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Voto de Archilupo:
8
Romance. Drama Veronica y Boris son dos enamorados de Moscú que se ven obligados a separarse cuando estalla la Segunda Guerra Mundial y Boris es reclutado como soldado para ir al frente a luchar. (FILMAFFINITY)
18 de enero de 2009
122 de 126 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al triunfar la revolución soviética, Lenin señaló al cine como el arte futuro. Décadas después, cualquier rastro de iniciativa creadora estaba apisonado por Stalin, tras cuya muerte comenzaron síntomas de descongelación.
La película-insignia del rebrote fue ésta de Kalatozov, que en plena Guerra Fría alcanzó distribución en USA.

Tradicional historia de amor y guerra (basada en una obra de teatro de Rozov), cuenta cómo la destrucción bélica incide devastadoramente en la vida sentimental.
En la retaguardia sufre la joven cuyo prometido no envía noticias desde el frente, no se sabe si porque ha muerto. Y también en la retaguardia permanece un pianista librado de la movilización, un tipo de artista insolidario especialmente detestado en la mentalidad soviética. Además de al parasitismo, se dedica a acosar a la novia de su primo.
Hay algo de novedad en desplazar tanto el foco al drama emocional, dejando muy al fondo los acontecimientos propiamente militares, aunque el dilema de las mujeres que intentan mantenerse fieles al novio o esposo soldado, mientras sufren el asedio de dudas y aprovechados, es un tema muy clásico.
Y el final, moldeado ideológicamente, cuando se hace la luz en la conciencia y se revela el alma colectiva que redime todo sufrimiento, no puede ser más ortodoxo.

Pero lo que en esta película destaca es la riqueza y modernidad del lenguaje visual, el dinamismo extraordinario de la cámara (Urusevski), animada sin cesar por un espíritu danzante, coreográfico.

Kalatozov tenía varios oficios en la industria: actor, técnico de laboratorio, operador y montador. Sus primeras obras habían consistido en trabajos de montaje con material de noticiarios, en la línea de un cine documental y propagandístico.
Como si fuera la última oportunidad de plasmar la destreza técnica, los conocimientos y recursos acumulados, hay aquí un aprovechamiento total de la grúa y el travelling, la profundidad de las panorámicas, la viveza incansable de la cámara en mano, en lo que se ha encontrado (vía Festival de Cannes) anticipación de la Nouvelle Vague.

Son muchas las escenas memorables, como la subida a la carrera por la escalera interior de un edificio de pisos, acompañada por la cámara en espiral ascendente; la descripción inicial del amor de los jóvenes, en su vagar por calles geométricas y desiertas como en un ballet constructivista; la huida de la chica en paralelo al tren, dando imágenes troceadas a ritmo de bólido; las carreras frenéticas de ella entre la multitud; el regreso de las tropas en un convoy que entra en un Moscú atestado y jubiloso… Pero, sobre todas, la escena en que, entretejidas a unos árboles que giran, se disparan las visiones de quien al borde de la muerte ve cómo en la pantalla de su conciencia se suceden en vértigo los recuerdos y anhelos esenciales de su vida. Quien haya vivido una experiencia semejante puede reconocer cómo aquí se representa con asombrosa habilidad, como pocas veces en el cine.
Archilupo
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