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Chris Jiménez rating:
6
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February 3, 2024
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Los peligros sacuden al pobre Indiana Jones desde Venecia hasta la lejana Turquía, atravesando Alemania y Austria, de nuevo bajo el ardiente sol del desierto o contra enemigos en castillos inexpugnables, todo sea para encontrar dos cosas muy preciadas: la copa sagrada que recogió la sangre de Jesucristo y a su propio padre, que por primera y última vez toma parte en la aventura.
Aunque el productor Frank Marshall se empeñe en negarlo con la excusa de que la trilogía del personaje ya estaba pensada desde un principio, está claro que "La Última Cruzada" es la enérgica respuesta a ese tremendo error llamado "El Templo Maldito", película concebida por Spielberg y Lucas en su peor momento emocional y reflejo de miedos y malvados deseos, una que con el paso del tiempo, y pese al gran éxito de taquilla, incluso el primero terminaría despreciando. Pero eso podría arreglarse antes de que acabara la década, y efectivamente se hizo.
Parece que una era de luz ilumina a los dos hombres. La escritura de esta 3.ª y última entrega (seguramente reiteraré lo de "última") se apoya en dos puntos clave: el deseo de Lucas de tratar la búsqueda del Santo Grial, aun si eso suponía traer de vuelta los iconos y mitos cristianos de "En Busca del Arca Perdida", y profundizar más en el pasado e intimidad del protagonista a través de una conflictiva relación paternofilial. Sin embargo no es Lawrence Kasdan quien se encarga ahora del guión, un guión que por cierto sufriría miles de escrituras, modificaciones y páginas arrancadas y pegadas para tratar de unir todas las ideas que iban surgiendo en el proceso; así será fácil de apreciar la incoherencia reinante.
Y lo primero que hace es regresar al pasado. Contemplando a un Indiana jovencito, de boy scout, luchando sin descanso en los páramos de Utah contra un puñado de mezquinos cazatesoros por una antigua cruz, podemos estar tranquilos y embriagarnos con el aroma de aventura clásica y directa de serial televisivo que respiraba la película original; sin embargo todo este prólogo me parece una patraña sin sentido por la misma razón que el que iniciaba "El Templo": todos los personajes implicados, todos los incidentes que se desencadenan, no tienen relación con el resto del film, sólo es un capítulo más en la vida del aventurero.
Sí, muchos años después éste aparecerá recuperando la cruz de las garras de los mismos granujas...y ahí termina la historia y luego empieza otra, independiente. ¿Y hemos ganado algo con esta vuelta a los orígenes de Indiana? Bueno, sabemos que de joven era River Phoenix (hijo de Harrison Ford en "La Costa de los Mosquitos"), de dónde sacó su sombrero y su látigo y que su padre no le hacía ni puñetero caso...menudo aluvión de información tenemos a mano. Cuando por fin comienza la verdadera trama todo suena a que podría haber sucedido dentro del universo de "El Arca" (el protagonista es presentado en clase otra vez); ahora el tesoro a encontrar es el Grial.
Y no es que mis dotes de adivinación sean muy infalibles, pero no hace falta tenerlas ni ser muy inteligente para saber que el hombre que encarga a Indiana la tarea de buscar la copa y a su desaparecido padre está de parte de los villanos, y que se revelará en cualquier momento (un motivo de sospecha: no va a buscar al protagonista directamente, prefiere mandar a un par de esbirros...); a todo esto los villanos vuelven a ser los nazis, para seguir la tónica de "El Arca". El viaje a Venecia inicia el primero de muchos obstáculos que no dejarán de impedir el paso al aventurero.
Desde la entrada en las catacumbas de una biblioteca el pobre Ford no tendrá, y hay que recalcar esto, ni un minuto de respiro, aunque por ahora el ritmo es mucho más tranquilo de lo que se va a volver en un futuro, siempre aligerado con los destellos de humor de Jeffrey Boam, guionista de "El Chip Prodigioso" (y después de las secuelas de "Arma Letal"). ¿Ayuda a digerir mejor la tan poco sorprendente trama? Tal vez, pero es un humor tontorrón e infantiloide, y no recordaba al Indiana original con tantas ganas de hacerse el gracioso; por suerte su nueva compañera de fatigas (¿acaso podía faltar aquí una?) se encuentra en las antípodas de la que tuvimos que sufrir en "El Templo".
