunca me cansaré de repetir que Phoenix es uno de los mejores de su generación y aquí lo vuelve a demostrar por enésima vez, pasando por un trabajo de fotografía excepcional en el que se juega con las sombras y con los tonos ocres). Muy recomendable.