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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
7
Western. Acción Remake libre de "Django", western de Sergio Corbucci. La cinta narra la Guerra Genpei, en la que los clanes rivales Minamoto y Taira se enfrentaron en el año 1.100 en Japón. Cuando la tensión llegue a un punto insostenible, un pistolero sin nombre pisará las calles polvorientas de la ciudad de Yuta... (FILMAFFINITY)
13 de octubre de 2007
44 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada, un consejito, mejor ir descubriendo este trabajo poco a poco, sin saber que ha querido hacer Miike con el original "Django", qué referencias ha sacado de ella y qué cauce ha optado por darle a su película con respecto a la cinta italiana protagonizada por Nero.

Y es que, era toda una prueba de fuego para uno de los cineastas y cinéfilo más extremado, bizarro, enfermizo y descarado de oriente y del planeta enterito, si cabe, realizar un western tomando como material fílmico la obra "Django" de Sergio Corbucci, intentando reavivar así la llama no sólo del spaghetti western que popularizó Sergio Leone (añadiendo sus propias reminiscencias, claro está) y cuyas huellas siguieron montones de directores, sino de volver a ser el tipo más rematadamente excesivo de todo oriente.
Y Miike, en su singularidad, lo logra con creces.

Es cierto que para realizar una presentación suficientemente elocuente ofrece un prólogo extenso, con sus puntos humorísticos atinados (lo de Shakespeare y Enrique es brutal), con un puñado de personajes a cada cual más peculiar y descabellado que el anterior (desde ese sheriff con doble personalidad, hasta el monje, o los líderes de cada grupo, sin olvidar a Tarantino y los tres instantes que comparte, brutales todos ellos) y trasladándonos a la particular situación.
Un prólogo que, a más de uno, en búsqueda de disparos, bizarrismo elevado a la enésima potencia y secuencias cuanto más inverosímiles, mejor, podrá aburrir vagamente.
Lo bueno, es que Miike se hace esperar, pero mejor todavía es que una vez pisado el acelerador, de rienda suelta a toda su locura contenida y ofrezca un vaivén de gestos, diálogos y muecas desternillantes que arrancan la carcajada mediante sus protagonistas, o de momentos del más puro delirio.

El punto verdaderamente sorprendente, sin embargo, son esa fotografía tan lograda, que se aleja de esa cutrez que hacía acto de presencia en las anteriores obras de Miike, esos decorados tan bien realizados que otorgan un plus añadido al peculiar western del director japonés o el uso de un colorido tan vivaz como atípico si tenemos en cuenta de quien es el film que estamos viendo, características que, todas ellas, ofrecen un excepcional contrapeso a uno de los proyectos ya no más gamberros de toda su filmografía, sino más sólidos en cuanto a estilo, ejecución y puesta en escena.
Grandine
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