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Se cierra la trilogía de la aventura y los tesoros sin poder recuperar en última instancia el Grial, pero lo importante es que el protagonista haya recuperado a su progenitor. Spielberg pone mucho sentimiento aquí, emocional y visceral, y el público responde con entusiasmo y sin la ira que les había provocado la entrega previa.
Por mi parte no existe obra que logre superar a la original de 1.981, pero esta 3.ª parte permanecerá para siempre en mi memoria por el inolvidable momento filmado en la playa almeriense de Mónsul, donde Henry asusta con su paraguas a las gaviotas para que impacten contra el avión, lanzando después al cielo un grandilocuente discurso bajo la atónita mirada de Indiana, a quien sólo queda sonreír y afirmar mentalmente "Sí, ese es mi padre". Es también la única vez que vemos hacer algo útil a Connery en todo el metraje...
Aunque el productor Frank Marshall se empeñe en negarlo con la excusa de que la trilogía del personaje ya estaba pensada desde un principio, está claro que "La Última Cruzada" es la enérgica respuesta a ese tremendo error llamado "El Templo Maldito", película concebida por Spielberg y Lucas en su peor momento emocional y reflejo de miedos y malvados deseos, una que con el paso del tiempo, y pese al gran éxito de taquilla, incluso el primero terminaría despreciando. Pero eso podría arreglarse antes de que acabara la década, y efectivamente se hizo.
Parece que una era de luz ilumina a los dos hombres. La escritura de esta 3.ª y última entrega (seguramente reiteraré lo de "última") se apoya en dos puntos clave: el deseo de Lucas de tratar la búsqueda del Santo Grial, aun si eso suponía traer de vuelta los iconos y mitos cristianos de "En Busca del Arca Perdida", y profundizar más en el pasado e intimidad del protagonista a través de una conflictiva relación paternofilial. Sin embargo no es Lawrence Kasdan quien se encarga ahora del guión, un guión que por cierto sufriría miles de escrituras, modificaciones y páginas arrancadas y pegadas para tratar de unir todas las ideas que iban surgiendo en el proceso; así será fácil de apreciar la incoherencia reinante.
Y lo primero que hace es regresar al pasado. Contemplando a un Indiana jovencito, de boy scout, luchando sin descanso en los páramos de Utah contra un puñado de mezquinos cazatesoros por una antigua cruz, podemos estar tranquilos y embriagarnos con el aroma de aventura clásica y directa de serial televisivo que respiraba la película original; sin embargo todo este prólogo me parece una patraña sin sentido por la misma razón que el que iniciaba "El Templo": todos los personajes implicados, todos los incidentes que se desencadenan, no tienen relación con el resto del film, sólo es un capítulo más en la vida del aventurero.
Sí, muchos años después éste aparecerá recuperando la cruz de las garras de los mismos granujas...y ahí termina la historia y luego empieza otra, independiente. ¿Y hemos ganado algo con esta vuelta a los orígenes de Indiana? Bueno, sabemos que de joven era River Phoenix (hijo de Harrison Ford en "La Costa de los Mosquitos"), de dónde sacó su sombrero y su látigo y que su padre no le hacía ni puñetero caso...menudo aluvión de información tenemos a mano. Cuando por fin comienza la verdadera trama todo suena a que podría haber sucedido dentro del universo de "El Arca" (el protagonista es presentado en clase otra vez); ahora el tesoro a encontrar es el Grial.
Y no es que mis dotes de adivinación sean muy infalibles, pero no hace falta tenerlas ni ser muy inteligente para saber que el hombre que encarga a Indiana la tarea de buscar la copa y a su desaparecido padre está de parte de los villanos, y que se revelará en cualquier momento (un motivo de sospecha: no va a buscar al protagonista directamente, prefiere mandar a un par de esbirros...); a todo esto los villanos vuelven a ser los nazis, para seguir la tónica de "El Arca". El viaje a Venecia inicia el primero de muchos obstáculos que no dejarán de impedir el paso al aventurero.
