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Israel Israel · Jerusalem
Voto de Ehavled Jef:
8
Drama Narra una historia real sobre la fidelidad de un perro hacia su dueño, incluso después de la muerte. Fue la película más vista del año en Japón. En 2009, se hizo un remake americano protagonizado por Richard Gere. (FILMAFFINITY)
30 de noviembre de 2010
38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia del perro Hachi-ko es una poesía de las que hacen llorar. Este perrito nació en la provincia de Akita, al norte de Japón, en el año 1923. Fue un macho de color blanco, de la raza canina Akita, originaria del Japón. Esta clase de perro es considerado en el país del "Sol naciente" como el perro nacional del país, y de hecho durante generaciones fue usado por guerreros nipones como perro de defensa y ataque.

Seijiro Koyama construye una espléndida y enternecedora película acerca del susodicho can Hachi-ko, cuya fidelidad y fama llegó a ser tan excepcional que dejó trascendente huella en los corazones de los japoneses.

Así pues, el tal Hachi-ko fue un perro de raza Akita (natural de esa misma provincia del norte de Japón) que a las pocas semanas de nacer le fue regalado al profesor del Departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio, Dr. Eisaburo Ueno. El docente en principio no lo quiso tener en su casa (en el barrio de Shibuya al Oeste de Tokio), debido a la oposición de su esposa; pero acabó alojándolo en el patio de entrada a su vivienda y tratándolo con gran cariño y delicadeza, hasta tal punto que la señora de Eisaburo se sintió celosa. Hay una escena en el filme donde él le dice a su consorte que un perro, a pesar de ser un perro, tiene derechos.

Sin duda, la historia de Hachi-ko nos toca el corazón porque nos enseña qué es capaz de hacer un perro o con cuánto agradecimiento puede responder al cariño, los cuidados amorosos y el mimo que le depara su amo o cuidador.

El profesor colmaba de tantas atenciones a Hachi-ko que incluso en alguna escena se le ve quitándole con gran paciencia una enorme cantidad de pulgas que va matando sobre un papel, durmiendo con el animal encima o incluso metidos los dos en la tina de baños para personas y dándose un reposado y enjabonado aseo humano-canino. No es pues de extrañar que ante tantos cuidados y ternura, el perro Hachi-ko sintiera religiosa veneración o simpatía hacia su amigo racional. Desde pequeñito el perro se acostumbró a acompañar a su dueño hasta la entrada de la Estación de trenes, cuando el profesor se iba a trabajar a la universidad, e igualmente lo recibía en el mismo lugar cuando regresaba de la jornada laboral. Y así a diario, lo cual llenaba de admiración a la gente de este barrio de Shibuya en el extrarradio de Tokio, quienes veían al can comportarse de esa manera extraordinaria.

Pero la grandeza de este perro y de su historia se incrementa a partir de un día del año 1925...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ehavled Jef
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