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Voto de deivi:
7
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68,181
Drama
Adaptación de un libro de John Carlin (Playing the enemy). En 1990, tras ser puesto en libertad, Nelson Mandela (Morgan Freeman) llega a la Presidencia de su país y decreta la abolición del "Apartheid". Su objetivo era llevar a cabo una política de reconciliación entre la mayoría negra y la minoría blanca. En 1995, la celebración en Sudáfrica de la Copa Mundial de Rugby fue el instrumento utilizado por el líder negro para construir la unidad nacional. (FILMAFFINITY) [+]
6 de enero de 2010
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalmente y, adelantándome a las voces que creerán ver en INVICTUS un trabajo menor de Eastwood, no creo que allá que valorar su ultimo, y de nuevo eficacísimo estreno, como un paso en falso dentro de lo que viene a ser una carrera tan vigorosa y llena de fuerza que apenas hay laderas en las montañas de una filmografía capital e importantísima. Si hay algo claro en la silenciosa sombra de Eastwood, es su comprometida labor pedagógica con las causas humanas que, en una o en otra parte del mundo, siguen acosando los valores de una esencia que, rehúye del enfrentamiento y alienta la lucha contra las barreras sociales para poder sacar siempre conclusiones benefactoras de las pequeñas cosas.
Un hombre como Eastwood no necesita a estas alturas presentaciones ni de tipo ideológico (sus reflexiones guardan un mensaje de amplio sabor humanitario), ni de conocimientos artísticos (rueda con elegante facturación en tiempo mínimo y con resultados máximos, en este caso apenas dos meses de rodaje le bastan para llevar a puerto un proyecto de ambición media como es Invictus), se sobra de su experiencia meticulosa y prudencia veterana para incluso en sus cintas menos buenas (me niego a hablar de descalabros son mas bien películas no tan redondas, con algunas fisuras e imperfecciones de conjunto, pero de las que no debemos renegar por completo, ya que incluso en obras intrascendentes y alimenticias como Deuda de sangre o El principiante, se suelen encontrar altas porciones de entretenimiento), no defraude ni rebaje un talento al que nos tiene, quizás demasiado, “mal” acostumbrados.
En Invictus el duro creador de Bird expone una línea continua con su magnífica Gran Torino, un punto y seguido al controvertido tema del choque de razas, si en la que supuso su despedida interpretativa se concentraba en la comunidad asiática y los lamentos del Vietnam (la figura de Kowalski) como enmienda de horrores del pasado, aquí es la población sudafricana la que pone de manifiesto la problemática racial entre blancos y negros con el terrible recuerdo del Apartheid como trasfondo. Nos plantea la situación con un inexorable carácter educativo, pero nunca cuestiona los hechos desde un foco político, representa a Mandela como un líder talentoso, convencido de un posible cambio en las mentes de su pueblo, y sin embargo no se excluye la posibilidad de que todo pudo ser un sueño momentáneo (sabemos que la situación actual en Sudáfrica sigue siendo hostil y peligrosa, en donde ahora son la minoría blanca la que padece un rechazo progresivo de la comunidad negra), es por ello que Eastwood utiliza diestramente al deporte como unión fraternal de un país en construcción, débil y rencoroso, y la potente personificación de vínculo que debe suponer la victoria en equipo. También insiste en buscar el perdón por encima del pesar de la venganza (otra norma básica del ideario Eastwood).
Un hombre como Eastwood no necesita a estas alturas presentaciones ni de tipo ideológico (sus reflexiones guardan un mensaje de amplio sabor humanitario), ni de conocimientos artísticos (rueda con elegante facturación en tiempo mínimo y con resultados máximos, en este caso apenas dos meses de rodaje le bastan para llevar a puerto un proyecto de ambición media como es Invictus), se sobra de su experiencia meticulosa y prudencia veterana para incluso en sus cintas menos buenas (me niego a hablar de descalabros son mas bien películas no tan redondas, con algunas fisuras e imperfecciones de conjunto, pero de las que no debemos renegar por completo, ya que incluso en obras intrascendentes y alimenticias como Deuda de sangre o El principiante, se suelen encontrar altas porciones de entretenimiento), no defraude ni rebaje un talento al que nos tiene, quizás demasiado, “mal” acostumbrados.
