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Lincoln (2012)

Lincoln
149 min.
6,3
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Sinopsis
En 1865, mientras la Guerra Civil Americana se acerca a su fin, el presidente Abraham Lincoln propone una enmienda que prohíba la esclavitud en los Estados Unidos. Sin embargo esto plantea un gran dilema: si la paz llega antes de que se apruebe la enmienda, el Sur tendrá poder para rechazarla y mantener la esclavitud; si la paz llega después, decenas de miles de personas seguirán muriendo en el frente. En una carrera contrarreloj para conseguir los votos necesarios, Lincoln se enfrenta a la mayor crisis de conciencia de su vida. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Histórico Esclavitud Política Siglo XIX Guerra de Secesión Biográfico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Lincoln
Duración
149 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Presidentes EEUU (Biopics)
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Premios
2012: 2 Oscar: mejor actor (Day-Lewis) y dirección artística. 12 nominaciones
2012: Globos de Oro: Mejor actor dramático (Daniel Day-Lewis). 7 nominaciones
2012: Critics Choice Awards: Mejor actor (Lewis), guión adaptado, BSO. 13 nomin.
2012: Premios BAFTA: Mejor actor (Daniel Day-Lewis). 10 nominaciones
2012: Círculo de Críticos de Nueva York: 3 premios, incl. mejor actor (Day-Lewis). 4 nom.
5
Perfectamente olvidable
De Steven Spielberg siempre se espera una soberbia puesta en escena, aspecto que en esta película se cumple a rajatabla tanto en espacios interiores como exteriores.
Se espera también que se rodee de buenos actores para una cinta con este tema, como es la aprobación de la 13ª enmienda (la abolición de la esclavitud), y en este aspecto también Daniel Day-Lewis (concuerdo con quien aconseja verla en versión original) lo borda. Los secundarios también son correctos, pero sus papeles, salvo Tommy Lee Jones a ratos, no dan para lucirse.
Y poco más.
Las dos horas y media de duración se centran en las negociaciones y tretas para conseguir la aprobación de dicha enmienda, siendo la mayoría de los momentos repetitivos, con demasiados acontecidos y chascarrillos contados por Lincoln; repetitivo también es (una vez más) el tema del hijo que no está y con pocos momentos que te hagan respaldarte en el sillón mínimamente emocionado o interesado.
De Lincoln también se esperan buenos discursos [por supuesto, en esta película no podían poner un texto suyo muy incómodo para todos que reza:«Diré, entonces, que no estoy y nunca he estado a favor de ninguna forma de igualdad social y política entre las razas blanca y negra; que no estoy y nunca he estado a favor de votantes o jueces negros ni de cualificarlos para que ocupen cargos ni para que contraigan matrimonio con personas blancas, y diré, en adición a esto, que hay una diferencia física entre las razas blanca y negra que creó prohibirá para siempre que esas dos razas vivan juntas en términos de igualdad social y política. Y hasta donde no pueden vivir de esa forma, mientras permanezcan juntos, debe existir la posición superior e inferior, y como cualquier otro hombre estoy a favor de la posición superior asignada a la raza blanca.» (The Writings of Abraham Lincoln. Abraham Lincoln)], pero salvo dos momentos, como decía, las palabras van, vienen y se diluyen en el recuerdo, dejando esta posición incómoda de Lincoln citada justo arriba en boca de Tomy Lee Jones en una intervención en el congreso.
Para mi gusto no tiene el suficiente ritmo (y quien piensa que las negociaciones políticas no pueden tener ritmo, que qué diablos pido, le recomiendo -fervorosamente- El Ala Oeste de la Casa Blanca), se hace a muchos ratos muy lenta y te mantienen pegado a la pantalla casi exclusivamente Daniel Day-Lewis y Tomy Lee Jones.
Por supuesto, olvidaos de veracidad histórica acerca de las verdaderas causas de la guerra y de las verdaderas razones de la abolición de la esclavitud, que no están ni por asomo esbozadas en el personaje protagonista. Preparaos a asistir a una especie de hagiografía, con todo lo que la palabra conlleva.
Espero que a vosotros os guste mucho más que a mí, de verdad.
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256 de 300 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Lincoln vs. Lincoln
Euclides enuncia de este modo la primera de sus nociones comunes: “Las cosas iguales a una misma cosa son también iguales entre sí.” Si un hombre blanco y un hombre negro son, por definición, seres humanos, han de ser forzosamente iguales entre sí –concluye el Abe Lincoln ideado por Spielberg. Sobre ese axioma se construye la película.

