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La historia del cine: Una odisea (Serie de TV) (2011)

La historia del cine: Una odisea (Serie de TV)
915 min.
8,2
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Sinopsis
Serie de TV. 15 episodios. Estudio crítico de la historia del cine basado en el libro homónimo del crítico norirlandés Mark Cousins. Comparada a "Histoire(s) du Cinema" de Jean Luc Godard, Cousins aborda visualmente la historia del cine desde su creación hasta nuestros días a través de 15 episodios y cientos de fragmentos cinematográficos desde la creación del cine hasta el último "blockbuster" norteamericano. En ellos encontramos decenas de entrevistas con los principales maestros de nuestro tiempo.

Episodio 1 (1895-1918): Los arbores de un nuevo arte.
Episodio 2 (1918-1928): El triunfo del cine americano.
Episodio 3 (1918-1932): Los rebeldes del cine.
Episodio 4 (Años 30): Los grandes géneros y el cine europeo.
Episodio 5 (1939-1952): La guerra y los nuevo lenguajes.
Episodio 6 (1953-1957): Sexo, drama, pasión y rabia.
Episodio 7 (1957-1964): El nuevo cine europeo.
Episodio 8 (1965-1969): Una nueva ola.
Episodio 9 (1967-1979): El nuevo cine americano.
Episodio 10 (1969-1979): Directores de un cine radical.
Episodio 11 (Años 70): Innovación en la cultura popular.
Episodio 12 (Años 80): Cine y protesta.
Episodio 13 (1990-1998): Los últimos días antes del digital.
Episodio 14 (Años 90): La llegada del digital.
Episodio 15 (Del 2000 en adelante): El futuro del cine. (FILMAFFINITY)
Género
Serie de TV Documental Documental sobre cine
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
The Story of Film: An Odyssey
Duración
915 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
9
Enseñando a mirar (a pesar de los pesares)
"La historia del cine" de Mark Cousins tiene en su capacidad para enseñarnos a apreciar la imagen fílmica su mayor aliciente.

No nos encontramos ante un documental perfecto ni muchísimo menos. Es más los defectos abundan. Vayan algunos. El primero de ellos radica en cierta monotonía estética. La monocorde y afectada voz de Cousins, acompañada una y otra vez por repetitivas imágenes hace que haya que tomar el documental con un cierto espacio para no acabar en el bostezo.

El segundo de los defectos, a mi forma de ver más grave, depende del criterio de autoridad con que Cousins se manifiesta. Entiendo que el director quiere hacernos valorar otro tipo de cine. Sin embargo, para no ello debería haber evitado simplificaciones del tipo bueno/malo. Llega a ser molesta la forma en que tilda despectivamente de "romántica" buena parte de la cinematografía americana. Dejando a un lado el hecho de que podemos estar de acuerdo en esa asunción, no creo que mencionar "Casablanca" como su mejor ejemplo de cine blandito tenga una base crítica realmente sólida. Frente al cine "romántico", Cousins contrapone el cine "clásico". Aquí, y concuerdo, sitúa la majestuosa simpleza del cine de Ozu. Todo eso se podía haber dicho sin maniqueísmos.

La tercera crítica tiene necesariamente que ver con la selección. Me parece muy valioso el rescate que se hace del cine africano y asiático (especialmente del cine chino clásico del que me sentí un completo ignorante). Ahora bien, ello excusa mal el hecho de dejar prácticamente de lado el cine de algunos países clave, sobre todo del lado hispano (digamos España, Argentina, México, Perú, Cuba o Chile, por citar casos que conozco). Latinoamérica y España, a decir de Cousins, han aportado poco, prácticamente nada a la historia del séptimo arte. Esto en sí en injustificable. Que de España se reduzca a Marco Ferrari (sic.!), contados films de Buñuel (menos mal), al primer Almodóvar y al último Erice; y que Latinoamérica quede reducida Emilio Fernández, P. Guzmán, Jodorowsky, Reygadas, Lucrecia Martel es muy fuerte. Se habla de los herederos de Chaplin y se menta a medio mundo, menos a Cantinflas, es otro pildorazo. Después, claro se va a Burkina Faso y hace una tesis doctoral sobre el cine africano. Y qué quieren que les diga eso de que se deje al cine hispano a un lado, como si no formáramos parte del canon, habla más de su ignorancia que de la poca producción hispana de filmes de calidad.

Las ausencias no se limitan a las antes mencionadas. Olvídense del Teshigara de "Woman in the Dunes", del Ichikawa de "Burmese Harp", de todo Kobayashi (¡imperdonable!), de Chabrol, de Louis Malle, de Capra,... Se entiende que en 15 capítulos no da tiempo de todo, pero es díficil creer una historia del séptimo arte sin los autores mencionados.

