FA
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Vfoul rating:
8
7.4
13,734
Drama
Sidney Lumet directs Paul Newman as an alcoholic lawyer whose once-promising legal career is on the skids and who gets and one last chance to prove himself in this tense courtroom drama. Frank Galvin (Newman) can't even scare up clients anymore until a colleague Mickey Morrissey (Jack Warden) helps him out by passing a routine malpractice case his way. Frank is just going through the motions until he meets the victim, a woman who has ... [+]
Language of the review:
- es
April 29, 2009
120 of 138 users found this review helpful
Un hombre juega a la maquina de pinball entre las sombras de un bar. Bebe cerveza y fuma, bola tras bola. A través de la ventana, entre adornos navideños, vemos un paisaje apagado, gris, invernal. Falla la última bola, queda pensativo y mirando al vacío. No es que haya perdido una bola ni una partida, su vida entera es una derrota.
Éste es el arranque de una película magnífica. Dirigida por Sydney Lumet, con guión de David Mamet y basada en una novela de Barry Reed, con interpretación de uno de los mejores actores de siempre (soberbio Paul Newman).
Es la historia de un abogado Frank Galvin, alcohólico, derrotado por la vida, que apenas se gana el sustento dejando su tarjeta de visita en hospitales y velatorios, su vida trascurre en el bar contando cada noche, entre copa y copa, chistes malos a los colegas. Va a tener su última oportunidad de redimirse, de hacer algo grande, de poder levantarse por la mañana con algo más que una mala resaca.
Sólo le apoya un viejo amigo cansado de curarle de sus borracheras y que hace de investigador para él (encomiable y grande Jack Warden), el cual le reprocha que no atienda los casos (caso, solo hay uno) que él le proporciona, y una misteriosa mujer de la que se enamora en una noche de copas, y que le va a traicionar porque no quiere más perdedores en su vida (Charlotte Rampling). Un día visitando en el hospital a su única defendida, se queda pensativo y finalmente reacciona.
Sigue resto comentario en “Spoiler”.
Éste es el arranque de una película magnífica. Dirigida por Sydney Lumet, con guión de David Mamet y basada en una novela de Barry Reed, con interpretación de uno de los mejores actores de siempre (soberbio Paul Newman).
Es la historia de un abogado Frank Galvin, alcohólico, derrotado por la vida, que apenas se gana el sustento dejando su tarjeta de visita en hospitales y velatorios, su vida trascurre en el bar contando cada noche, entre copa y copa, chistes malos a los colegas. Va a tener su última oportunidad de redimirse, de hacer algo grande, de poder levantarse por la mañana con algo más que una mala resaca.
Sólo le apoya un viejo amigo cansado de curarle de sus borracheras y que hace de investigador para él (encomiable y grande Jack Warden), el cual le reprocha que no atienda los casos (caso, solo hay uno) que él le proporciona, y una misteriosa mujer de la que se enamora en una noche de copas, y que le va a traicionar porque no quiere más perdedores en su vida (Charlotte Rampling). Un día visitando en el hospital a su única defendida, se queda pensativo y finalmente reacciona.
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Es una historia de connotaciones épicas, en la que deberá enfrentarse a todos: A un juez cabrón y sopla gaitas (qué raro) que hará lo imposible para que pierde el caso y recordándole una y otro vez, su triste y hundida trayectoria como abogado. A la Iglesia representada por unos sacerdotes repugnantes, dueños de un hospital, preocupados por su reputación moral antes que por la vida de sus pacientes (que raro). A un abogado ladino y sin escrúpulos (casi mafioso), capaz de hacer lo que sea por ganar (estupendo James Mason). A los familiares de la muchacha, que han dejado en estado vegetativo los médicos de los curas y que solo quieren cobrar el dinero y largarse. A su pasado de ingenuo abogado idealista y al sistema que todo lo puede.
Monseñor Brophy (Ed Binns), intentará alcanzar un acuerdo para evitar el juicio y la secuela mediática (así actúa la Iglesia), pero a pesar de la aceptable propuesta económica Frank Galvin la rechaza, en contra de la opinión de la familia y sobretodo de su único colaborador, pero Galvin cree lo contrario, “ahora quieren comprarme, para que mire hacia otro lado, y esa pobre chica, puso toda su confianza en manos de dos hombres que le quitaron la vida”. Incluso el juez Hoyle (Milo O´Shea) le aconseja que acepte la oferta del obispado, “yo mismo aceptaría la oferta y correría como un ladrón”, Galvin le contestará con ironía “Estoy seguro de ello”.
Al final cuando se va viendo acorralado, porque le van fallando los testigos, su olfato aún despierto le hace encontrar a la persona idónea, la enfermera que aquel día (hace ya cuatro años) estaba en la recepción de pacientes, y guarda como oro en paño una fotocopia del estado en que se encontraba la paciente al ingresar en el Hospital de Santa Catalina, esa fotocopia salva tanto a la antes enfermera y ahora maestra, como Galvin en el juicio.
En su alegato final al jurado, apelará a su conciencia “ustedes son la ley, no es un código, ni los abogados, ni la estatua de mármol, ni las ceremonias de una corte. Eso son símbolos, nuestro deseo es ser justos. Si vamos a tener fe en la Justicia tan sólo hemos de creer en nosotros mismos, yo creo que hay justicia en nuestros corazones”.
Monseñor Brophy (Ed Binns), intentará alcanzar un acuerdo para evitar el juicio y la secuela mediática (así actúa la Iglesia), pero a pesar de la aceptable propuesta económica Frank Galvin la rechaza, en contra de la opinión de la familia y sobretodo de su único colaborador, pero Galvin cree lo contrario, “ahora quieren comprarme, para que mire hacia otro lado, y esa pobre chica, puso toda su confianza en manos de dos hombres que le quitaron la vida”. Incluso el juez Hoyle (Milo O´Shea) le aconseja que acepte la oferta del obispado, “yo mismo aceptaría la oferta y correría como un ladrón”, Galvin le contestará con ironía “Estoy seguro de ello”.
Al final cuando se va viendo acorralado, porque le van fallando los testigos, su olfato aún despierto le hace encontrar a la persona idónea, la enfermera que aquel día (hace ya cuatro años) estaba en la recepción de pacientes, y guarda como oro en paño una fotocopia del estado en que se encontraba la paciente al ingresar en el Hospital de Santa Catalina, esa fotocopia salva tanto a la antes enfermera y ahora maestra, como Galvin en el juicio.
En su alegato final al jurado, apelará a su conciencia “ustedes son la ley, no es un código, ni los abogados, ni la estatua de mármol, ni las ceremonias de una corte. Eso son símbolos, nuestro deseo es ser justos. Si vamos a tener fe en la Justicia tan sólo hemos de creer en nosotros mismos, yo creo que hay justicia en nuestros corazones”.