Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Archilupo:
9
Drama A través de la figura de la monja francesa Teresa Martin (1873-1897), se plantea la posibilidad de la santidad en la vida cotidiana, sin necesidad de fenómenos sobrenaturales. Teresa Martin ingresó en la orden de las carmelitas de Lisieux, donde tomó el nombre de Teresa del Niño Jesús. Murió a los veinticuatro años de edad. Fue canonizada en 1925. (FILMAFFINITY)
26 de abril de 2011
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) “¿Qué más da? Todo es gracia”.

Así se despide el pobre cura rural de Bresson-Bernanos. Moría tuberculoso.
Como Simone Weil, heterodoxa pensadora católica, que escribió sobre la gracia y murió joven.
Como santa Teresa de Lisieux, llena de gracia, alegría de existir y alegría de morir, aun en medio de dolores sin paliativos.

Gracia: milagro interior, sobrenatural e inexplicable. Una especie de entrada gratuita para participar en lo divino.


2) Casi todo es gracia en “Thérèse”.

Por la gracia se diría tocada la elección de la actriz, Catherine Mouchet, que a juzgar por las fotos de Thérèse Martin parece reencarnación: da plenamente el tono de esa clase de dicha por la que el acto más sencillo es fuente de regocijo íntimo. También la compasión con que es retratado el padre, procreador involuntario e incomprendido de monjas de clausura (gran interpretación de Jean Pelegri, unos fuertes destellos de hondura). Y la narración de la enfermedad mediante notas ligeras, sin espesor, lejos de la beatería, la gravedad, lo solemne. Notas como el baile de las novicias, un poco achispadas tras un brindis de cumpleaños; como su desparpajo al hablar de Cristo igual que un novio irresistible que anhelan las despose, las posea totalmente; como la insólita caricia con el pie, o la franqueza desarmante de Thérèse al expresar su ansia de éxtasis, saltando todas las normas y previsiones; como la potencia evocadora de los versos del “Cántico espiritual” de san Juan de la Cruz leídos por una de las monjas, en busca nocturna del Amado, o el escenario apenas esbozado, de sobra funcional, y los fondos diluidos en gris neutro, abstractos, para no interferir las composiciones concretas, rotundas como bodegones de un solo elemento: una silla, una cama, una mesa, una celosía, una cortina satinada…

Notas como las que la enferma apuntaba en un cuaderno con letra redonda y contenta, acaso un poco infantil.


3) Lo que en “Thérèse” no es gracia es alegato seco y contundente contra su ausencia: el rictus agrio de la superiora, tan preocupada por la intendencia, el reparto de cargos, la aplicación inflexible de las reglas, las elecciones; o la rigidez del párroco, ante todo político y burócrata.

Ojos fijos en lo temporal y ciegos para el sutil resplandor del espíritu.

La película lo incluye como fondo gris contra el que dibujar la aureola de Thérèse Martin.
Archilupo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow