"Amor sublime" cuenta la historia de Elizabeth Kenny, enfermera australiana que se enfrentó a la intransigencia de la clase médica por sus poco ortodoxos pero efectivos tratamientos para curar a los niños afectados de poliomielitis.
Entretenida película de Dudley Nichols, afamado guionista, pero que en esta ocasión decide colocarse detrás de la cámara. No está mal la cinta aunque, a mi juicio, dos errores lastran el nivel de la misma. En primer lugar, la mala elección de actores. Por mucho que a Rosalind Russell la nominaran para el Oscar, carece de encanto y me resultan de una ñoñería insoportable sus gestos con las manos y sus miradas. En cuanto a Alexander Knox y Dean Jagger, simplemente, no dan la talla. En segundo lugar, la película se dilata en exceso y su segunda parte -carente de energía- en nada se parece a la primera.
Sí es un gran acierto, en cambio, quizás por ser Nichols un excelente guionista, la contundencia y valentía con la que se abordan ciertos detalles de la historia. Por ejemplo, la trascendencia que se da a los enfrentamientos con los médicos. Nichols no se anda con finuras, ni ambigüedades, ni "espasmos" jeje, y presenta a la clase médica como una élite cerril, obstinada e intransigente cuyo título les eleva a la categoría de intocables y a entrar en un corporativismo cobarde y nauseabundo. Por supuesto, no todos. Pero quién no se ha visto afectado, ofendido e incluso humillado por la "delicadeza" y "humanidad" de estos sabios de la salud para los que únicamente somos un número o un grano en el trasero. La enfermera Kenny los conocía bien ya que nunca aceptaron sus recomendaciones aunque mejoraran de forma evidente la salud de los pequeños. Y, aún hoy, no le perdonan su intrusión en el campo de la medicina. Vayan y busquen información sobre la poliomielitis a ver que página o revista médica la cita.