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Voto de Strhoeimniano:
8
Comedia Trabucco está a punto de retirarse a una paradisíaca isla, pero antes debe hacer un último trabajo: eliminar a los tres testigos claves en el juicio de un caso federal. Para ello se instala en un hotel estratégicamente situado, pero la situación se complica cuando se instala en el mismo hotel Victor Clooney, un hombre que está muy deprimido porque su mujer lo ha abandonado por un sexólogo. En el preciso momento en que Trabucco se ... [+]
14 de septiembre de 2005
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
La despedida del cine del maestro que aún viviría 21 años más condenado al ostracismo de la industria, que no del público que seguía, sigue y seguirá adorando su obra. No sé por qué siempre pedimos ver en la última obra un sumum. Es difícil imaginar esa película, dada la cantidad de obras maestras que componen la producción de este director. El problema es que esta no es una obra maestra; pero no es una mala película (nunca cometió ese pecado).
Decía Wilder que para realizar una película “tenía diez mandamientos. Los nuevo primeros dicen: No aburrirás”. Esto lo cumple a la perfección. Trabuco (Mathau), un asesino a sueldo tiene que cumplir su último mandato antes de retirarse. El encargo se complica cuando en la habitación de al lado se aloja el depresivo Víctor (Lemmon). Con esto, Wilder realiza una película donde la risa no tiene ningún filo de amargura o de crítica tan habitual en el. Es una comedia amable, pese a sus pinceladas de humor negro (maravillosa la secuencia de Lemmon intentado suicidarse y dejando en suspenso la acción final para hacer sus necesidades).
Sin embargo, hay una parte de la trama que chirría, hecho bastante sorprendente pues estamos ante una de las mejores pareja de guionistas de toda la historia del cine, aunque esta película sea un remake de la película francesa “El embrollón”. La parte es toda la referida a la historia de K. Kinski (las relaciones durante el rodaje fueron muy tensas, a un loco como a Kinski sólo lo aguantaba otro como Herzog), que interpreta aquí a un doctor naturista y profeta del sexo libre que es el amante de la mujer de Lemmon. Es curioso, si uno cosa tiene el cine de Wilder, independientemente de la fecha en que realizara la película, es la actualidad. Ninguna de sus películas ha envejecido un ápice. No son modernas, tienen el poder de ser contemporáneas, de acompañar al espectador independientemente de la época. No es este el caso, toda esa trama chirría tanto como si de una película del “landismo” se tratara. Tiene una visión grosera, muy sesentera, con situaciones que dudo que incluso en esos años inocentes y locos hicieran gracia. Fuera de este pequeño crack, la película funciona a la perfección. Es la última reunión de Lemmon y Mathau a las órdenes del maestro, por lo que tiene un sabor de despedida. Un adiós grato. Nadie como él entendió tan bien la química que estallaba entre estos dos grandes actores, y en esta ocasión también les ofrece uno de esos “trajes hechos a medida” para que luzcan todas sus dotes en esta atropellada comedia.
En todo caso, dado el encefalograma plano que tenía la comedia norteamericana de aquellos años (época de Porkys y desmadres...), “Aquí un amigo” gana en esa comparación, y cuesta creer, o da rabia, que no se acudiera de nuevo al maestro para insuflar de gran cine las pantallas que dejó huérfanas tras su marcha.
“Aquí un amigo”, sin ser ese amén que uno esperaría de Wilder como remate de su obra, conserva los quilates de su inteligencia y saber hacer.
Strhoeimniano
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