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GVD rating:
6
7.0
787
Western
The 1870s, New Mexico territory: T.C. Jeffords is a cattle baron who built his ranch, the Furies, from scratch. He borrows from banks, pays hired hands with his own script ("T.C.'s"), and carries on low-level warfare with the Mexicans who settled the land but are now considered squatters. He has enemies, including Rip Darrow, a saloon owner who's father T.C. took land from. His headstrong daughter, Vance, has a life-long friend in one ... [+]
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- es
January 18, 2011
32 of 35 users found this review helpful
El cine de Mann es un prodigio de corrección y pulcritud. Si intentase hacer una lista con todos los defectos que he encontrado en sus películas hasta la fecha, probablemente no daría ni para dos líneas. Sin embargo, siempre percibo una carencia mucho más importante cuando me acerco a su perfecto cine, y es la falta de vida y tensión latiendo bajo esa economía narrativa. Esperaba redimirme de esta blasfemia con "Las furias" y encontrar por fin esa pasión. Una vez más, no ha sido así.
Bajo un análisis frío, "Las furias" está plagada de virtudes. Cuenta con un diseño de personajes estupendo, dotándolos de las suficientes aristas para conseguir un drama con densidad. Tienen la suerte además de ser encarnados por actores pura sangre como Stanwyck, Huston o Anderson, que están magníficos. El uso de los espacios brinda momentos brillantes, destacando los contrapicados en el fortín de los Herrera, con esos cielos crepusculares que dan la atmósfera de épica necesaria (ahora sí). Tan sólo se le pueden echar en cara muy pocos defectos (como esa beatificación final intolerable, muy burda).
Está claro que no quiero negar la calidad del cine de Mann con esta crítica, sino afinar una sensación más personal. Tomemos como ejemplo la escena que supone el punto de inflexión de la película.
Bajo un análisis frío, "Las furias" está plagada de virtudes. Cuenta con un diseño de personajes estupendo, dotándolos de las suficientes aristas para conseguir un drama con densidad. Tienen la suerte además de ser encarnados por actores pura sangre como Stanwyck, Huston o Anderson, que están magníficos. El uso de los espacios brinda momentos brillantes, destacando los contrapicados en el fortín de los Herrera, con esos cielos crepusculares que dan la atmósfera de épica necesaria (ahora sí). Tan sólo se le pueden echar en cara muy pocos defectos (como esa beatificación final intolerable, muy burda).
Está claro que no quiero negar la calidad del cine de Mann con esta crítica, sino afinar una sensación más personal. Tomemos como ejemplo la escena que supone el punto de inflexión de la película.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
El ahorcamiento se trata de una escena que debe implicar una gran carga dramática. Juan entiende que no hay escapatoria y se dispone a aceptar su destino. No deja a Vance suplicar a T.C. por su vida, sabiendo de su inutilidad. Con paso firme, se acerca a la soga. Le hace un gesto cariñoso a la madre, y se arrodilla con ella y sus hermanos para rezar un padrenuestro. El cielo crepuscular y T.C. con un puro, impasible, presiden la escena. Vance se acerca a él, después de despedirse de Juan ("Hasta que nuestro ojos se vuelvan a ver"), y le declara odio eterno. Después se aparta de la escena, mientras que oímos los gritos desgarrados en off de la madre. Se ha producido la ejecución.
¿Os podéis creer que esta escena me deja frío?
En ella están todos los elementos para lograr un cine de gran altura y para colocarme un nudo en la garganta. Sin embargo, no encuentro terror en la escena. La tensión y la amenaza de la soga no son reales. La naturalidad con la que Juan afronta el proceso me desarma, no me la creo, así como la reacción de Vance, que se queda en un reproche, por mucho que jure ese odio eterno. Debería transmitirse una impotencia abrasadora, un clímax ante una catástrofe inevitable, pero la vida de la imagen no respira. La economía narrativa juega en su contra.
En definitiva, no siento una pérdida irreparable como causa de un odio inmenso: veo la muerte de un personaje como buen recurso de guión.
Da igual que al final T.C. muera, pues la película no lo mata. Ese momento anterior, con padre, hija y novio abrazados y yéndose de fiesta, me confirma la sospecha: la verdadera tragedia queda lejos; la épica y la tensión están en otro sitio.
Me gustaría haber titulado esta crítica "Carne y sangre", como traducción literal del "Flesh and blood" que mencionan un par de veces en la película y como el encuentro de la perfección de Mann con la rabia y la furia. Sin embargo, he tenido que optar por parte de la traducción correcta.
Y es que el cine de Mann sigue pareciéndome puro esqueleto.
¿Os podéis creer que esta escena me deja frío?
En ella están todos los elementos para lograr un cine de gran altura y para colocarme un nudo en la garganta. Sin embargo, no encuentro terror en la escena. La tensión y la amenaza de la soga no son reales. La naturalidad con la que Juan afronta el proceso me desarma, no me la creo, así como la reacción de Vance, que se queda en un reproche, por mucho que jure ese odio eterno. Debería transmitirse una impotencia abrasadora, un clímax ante una catástrofe inevitable, pero la vida de la imagen no respira. La economía narrativa juega en su contra.
En definitiva, no siento una pérdida irreparable como causa de un odio inmenso: veo la muerte de un personaje como buen recurso de guión.
Da igual que al final T.C. muera, pues la película no lo mata. Ese momento anterior, con padre, hija y novio abrazados y yéndose de fiesta, me confirma la sospecha: la verdadera tragedia queda lejos; la épica y la tensión están en otro sitio.
Me gustaría haber titulado esta crítica "Carne y sangre", como traducción literal del "Flesh and blood" que mencionan un par de veces en la película y como el encuentro de la perfección de Mann con la rabia y la furia. Sin embargo, he tenido que optar por parte de la traducción correcta.
Y es que el cine de Mann sigue pareciéndome puro esqueleto.