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Voto de Strhoeimniano:
10
Drama Un importante magnate estadounidense, Charles Foster Kane, dueño de una importante cadena de periódicos, de una red de emisoras, de dos sindicatos y de una inimaginable colección de obras de arte, muere en Xanadú, su fabuloso castillo de estilo oriental. La última palabra que pronuncia antes de expirar, ”Rosebud”, cuyo significado es un enigma, despierta una enorme curiosidad tanto en la prensa como entre la población. Así, un grupo de ... [+]
31 de mayo de 2005
27 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Welles llega a Hollywood con 25 años , escoltado por la fama de genialidad que había logrado tras aterrorizar a América por la famosa emisión radiofónica de “La guerra de los mundos”, la RKO, el estudio menor de las cinco “majors”, le ofrece un contrato impensable garantizándole una libertad creativa total que ni los maestros veteranos disfrutaban. El fruto de esto es la hechizante “Ciudadano Kane”. “Rosebud” (para amantes del cotilleo: era el nombre con el que Hearst se refería al coño de Marion Davies) será la mítica palabra que dispara la historia de Charles Foster Kane, primero de esos personajes más grandes que la vida que jalonarán la filmografía de este director. Cuenta en la biografía de Barbara Leaming que hasta ese momento él creía que el cine era solamente “registro”, la posibilidad de conservar en celuloide lo que ocurría, pero que en los primeros días se encerró a ver “La diligencia” una docena de veces y entendió que más allá de esa cualidad había una gramática.
Sólo desde esa osadía que daba el no saber, se puede entender la apuesta radical que en lo artístico supone “Ciudadano Kane”. Desde un guión, firmado en colaboración con Herman Mankiewicz, en el que los avatares de la vida de este hombre son expuestos siguiendo el mismo mecanismo de la memoria, todos desfragmentados, pero que unirá sin suturas cualquier espectador hasta conseguir la linealidad de una historia clásica de una complejidad visual enorme y atractiva. Parte de este encanto lo consigue con el operador Gregg Toland al que pedirá encuadres imposibles, y composiciones que alcanzan nuevos significados al jugar con la profundidad de campo (maravillosa la secuencia en la que se decide el futuro del Kane, éste, aún niño, permanecerá al fondo del encuadre, recortado entre los personajes y sobre el fondo nevado; pero aún estando en última posición, todas nuestras miradas se dirigen a él). La nómina de maestros no termina aquí. “Ciudadano Kane” será la primera película en la que escuchemos la música de Bernard Herrmann (trágica la aria que compone para la segunda mujer, Susan Alexander).
Los actores son un capítulo aparte, desde el propio Orson Welles realizando una caracterízación magistral hasta toda la nómina de excelentes secundarios que volveremos a ver en otras películas del maestro: Cotten, Sloane, Agnes Moorehead.
“Ciudadano Kane” es un ejercicio fascinante, lleno de una expresividad fílmica incontestable. Una obra maestra rotunda y absoluta.
Strhoeimniano
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