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Voto de deivi:
3
5.1
15,124
Terror. Thriller
La infancia de Lawrence Talbot se acabó bruscamente la noche en que murió su madre. Abandonó entonces su pueblo (Blackmoor), pero tardó muchos años en recuperarse y olvidar. Un día, Gwen Conliffe, la prometida de su hermano le pide que le ayude a buscarlo, pues ha desaparecido. Talbot regresa entonces a casa y se entera de que un ser brutal y sediento de sangre ha matado a muchos campesinos. Pronto descubre que existe una antigua ... [+]
13 de febrero de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la mayoría de los casos cuando un proyecto parte, ya desde sus primeros pasos, con una sucesión encadenada de imprevistos, de contratiempos y reajustes constantes en su desafortunado rodaje, uno puede tomárselo desde dos posturas, una bastante más optimista de poder estar ante una de esas películas malditas que, a base de sacrificios y dificultades consiguen finalmente sobreponer sus titubeos o vacilaciones comentadas en un despropósito extravagante, fallido, pero con dotes para pescar algún escollo de aprovechamiento en sus desvaríos, o por el contrario y, siendo esta la opción más familiarizada, un descalabro tieso y mutilado en donde no solo será dificilísimo sacar provecho sino especulativo el atinar a ubicar la menor coherencia en sus planteamientos. Este último es, y no por esperado o temido menos lastimoso, el carril elegido por The Wolfman. Una cinta que desgraciadamente venía con la predisposición condescendiente de patinar con nota en su retrasado, polémico y recompuesto estreno.
Numerosos cambios en los puestos de dirección, del primeramente contratado Mark Romanek al fichaje residual del insulso de Joe Johnston, reajustes precipitados tanto en las diferentes escrituras del guion como en los insertos desesperados de escenas adicionales, agregados de socorro para rehacer, no solo aspectos técnicos sino también ajustes de montaje - la llamada desesperada de Walter Munch, habitual en la nómina de Francis Ford Coppola - y sospechosos mareos en la responsabilidad final del entuerto no han promulgado, ni por asomo, al desenlace armónico de lo que a simple vista intentaba ser la refundición licantrópica en tono remake directo del clásico de la Universal que inmortalizaría Lon Chaney Jr. en 1941. Si las intenciones eran volver a dar protagonismo al mito del monstruo legendario y a un cine perdido que abogaba por un arte del horror totalmente abolido y gradualmente infantilizado, esta era una excelente oportunidad, pero si pretendíamos llevar el proceso a cabo mediante una arquitectura desfigurada, con olor a gótico de salón, y fundida con soplete de cartón piedra no negaré que la faena les salió redonda.
The Wolfman 2010 convalida el pecado de que una atmosfera sugerente y un atuendo decorativo no son suficientes para camuflar alarmantes carencias y desperfectos en cuanto a un texto unidireccional, simplón y anestesiado y unos personajes unidimensionales que no estimulan o interesan. Se traba en su rudimentaria escritura y en no acertar con la diana que la coloque en el centro de alguna parte.
Numerosos cambios en los puestos de dirección, del primeramente contratado Mark Romanek al fichaje residual del insulso de Joe Johnston, reajustes precipitados tanto en las diferentes escrituras del guion como en los insertos desesperados de escenas adicionales, agregados de socorro para rehacer, no solo aspectos técnicos sino también ajustes de montaje - la llamada desesperada de Walter Munch, habitual en la nómina de Francis Ford Coppola - y sospechosos mareos en la responsabilidad final del entuerto no han promulgado, ni por asomo, al desenlace armónico de lo que a simple vista intentaba ser la refundición licantrópica en tono remake directo del clásico de la Universal que inmortalizaría Lon Chaney Jr. en 1941. Si las intenciones eran volver a dar protagonismo al mito del monstruo legendario y a un cine perdido que abogaba por un arte del horror totalmente abolido y gradualmente infantilizado, esta era una excelente oportunidad, pero si pretendíamos llevar el proceso a cabo mediante una arquitectura desfigurada, con olor a gótico de salón, y fundida con soplete de cartón piedra no negaré que la faena les salió redonda.
