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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
9
Drama. Romance Retrato de la vida cotidiana de un matrimonio burgués que atraviesa una crisis de pareja. En Milán, tras visitar a un amigo enfermo terminal en un hospital, el escritor Giovanni Pontano (Marcello Mastroianni) acude a una fiesta por la publicación de su último libro. Mientras, su mujer Lidia (Jeane Moreau) visita el lugar donde vivió muchos años atrás. Luego, durante la noche, ambos acuden a una fiesta en la mansión del Sr. Gherardini, ... [+]
15 de enero de 2011
27 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
+ Plano-contraplano +

No se puede señalar y decir “dolor”, “soledad”, “pérdida” y que todos lo entendamos. Al menos, no hay garantía de que hablemos de lo mismo. Es una imposibilidad gramática abarcar la materia oscura que nos circunda, porque el dolor es propio. Y si se trata de poética, de emulsión subjetiva que consiga evocar las emociones (como quizás haga Antonioni) no sirve apelar a experiencias que se presupongan comunes, o recurrir a un lenguaje consuetudinario (cinematográfico) que percibamos con más naturalidad que la propia realidad. Eso sirve a los fines de la, estupendísima y clásica, diversión melodramática.

+ El espacio, la palabra +

Para escarbar en lo “sentido” y lo que sucede (y que en el cine clásico es siempre explicitado con pelos y señales con un “te quiero” al que sigue un contraplano) Antonioni huye de las convenciones, elimina palabras, despoja la imagen de aquello que no sea geometría esencialista y contexto (escenario fenomenológico delator de lo que la vieja palabra guionizada no podía “decir”). En las escenas el espacio y los rostros van por libre. No montados, encajados con ingeniería y adhesivo (sin aparato narrativo, ni ritmo, ni la viga del tejado del andamiaje dramático).

+ Urbanismo +

Solitarias son las ciudades de Antonioni -inertes, gravitacionales- esquela de apatía aburguesada, santo y seña de aburrimiento sofisticado donde el abandono emerge por la falta de tacto, la falta de hierba y el cemento excedentario. En ese punto se produce la fusión del personaje con el entorno en una condición trascendental del plano (canon del espacio clásico desnaturalizado donde la mirada del cineasta no es sólo una toponimia en la que encajar la acción). Por la conducta -la voluntad- casi no entrevemos lo que ocurre en esos cuerpos de persona. No van a ningún lado, nada pretenden. No chillan, no se tiran de los pelos.

+ El tiempo muerto +

El animal se desoculta así, pero poco, la materia se enciende. Se supera el behaviorismo cinematográfico de la reacción. Porque el mundo interior, si existiera, es un enorme abismo del que nadie escapa por mucho que mire hacia el frío primigenio de la costumbre y la convención. Queda la imagen, no obstante, como forma incapaz que ofrece algo más que el "habla" y lo evidente. Ofrece porque establece coordenadas de conciencia mediante cláusula abierta (elipsis no narratológica sino etérea). Sólo a través de la introspección se llega a cierta realidad que nos rechaza. Así funciona el tiempo muerto, convencido de la ineficacia del acto gramatical explícito del sentimentalismo colectivo.
Bloomsday
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