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Voto de Javicaysa:
6
Drama. Comedia A Woody Grant, un anciano con síntomas de demencia, le comunican por correo que ha ganado un premio. Cree que se ha hecho rico y obliga a su receloso hijo David a emprender un viaje para ir a cobrarlo. Poco a poco, la relación entre ambos, rota durante años por el alcoholismo de Woody, tomará un cariz distinto para sorpresa de la madre y del triunfador hermano de David. (FILMAFFINITY)
27 de enero de 2014
42 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es el personaje interpretado por Bruce Dern imbécil profundo en el sentido más metafísico y psicológico de la expresión? Por si acaso, aclaro que no está enfermo ni padece de taras mentales diagnosticadas. En consecuencia, juzguen ustedes mismos: cree que le ha tocado un millón de dólares porque lo dice una propaganda enviada a su nombre; cuando su hijo le explica que se trata de un timo, él sencillamente no contesta; afirma que se casó “porque quiso ella”, y no sabe en qué consiste estar enamorado; tuvo hijos sin planearlo porque “me gustaba follar”; se lanza a caminar hacia estados lejanos por la carretera vestido de cualquier modo; le importa un bledo lo que le ocurra al resto de la gente, familiares inmediatos incluidos; es alcohólico desde hace décadas; de joven todo el mundo abusaba de él porque siempre hacía cualquier favor sin solicitar nada a cambio; insulta a su propio hijo si éste le incordia con educadas preguntas personales; habla poquísimo, nunca escucha a nadie, y su respuesta más habitual es un alelado “¿eh?”. Fíjense: no les pregunto si un individuo tal es mala o buena persona. Les pregunto si es sencillamente imbécil. En su defensa, y mientras se lo piensan, ya les adelanto que, como decía Emerson, no debemos juzgar a nadie por sus malos matrimonios; tal vez el pobre Woody, que así se llama, se encuentre en semejante estado mental a causa de un mal matrimonio, o debido a que las esperanzas de su vida se han truncado con el paso de los años. Quizá esa tristeza ante la ausencia de un sentido vital le haya erosionado tanto que ya sólo queda de él la parte más hosca. Quizá. Pero, si es así, eso, desde luego, no está en la película; que tiene la torpeza de revelarnos cómo Woody, en su más lozana juventud, dejó a una novia admirable sólo porque su futura mujer, más ligera de cascos, sí follaba antes del matrimonio. De manera que he ahí la respuesta: Woody no sólo es desagradable, simple, egoísta y está hundido: también es idiota.
Al rescate de tan entrañable imbécil acude su hijo; quizá el personaje más soso, y con menos conflictos interiores, que haya jamás protagonizado una película. A los diez minutos nos encontramos con que el pobre lo ha dejado con su novia. Trabaja en una tienda de equipos de música y tampoco parece un gran vendedor. (No me digan que tan hondas congojas no resultan dignas de una película de Bergman o Dreyer). Así que coge el coche y se lleva a su padre al estado de turno para que cobre el premio. No está demasiado lejos, pero como una pronta llegada echaría al traste la película, los guionistas deciden que se detengan antes en casa de un hermano de Woody para que puedan desarrollar, en ese pueblo, ahí una simpática y calma comedia costumbrista tachonada de ternura, como mandan los cánones.
¿Por qué un servidor, habiendo escrito los dos párrafos anteriores, ha puntuado con un seis esta película? O, dicho de otro modo: ¿Puede ‘Nebraska’ sobreponerse a tan atroz planteamiento de partida? Sorprendentemente sí.
Aunque llegue a irritarle al espectador avispado la conciencia que posee sobre su propia sutileza (el crítico Carlos Boyero, más limpiamente, encuentra en ella demasiado cálculo emocional: y lleva razón, pero no es para tanto), el tono agridulce no desentona no desentona en su conjunto. Bien concedo que varios giros del guión bordean lo previsible, y que las escenas de paisajes con música country de fondo se reiteran sin una justificación aparente (lo mismo que en ‘Los descendientes’, allí con Hawai), pero algunas escenas son tan hermosas que compensan lo trabado. Y la parte cómica… ahí, créanme, ahí sí que todo funciona.
Algunas otras críticas se han cebado con el personaje de la madre; a mí mismo, al principio, me pareció desagradable y repulsiva. “La pintan demasiado malvada”, pensé. Pero luego su carácter insoportable se vuelve tan caricaturesco, que uno acaba admirándola como un genio cómico involuntario, al estilo de los grotescos personajes más desternillantes de Dickens, o de una moralista tan ridícula como la Lady Bracknell de Oscar Wilde. Cada vez que abre la boca, toda la sala contiene la respiración para no perderse ni una palabra de lo que va a decir. Se trata de uno de esos secundarios que permanece en nuestra memoria con fuerza incluso semanas después de haber visto la película.
El resto de los familiares, o de las gentes del pueblo, conforman un rico fresco de la vida en esos sitios en donde nunca parece ocurrir nada; y quiero evocar aquí la mirada, bellísima y profunda, de la directora del periódico; o la surrealista familia de Woody, que también aporta unos cuantos momentos de altísima comedia.
La dirección de Payne aporta serenidad y tempo al desarrollo de la trama; lo cual se agradece porque, en ocasiones, se estanca. Y un pulso firme capaz de alejarle la impaciencia al espectador sólo puede lograrse con una sólida dirección.
Bruce Dern logra humanizar la profunda estupidez de su personaje, por el que uno hasta siente verdadera compasión unas cuantas veces (lo cual es admirable), Will Forte hace lo propio con el soseras del hijo, Bob Odenkirk (“Better call Saul!”) aporta distinción al hermano, y June Squibb está inconmensurable.
Una película agradable de ver, pequeña, profunda hasta donde se deja llevar.
No va a partir la pana en el Olimpo cinematográfico, y en ocasiones manipula sin piedad los sentimientos del espectador (ya saben: en un momento verán que asoman los malos contra los buenos; ¿se imaginan por quién creen los guionistas que debemos tomar parte?), pero es una buena película, y cuando uno sale de la sala no se ha arrepentido de haber entrado en ella.
Javicaysa
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