The Wolfman 2010 convalida el pecado de que una atmosfera sugerente y un atuendo decorativo no son suficientes para camuflar alarmantes carencias y desperfectos en cuanto a un texto unidireccional, simplón y anestesiado y unos personajes unidimensionales que no estimulan o interesan. Se traba en su rudimentaria escritura y en no acertar con la diana que la coloque en el centro de alguna parte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Vemos un medidor oscilante con la tradición lobezna del repertorio ochentero de John Landis o Joe Dante – la labor del maquillaje del reputado Rick Baker así como la transformación heredada de su excelente trabajo en Un hombre lobo americano en Londres – el guiño hacia La maldición del hombre lobo facturada por el artesanal Terence Fisher y los parecidos fisiológicos de Benicio Del Toro con el corpulento Oliver Reed, algún vago recuerdo al Dracula de Coppola – los flashbacks que conducen a la niñez de Talbot, algunos compases de su banda sonora (por cierto un tema espinoso a resaltar en adelante), y esa historia de amor trágico redentor con la frágil Emily Blunt – dosis pictóricas del altar Hammer, aunque no tan abundantes como podrían pensarse, y demasiado débito de las novelas graficas de Allan Moore, From Hell y su envoltorio victoriano depresivo, las criaturas de La liga de los hombres extraordinarios, un poco de gore oportunista y tendencia al universo Marvel de superhéroes mastodónticos que aproximan su desenlace a parecidos razonables con el Hulk de Ang lee (la relación padre, caricaturesco Anthony Hopkins, e hijo), y al look desfallecido de viñeta solapada.
Con esta desastrosa recuperación de hombres-bestias que nos aburre en su entrecortado metraje hasta extremos engorrosos de soportar, el títere apocado de Joe Johnston, me cuesta encontrar un solo título decente en su filmografía, se luce en uno de esos combinados amargos por los cuales lo único que sentimos es una estomagante antipatía por haber perdido una llamativa oportunidad de borrar las nuevas tendencias teen hacia un genero terrorífico de carpeta bobalicona y lobos depilados, de obras acicaladas para generaciones emo, cultos al monstruo embellecido, de cuerpo danone y sentimientos turulatos que, sino al tiempo, van acabar de una vez por todas con la sacra imaginería del autentico terror cinematográfico.
LO MEJOR: Honestamente me cuesta un quintal destacar resultados positivos en todo esto, y es que cuando la base no es firme todo va cuesta abajo, por decir algo, y no ser excesivamente crítico, la interpretación de Hugo Weaving como el inspector Abberline de la policía metropolitana y el vestuario de Milena Canonero (María Antonieta, Barry Lyndon).
LO PEOR: La poca personalidad de Johnston, la falta de sentido del humor del relato, el cual por otro lado es demasiado irrisorio, rascando el ridículo, la inapetente narración que cansa en toneladas, no es ni un entretenimiento mainstream para el gran público ni un divertimento pulp de gimnástico recreo. El incomprensible mareo de créditos en el apartado del compositor musical, primero atribuible a Danny Elfman, después a Paul Haslinger y finalmente acreditado el propio Elfman con el score adicional de Conrad Pope y Edward Shearmur entre otros, en donde no aparece por ninguna parte la rúbrica de Haslinger, el cual si lo hace en la ficha técnica del cartel español oficial, vamos, un verdadero guirigay.
Con esta desastrosa recuperación de hombres-bestias que nos aburre en su entrecortado metraje hasta extremos engorrosos de soportar, el títere apocado de Joe Johnston, me cuesta encontrar un solo título decente en su filmografía, se luce en uno de esos combinados amargos por los cuales lo único que sentimos es una estomagante antipatía por haber perdido una llamativa oportunidad de borrar las nuevas tendencias teen hacia un genero terrorífico de carpeta bobalicona y lobos depilados, de obras acicaladas para generaciones emo, cultos al monstruo embellecido, de cuerpo danone y sentimientos turulatos que, sino al tiempo, van acabar de una vez por todas con la sacra imaginería del autentico terror cinematográfico.
LO MEJOR: Honestamente me cuesta un quintal destacar resultados positivos en todo esto, y es que cuando la base no es firme todo va cuesta abajo, por decir algo, y no ser excesivamente crítico, la interpretación de Hugo Weaving como el inspector Abberline de la policía metropolitana y el vestuario de Milena Canonero (María Antonieta, Barry Lyndon).
LO PEOR: La poca personalidad de Johnston, la falta de sentido del humor del relato, el cual por otro lado es demasiado irrisorio, rascando el ridículo, la inapetente narración que cansa en toneladas, no es ni un entretenimiento mainstream para el gran público ni un divertimento pulp de gimnástico recreo. El incomprensible mareo de créditos en el apartado del compositor musical, primero atribuible a Danny Elfman, después a Paul Haslinger y finalmente acreditado el propio Elfman con el score adicional de Conrad Pope y Edward Shearmur entre otros, en donde no aparece por ninguna parte la rúbrica de Haslinger, el cual si lo hace en la ficha técnica del cartel español oficial, vamos, un verdadero guirigay.