Desde la entrada en las catacumbas de una biblioteca el pobre Ford no tendrá, y hay que recalcar esto, ni un minuto de respiro, aunque por ahora el ritmo es mucho más tranquilo de lo que se va a volver en un futuro, siempre aligerado con los destellos de humor de Jeffrey Boam, guionista de "El Chip Prodigioso" (y después de las secuelas de "Arma Letal"). ¿Ayuda a digerir mejor la tan poco sorprendente trama? Tal vez, pero es un humor tontorrón e infantiloide, y no recordaba al Indiana original con tantas ganas de hacerse el gracioso; por suerte su nueva compañera de fatigas (¿acaso podía faltar aquí una?) se encuentra en las antípodas de la que tuvimos que sufrir en "El Templo".
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Se cierra la trilogía de la aventura y los tesoros sin poder recuperar en última instancia el Grial, pero lo importante es que el protagonista haya recuperado a su progenitor. Spielberg pone mucho sentimiento aquí, emocional y visceral, y el público responde con entusiasmo y sin la ira que les había provocado la entrega previa.
Por mi parte no existe obra que logre superar a la original de 1.981, pero esta 3.ª parte permanecerá para siempre en mi memoria por el inolvidable momento filmado en la playa almeriense de Mónsul, donde Henry asusta con su paraguas a las gaviotas para que impacten contra el avión, lanzando después al cielo un grandilocuente discurso bajo la atónita mirada de Indiana, a quien sólo queda sonreír y afirmar mentalmente "Sí, ese es mi padre". Es también la única vez que vemos hacer algo útil a Connery en todo el metraje...
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Esta vez es Alison Doody, igual de rubia que Kate Capshaw, pero sofisticada, sensual y carismática en lugar de simplemente irritante, chillona y absolutamente innecesaria; y es que, por primera vez, la dama ocultará muchos secretos, si bien tendrá que pasar por ciertos molestos estereotipos (por obligación del guión se acuesta con Indiana, sin otra razón más profunda...).
La película da el gran salto con la llegada al castillo, aunque Spielberg no nos priva de varias escenas de acción de una envergadura espectacular que sólo podríamos esperar de él (ya quisiera John Woo haber filmado la impresionante persecución de lanchas).
Pero aquí se vuelve a entrometer la desgana en la historia, porque, ¿cómo hace Indiana para averiguar dónde está su padre? ¡Sale de la boca de uno de sus perseguidores en Venecia!...qué bien que quedara alguien vivo para confesar esta gran revelación. Lo que no podemos negar es el fascinante ingenio de Sean Connery (a quien tan solo separaban doce años de Ford en la vida real) dando vida a ese Henry Jones un poco torpe, un poco arisco, un poco fanfarrón, y siempre en competencia directa con un hijo que nunca ha logrado entenderle del todo.
De aquí en adelante la aventura y el espectáculo más rocambolescos no nos darán tregua, al igual que el humor, y tanto un aspecto como otro van "in crescendo" mientras la historia toma desvíos increíbles. No sólo Boam tiene la culpa, la actuación excéntrica de Connery, lo más alejada de su otrora álter-ego James Bond, ayuda mucho, alguien que por cierto, si la intención de Spielberg era introducirlo para profundizar más en la psicología y vida privada del protagonista, ha fallado de pleno, porque el guión puede dar alguna que otra pincelada sobre este tema, pero no va más allá de eso.
El guión, y esto es muy curioso, sí quiere extenderse en la relación paternofilial de Indiana, pero el personaje de Henry no; basta con escuchar su conversación en el zepelín y cómo la personalidad aplastante de éste corta toda comunicación. Se acabaron las introspecciones, volvamos a la aventura...¡y será por aventura!; vamos a ver al entregadísimo Ford sorteando peligros en motocicleta, en avioneta, en coche, en tanque, a caballo, pasando así la película de una espectacular escena de acción a la siguiente, intentando siempre superar los límites de todo lo anterior. Ya casi no tiene presencia la violencia (al menos no como en la 2.ª entrega). Pese a todo el frenesí desatado la comedia atenúa la intensidad de la acción.
Pero también es lo que resta credibilidad, y es que, al menos para un servidor, es inevitable sentir que "La Cruzada" sólo es la repetición de "El Arca" en clave de parodia (las escenas en el interior del tanque, los tropiezos, los "gags", las bromas...me lo tragaría si el padre de Indiana fuese Leslie Nielsen); el ridículo llega hasta tal punto que Spielberg, muy gracioso él, nos presenta a un Hitler con la estatura de Ford y que se las pasa estupendamente firmando autógrafos como el ídolo "pop" de moda (...¿en serio, Spielberg?).