Daniel Day-Lewis (en su enésimo “último” proyecto) toma el personaje creado por Henry Fonda en ‘El joven Lincoln’ y lo hace suyo. En la actuación de Fonda todo es primavera; en Day-Lewis el desempeño es invernal.

La doble comparación (John Ford/Steven Spielberg; Henry Fonda/Daniel Day-Lewis) es pertinente. Los dos directores ensalzan sin medida a Abraham Lincoln. Los dos actores rizan el rizo de la interpretación, con gesto, voz y maquillaje. Ford y Spielberg representan el antes y el ahora del gran cine americano comercial. Day-Lewis y Fonda encarnan la excelencia en su trabajo. Contra este póker de estrellas, apenas hay oposición.

Pero, donde Ford pone sensibilidad y poesía, Spielberg pone sensiblería y énfasis. Los negros, en ‘Lincoln’, siempre miran arrobados, con los ojos brillantes, en permanente estado de embriaguez efervescente; aguardan al Mesías blanco, que habrá de liberarlos. Se muestran fieros y orgullosos. Y, sin embargo, no nos parecen de verdad. En ‘El joven Lincoln’ un pelotón de linchamiento se deja conmover por la oratoria de Abraham y Ford consigue que aceptemos sin dudar tal pirueta.

Ford maneja el tempo y el detalle. Con un cambio de plano y una frase desarma al hombre que encabeza el pelotón. Spielberg juega al tiovivo y al efecto. Donde Ford pone respeto y reverencia, Spielberg pone propaganda. Ford recrea un pueblo, con sus habitantes, cercanos y creíbles, y nos sumerge en un cinematográfico siglo XIX. Spielberg trasplanta a dicho siglo caracteres del siglo XXI, los disfraza y los hace deambular por las calles y recintos de su fastuosa superproducción. Busca indignar haciendo que los esclavistas digan frases que hoy en día nadie (salvo nazis, racistas o descerebrados varios) tomaría en serio. Edulcora y simplifica los hechos de la historia a golpe de maniqueísmo. Finge respetar la parte y manipula el todo. A veces tengo la impresión de que nos toma por idiotas.

La diferencia entre Steven Spielberg y John Ford se advierte ya en el planteamiento de sus cintas respectivas: Ford retrata los inicios de Lincoln en un modesto pueblo de Illinois. Spielberg aborda el voto de la decimotercera enmienda, que abolirá la esclavitud. Ford, con humildad, alcanza cotas de gran cine; Spielberg, mientras tanto, se instala en lo sublime y patriotero.

El Lincoln de Fonda nos gana por su profundidad emocional, de carne y hueso. La melancolía del mito se sustenta en el vacío (el hueco de la valla) que ha dejado en él la pérdida de Ann. El Lincoln de Day-Lewis es puro virtuosismo: un ídolo da vida a una leyenda.

Quisiera creer que la distancia entre ambos directores no es la distancia real entre el Hollywood de hoy y el Hollywood de antaño. En arte, no siempre las cosas iguales a una misma cosa son también iguales entre sí. Ford fue rey y Spielberg reina ahora. Sin embargo, el talento no se mide en términos de cetros, coronas y cifras de taquilla. Quizás no sea justo compararlos. El cine comercial admite múltiples categorías. ‘El joven Lincoln’ y ‘Lincoln’ juegan en ligas diferentes. Spielberg, por mucho que se afane, jamás será rival para John Ford.



[Texto publicado en cinemaadhoc.info]
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