Quien me quiera que me siga (2019)

Esta comedia francesa trae una realidad a veces olvidada: la jubilación de nuestros mayores. José Alcala la aborda desde la perspectiva de un matrimonio que ha entrado en la rutina y en el que ella decide tomar cartas en el asunto.

Durante el desarrollo de la historia, Simone se presenta como la víctima de este bucle, siguiendo y apoyando siempre los sueños y proyectos de Gilbert y olvidándose de los suyos, hasta que decide “ser más libre” y empieza a acostarse con Étienne, el vecino.

La química y el talento de los tres actores principales hace que sea una película entretenida de ver. Aunque la historia sea digna de un drama, los puntos de humor –especialmente los de la relación marido-amante– provocan que nos olvidemos de lo triste que resulta la situación y acabemos empatizando con los personajes.

Es una pena, sin embargo, que la libertad que busca Simone pase por renunciar a su marido y “vivir la vida”. Primero se va con Étienne, más tarde tiene una noche de pasión con su marido, por la mañana se va sin avisar a ninguno de los dos, acaba en la boda de la nieta de una conocida… Al mismo tiempo, no es justificable ni el mal humor ni la poca actitud de Gilbert, pero no podemos dejar de lamentar que 35 años de matrimonio se tiren a la basura tan rápido. Al final, en este trío amoroso, nos quedamos con los dos hombres: luchan por la misma mujer y logran rescatar la amistad de años atrás, mientras se apoyan mutuamente.

Como apunte final, un aplauso para la evolución del personaje de Daniel Auteuil: de marido malhumorado y descuidado a abuelo cariñoso y con vitalidad.

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La protagonista no deja de ser una proyección de la película. Me explico.

Si Simone anda desorientada por su vida, sin tener bien definido lo que quiere pero dejando claro al mismo tiempo que lo quiere todo, y mareando con su confusión a los de su entorno, la obra de Alcala cojea del mismo pie. El espectador no sabe a ciencia cierta qué pretende el director con su trama, lo desorienta, lo quiere todo: hacer sonreír y hacer llorar, y quizás hasta hacerlo meditar sobre el sentido de la vida, si mucho me apuras -- mucho!--.Pero lo cierto es que no consigue nada de ello. Ni de lejos. A pesar de todos los trucos que se saca de la manga de manera indiscriminada sin ninguna vergüenza. Todo se queda en una parodia insubstancial de algo que no se sabe muy bien lo qué es. Un plato sin sal. Un postre sin azúcar.

La pregunta que más me carcome es la de como consiguieron convencer a dos actores de la talla de Auteil y Frot para que participaran en un proyecto tan simploide y banal. Un mero divertimento sin gracia.

Hacer referencias a Jules y JIm es un tanto osado. Es como si una producción cualquiera de ciencia-ficción de serie B fuera referenciada a 2001 porqué por alguna parte sale un monolito. Exagerado como mínimo.

Llevo una racha con el cine francés!!!!