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Voto de Strhoeimniano:
10
Drama Ángel (Ovidi Montllor) es un cazador furtivo que vive en un bosque con su madre (Lola Gaos), una mujer tiránica y violenta. En uno de sus escasos viajes a la ciudad, conoce a Milagros (Alicia Sánchez), una chica que ha huido de un reformatorio y que es la amante de un delincuente llamado El Cuqui. Ángel la protege y la lleva a su casa. La animosidad de la madre hacia Milagros, así como la atracción que Ángel siente hacia ella desembocarán en un drama. (FILMAFFINITY) [+]
29 de junio de 2013
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contaba Borau que el origen de esta gran película residía en una única imagen: un bosque y la gran e inquietante Lola Gaos. A partir de ese motivo, el director y Gutiérrez Aragón idearon un guión en torno a esa imagen. La inspiración les llegaría por el nombre de un personaje interpretado por esta gran actriz: la abnegada y servil “Saturna” de “Tristana,” de Luis Buñuel. Es la imagen de Saturno devorando a sus hijos la que construye a la cruel y tiránica “Martina” de “Furtivos.”
Para entender el impacto de esta película es necesario recordar el contexto histórico en el que se estrenó: el año 1975. Así, no se puede ver la historia, sin recurrir a la Historia. Ese bosque, pacífico, otoñal, frío, que oculta tras esa paz una inusitada crueldad no deja de ser una metáfora bastante realista de la España de aquel tiempo que bajo una paz, aparente y forzada, ocultaba la crueldad de una feroz dictadura.
Como dije, la película se construye en torno al personaje de Martina. Así, el resto del reparto se aprobó en función de dos premisas. Primera: que fueran rostros desconocidos, con apariencia de estar lo más pegados a la tierra en la que se desarrolla la historia; segunda: que hubiera “química” entre ellos y la magnífica Lola Gaos. Las dos premisas se cumplen de modo sobrado. Tanto Montllor, como la debutante Alicia Sánchez, no sabes muy bien si son actores o hijos de esa tierra olvidada en el tiempo. Sus actuaciones están impregnadas de un naturalismo estremecedor, muy a tono con el estilo de la película.
El acierto de Borau es ofrecer una perspectiva esencialmente naturalista, de un realismo feroz que no claudica ni ante las crueldades que salpican este cuento terrorífico. Obrando de este modo, Borau consigue unir dos crueldades: por un lado la de la naturaleza que, como dije antes, en su aparente paz esconde la atrocidad; y por otro, la crueldad como obra innata de la raza humana. En el primer caso, la naturaleza de Borau es agresiva, hermosa pero desapacible para el hombre, fría, destemplada, atroz, y, sobre todo: inhóspita. De hecho, de un modo u otro, todos los personajes se pierden en el bosque, sólo el “furtivo” sabe por dónde ir. Metafórico, ¿verdad? Para el segundo, la mejor ilustración que se pudo encontrar fue el cuerpo enjuto de la Lola y la voz rota de la Gaos. “Martina” es la madre cruel, el amor como expresión del egoísmo, los miedos como el detonante de sus violencias. Su expresión es arisca, rabiosa, casi animal (hay momentos en los que el gesto de sus ojos es feroz, como los de una loba). De hecho, su comportamiento no sabe de moralidades (excelente la secuencia del incesto), es como un brote más de esa tierra que pisa: salvaje. Y para llegar eso había que contar con la magistral Lola Gaos. Su actuación es tan grande, y más si tenemos en cuenta que ella, como persona, estaba en los antípodas del personaje que interpretaba, que está insuperable. Hay momentos en los que es terrorífica, brutal; otros, en los que su temor se desnuda en ese rostro surcado por la angustia, hasta hacer entender todas las aristas que tiene esa compleja madre, con una maldad que se lee en los ojos. En resumen: está tan magnífica que se te graba en la retina. Pero nada desmerece al resto del reparto que, aunque sin alcanzar la altura de la Gaos porque su papel es un auténtico “bombón,” está genial. Podemos ver otro de los prodigiosos trabajos del recordado Ismael Merlo, aquí interpretando a un cura que lo mismo intercede en el mercadeo de unas pieles que da la última comunión y, de alguna manera bendice, el destino que tomará el personaje de “Martina.” El mismo Borau también interpreta aquí a un autoritario Gobernador Civil (fue actor ocasional de muchos de los títulos de su productora “El Imán,” aunque se puso a las órdenes de Berlanga en la alocada y esperpéntica “Todos a la cárcel”), cúpula en aquel tiempo del poder en la ciudad por lo que era uno de los cargos más importantes y ambicionados de la dictadura, hecho que ilustra muy bien la película.
En resumen, una obra maestra llena de una belleza muy particular (la fotografía es otro de los grandes trabajos de Luis Cuadrado) y de una crueldad arrolladora. El retrato de una España en la que el lobo no tardaría en morir para que pudiéramos vivir en paz, y LIBRES, TODOS/AS LOS FURTIVOS/AS. Amén.
Strhoeimniano
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