En Invictus el duro creador de Bird expone una línea continua con su magnífica Gran Torino, un punto y seguido al controvertido tema del choque de razas, si en la que supuso su despedida interpretativa se concentraba en la comunidad asiática y los lamentos del Vietnam (la figura de Kowalski) como enmienda de horrores del pasado, aquí es la población sudafricana la que pone de manifiesto la problemática racial entre blancos y negros con el terrible recuerdo del Apartheid como trasfondo. Nos plantea la situación con un inexorable carácter educativo, pero nunca cuestiona los hechos desde un foco político, representa a Mandela como un líder talentoso, convencido de un posible cambio en las mentes de su pueblo, y sin embargo no se excluye la posibilidad de que todo pudo ser un sueño momentáneo (sabemos que la situación actual en Sudáfrica sigue siendo hostil y peligrosa, en donde ahora son la minoría blanca la que padece un rechazo progresivo de la comunidad negra), es por ello que Eastwood utiliza diestramente al deporte como unión fraternal de un país en construcción, débil y rencoroso, y la potente personificación de vínculo que debe suponer la victoria en equipo. También insiste en buscar el perdón por encima del pesar de la venganza (otra norma básica del ideario Eastwood).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La baza primordial de contar con un mayúsculo Morgan Freeman en el papel del presidente sudafricano era lógicamente un beneficio seguro. El actor encarna con detallado desembolso táctico un Mandela perfecto, donde se confunden personaje real con el de ficción, y se personifica un integro cuadro de pormenores, gestos y miradas. No queda atrás la rápida madurez de Matt Damon como estrella progresiva, logrando un François Pienaar estupendo y, consiguiendo lo más difícil, un digno “tete a tete” frente a Freeman. La documentada ojeada de Eastwood se hace avanzar sin prisas, tomándose el tiempo preciso para que el espectador tome partido de los acontecimientos y, aunque peque de subrayados sentimentales en los minutos finales no echa por tierra los mejores momentos de Invictus - la visita de Pienaar a la celda donde Mandela cumplió sus 27 años de condena, emotiva y sincera, o el primer encuentro del capitán de los Springboks con el mandatario africano – y tampoco cierra el ciclo de una carrera formativa por hacer un cine sencillo, sensible, alejado del exhibicionismo, que me hace sentir un respeto hondo e insondable hacia uno de los cineastas más vocacionales(lo suyo es una aptitud apasionada de su oficio) que habrán existido nunca.
LO MEJOR: El clásico estilo Eastwood que, sin apabullar, logra transmitir el recado amén de una puesta escena expositiva y paulatina. Las desconfianzas discriminatorias entre los miembros del equipo de seguridad para cumplir sus cometidos de defensa, la actividad de los jugadores para instruir a los niños en los barrios más pobres y hacerles ver y practicar las reglas del futbol americano y, cómo no, Morgan Freeman.
LO PEOR: El incorrecto uso de la cámara lenta en ciertos instantes del partido final de rugby y un guion, basado en el texto de John Carlin, al que le faltan unas gotas extras de profundidad.
LO MEJOR: El clásico estilo Eastwood que, sin apabullar, logra transmitir el recado amén de una puesta escena expositiva y paulatina. Las desconfianzas discriminatorias entre los miembros del equipo de seguridad para cumplir sus cometidos de defensa, la actividad de los jugadores para instruir a los niños en los barrios más pobres y hacerles ver y practicar las reglas del futbol americano y, cómo no, Morgan Freeman.
LO PEOR: El incorrecto uso de la cámara lenta en ciertos instantes del partido final de rugby y un guion, basado en el texto de John Carlin, al que le faltan unas gotas extras de profundidad.