Tal vez el tramo final, después de una larguísima escena de tiros, puñetazos y persecuciones en el desierto que parecía no acabar nunca (la acción es muy repetitiva y termina cansando), reformule también la desviación al misticismo y la fantasía de "El Arca", pero el director, mucho más que en toda la rimbombante pirotecnia anterior, se supera a sí mismo durante este clímax que une a dicha fantasía grandes dosis de tensión, suspense, violencia y la magia de unos efectos visuales alucinantes, además de la que da el propio mito de la búsqueda del Grial (caballero sagrado para protegerlo incluido, que es uno de los más bellos momentos de la saga) y de la unión de Indiana y su padre.
La película da el gran salto con la llegada al castillo, aunque Spielberg no nos priva de varias escenas de acción de una envergadura espectacular que sólo podríamos esperar de él (ya quisiera John Woo haber filmado la impresionante persecución de lanchas).
Pero aquí se vuelve a entrometer la desgana en la historia, porque, ¿cómo hace Indiana para averiguar dónde está su padre? ¡Sale de la boca de uno de sus perseguidores en Venecia!...qué bien que quedara alguien vivo para confesar esta gran revelación. Lo que no podemos negar es el fascinante ingenio de Sean Connery (a quien tan solo separaban doce años de Ford en la vida real) dando vida a ese Henry Jones un poco torpe, un poco arisco, un poco fanfarrón, y siempre en competencia directa con un hijo que nunca ha logrado entenderle del todo.
De aquí en adelante la aventura y el espectáculo más rocambolescos no nos darán tregua, al igual que el humor, y tanto un aspecto como otro van "in crescendo" mientras la historia toma desvíos increíbles. No sólo Boam tiene la culpa, la actuación excéntrica de Connery, lo más alejada de su otrora álter-ego James Bond, ayuda mucho, alguien que por cierto, si la intención de Spielberg era introducirlo para profundizar más en la psicología y vida privada del protagonista, ha fallado de pleno, porque el guión puede dar alguna que otra pincelada sobre este tema, pero no va más allá de eso.
El guión, y esto es muy curioso, sí quiere extenderse en la relación paternofilial de Indiana, pero el personaje de Henry no; basta con escuchar su conversación en el zepelín y cómo la personalidad aplastante de éste corta toda comunicación. Se acabaron las introspecciones, volvamos a la aventura...¡y será por aventura!; vamos a ver al entregadísimo Ford sorteando peligros en motocicleta, en avioneta, en coche, en tanque, a caballo, pasando así la película de una espectacular escena de acción a la siguiente, intentando siempre superar los límites de todo lo anterior. Ya casi no tiene presencia la violencia (al menos no como en la 2.ª entrega). Pese a todo el frenesí desatado la comedia atenúa la intensidad de la acción.
Pero también es lo que resta credibilidad, y es que, al menos para un servidor, es inevitable sentir que "La Cruzada" sólo es la repetición de "El Arca" en clave de parodia (las escenas en el interior del tanque, los tropiezos, los "gags", las bromas...me lo tragaría si el padre de Indiana fuese Leslie Nielsen); el ridículo llega hasta tal punto que Spielberg, muy gracioso él, nos presenta a un Hitler con la estatura de Ford y que se las pasa estupendamente firmando autógrafos como el ídolo "pop" de moda (...¿en serio, Spielberg?).
Tal vez el tramo final, después de una larguísima escena de tiros, puñetazos y persecuciones en el desierto que parecía no acabar nunca (la acción es muy repetitiva y termina cansando), reformule también la desviación al misticismo y la fantasía de "El Arca", pero el director, mucho más que en toda la rimbombante pirotecnia anterior, se supera a sí mismo durante este clímax que une a dicha fantasía grandes dosis de tensión, suspense, violencia y la magia de unos efectos visuales alucinantes, además de la que da el propio mito de la búsqueda del Grial (caballero sagrado para protegerlo incluido, que es uno de los más bellos momentos de la saga) y de la unión de Indiana y su padre.