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Tio Penthal rating:
2
6.3
7,598
Romance. Comedy. Drama
Three years past his divorce, veteran novelist Bill Borgens can’t stop obsessing over his ex-wife Erica, who ignominiously left him for another man. Meanwhile, his fiercely independent collegiate daughter Samantha is publishing her first novel while recoiling at the very thought of first love with a diehard romantic; and his teen son Rusty is trying to find his voice, both as a fantasy writer and as the unexpected boyfriend of a dream ... [+]
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- es
July 6, 2013
79 of 133 users found this review helpful
Hay una expresión coloquial ("sacar de la película") que define perfectamente cual es el mayor riesgo al que se expone una obra, pues no hay nada peor en cine que dejar de creer y/o interesarte en lo que estas viendo. En este caso no he sido invitado amablemente a abandonar la narración sin montar una escena, sino que un par de gorilas me han sacado a empellones y se han recreado con una sesión de patadas y puños americanos durante una hora en el aparcamiento: hace mucho tiempo que no sufría un guión tan pretencioso, mediocre y tramposo (ver spoilers). El gran problema de la película es que parte de unos personajes absolutamente odiosos envueltos en una trama inverosímil (y odiosa) pero que, por oscuras razones, es presentada tanto por el director como el guionista como el súmmum de lo guay y si me apuran, de lo cool (ver spoilers). Si uno entra en el juego, desactivando completamente sus lóbulos frontales, disfrutará de los melindres y las carantoñas del reparto, pero en caso contrario solo hay garantía de unos interminables minutos de incredulidad y removerse incómodo en la butaca. Un invierno en la playa / Stuck in love (Writers) es, a efectos prácticos, una auténtica bufonada emocional concebida a mayor gloria del ego de los escritores y que dificilmente puede ser más superficial y manipuladora.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
En la familia de Greg Kinnear todos ESCRIBEN. No solo él, novelista reconocido tras un par de libros, sino que también su hija, una estúpida casquivana y rencorosa a la que con tan solo 19 añitos ya se rifan todas las editoriales por sus novelas rezumantes de sexo gratuito, y un hijo ñoño, sensible e inadaptado en el High school que recibe llamadas de Stephen KIng, el mayor novelista de la historia según él, y que se enamora perdidamente ("me duele mirarte", afirma) de una cretina de aspecto Nabokoviano enganchada a la farlopa y a los maltratadores. Greg Kinnear, que pondría cachondo a cualquier miembro del partido Demócrata, es un cielo de hombre, comprensivo e inteligente, que cocina los pavos de Acción de gracias metiéndoles una lata de cerveza por el ojete (sic) y que obliga a sus hijos a escribir para vivir y a vivir para escribir, estando dispuesto a mantenerlos para que garrapateen todos los sentimientos profundos y auténticos que deseen; además lleva tres años divorciado de Jennifer Connelly (con una perpetua expresión de Quien soy/Donde estoy), a la que acosa porque está convencido de que el amorrrllll volverá a traerla al redil, amenizando la espera con casquetes gimnásticos y ocasionales con una vecinita adúltera. Por si esto no fuera de por sí una gran afrenta a la inteligencia del espectador, el momentazo de la película es cuando la hija primogénita, la cínica follarina que no cree en el amor, cambia completamente de parecer cuando descubre que la madre de un pretendiente dulce, sensible y también escritor al que ha cargado sin piedad alguna de calabazas, tiene un cáncer terminal: ver a la madre postrada fingiendo que no sufre, al mozalbete ejerciendo de perfect son y a la otra descubriendo el pastel es una de las escenas más repugnantes, mediocres e inconcebibles de la historia del cine, mucho más allá del recurso de meter tetas, cachorritos, explosiones o famosillos de medio pelo para aumentar la taquilla. Ah, por cierto, al final la madre vuelve al hogar (una casa propia de un ex-presidente al lado del mar) tan perdida como se fue, Greg Kinnear se sale con la suya porque un intelectual sensible con gafitas y barba de tres días no se merece menos, los hijos se confirman como escritores sensibles y de éxito material sin cumplir los 20, y yo ya solo recuerdo que me desperté en medio de mi propio vómito.