Dicho esto, pudiera parecer que la odisea de Cousins da en tierra. Sorprendemente no es así. El director da una clase magistral de cómo ver el cine, de cómo abrir los ojos y seguir los planos. Esa lección, que acompañará al espectador de por vida, si la amnesia no lo remedia, hace de la intentona de Cousins algo extremadamente enriquecedor.

Pocos documentales pueden decir que formaron un antes y un después a la hora de mirar el cine.

PD: Los comentarios están basados en la proyección disponible en Estados Unidos. Por algún motivo que desconozco, el episodio 13 jamás fue emitido.
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94 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Doxa y episteme
“The Story of Film: An Odyssey” es una serie documental personalísima. Tan controvertida que, en ocasiones, uno llega a preguntarse si no sería precisamente levantar ampollas el principal objetivo de su factótum, el crítico norirlandés Mark Cousins. Así se desprende, al menos, de asertos de una osadía tal que “Hollywood no es clásico, Japón sí” o “si hay una película de visión obligada para cualquier cineasta, ésta es “Performance” (ídem, 1970)”, y del —a mi juicio, muy poco acertado— paralelismo que establece entre Jane Campion e Ingmar Bergman, y Baz Luhrmann y Vincente Minnelli, respectivamente.
Además, su desprecio por el sistema de estudios denota una actitud un tanto elitista, intelectualmente acomodaticia y de un reduccionismo insostenible, toda vez que él mismo se entretiene en señalar las grandes diferencias, de forma y fondo, entre los tres grandes —Metro, Warner y Paramount—. No es la coherencia, como se ve, un punto fuerte en los análisis de Cousins. De hecho, corona su encendida apología del manifiesto Dogma afirmando que “la mejor obra de Von Trier en los 90 —” Breaking the Waves” (Rompiendo las olas, 1996)— infringió las normas del Dogma”.
Su a veces excesivo fervor multicultural le lleva a poner cinematografías como la iraní, la cubana o la senegalesa al mismo nivel, o incluso superior, que la norteamericana y las europeas —tiene gracia oír a un manierista impenitente como Baz Luhrmann cuestionar la originalidad y la espontaneidad de la “Nouvelle Vague”—. Ello constituye un ejercicio, cuando menos, voluntarista. Sobre todo, porque lo hecho en dichas cinematografías ya existía en la norteamericana y las europeas 20 o 30 años antes. Nadie niega que tengan mérito, pero originales no son.
Sin embargo, la iconoclastia de Cousins —ciertamente forzada, a veces rayana en la pedantería— nos permite conocer más a fondo la obra de autores que escapan a la mayoría de legos. Muy interesantes resultan las referencias a los pioneros rusos y chinos, o al primer Ozu. Lo mismo las dedicadas al modernismo que frente al realismo social encarnaran Tarkovski, Polanski y Parajanov. Igual de sugestiva es la aproximación a los más recientes Kiarostami —por cierto, que fallecido el pasado mes de julio, D.E.P.—, Won Kar-Wai y al terror japonés de la primera década del siglo XXI. Como se ve, el multiculturalismo no tiene, “per se”, nada de malo.
Pese a las escasas simpatías que Cousins profesa a los clásicos del otro lado del charco —él los llama, no sin postmoderno menosprecio, “románticos”—, se refiere a John Ford con el respeto debido, reconociendo su influencia —eso sí, vía Orson Welles, quien afirmaba haber visto 30 veces “Stagecoach” (La diligencia, 1939)— en el surgimiento del “noir” y la madurez del cine americano con sus aportaciones a la profundidad de campo. Algo es algo. Ah, y con su don para las aseveraciones lapidarias, larga un estridente “Hitchcock es más importante que Picasso” con el que coincido hasta en las comillas. Que nos detengan.
Se esté más o menos de acuerdo con Mark Cousins, o —así les sucederá a unos cuantos, y no me extraña— en total e irreconciliable desacuerdo, su dogmatismo se hace más llevadero merced a las sencillas explicaciones técnicas, muy didácticas, con que adorna el sentencioso discurso. En especial durante los episodios dedicados al nacimiento y consolidación del conocido como séptimo arte, en cuyo contexto encontramos excelentes alusiones a Chaplin, Keaton y Dreyer, así como al expresionismo alemán, Abel Gance, Buñuel, y Eisenstein. Si bien se deja llevar, en su valoración de Griffith, por la falacia de la ideología, último "pero" a guisa de punto final, ilustrativo de las sensaciones contradictorias que provoca —nunca mejor dicho— esta polémica serie.
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37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
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