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Voto de rouse cairos:
6
5.7
404
Drama. Comedia
Existe en Buenos Aires un lugar que pocos conocen, pero del que casi todo el mundo habla. Detrás de un paredón insípido y de una puerta que no dice mucho, están los restos de una catedral gótica, donde funciona un singular restaurante que ofrece una sola mesa. Todas las noches una última cena. Nadie viene sólo a disfrutar solamente de una gran comida, de los mejores vinos y de buena música. Los comensales que se sientan en la mesa, ... [+]
8 de septiembre de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
:
El opus 8 de Carnevale es una curiosa película coral compuesta de cuatro pequeños relatos, que sólo tienen en común el espacio convocante: un restaurante de acceso restringidísimo por donde van pasando clientes adinerados pero infelices. Atendido por dos misteriosos hermanos, interpretados por Graciela Borges y Pepe Cibrián, que observan los sentimientos y reacciones de los comensales, como los dioses homéricos o como un Gran Hermano contemporáneo.
El espacio (simbólico o no, según la lectura posible) queda en un barrio antiguo de Buenos Aires, disimulado detrás de una fachada anodina, emplazado sobre las ruinas de una antigua catedral con vitrales que replican la pintura de La última cena. Un lugar a cielo abierto pero con un pequeño escenario y músicos que amenizan frente a los exclusivos comensales que ocupan todas las noches una única y lujosa mesa, por donde desfila una fauna de delincuentes de guante blanco, ex enamorados desencontrados y otros seres furiosa o mansamente desesperados.
La espectacularidad del lugar y el nutrido elenco, que alcanzaría para mucho más de una película, reclaman un guion que paradójicamente pocas veces está a la altura en su evidente pretenciosidad. En la mayor parte de los relatos no funciona el tempo ni el lenguaje cinematográficos. Salvo en las dos historias finales (la de las tres amigas y la de los hermanos, que envuelve a los otros episodios con un desenlace sorprendente), aunque nada evita que los personajes caigan en estereotipos y en diálogos reiterativos, que van opacando el contenido, sin aprovechar los megarecursos de que se dispone.
El opus 8 de Carnevale es una curiosa película coral compuesta de cuatro pequeños relatos, que sólo tienen en común el espacio convocante: un restaurante de acceso restringidísimo por donde van pasando clientes adinerados pero infelices. Atendido por dos misteriosos hermanos, interpretados por Graciela Borges y Pepe Cibrián, que observan los sentimientos y reacciones de los comensales, como los dioses homéricos o como un Gran Hermano contemporáneo.
El espacio (simbólico o no, según la lectura posible) queda en un barrio antiguo de Buenos Aires, disimulado detrás de una fachada anodina, emplazado sobre las ruinas de una antigua catedral con vitrales que replican la pintura de La última cena. Un lugar a cielo abierto pero con un pequeño escenario y músicos que amenizan frente a los exclusivos comensales que ocupan todas las noches una única y lujosa mesa, por donde desfila una fauna de delincuentes de guante blanco, ex enamorados desencontrados y otros seres furiosa o mansamente desesperados.
La espectacularidad del lugar y el nutrido elenco, que alcanzaría para mucho más de una película, reclaman un guion que paradójicamente pocas veces está a la altura en su evidente pretenciosidad. En la mayor parte de los relatos no funciona el tempo ni el lenguaje cinematográficos. Salvo en las dos historias finales (la de las tres amigas y la de los hermanos, que envuelve a los otros episodios con un desenlace sorprendente), aunque nada evita que los personajes caigan en estereotipos y en diálogos reiterativos, que van opacando el contenido, sin aprovechar los megarecursos de que se dispone.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Carnevale, en sus intenciones de elaborar una película con reconocible mensaje positivo a pesar de las adversidades (como ocurre en Anita o Corazón de León), se desdobla entre lo que intenta ser y lo que es, porque el perfil estético y lo dramático no van para el mismo lado. Disponiendo de un material rico y actores muy buenos, termina siendo tradicional y reiterativo de viejos modelos.
La película no deja de ser atractiva en un comienzo, donde el lugar y la música crean una atmósfera limítrofe entre el sueño y la vigilia. La primera historia empieza con mucha fuerza y un tono realista que conecta con reconocibles casos de recorte policial pero poco a poco se va desinflando, con diálogos que derivan en discusiones violentas o reiterativas, sin mayor trascendencia.
Los espejos alarman porque hacen que el hombre sienta que es reflejo y vanidad, nos dice Jorge Luis Borges en uno de sus poemas más conocidos, donde parece haberse inspirado el título de la película y algo parecido dice la idea del guion que intenta replicar en una puesta acorde al gran teatro de la vida -un tópico a esta altura fosilizado- que resulta en una estética más teatral que cinematográfica. En una entrevista, el director dijo que ésta era "una historia que habla de la humanidad, de la soledad, de la vida, de la muerte; es bastante filosófica pero también muy al estilo de los temas que nos tocan a todos". Y seguramente eso intenta, entre lo patético y lo grotesco, logrando un filme desparejo que suma canciones ya escuchadas que se pierden en su propia artificialidad pretenciosa y barroca.
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La película no deja de ser atractiva en un comienzo, donde el lugar y la música crean una atmósfera limítrofe entre el sueño y la vigilia. La primera historia empieza con mucha fuerza y un tono realista que conecta con reconocibles casos de recorte policial pero poco a poco se va desinflando, con diálogos que derivan en discusiones violentas o reiterativas, sin mayor trascendencia.
Los espejos alarman porque hacen que el hombre sienta que es reflejo y vanidad, nos dice Jorge Luis Borges en uno de sus poemas más conocidos, donde parece haberse inspirado el título de la película y algo parecido dice la idea del guion que intenta replicar en una puesta acorde al gran teatro de la vida -un tópico a esta altura fosilizado- que resulta en una estética más teatral que cinematográfica. En una entrevista, el director dijo que ésta era "una historia que habla de la humanidad, de la soledad, de la vida, de la muerte; es bastante filosófica pero también muy al estilo de los temas que nos tocan a todos". Y seguramente eso intenta, entre lo patético y lo grotesco, logrando un filme desparejo que suma canciones ya escuchadas que se pierden en su propia artificialidad pretenciosa y barroca.
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